10: Un baño de sal
Durante el resto de la tarde me concentré en organizar todo. Aproveché los momentos de tranquilidad para darme ese baño de sal que Josué insistió en que me diera.
Pero me entró una duda. ¿Que tipo de sal? Según lo que leí por ahí existían varios tipos de sal.
¿Sal de mesa o sal rosa Himalaya? ¿Sal de mar o sal Kosher? Supongo que no iba a molestar a mi mejor amigo con preguntas absurdas, así que, solo vacié el envace de sal de cocinar en mi ducha. Hice una nota mental para comprar más mañana. Los siete vibradores estaban apilados en la encimera del pasillo, lo retiraría antes de que mi tía llegara. No quería pensar en las cosas que diría si ve esas cosas que no son de Dios.
Me quité toda la ropa y me metí en la bañera.
—Mala suerte sal de este cuerpo—dije restregándome las manos. ¿Había que recitar algunas palabras? Solté una carcajada. Parezco una demente. Dejé el agua correr por unos segundos y me acomodé con el rostro mirando hacia el techo.
Mi vecino era algo que jamás imaginé en mis veintiséis años. Era mi fantasía hecha hombre. Tenía todo lo que me gustaba, desde su altura, ese cabello despeinado, mirada juguetona, ojos bonitos, nariz recta, mandíbula marcada, labios gruesos y barba de varios días. Y sus brazos... y sus dedos, bendito sean sus dedos que sabían cómo y dónde tocarme.
Todo de él se me hacía interesante. Incluso, el audífono que usaba. Me pregunto hasta qué punto llega su pérdida auditiva. Noté que solo usa el audífono en un solo oído. Solté un suspiro. No puedo creer todo lo que ha ocurrido en tan solo dos interacciones.
Se me había metido el espíritu de una prostituta o, yo de verdad había perdido el juicio. No podía ser que después de vieja, comienzo a tomar decisiones cuestionable. Nadie se mete con el vecino sin siquiera saber el nombre. Nadie abre la puerta con un vibrador en la vagina. Nadie se corre frente al vecino sin vergüenza alguna.
Nadie hace lo que yo había hecho hasta el momento. Me sentí algo abrumada y hasta me arrepentí de haber invitado a mi vecino esta noche.
Cierro los ojos intentando concentrarme. Y sin darme cuenta, me quedo dormida.
Unos golpes desesperados en la puerta de la entrada me obligan a abrir los ojos. Parpadeo algo confundida y me incorporo para darme cuenta del desastre que hay en todo el suelo.
Se ha desbordado el agua de la ducha. Cierro el grifo rápidamente arrepintiéndome al instante de haberlo dejado encendido. Me coloco la toalla a toda prisa por el susto y abro la puerta del baño para notar que se me ha inundado el apartamento. ¿Cuanto tiempo dormí? No lo supe, pero ya era de noche.
Los golpes en la puerta me desesperan, así que, intentando no resbalar, avanzo por el pasillo para abrir la puerta. Era doña Margarita, mi tía y mi vecino. ¿Que hace él aquí? Es muy temprano.
¡Ay no!
Me tenso al ver seis pares de ojos mirarme con preocupación. Doña Margarita intenta mirar dentro de mi apartamento y se percata del charco en mis pies. El cual se desliza fuera de la puerta por las escaleras porque estamos en un segundo piso. Mis vecinos de abajo van a matarme.
—Se te ha inundado el apartamento, cariño—me informa doña chismosa. Mi tía me observa enojada por abrir la puerta con una toalla rodeándome el cuerpo. Varias gotas caen desde la punta de mi cabello a mis pechos y brazos. Me cubro con fuerza.
—¿Estás bien?—pregunta David, su expresión es de preocupación.
—Lo siento, no entiendo qué ha ocurrido—intento explicar.
—Seguro te quedaste dormida en la ducha—mi tía suelta indignada y me aparta para entrar a mi apartamento—. ¿Dónde está la escoba? Hay que sacar el agua.
Le señalo un lado de la cocina y ella procede a limpiar, junto a doña Margarita que seguro se ha ofrecido solo para curiosear.
—Supongo que he llegado muy temprano—la voz de David me trae de vuelta a la realidad y bajo la mirada—. ¿Me permites ayudar? Tengo habilidades para la limpieza.
Eso me hace sonreír y lo dejo pasar.
Sin embargo, me congelo al ver a mi tía levantar uno de los vibradores que reposaba tranquilamente a un lado de la biblia que hay en la encimera. El vibrador con forma de peine de cabello que tiene una lengua de silicon; el cual ella enciende.
—¿Eso es lo que creo que es?—David pregunta casi en un susurro. Parpadeo muchas veces.
Después de todo, el baño de sal no funcionó.
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