Capítulo 2
Sarah había quedado sentada frente a mí y Melissa detrás, como cada año, pero este iba a ser algo diferente ya que a mi lado derecho estaba sentado Edward. Él me saludo amablemente con un movimiento de mano y yo le devolví el saludo, pero mi sonrisa se desvaneció al ver que Leila estaba sentada frente a él. Me acomodé en mi lugar y mientras sacaba mis cosas me percaté de que a mi lado izquierdo se había sentado Andrew.
—Hola, ojos bonitos—dijo Andrew con su típica sonrisa.
— ¡Andrew! —chilló Bridgett llamando su atención, pero él la ignoró y me guiñó el ojo.
—Si escucho un teléfono celular durante mi clase quedara suspendido y no lo voy a ver hasta final de año para el extraordinario—dijo la señorita Walworth al entrar con su típica elegancia—. Oh y el que crea que el teatro no es útil, se puede salir de mi clase de una vez—ella nos miró a través de sus gafas—. ¿No? Bueno, entonces, pongan atención. El teatro es todo un arte.
Yo simplemente comencé a hacer anotaciones en mi cuaderno sobre todo lo que decía la maestra. Me gustaba demasiado la clase de teatro, leer obras, incluso soñaba con estar frente a un escenario ya fuera cantando, actuado o bailando, pero cada vez que pensaba en las personas que me verían, sentía unas terribles ganas de vomitar y me quedaba paralizada. No soy una chica que suele atraer la atención, así que cada vez que más de tres personas me miran fijamente, siento como que sufriré terminar incendiándome espontáneamente o algo parecido.
Faltando veinte minutos para que terminara la clase. Edward dejó una nota sobre mis cosas. Antes de abrirla me gire para verlo y él me guiñó el ojo mientras me sonreía. Sentí en mi interior que algo se agitaba y; con cuidado de que la señorita Walworth no ve viera, abrí la nota.
¿Nos vemos en el periodo libre?
Sentí como mi corazón se agitaba dentro de mi pecho y creo que me quedé viendo aquella nota más tiempo del necesario. ¿De verdad este chico nuevo quería pasar tiempo conmigo? Volví a mirarlo y él me sonrió esperando mi respuesta. Lo único que hice fue asentir de manera lenta. La sonrisa de Edward se ensanchó.
—Necesito que alguien me muestre la escuela—dijo en un susurro.
Miré a la maestra de reojo. Vamos, Caroline, ¿quieres que este año sea diferente? ¡Sé diferente!
—Creí que Leila ya te la estaba mostrando.
—Es que...
— ¿Quién esta cuchicheando? —Gritó la maestra y me quedé congelada en mi asiento—. Es una total falta de respeto al teatro estar hablando cuando alguien está enfrente—. El timbre que anunciaba el final de la clase me salvó—. Para mañana quiero una escena de una obra de Shakespeare.
Guardé mis cosas en mi bolso y antes de que pudiera levantarme Sarah y Melissa me detuvieron.
—Lo vi todo y lo escuché todo—dijo Melissa conteniéndose para no brincar de la emoción.
— ¿De que esta hablando? —preguntó Sarah mientras alzaba una ceja.
Suspiré y rodeé los ojos. Me levanté de mi asiento y me encogí de hombros.
—No es la gran cosa—dije mientras me colocaba el bolso.
— ¿No es gran cosa? —Exclamó Melissa—. Vamos, Caro, cuéntale lo que pasó.
Bufé y pasé por un lado de Sarah. Las tres salimos del salón y comenzamos a caminar por los pasillos de la escuela junto con los demás alumnos de la preparatoria.
—Edward me envió una nota—comencé a explicar pero Sarah me interrumpió soltando un grito de emoción.
— ¡No inventes! ¿Qué decía? ¿Te invito a salir? Oh por todos los cielos. Te invitó a salir el chico nuevo.
Llevé mi mano a su boca para hacerla callar de una vez. Pero había sido un poco tarde. Las miradas curiosas de los demás ya nos seguían por el pasillo y unos cuantos más se habían puesto a murmurar. Quité mi mano de la boca de mi mejor amiga.
—No me invitó a salir—murmuré con molestia—. Solo me pidió vernos para el periodo libre—Sarah abrió la boca para decir algo pero volví a poner mi mano en su boca—. Calla. Solo quiere que le enseñe la escuela.
—Pero, ¿no se suponía que Leila ya hacía eso? —preguntó Melissa y Sarah asintió varias veces con la cabeza.
—Lo sé, pero saben cómo puede ser Leila, se cree el centro del Universo—hice una mueca y suspiré pesadamente.
Aunque, la verdad, a veces envidiaba a Leila. Era tan fácil para ella ser el centro de atención. No le tenía miedo a nada. Incluso aunque se equivocara lo hacía con estilo. El semestre pasado se equivocó en el Himno Nacional y todos creyeron que la letra en realidad iba así. En segundo semestre trajo por error un calcetín de color diferente para deportes. Al día siguiente, todas las chicas de la escuela las traían igual.
No le envidiaba ser popular solo... quería dejar de tener miedo. No quería paralizarme frente a todo mundo cada vez que hiciera algo en un escenario. Si no fuera tan miedosa podría cumplir mi sueño de...
— ¡Carolina! —gritó mi nombre Sarah y me sacó de mis pensamientos.
— ¿Qué pasa? —pregunté un poco desorientada.
—Te decía que nos vemos en el almuerzo, me toca algebra—dijo haciendo una mueca.
—Claro.
Le dije adiós con la mano y Sarah se dio media vuelta para subir las escaleras y llegar a su salón. Melissa suspiró con pesar y se acomodó un mechón chino de su negro cabello detrás de su oreja.
—Yo tengo computación.
Señalo a su espalda el camino por donde habíamos venido. Simplemente asentí y quedamos de vernos a la hora de la comida.
Los dos años pasados en la prepa mis mejores amigas y yo asistíamos a todas las clases juntas, era realmente extraño una clase en la que no tuviéramos que vernos. Pero ahora habíamos tomado la decisión de tomar asignaturas de acuerdo con lo que queríamos estudiar, así que solo un par de materias básicas coincidíamos, pero incluso en las básicas nos habían volteado el horario, como si incluso el destino hubiera querido que fuéramos más independientes ya que el próximo año iríamos a universidades diferentes.
Caminé entre la mar de gente para llegar al laboratorio de química. Siempre ocupaba la mesa de enfrente, porque era la asistente del señor González, así que por lo general siempre me sentaba sola. Me quedé de piedra cuando vi que el segundo asiento de mi mesa estaba ocupado. El chico nuevo estaba ahí. Madre mía. Edward estaba sentado en mi mesa. ¿Qué rayos?
Tragué saliva y cerré los ojos para intentar juntar algo de valor y acercármele. Con el estómago revoloteando me acerque a mi mesa de laboratorio. Dejé mi bolso sobre la mesa e instantáneamente Edward volteo a verme.
—Hola, ojos bonitos—sentí mis mejillas ruborizarse demasiado y le sonreí con torpeza—. ¿Qué haces aquí? ¿A caso me estas siguiendo? —preguntó con una sonrisa arrogante y yo puse lo ojos en blanco.
—Ya quisieras, pero la triste realidad es que estamos en la misma clase y estas en mi lugar.
—Pues supongo que seremos compañeros.
Se recargó en la mesa y me regaló una de esas tantas sonrisas coquetas que tenía. A puesto que con esa simple sonrisa tenía a todo el mundo a sus pies. A mí me podría tener a sus pies. Sentí mi corazón acelerarse ante aquel pensamiento.
Con el cuerpo entero temblándome me senté lo más tranquila que pude a su lado.
—No creo que al señor González le haga gracias.
— ¿Por qué no?
—Soy su asistente.
—Ah, eres la consentida del maestro.
— ¡No soy la consentida!
—Me voy a poner celoso si tengo que competir con un viejo de cuarenta años.
No pude evitar soltar una carcajada ante el comentario de Edward. Por un momento nos quedamos ambos viéndonos a los ojos y me mordí el labio inferior al perderme en sus hermosos ojos. Edward tenía un mentón tan perfecto que me entraban ganas de acariciarlo con mi pulgar. ¡Caroline, ¿qué te pasa?! Solo tienes un día de conocerlo. Tuve que apartar la mirada de Edward, sentía que el corazón se me quería salir del pecho.
—Buenos días, jóvenes—dijo el señor González mientras dejaba sus libros sobre la mesa. La mirada del maestro fue a parar sobre nosotros—. Señorita Hastings, veo que este año tiene compañero—me sonrojé y el maestro miró todo el salón—. Bueno, por desgracia todos los lugares están ocupados así que joven...
—Edward Smith—contestó mi ahora compañero de química.
—Señor Smith, le voy a conceder el honor de trabajar con mi asistente, pero le advierto señorita Hastings, conozco sus trabajos. No me obligue a castigarla si ayuda de más al señor Smith.
—Sí, señor González—murmuré y bajé la mirada comenzando a sacar mis cuadernos.
—Perfecto. Jóvenes, el año pasado tuvimos demasiados accidentes en el laboratorio y para no volverlos a repetir repasaremos las reglas—tomó un montón de hojas y las puso frente a mí—. Tomen una para cada uno y pasen las demás—. Jóvenes lo que espero es que se aprenda las reglas, las vivan y las respiren, porque mañana habrá un examen sobre ello—los quejidos y gemidos de fastidio no se tardaron en escuchar—. Música para mis oídos—el maestro aplaudió para hacerlos callar—. Bien empecemos.
Estaba haciendo un par de anotaciones mi cuaderno, sobre lo que el maestro explicaba; después de haber pegado el reglamento en mi cuaderno de química. Anotaba algunas cosas que no pedía para el resto del semestre y de repente sentí que el hombro de Edward rozó el mío. Sentí que mi cuerpo se estremecía y una corriente eléctrica lo recorría. ¿Qué había sido eso?
—Odio química—murmuró cerca de mí y sentí su aliento en mi oído—. No le entiendo nada, es como si hubiera tomado una clase de mandarín—sonreí ante su comentario, pero luche por mantenerme concentrada en lo que explicaba el maestro—. Tú pareces muy buena en ello, ¿crees que podrías ayudarme?
Mi mano se detuvo de golpe y lo volteé a ver. En ese instante me di cuenta de lo cerca que estaba de mí. Ambos estábamos respirando el mismo aire. Su aliento olía a menta y él tenía un aroma demasiado delicioso.
— ¿Qué? —susurré un tanto confundida.
—No quiero que te metas en problemas con el profesor—lo señaló con la cabeza—. Así que pensaba que podías ser mi tutora, después de clases. ¿Qué dices?
Me quedé con la boca abierta y tartamudee un poco. Semestres pasados ya había sido tutora, pero nunca había sido tutora de un chico tan...guapo. Bendito inicio de semestre. El mejor inicio de semestre.
—Claro, está bien.
La sonrisa de él se ensanchó y no era su típica sonrisa arrogante. Era una sonrisa normal y muy sincera.
—Perfecto. Pasame tu número.
Me mordí el labio inferior con nerviosismo. Era el primer día de clases y ya estaba rompiendo varias reglas que nunca antes había roto. Había pasado notas, estaba hablando en clase y volvería a pasar una nota. ¡Y todo eso había sido con el mismo chico! Y no era cualquier chico. Era el chico nuevo que estaba más bueno que chuparse los dedos después de comer boneless con barbecue.
Arranqué un pedazo de la última hoja de mi cuaderno y ahí anote mi número de celular. Le entregué la notita y rápidamente se la guardó en el pantalón. Me guiñó el ojo y ambos continuamos con nuestros apuntes de química.
El resto de la mañana transcurrió con normalidad. No había vuelto a encontrarme con Edward en ninguna otra clase. A eso de las 11:20 de la mañana, los de quinto semestre teníamos periodo libro. Me sentía algo nerviosa porque sabía que me iba a ver con Edward y pasaríamos tiempo, técnicamente, a solas.
Antes de encontrarme con él fui a mi casillero para comenzar a dejar los libros que ocuparía después. Alguien golpeo levemente la puerta de mi casillero y al momento que me giré, Edward estaba asomando la cabeza por un lado de la puertecilla.
— ¿Estás lista? —me preguntó.
Cerré mi casillero y él ya estaba recargado en los demás casilleros con esa típica sonrisa de él que me hacía revolotear el estómago. Me tomé la libertad de admirar un poco antes de ponerme en movimiento o si quiera contestarle. Realmente, Edward era muy guapo y él estaba consciente de ello.
—Estoy lista.
Me acomodé la tira de mi bolso en mi hombro y él se despegó de los casilleros.
—Te sigo.
Sentía la mirada de todos los alumnos sobre nosotros y aquello me puso nerviosa, pero al ver el hermoso color en los ojos de Edward, olvidé todo por un momento y solo éramos él y yo. Caminamos por el pasillo en silencio y él me entregó una hoja con todas las clases que él iba a tener. Rápidamente me percaté de que teníamos tres clases juntos: arte dramático, química y literatura.
Edward y yo recorrimos los pasillos de la escuela juntos. Le mostraba como llegar a cada uno de los salones donde tenía clase y hablaba un poco de cada maestro. Lo que tenía y no tenía que hacer frente a cada maestro. También le mostré la manera de llegar rápido a los salones si un día se le hacía tarde.
Por último le enseñé el resto de las instalaciones de la preparatoria. Los baños, la cafetería, la biblioteca y por último nos detuvimos en el teatro de la escuela. La verdad, me sentí algo nerviosa porque en ese momento realmente estuvimos completamente solos. Ambos nos subimos al escenario y Edward no dudó en correr hacia el piano que se encontraba al otro lado. Me quedé paseando por el escenario imaginando lo que sería cantar, bailar o actuar en este lugar. ¿Qué se sentirá que miles de personas te miren? ¿Qué se sentirá entregar tu alma en este lugar? Me quedé congelada ante el solo pensamiento de que todos me miraran y yo hiciera el ridículo.
Una hermosa melodía comenzó a sonar en el piano y rápidamente giré mi cabeza. Por poco y mi quijada toca el suelo. Edward estaba ahí tocando el piano. Escuché la melodía con atención y sonreí al reconocerla. No pude evitar cantar en mi mente aquella canción.
Baby, I'm dancing in the dark with you between my arms
Barefoot on the grass, listening to our favorite song
When you said you looked a mess, I whispered underneath my breath
But you heard it, darling, you look perfect tonight.
Ed Sheeran. Me encantaban la gran mayoría de sus canciones. Me quedé perdida en la dulce melodía del piano y la voz de Edward me hizo estremecer.
— ¿Conoces la canción? —preguntó sin dejar de mover sus dedos por el teclado.
— ¿Y quién no? —sonreí ampliamente.
Edward volvió a tocar y comenzó a cantar parte de Perfect de mi amado Ed.
I found a love for me
Darling just dive right in
And follow my lead
Well I found a girl beautiful and sweet
I never knew you were the someone waiting for me
'Cause we were just kids when we fell in love
Not knowing what it was
I will not give you up this time
But darling, just kiss me slow, your heart is all I own
And in your eyes you're holding mine.
Escuchar a Edward cantar por alguna razón me hacía estremecer. Tenía muy buena voz, pero no solo era eso, tal vez era la forma en la que cada tanto me volteaba a ver. Mi corazón golpeaba con fuerza contra mi pecho y en mi estómago sentía a todo un zoológico haciendo una estampida.
Cuando terminó de tocar simplemente se quedó acariciando las teclas del piano.
—Ven aquí—dijo él haciéndose a un lado para dejarme espacio en el banquillo.
Sin dudarlo ni un segundo me senté a su lado e igualmente acaricié las teclas. Suspiré pesadamente. Desde que era niña siempre quise aprender a tocar el piano, pero tristemente, nunca fui muy buena.
— ¿Sabes? —Edward se giró para verme con una sonrisa—. Mi hermano y yo nos acabamos de mudar, una nueva ciudad es un cambio enorme y acompañado de una nueva escuela, se sentía muy abrumador. Pero para ser mi primer día de clases, no ha estado nada mal—tomó un mechón de mi cabello y lo puso detrás de mi oído. Sentí un cosquilleo que me recorrió la columna—. Conocerte fue lo mejor que me pasó hoy.
Sentía que mis mejillas estaban ardiendo. Nunca nadie me había dicho eso. Si esto es un sueño y mañana es cuando de verdad entro a la escuela, por favor no me levanten. Es el mejor sueño que he tenido en mi vida.
—También ha sido un buen primer día para mí—murmuré mientras bajaba la mirada—. Nunca imaginé que esto me pasaría.
— ¿Esto?
—No soy el tipo de chica a la cuál un chico como tú le habla.
— ¿Un chico como yo? —preguntó con una sonrisa divertida.
—Sí, ya sabes.
—No, no lo sé. Dime como soy.
Maldición, él lo sabía. ¡Él estaba súper consciente de lo guapo que era! No, definitivamente no iba a hacer decirlo. No, no y no.
—Así, todo engreído—contesté con una sonrisa divertida.
Edward alzó una ceja sorprendido y comenzó a reír.
— ¿Soy engreído?
—Claro que no, solo bromeaba—le di un codazo.
Ambos nos quedamos mirándonos a los ojos por un largo tiempo. Algo dentro de mí me decía que no tenía nada que preocuparme. Este año iba a ser diferente y no sabía si fue su encantadora sonrisa y su dulce mirada la que me hizo sentir segura.
Todo iba a ser diferente.
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