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17

Sentada en el gran ventanal de su casa en New York, Ana contempla la inmensa ciudad a oscuras, que estaba brillando por las interminables luces. Con copa en mano, bebiendo vino, ya de una segunda botella, tratando de acomodar sus pensamientos.

Había llegado hace dos horas, se dio un tibio baño, y se puso la ropa más cómodas que encontró en su closet, pasó por la cocina y luego se fue a uno de sus lugares favoritos en la casa. No soportaba quedarse un minuto mas en Montreal. Estaba cansada de la situación, y se dijo que no podía seguir así, no podía seguir aplastando sus propias promesas pero por sobre todo su dignidad, ya tendría que haber avanzado en este tiempo, pero no, aparentemente sigue agarrada a la migaja que alguna vez él le dio de probar, esto ya no era sano, bueno, piensa ella, nunca lo fue pero ahora se da cuenta que quizás lo que sentía por él no era exactamente amor, si no mas bien una obsesión la cual la ponía en una zona peligrosa. No era nada bueno depender de alguien que probablemente exista solo en su cabeza.

Cuando conoció a Frank quedo deslumbrada e inevitablemente lo idealizo.

Imaginar para ella era fácil, desde niña le ayudaba para escapar de la realidad que le dolía, si bien había tenido una linda infancia, la soledad es algo que ningún niño debería conocer. Era la niña solitaria que le hacía creer a los demás que así era feliz. No culpa a su madre, ni mucho menos a su padrastro, de hecho, los entendía. Creían que lo mejor para ella era ir a la mejor escuela y tener lo mejor de lo mejor, cuando en realidad le hubiera gustado que pasaran más tiempo con ella. Que su madre le hablara, aunque poco le importara, de su progenitor al menos algo bueno de su concepción, porque estaba segura que no había sido del todo bueno para su madre. Pero el tiempo ya paso, creció y las cosas con su madre están bien y lo único que quiere es que se sienta orgullosa de ella y que nunca más la vea como un problema. No son las mejores amigas, pero se aman incondicionalmente y eso es todo lo que necesita.

Volviendo a lo que estaba y tras haberlo pensado durante el viaje, Ana creé que lo único seguro en este momento es que lo que hubo con Frank, estaba completamente cerrado y no iba a volver atrás con esa decisión

Si tienes un hondo penar

piensa en mí

Si tienes ganas de llorar

piensa en mí

Ya vez que venero

tu imagen divina, tu párvula boca

que siendo tan niña me enseñó a pecar

piensa en mí

cuando sufras

cuando llores

también piensa en mí

<Ay Chávela Vargas, sí que sabes cantar a la alma herida>

Dio un sorbo grande a su copa y se dispuso a prender el celular, no se había comunicado con sus amigos, sentía vergüenza de si misma, aun no sabia en qué estaba pensando, que circulo quería cerrar, si la única integrante del mismo era ella, eso quedo mas que claro. Además no quería seguir agobiando a sus amigos, si ella estaba cansada, ellos peor. Antes de tomar el vuelo le escribió a John, había visto varias llamadas de él, así que solo atino a decirle que estaba bien y que volvía a casa, de seguro su amigo le había informado del maravilloso episodio y por eso había intentado conectarse con ella.

Al prender el celular, empieza a sonar como loco, notificándole llamadas de Frank, Sam, John y de sus amigos, entendía que debían estar preocupados, pero ella no tiene ganas hablar, así que les mando un <estoy bien, solo necesito tiempo> al grupo que compartían, luego le escribió a Sam que hablaría con ella luego y lo volvió apagar.

¿Quién era aquel hombre alto de ojos brillantes que la había ayudado? Seguía pensando en él, le intrigaba saber lo que estaría pensando de ella y de alguna manera le preocupaba, aunque no debería, eso solo fue una coincidencia, según ella, y aunque nunca lo reconozca en voz alta, una muy linda coincidencia.

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