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𝑐𝘩𝑒𝑟𝑟𝑦e 𝑤𝑎𝑣𝑒𝑠 04꒱⸰ֺ ࣭⭑𓄹

Se encontraba en frente de su espejo viéndose fijamente, se veía a si misma o el tonto intento de Madison, sus ojos estaban cargados con las pequeñas lágrimas que cortaban sus ojos como vidrios, lo que provocaban que sus ojos se inyectaran de sangre, aquellas ojeras que adornaban su bella cara eran de un color violáceo con un toque de verdoso, eran lo que más resaltaba en su pálido rostro.

Una semana había pasado ya de la última vez que vio a Rafe, y al parecer esa sería la última, aunque deseara olvidarlo para siempre, era como ese recuerdo tan abrasador que regresaba a ti en los peores momentos, si de algo estaba segura era de que estaba enamorada y joder como le dolía estarlo, podía sentir como su corazón ardía en su interior, como le quemaba y se sentía vacía, después de todo como podía apagar sus sentimientos. Ella siempre seria aquella tonta e ingenua niña la cual soñaba con encontrar el amor y vivir un cuento de hadas, pero que podía esperar de los chicos, cuando su padre había sido el primero en otorgarle el horrible dolor de un corazón roto, simplemente ya no podía esperar nada.

Desde ahora trataría de olvidar a aquel chico de hermosos ojos azules y cabello dorado como el sol, aquel chico que había entrado tan profundo en su corazón como para no ser olvidado fácilmente, ese que le hacía soltar sonrisas y risas inesperadas, en el cual podía encontrar un lugar seguro en el mundo y ser ella misma sin miedo a ser juzgada. Todo aquello era una mentira, la persona que te ama no te deja ir tan fácil o eso era lo que pensaba la pequeña de los Sinclair.

Había estado tratando de usar una mascara como lo era el maquillaje, pero no podía no tenía las energías para ello, sentía como la cabeza le daba vueltas y le dolía como si le clavaran clavos en ella, le picaba la garganta y sentía que si hablaba ahorita se le rompería la voz al igual que una pieza de porcelana en mil pedazos, y ahora mismo era así como tenía el corazón, sólo que no podía encontrar el pegamento que la ayudara a unir los pedazos.

Rápidamente tomo su mochila y su suéter negro, bajo las escaleras directo al comedor de madera donde se encontraban su padre ya sentado y su madre al lado de él, con la mirada agachada tomo asiento enfrente del mayor, ella pudo sentir como su mirada fría y penetrante se colaba por debajo de su piel, tanto que podía sentirla en sus delgados huesos.

Pudo escuchar como su padre carraspeaba y susurraba algo mientras comía el desayuno, Madison trato de pasar bocado ya que ella no quería hacer sentir mal a su madre, pero ahí se hallaba ese nudo en su garganta el cual no desaparecía y no le dejaba comer, levanto un poco la mirada topándose con los duros ojos de su padre.

─ Por lo menos podrías taparte esas horribles ojeras─ su voz no había sonado como una petición, sino como un reclamo.

Antes de poder hablar trago profundamente aquel nudo que, por más fácil fuera de desatar, simplemente no podía.

─ Tra-trate de hacerlo─ dijo mirando su desayuno, podía sentir como unas ganas inmensas de llorar batallaban dentro de ella por salir a la luz─ pero... no me gusto como me veía─ termino de decir mirándolo a aquellos ojos que se sumían en la profunda oscuridad.

Su padre corto un pedazo de omelette para luego llevarlo a su boca, sus ojos azules no podían dejar de ver como su garganta subía y volvía a bajar, no sabía en qué momento iba a reaccionar y actuar, sabía que él no iba a quedarse callado, aquello le estaba poniendo los pelos de punta.

─ Sólo porque no te gustó, prefiero que no te guste a ti lo que ves, a que a los demás no les guste. Carajo, es que ni siquiera piensas en lo que va a decir la gente de ti, de nosotros, que tengo una hija con problemas─ el castaño no paraba de hacerse el ofendido, aquello le había afectado más a Madison.

A veces pensaba que era ella la responsable de todas sus tragedias, después de todo ella solita se metía en ello, ella había sido la que se metió con Rafe, ella era la que siempre le contestaba mal a su padre, era ella la que también no trataba de acercarse más a su hermano, era ella la que no había vuelto a buscar a los pogues, era ella el problema y solo le echaba la culpa a los demás por no hacer las cosas como ella quería.

Se mordía las uñas como si tratase de arrancarlas por completo, como si eso hiciera que acabara el cómo se sentía, empezó a sentir como su respiración comenzaba a agitarse, como se le nublaba la vista gracias a las lágrimas que amenazaban con salir, su respiración empezaba a entrecortarse, haciendo que su pecho comenzara a apretarle. No sabía que le estaba pasando, se sentía mal, muy mal pero no podía parar algo que no sabía que era.

─ ¿Vas a decir algo o vas a quedarte con esa cara de estúpida?─ preguntó burlón, mientras que Nicholas bajaba las escaleras con su uniforme listo y con su mochila en el hombro intrigado por lo que estaba pasando en el comedor

─ Y-yo realmente me siento mal, estoy mal, estoy triste, pero eso ni siquiera lo sabes porque no te importa como este, no me preguntas como estoy o al menos que sea para preguntar si me estoy haciendo amiga de los chicos adinerados, de ahí en fuera nada más te importa. Sí, ahora tenemos dinero y una hermosa casa con un hermoso jardín, pero de que me sirve toda esta mierda si nuestra familia está rota, siempre estás afuera con tu estúpido trabajo y aunque es mejor para mí no tener que verte la cara en todo el día, para mamá no y no importa que ella no diga nada, porque sé que extraña al hombre del cual se enamoró. Antes no teníamos todo esto, pero por lo menos nuestra vida no estaba llena de mentiras y ahora lo único que haces es jugar a la casita de las muñecas con nosotros, haciendo parecer toda una jodida familia perfecta─ explotó, Madison le había dicho a su padre lo que sentía y pensaba, no podía respirar con regularidad gracias a su fuerte llanto, el cual no podía parar.

El mayor se levantó enojado, dejando caer la silla de madera fuertemente sin importarle, el objeto había caído en un ruido sordo, su madre se levantó unos pocos pasos lejos de su marido cautelosa de sus movimientos.

De repente todos excepto la rubia vio como su padre se acercó rápidamente hacia ella girando su silla con fuerza hacia él, mirándola desde arriba con una mirada inyectada de sangre, mientras que ella se encontraba sosteniendo sus manos con fuerza, tanto que estas estaban comenzando a teñirse de un color violáceo.

─ No sé cómo le vas a hacer, pero cuando regrese, ni mañana quiero verte. ¿Entendiste? ─ dijo este gritándole lo último, dejándola ahí asustada temblando y con lágrimas en los ojos.

Mientras que el mayor tomaba su gorra y se iba como si nada hubiera pasado, el sonido de su camioneta dió a entender que ya se había marchado, el aire había dejado de ser tan intenso y se respiraba un poco más de tranquilidad, pero Madison no podía dejar de temblar y de enterar sus uñas en las palmas de sus manos, como si aquello la hiciera sentir mejor.

Nicholas apretaba la correa de su mochila con toda su fuerza, no había hecho nada para proteger a su hermanita, vio como su madre trato de acercarse a la rubia, pero ella sólo tomo su mochila y salió con rapidez, ni siquiera tomando su bicicleta.

La rubia corría por las calles con lágrimas que le nublaban la vista, cuando se dio cuenta tarde que una camioneta venía a toda velocidad, rápidamente se tiró al otro lado de la calle esquivando un golpe seguro, se quedó por unos minutos en el piso recuperando aire. Pudo notar como se había hecho heridas en sus manos aparte de las que ya se había hecho anteriormente y las rodillas de las cuales empezaba a brotar un poco de sangre.

....

Tocó la puerta con cuidado, pero con algo de impaciencia, no aguantaba un segundo menos estando lejos de él, ahora mismo era el único que podía ayudarla y no hacerla sentir culpable o como una completa decepción.

La puerta se abrió dejando ver a un Erick con el entrecejo arrugado, el cual cambió rápidamente al ver el estado de la chica enfrente de él.

Tan pronto como le abrió la puerta, Madison se enredó en su brazos en busca de calidez, su llanto fue inevitable y en el momento que sus brazos hicieron contacto las imparables lágrimas solo salían como si de una cascada se tratara, una sin fin.

Después de estar más tranquila, Madison se encontraba en un sillón rojo, mientras esperaba que el pelinegro regresara con un botiquín para curar sus heridas y esperar que empezara a hacer preguntas sobre todo.

─ Ahora cuéntame qué pasó ─comentó mientras tomaba asiento enfrente de ella y sacaba un algodón para luego mojarlo con un poco de alcohol, para proceder a limpiar sus heridas y qué estás no se infecten.

La más joven sólo podía mirar el piso, mientras sus heridas se sentían frescas y ardían, provocando que hicieras muecas por el ardor que este le hacía sentir.

Quería hablar con él y decirle todo, pero sabía que si empezaba, su llanto no tendría fin y tampoco quería verse tan vulnerable de lo que ya se había dejado ver.

─ Te mentí.

Erick dejó de ver sus heridas, para ver ahora sus orbes azules.

─ ¿Qué quieres decir con que me mentiste?─ preguntó confundido mientras dejaba de hacer su trabajo.

─ No era ninguna amiga la que tenía un problema con un chico...era yo y no con cualquier chico, sino con─ volteó a verlo a los ojos, a aquellos tan profundo como los de un gato en la oscuridad, los cuales la hacían sentir ansiosa─ con Rafe.

Ninguno dijo nada durante diez minutos, cuando escuchó eso el chico sintió una opresión en el pecho, soltó las manos de la chica mientras que al mismo tiempo se alejaba un poco de ella.
Mads pudo ver que en su mirada había un poco de confusión y dolor, pero tal vez no era así, se sintió mal, después de todo él le había tendido la mano como un mejor amigo y lo era, pero tampoco quería que la juzgara. Tal vez había cometido un pequeño error.

─ Al final, no me quería. Lo que sea que fuéramos, terminó hace una semana─ contó con la voz entrecortada.

Aunque ya había pasado un tiempo, nadie se recuperaba de un corazón roto es tan poco tiempo.

Erick la miraba un poco apenado y a la vez con tristeza, aunque no le hubiera contado nada, era su amiga a la que habían lastimado y siempre estaría para ella, aunque sólo fuera como amigo.

El pelinegro tomó asienta alado de ella, la abrazó y Madison no lo soportó más, el llanto salió como si llevara años atrapado en los barrotes de una prisión, el mayor acariciaba su cabello con delicadeza mientras la arrullaba y la hacía sentir segura.

─ Estoy aquí contigo, Mads. Nunca me iré─ le susurró, para después dejar un tierno beso en su cabello.

A veces el amor de un amigo es tan fuerte, pero que tan grande es el amor de aquel que no es correspondido.

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