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iii. midnight nightmares

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Recuerdo con exactitud el día en que mi padre nos dejó a mi y a mi mamá. Un 14 de Abril salió por la puerta de la casa y jamás regreso.

Después de una de sus tantas discusiones con mamá, decidió que lo mejor sería que ella y yo nos cuidaramos solas desde entonces. Que él ya no tendría que ver con nosotras y nos echaría a la suerte sin importarle si nos ahogamos dentro de aquel lugar.

"- ¡Estoy cansado de que me hagas lo mismo!, ¡Una y otra vez!, ¡Una y otra maldita vez!- Grita mi padre."

Al el no parecía agradarle en lo absoluto que mamá se viera con el vecino a escondidas, o que saliera de fiesta con su mejor amigo los viernes en la noche. Se enojaba cuando usaba escotes y bebía de más en las reuniones. Pero aún así mamá lo seguía haciendo, incluso después de prometer más de miles d veces que no volvería a pasar.

"- ¡No!- corre hasta alcanzar a mi padre antes de que saliera por la puerta-, no te vayas, cariño, por favor- se tira al piso cayendo de rodillas-. Prometo que cambiaré, seré diferente."

No era verdad, nunca cambió.

Papá lo supo y por eso se fué de casa.

Desde ese día, nunca jamás lo volví a ver.

Esas son mis únicas memorias en este momento, lo único que abarca mi mente en esta situación tan caótica de vida o muerte.

Después de presenciar la escena más brutalmente sangrienta de mi vida, no podía soportarlo más y salí corriendo de nuevo hasta las habitaciones donde estaba anteriormente.

Entre a uno de los cuartos y me asegure de cerrar la puerta lo mejor que podía para después tirarme debajo de la mesa con mis piernas en posición fetal y muchísimo miedo.

Seguía escuchando golpes y gritos imaginarios a través de las paredes y cerraba mis ojos con fuerza deseando salir de esa situación lo antes posible.

No entendía que era lo que estaba pasando. ¿Por qué la gente estaba muriendo así?, ¿Era acaso alguna especie de castigo divino?

Solloce con fuerza apretando mis piernas y comencé a pedir perdón por lo que sea que había hecho mal. Sentía que mi vida no había valido nada la pena y ahora que tenía la muerte respirando sobre mí me arrepentía de todo.

No sé cuánto tiempo estuve así, llorando descontroladamente mientras temía que en cualquier momento vinieran por mi para matarme también.

- ¡No!- susurre viendo con la manija de la habitación se movía descontrolada.

Retrocedí lo más que podía para alejarme de la puerta y fije mi mirada mientras sentía como mi corazón se iba a escapar de mi pecho en cualquier momento.

De pronto el movimiento cesó y me sentí a salvo.

El sentimiento no duró mucho, por supuesto.

La puerta fue tirada abajo junto con la mesita que estaba detrás de ella para detenerla.

Me abrace con toda la fuerza que pude ejercer y tape mi boca para evitar soltar algún sonido que me delatara.

Un hombre, de pantalones marrones y zapatos de oficina, camino por la habitación en busca de algo... o de alguien.

Pedí con todas mis fuerzas que por favor se fuera, que saliera de aquí. Que pensará que no había nadie y me dejara sola.

Vi como se dió la vuelta dispuesto a salir y cante victoria antes de tiempo porque al instante volvió de nuevo y está vez se acercó peligrosamente a la mesa.

Cerré los ojos no queriendo ver más y sentí como se agachó y pude notar que me estaba mirando.

- Por favor...-suplique con la voz temblorosa-, no me hagas nada.

- ¿Estás bien?- intenta acercarse a mí.

- ¡No!, ¡no me toques, te juro que no haré nada, solo déjame ir!- grite histérica.

- Tranquila, no te haré daño- habla calmado-. Vine a salvarte.

Un apice de esperanza llegó a mi cuando dijo esas palabras. Alce mi vista para mirar a aquel hombre.

Ojos grises, mandíbula marcada y cabello rubio.

-Prometo que no te haré daño, ya estás a salvo- repite.

- ¿Que paso con los demás?

-Eso no es importante ahora- lo evade-, pero necesito que salgas de ahí.

Acerca su mano y hace un gesto para que la tome.

Miro sus ojos buscando algún signo de que me está mintiendo, pero al no encontrar nada que lo delate, decido que es mejor confiar en él.

Tomó su mano aún sin la suficiente confianza, pero ahogo un jadeo cuando me toma con fuerza y me jala fuera de la mesa. Me asusto por un momento pensando lo peor, pero veo que detrás de mí, donde antes estaba la mesa, caen un montón de cuerpos del techo, ocasionando que se rompa.

Abro los ojos pensando en lo que pudo haber pasado si él no me hubiese ayudado.

- Ven, tenemos que salir de aquí- me jala del brazo.

- Espera, ¿Que hay de los demás?- pregunto angustiada.

- No hay tiempo, tenemos que despejar el lugar- vuelve a ignorame.

Miro a mi alrededor como las paredes están salpicadas en rojo y los cuerpos esparcidos por todas partes. Hay marcas de golpes y rasgaduras por algunos lugares y eso hace que no evite preguntarme como llegaron ahí.

¿Que es lo que pasó aquí?

Al no poder seguir el ritmo tan rápido de aquel sujeto, mi pie se atora y termino cayendo al suelo.

- Auch- suelto un quejido por el golpe.

- ¿Estás bien?- se gira para verme.

- Sí, si, solo me caí- asiento con rapidez.

- Ven, no hay tiempo.

El hombre me toma con fuerza entre sus brazos y me carga al estilo nupcial.

No era momento, ni lugar para pensar en sonrojarme o apenarme. Solo me quedé ahí mirando su rostro mientras salíamos del lugar.

Note que sobre su mejilla había una herida de corte, también que su cabello estaba hecho un desastre y que su corbata estaba rota y su camisa azul mal abrochada al principio, lo cual dejaba la piel de su cuello y clavículas a la vista.

Al salir por la puerta, me di cuenta que varias personas vestidas de negro llegaban en autos bastante elegantes.

- Nanami.

Un sujeto con traje negro aparece justo frente nosotros.

- Llevaré a la chica a su casa, mientras encárgate de limpiar todo- dice con su rostro serio.

El hombre asiente ante la petición del rubio y se pierde de mi vista.

Camina unos pasos mas hasta que llegamos hasta un auto muy bonito de color negro. Me suelta con delicadeza antes de abrirme la puerta del auto.

— Sube, irás a casa— ordena.

Asiento como respuesta y optó por la sumisión, subiendo al coche de inmediato.

— Espera— me detiene.

— ¿Que?...

Me deja atónita al momento en que saca un abrigo de la parte trasera del auto y lo coloca sobre mis hombros para cubrir mi cuerpo expuesto.

Me apeno fuertemente al mostrarme en tales fachas frente a él, pero no es lo suficiente como para lograr que me avergüence, después de todo estaba bastante acostumbrada.

— Gracias— reverencio.

— No agradezcas, debes tener frío.

Termino de subir al asiento para darme cuenta que el llegó rápidamente al asiento del piloto. Miro con detalle el interior del auto buscando alguna pista sobre quien era él, pero bufo dándome cuenta de que realmente no hay nada.

— ¿Que fue lo que pasó allá dentro?— suelto de inmediato, ganado una mirada fugaz de su parte y un bufido.

— Es mejor que no pienses en eso, ¿está bien?

— Señor, ví como gente que conocía moría... hoy ví la muerte— mis ojos se ponen llorosos al recordar las fatídicas escenas.

Los llantos, los gritos, la sangre.

— Lo sé, pero creeme cuando te digo que es mejor que no sepas lo que pasó— enciende el auto—. Es demasiado para procesar en un día, mejor intenta descansar, ¿Puedes darme la dirección de tu casa?

Al verlo tan serio, decido mejor guardarme las preguntas y hacerle caso. No tenía los animos de discutir mientras le insistía para que me contara la verdad, pero el saber que estoy viva es lo único que me reconforta ahora mismo de los recuerdos tan atroces de hace unas horas.

Le doy mi dirección con la voz entrecortada y mientras maneja me abrazo a mí misma buscando consolarme entre mis brazos.

— Ya llegamos.

El coche se apaga y miro por la ventanilla, reconociendo al instante mi casa.

Me tomo de valor antes de salir del auto.

Al momento en que lo hago, escucho el sonido de las ruedas quemando en el pavimento de la calle y el motor alejándose por la carretera.

Fijo mi mirada en el auto mientras veo como desaparece a la lejanía y sin poder evitarlo, me cuestiono sobre quien era aquel hombre y que fue lo que hizo para salvarme.

Abrazo mi cuerpo y me aferró con fuerza al abrigo cuando mi piel se hace chinita por el frío abrazador de la madrugada. Debería entrar en casa antes que las personas me vieran en estás condiciones al despertar.

Entro a mi hogar y tan rápido como lo hago me es imposible no desplomarme en el suelo y comenzar a llorar por todo lo que pasó. Aún podía sentir esa presencia tan aterradora sobre mí, era sucia y repulsiva, casi podía hasta llegar a olerla.

Corri en dirección a mi baño personal y vomité lo más que pude. Las arcadas habían llegado a mí de un tirón y toda la comida del día se fue por el retrete del baño. Asqueada por las escenas tan perturbantes.

Me despoje de cada una de mis diminutas prendas y doble con el mayoría cuidado posible el abrigo para proceder a entrar a la ducha.

No sé cuánto tiempo estuve ahí, solo recuerdo el sonido del agua cayendo y la sensación del agua fría pasando por todo mi cuerpo. Piel quedó ardiendo de lo mucho que talle sobre ella y tomo un color rojizo.

Intentaba que todo desapareciera.

Ahora estaba en mi cama, aún desnuda, abrazándome a mi misma y sin poder dormir ni siquiera un minuto. Sabía que si no me levantaba en este instante perdería el día de clases, pero eso realmente no era lo que más me importaba en el momento. Lo que me daba vueltas en la cabeza era el como iba poder continuar viviendo normalmente después de lo que viví está noche.

¿Por qué estaba tan llena de desgracias?

Las horas pasaron y pasaron, el tiempo se volvió relativo. Cuando mire el reloj ya era muy tarde, me perdí el día.

El timbre de mi casa suena una y otra vez, hasta que harta de escucharlo repeditamente, me levanto a mirar quien era.

— Miko— una Señora Yagami me mira preocupada desde el otro lado—. Cariño, ¿Estas bien?

Se abre paso entrando a la casa.

Decido que lo mejor será que no sepa nada.

— Si, yo... tuve un resfriado— miento.

— Oh, Miko, estuve muy preocupada por tí.

La señora Yagami se acerca y me pone una mano a palma abierta en la frente, supongo que para saber si tengo fiebre.

— Tienes un poco de fiebre, ¿Quieres que te prepare una sopa caliente?

— No, no, tranquila— niego—, estaré bien, no se preocupe.

— No te hagas la dura, ven— me tomo la mano y me sentó en el sofá—. Quedate aquí, voy por los ingredientes.

Estaba a punto de avisarle que en el refrigerador no habia más que comida rapida y algún que otro vegetal junto a leche y huevos. Quizas alguna sobra del almuerzo del viernes también, pero la Señora Yagami se me adelantó.

— Dios, no hay nada de provecho aquí— la escucho quejarse—. Quedate aquí, iré por algunos ingredientes a mi casa.

— Señora Yagami, enserio no hace falta— me levanto del sofá.

La mayor se da la vuelta antes de salir por la puerta y me mira amenazante.

— Más te vale que te quede sentada ahí, jovencita— me señala con el dedo.

Asentí sin reprochar nada más cuando entendí que no haría que cambiará de opinión. Volví a la posición de antes y me quedé ahí esperándola mientras miraba a la nada.

Aún recordaba cada momento de lo que pasó en la noche, no creo que estó me deje dormir por días.

















debo admitir que no se llegó a la cantidad de estrellitas que quería y eso me desánimo un poco, pero ahora sí les pido que después de este capítulo si se tendrán que cumplir para las actualizaciones, 10 estrellitas y subo el siguiente <3

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