Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

i. long nights

━━━━━━━━━━━━━━━━━


La brisa fresca de aquella tarde se sentía como una ligera caricia en mi rostro. La cucharita de cerámica golpeaba suavemente en los bordes de la tácita del mismo material, mezclando la azúcar con el té de cereza.

La faldita de mi uniforme escolar bailaba suavemente con el viento, revelando ligeramente el comienzo de mis muslos.

Había salido de clases hace apenas unas horas, no tenía un lugar a donde ir más que en el hueco vacío de mi casa. Dónde, ni siquiera el olor de mi madre, perduró muchos días después de que se fue.

Solo recordaba el mal sabor de boca que me dejó el tener que pagar ahora mis propias deudas tal como una adulta lo haría.

— ¿Quieres más té, cariño?— la dulce voz de mi vecina me saca de mi ensañamiento.

— No se moleste, Señora Yagami— le sonrió—, pero creo que con esta tácita es más que suficiente.

— Está bien, mi cielo, me avisas si necesitas más— se da la vuelta y camina de nuevo hasta la puerta del patio trasero.

La señora Yagami era una mujer bastante mayor que, a pesar de su gran edad, jamás tuvo hijos o se casó. Actualmente es mantenida por unos de sus grandes amantes del pasado, un hombre que la amo con tanta intensidad que fue capaz de hacerse cargo de ella, aún cuando los años se hicieron ver en su rostro.

La siguió amando aún cuando ya no era joven, pero si bonita.

Venía a pasar todas mis tardes en su jardín desde que se había enterado que me habían dejado sola en casa. Pidió que le ayudara a mantener sus flores igual de bonitas que siempre a cambio de acompañarla a comer todas las tardes en su pequeñito invernadero blanco de rosas rojas.

Yo gustosa, con mi corazón estrujado, acepte su propuesta. Después de todo, no me quedaba nadie más que ella.

— Cuentame, cariño— toma asiento a mi lado después de dejar una tarta de fresas sobre la mesita— ¿Que tal te fue hoy?

Tomo un sorbo gentil de té.

— Bien, señora Yagami— me encojo de hombros—, como siempre.

— Me alegro que te vaya tan bien en la escuela, ya quiero ir a verte el día de tu graduación, sosteniendo orgullosa tu título escolar.

Sonrió con ternura al ver cómo habla con tanta emoción sobre el día de mi graduación. Parecía más mi abuela que mi vecina.

— Aún falta un año para eso, es muchísimo tiempo— doy otro sorbo.

— El tiempo pasa muy rápido, cuando te des cuenta, ya habrá pasado un año—me dice cortando una rebana del pastel.

Niego con una sonrisa, creo imposible que un año para mí sea lo suficientemente rápido. Día tras día tengo un peso duro al cargar con mi propia vida.

Mis noches son muy largas para eso.

— Podría ser.

La señora Yagami me sirve el pastel en un platito de cerámica a juego con las tacitas de té. Mentiría si dijera que no se ve apetitoso en lo absoluto.

— Vamos cariño, prueba una rebanada— me pasa una cuchara—, está deliciosa—  comenta.

Cómo era de esperarse, estaba muy deliciosa. La Señora Yagami tenía un talento especial para la cocina, todo lo que hacía con sus manos traía su marcar personal al paladar de las personas que probaban sus manjares.

— Hmm— hago un gesto de placer cuando la crema se derrite dentro de mi boca—, delicioso, como siempre.

— Sabía que te gustaría— guiña su ojo.

— Como no, cocinas de maravilla— adulo llevando otra bocada de esa deliciosa tarta a mi boca—. Espero cocinar como tú, algún día.

— Bueno, nunca lo harás como yo— bromea—, pero estoy segura que lo harás casi tan bien como yo.

— De eso no me cabe duda, nadie iguala tu receta de mochis con crema real y mango.

La Señora Yagami agradece con una sonrisa gigante mientras yo no puedo hacer más que devorar otra rebana de pastel que me servi después de acabar la primera.

Luego de esa tarde tan agradable, la noche comenzaba a caer y con eso mi hora de partida.

— Hasta pronto, Señora Yagami— me despido con una reverencia antes de salir por la puerta.

— Hasta mañana, cariño— mueve su mano despidiendome—. Recuerda venir por tu desayuno antes de ir a clases.

— Lo haré, se lo agradezco mucho.

Camino hasta llegar a mi casa, dónde el aroma a soledad y tristeza salen por la puerta una vez que es abierta. Enciendo todas las luces que encuentro por mi camino y al llegar a la cocina, guardo una rebanada de pastel que me obsequio la Señora Yagami.

Subo a mi habitación para darme un baño antes de comenzar a prepárame para ir a trabajar. Una vez estoy lista, salgo del cuarto de baño y comienzo a prepararme para salir esta noche.

El lugar en donde trabajo no es un lugar donde acostumbres ver a chicas de secundaria trabajar. No es en un restaurante de comida rápida, tampoco un supermercado de veinticuatro horas, no era de limpieza y mucho menos de repartidora.

Por lo que al estar parada frente a las puertas de aquel lugar, mirando el letrero con letras gigantes en color neon, me pregunto si las personas se sorprenderían al verme trabajar en un lugar como este.

Suspiro armandome de valor, como siempre hacia todas las noches para poder entrar en aquel oscuro lugar y camino ignorando la mirada de las personas, o más bien, debería decir depredadores.

— Miko, llegas tarde— me regaña mi jefa.

— Lo siento, yo tuve un problema— miento para excusarme.

— No me interesa, ve a vestirte, tienes a tu primer cliente en la habitación 12B.

Midori, mi jefa, sale del lugar sonando sus zapatos de plataformas color negro a su paso.

Mi uniforme de trabajo no es como todos los demás. Aquí mientras menos piel muestres, menos te van a querer. Así que si piensas que realmente debo estar vestida para hacer este trabajo, estás en un error.

Lo que uso no es más que lencería con encaje, rosa, con un pequeño moño sobre el sostén que cubre ligeramente mis pechos. Eso era lo que aquí debía usar si dinero quería ganar.

Salgo por la puerta, preparada mentalmente, o no, para escuchar el monton de palabras obscenas salir por la boca de todos los depredadores presentes en el bar. Amargamente, recuerdo cuando me hacían sentirme tan sucia y asqueada al punto de vomitar después de mi primera ronda en el baño del lugar.

Camine hasta llegar a la habitación donde mi cliente me estaba esperando, entrando sin avisar.

— Oh, hola— me saluda con una sonrisa.

Sentado sobre el mueble de cuero rojo había un señor de cabello castaño. Traía un traje marrón, parecía que hace poco salió de trabajar. Sostenía un vaso con hielos y restos de algún líquido con alcohol.

— ¡Hola!— finjo mi más adorable sonrisa—, lamento haber entrado así, ¿te molesto?— pongo cara adorable mientras me acerco.

— No, claro que no, cariño— niega rápidamente, tomándose el tiempo de examinar mi cuerpo por completo.

Así es como puedo ver, cuando fija su mirada en mi, que sus ojos cambian a un color rojo fuego. Su boca comienza a salivar y me recuerda a un perro hambriento de la calle.

— Eres muy bonita— adula con morbo.

— Oh, muchas gracias, señor— me sonrojo falsamente.

Por más que no me gustará, del trato que le diera a ellos dependía la cantidad de dinero que me pagaban. Mientras más les gustará mi comportamiento con ellos, aumentaban mis puntos positivos y con eso la clientela. Poner mi mejor cara de inocencia y hacerles pensar que disfrutó estando con ellos esos minutos se volvió algo tan fácil de hacer con el tiempo que me sale natural.

— Mira que linda eres cuando te apenas— extiende su mano—, ven, acércate.

— Lo siento, señor— niego— no puedo hacerlo.

La política del lugar era que no podían tocar a las mujeres que ahí se presentaban, por lo tanto, los hombres no ponían sus asquerosas manos sobre mi jamás.

— Cierto— baja la mano con amargura.

— ¿Quieres que le sirva más whisky?— me acerco a la mesita de bebidas y me inclino ligeramente hacia delante.

No podía verlo, pero sabía que su mirada estaba fija en mi trasero apenas cubierto. Sentía todo el peso de la lujuria en mi a través de sus ojos.

— Sí— su voz se hace temblorosa—. Eres muy amable.

Vierto el líquido de la botella que tome de la mesita dentro del vaso que sostenía, volviendo a inclinar mi cuerpo, está vez, con intención de que viera mis pechos.

— Sí, así está bien— babea.

Una vez le servido el trago, paso a dejar la botella en su sitio y me coloco sobre la mesita del centro.

— ¿Que le gustaría que bailará, señor?

— Lo que tú quieras, cariño— se recuesta sobre el respaldo del sillón.

Comienzo a mover mis caderas en sintonía con la música de fondo que estaba sonando en el bar. Batiendo mis pestañas con sensual mientras entreabría mi boca.

— Sí, así— toma un trago—, muevete con sensualidad, cariño.

Esa noche les preste mis servicios de bailarina a ocho hombres, nueve contando con el último con el que me encontraba ahora mismo.

El señor Hiro era el mejor de mis clientes hasta la fecha. Venía todos los días a verme bailar, esperando ser el último al que preste mis servicios. Decía que no le gustaba sentir que otros hombres me verían después de él, así que intentaba reducir mi clientela pagando más, tomando los turnos de otros.

Estaba comenzando a sospechar su creciente obsesión por mí al verlo tan propuesto a no dejar que otros hombres me vean bailar. Hiro no era un hombre de mucho dinero, se notaba en su fachada y la forma en la que caminaba, no cuidaba mucho su aspecto y parecía no ser casado a pesar de estar algo mayor. Eso no le beneficiaba para nada a su físico, con sus mejillas regordetas y pancita sobresaliente, no era una máquina de atraer chicas.

— Te ves hermosa— sonríe mientras me ve bailar sobre la mesa.

Continuo sin tomar importancia a sus palabras y no dejo que eso me desenfoque de seguir bailando hasta terminar la hora por completo.

— Estuviste increíble, Miko— adula aplaudiendo—, jamás me decepcionas, jamás.

— Agradezco no hacerlo, señor— bajo del la mesa—. Bueno, lamento que nuestro tiempo se termine tan de prisa, ya es hora de irme.

Me despido con falda amabilidad, esperando por fin salir de aquella habitación.

— Espera, Miko— el señor Hiro se acerca a mi peligrosamente, provocando que me aleje por instinto—, no, no tranquila— retrocede.

— Lo lamento, pero la política...— me interrumpe.

— Si, se que no puedo tocarte— rasca su cuello—, pero quería darte algo antes de que te vayas.

Miro antena como rebusca entre sus bolsillos hasta sacar una cajita de terciopelo roja.

— Es un regalo— lo extiende con delicadeza—, para tí.

Dudosa, tomo su regalo sintiendo la suavidad del terciopelo entre mis dedos.

— Muchas gracias, Señor Hiro— bajo la cabeza agradeciendo—, no tenía porque.

— No agradezcas— niega.

— Bueno, yo ya tengo que irme— opto por salir de ahí lo más rápido que podía, sentía mucha inseguridad con él tan cerca.

— Hasta mañana, Miko— se despide cuando me ve salir por la puerta.

Suspiro con tranquilidad una vez estoy fuera, caminando a pasos rápidos a mi camerino. No me gustaba la forma en que él me miraba, menos como se creía con el derecho de llamarme por mi nombre, la incomodidad de mi pecho cuando lo veía entrar por la puerta era indescriptible.

Pero hasta ahora, gracias a su dinero invertido podía comer y pagar el arriendo. Dejar de verlo significaría un decaimiento de mis ingresos, algo que no podía permitirme a estás alturas.

Miro la cajita que me dió unos minutos atrás y la abro con curiosidad. Grande es mi sorpresa al ver dos pares de aretes increíblemente elegantes dentro.

Las yemas de mis dedos siente la calidad del material al acariciarlos con suavidad, el brillo de los zafiros incrustados me deslumbra por completo al mirarlos. La luz que parece emanar de la caja se apaga una vez que la cierro.

Estos aretes seguro le costaron un gran préstamo al Señor Hiro. Más, sin embargo, la idea de quedarme con ellos no me es grata, así que los tiro al tacho de basura que hay dentro de mi camerino.

No quiero tener nada que me recuerde que trabajo en este lugar por las noches, tampoco me interesa el Señor Hiro. Lo mejor es ignorarlo y negar todos los regalos que me da.

La noche finaliza una vez llegó a mi casa y me recuesto sobre las mantas de algodón suave que arropan mi cama.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro