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Capítulo 7.

HELENA!
Jueves 06 junio, 2019.

El timbre sonó indicando el final del juego.

El lugar estalló en gritos, había sido un partido muy tenso y lleno de altibajos. La ansiedad me consumió durante el último minuto, en donde parecía que estabamos a punto de perder. Pero al final, el partido se dió vuelta y obtuvimos la victoria, todo gracias a una persona.

Mis ojos bajaron hasta la cancha, encontrandome con sus ojos oscuros y divertidos.

Iván sonreía victorioso mientras su equipo saltaba de alegría a su alrededor, dándole palmadas en la espalda y gritando eufóricos por el triunfo.

Sonreí sin poder evitarlo, busqué a mis amigos con la mirada y los encontré cerca de los bancos inferiores, justo al lado de la salida.

Agustina sonreía agitando sus pompones y Rodrigo sostenía su mochila a un lado de ella.

Bajé de las gradas con cuidado hasta acercarme a ellos.

—Hola —me ubiqué al lado de Agus y ésta pasó uno de sus brazos por mis hombros.

—Me debés mil pesos —sonrió Rodrigo.

Rodé los ojos y le pagué.

—Te dije que no apostaras con él. Siempre gana —se burló mi amiga.

—Te apuesto a que a la próxima no ganan.

—¿Segura que queres perder otra vez?

Lo pensé dos veces antes de negar con la cabeza. Si algo me había quedado claro es que nunca iban a perder teniendo a ricitos en el equipo.

Hablando de roma.

Lo ví acercarse hasta llegar a donde estabamos, saludó a mis dos amigos y a mí me ignoró, como siempre.

Al principio me molestaba, pero ya me acostumbré.

—Buen partido —le dijo Rodri después de darle un mini abrazo.

Sonrió con orgullo mientras me robaba la botella de agua que traía en las manos y tomaba de la misma.

Lo miré con cara de orto.

—¿Salimos hoy? —propuso la pelinegra—. Hay que celebrar.

Iván me miró esperando mi respuesta, sé que si digo que sí él inventará alguna excusa para no ir.

No quiere ser mi amigo, y no quiero ser su amiga, pero tenemos los mismos amigos y eso hace que tengamos que convivir a la fuerza.

Así que luego de discutirlo bastante, llegamos a una especie de "acuerdo", y así lograríamos "evitar" las peleas a toda costa mientras estemos con Rodrigo y Agustina.

Desde que Iván volvió a acercarse a ellos, ambos se han esforzado en tratar de que seamos amigos, pero es misión imposible. Por lo que no nos quedó de otra que turnarnos para no salir los cuatro juntos. Eso sería un completo desastre.

—No puedo, tengo tarea —dije rendida y lo ví sonreír levemente.

—¿Acaso estoy olíendo una excusa para no salir con tu mejor amiga? —Agus me retó, yo mantuve mi semblante serió evitando sonreír a toda costa, sino se dará cuenta que es mentira.

—No es una excusa, capaz la próxima.

Suspiró y se dirigió al pelinegro esta vez.

—¿Y vos?

—Sí, ¿por qué no? 

—Bien, entonces vamos —Agus se despidió de mí con un pequeño abrazo, al igual que Rodri.

—Nos vemos, Oconnell —dijo en un tono burlón mientras despeinaba mi cabello castaño.

Odiaba que me llamara por mi apellido.

Le saqué el dedo de en medio mientras lo veía burlarse de mí.  Sin duda molestarme es su pasatiempo favorito.

Agarré mis cosas y salí del instituto para dirigirme a mi casa.


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Sábado 08 junio, 2019.

—¡Tomá! —grité victoriosa cuando coloqué la última carta.

—¡No se vale! —el ojiverde tiró las cartas con molestia—. Sos una tramposa.

—Aprende a perder —me burlé de él sácandole la lengua.

—No te voy a pagar —se cruzó de brazos.

—No seas forro, Rodrigo —me acerqué a él—. Pagá.

—No —se levantó y comenzó a correr por toda la habitación.

Yo me encargué de perseguirlo mientras le lanzaba todo lo que me encontraba.

—¡Págame, puto duende de mierda!

—¡Jamás!

Nuestra pelea fue interrumpida por Agustina entrando a la habitación junto a Iván.

¿Iván?

—¿Qué hace aquí? —no oculté mi molestia.

Mi día iba tan bien.

—¿Qué te importa?

—Es mi casa, idiota —mascullé enojada.

—No pelien —pidió mi amiga.

—Que se vaya entonces —pedí—. No es bienvenido —miré al enrulado con los ojos entrecerrados.

—Okey, basta, no vamos a hacer esto otra vez —suspiró, harta de la situación—. Rodri, amor, ¿me acompañas? Necesito hablar con vos.

Rodri sonrió con complicidad y se levantó rápidamente.

¿Qué es lo que están tramando y por qué tengo un mal presentimiento?

Efectivamente hicieron algo, pero fue muy tarde cuando reaccioné, habían salido y cerraron la puerta con llave. Dejándome encerrada con probablemente la persona a la que más detesto en el mundo.

—¡Agustina, abrime porque te mato! —dije golpeando la puerta.

—¡No! ¡Ninguno de los dos va a salir hasta que logren llevarse bien! —escuché sus risas del otro lado.

Me dí por vencida después de mil intentos de abrir la puerta. Apoyé mi cabeza sobre la mísma, cerrando los ojos con frustración.

Cómo decía, mi día iba tan, pero tan bien.

—¿Tan malo es estar en la misma habitación que yo? —volteé a mirar a Iván quien estaba sentado en el borde de la cama.

—Créeme que sí —me fuí a sentar a su lado—. Quién sabe hasta cuando nos tendrán aquí.

—Mirá el lado positivo, podríamos hacer una banda de cosas —fruncí el ceño.

—¿Cómo qué? —pregunté.

—Como dormir una re siesta, ¿no te pinta? 

—¿Con vos? —él asintió—. Ni en pedo.

—Sos mala —hizo un puchero con sus labios y se acostó sobre mi cama mirando hacia el techo.

Aún confundida, imité su acción, mis ojos se perdieron en el techo blanco y mi mente seguía preguntándose a qué se debía el actuar tan extraño de Iván.

—Me estoy comenzando a aburrir —dijo después de unos minutos. Su voz me sacó de mis pensamientos y lo observé aún con las mísmas preguntas dando vueltas en mi cabeza.

Giró su cuerpo, apoyándo su codo en la cama y su cabeza en su mano. Luego de ese movimiento la distancia entre ambos se acortó, y comencé a sentirme nerviosa.

Seguí la trayectoria de sus ojos, que estaban fijos en mi escritorio.

—¿Tenés algún jueguito? —preguntó interesado.

Cerré los ojos ignorandolo, si cree que puede tratarme como la mierda y luego venir y hablarme como si nada está muy equivocado.

—Eu —le dí un manotazo cuando acercó su mano a mi cara.

—Andate, Ivan.

—No puedo irme, ¿lo recordás? estamos encerrados aquí.

Abrí mis ojos cuando lo sentí levantarse de la cama, se sentó frente a el escritorio y encendió la computadora sin pedir permiso alguno.

No tenía ganas de pelar así que lo dejé hacer lo que quisiera.



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—¿Crees que se olvidaron de nosotros? —le pregunté al pelinegro mientras lo observaba jugar re concentrado.

Ya llevaba un buen tiempo viéndolo en silencio y, para ser honesta, esa imagen de él no estaba nada mal. Incluso me había olvidado por un momento de lo insoportable que podía llegar a ser.

Por otro lado, habían pasado aproximadamente cuarenta minutos desde que nos encerraron en mi habitación y aún no regresaban.

—Sos re malo —me burlé de él cuando perdió, rápidamente inició una nueva partida.

—Yo también quiero jugar, Ivan —caminé hasta estar detrás de él.

—No. 

—Que bueno que no te estaba preguntando —ubiqué mis manos en el respaldo de la silla y le di la vuelta haciendo que quedara en frente de mi. Levantó la cabeza levemente, tenía el entrecejo fruncido y se notaba un poco molesto de que lo interrumpiera—. Es mí compu —resalté el "mí".

Finalmente se levantó y me dió los audífonos, al instante tomé su lugar y comencé a jugar sintiendo su atenta mirada en todo momento.

—Tomá, hijo de puta —susurré viendo el monitor.

—Lenguaje, Oconnell.

—Cerra el orto vos —mordí mi labio inferior, intentando concentrarme—. ¡Sí! —sonreí cuando gané al partida.

—Mi turno —dijo acercándose.

—Aún no —con mi dedo índice lo alejé—. Vas a tener que esperar.

—No quiero esperar.

Me encogí de hombros y continué con lo mío.

—Hola —giré mi cabeza al escucharlo y observé como jugaba con mi gatito—. ¿Cómo se llama?

—Sherlock.

—Hola, Sherlock —volvió a decir.

—Dejá a mi hijo en paz.

—¿Qué decís? Si le re gusta que lo acaricie —lo cargó en sus brazos—. ¿Verdad? 

El gato maulló ante su tacto y no pude no sonreír ante aquella escena tan tierna.

—Sos re tierno, eh —murmuró cargándolo en sus brazos y se acercó con él a donde estaba—. Y vos sos re mala —se burló viendo el monitor.

Fruncí el ceño molesta cuando me percaté que por andar viéndolo había perdido.

—¿Ya es mi turno de jugar? —preguntó sonriéndo.

Asentí rendida quitándome los audífonos, intenté tomar a Sherlock pero él mordió mi mano.

—¡Oye!

Iván rió. —Se re nota que me quiere más a mí que a vos, ¿no es así? —dejó un beso en la cabeza de mi gato y se agachó para dejárlo en el suelo.

—Imposible.

Se encogió de hombros y tomó los audífonos para luego sentarse nuevamente frente a la compu. Sherlock rápidamente se subió en su regazo e Iván me miró con una sonrisa victoriosa mientras lo acariciaba.

—Gato traidor —murmuré antes de volver a la cama.

Desde ahí continué observando a Iván, al fin y al cabo no tenía nada más interesante que hacer. Pero entonces, una idea algo loca llegó a mi cabeza.

Aunque no podía precipitarme, necesitaba tiempo para confirmarlo.

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