Capítulo 1.
HELENA!
Lunes 25 febrero, 2019.
Me desperté cuando el molesto ruido de la alarma invadió el tranquilo silencio de mi habitación, las vacaciones me habían hecho olvidar la desagradable sensación de tener que levantarme más temprano para ir a la escuela. Sin tener más opción me levanté y comencé a hacer mi rutina como de costumbre.
En realidad lo estaba haciendo por inercia porque sinceramente no tenía ganas de dormir, ni de comer, ni de existir, ni de hacer absolutamente nada.
Odiaba esa sensación, pero supongo que era algo normal dadas las circunstancias, quería creer eso.
Había pasado una semana desde la muerte de mi papá y aún no lo podía asimilar.
Desde que se fue mi vida ya no tenía sentido, y lo único que quería era volver a ver al ser que tanto amaba; quería me abrazara, que me dijera que todo estaba bien, que cumpliera su promesa de que siempre iba a estar conmigo.
Ahora todo se siente tan... extraño sin él, es como si se hubieran llevado un trozo de mí. Siento que me falta algo.
—¿Eu, estás? —la voz de mi amiga me sacó de mi burbuja.
—Sí, podés pasar—respondí.
Segundos después la puerta se abrió y la chica pelinegra ingresó a la habitación, cuidadosamente se acercó y me abrazó.
Pasaron unos segundos en las que el silencio inundó la habitación hasta que Agustina volvió a hablar.
—¿Segura que estas bien? —asentí levemente—. Ya hay que irnos.
—Vé, ahí te alcanzo. —Dudó por unos segundos antes de salir.
Terminé de secar mi cabello y luego bajé hasta la cocina, donde estaban mi mamá y su esposo.
Mi padrastro.
—Buen día, corazón —saludó con una leve sonrisa.
—Buenos días —le sonreí a medias y miré de reojo a Alex, quien se encontraba apoyado en la isla de la cocina mientras comía una manzana.
—¿Dormiste bien? —preguntó mientras colocaba un plato de panqueques frente a mi.
—Un poco —sinceré. Un suspiro se escapó de mis labios cuando sentí el olor del dulce de leche—. Gracias —finalicé tomando un pedazo de panqueque y me lo llevé a la boca, sentí la atenta mirada de Alex sobre mí.
Me dí media vuelta y lo miré con una ceja levantada.
—¿Qué? —pregunté con la boca llena al ver como él no apartaba sus ojos de mí.
—No, nada —desvió la mirada y se concentró en la pantalla de su teléfono—. Solo quería preguntarte si querías que te llevara hoy a la escuela.
—No gracias, iré con Agus, me está esperando.
—Puedo llevarlas a ambas —volvió a proponer.
—Ya te dije que no.
—Helena, no seas grosera —regañó mi madre.
—No me molesta caminar —me encogí de hombros.
—Las voy a llevar igual —se levantó y agarró su saco junto con las llaves del auto—. Las espero afuera, no te tardes.
Fruncí el ceño molesta. Mirá todo lo que hago por vos, viejo.
Seguí comiendo en silencio. No me molesté en hablar porque ya sabía que solo terminaría discutiendo con mi mamá.
Cuando el plato estaba casi vacío, mi mente me llevó a recordar cómo era mi vida hace unos años. Lo bien que la pasaba. Éramos una familia feliz.
Recordé las tardes cuando solíamos ver películas, cuando visitabamos a la abuela, cuando ambos me ayudaban con mis trabajos de la escuela, los momentos en donde se decían cosas lindas y yo hacía muecas de asco. Simplemente cuando compartíamos tiempo juntos.
Uno de esos recuerdos se repitió más que los demás, la primera vez que papá me enseñó a andar en skate. Sonreí con nostalgía recordando ese momento. Me caí muchas veces, tantas que pensé que nunca iba a aprender. También cuando me regaló mi primera patineta, solo tenía diez años pero era la niña más feliz del mundo.
Pensar en lo que fue mi vida un par de años atrás es simplemente doloroso cuando recuerdo que jamás podré volver a ver a mis padres juntos.
¿Qué nos pasó?, más bien, ¿qué le pasó a ellos?
¿Por qué de un día para el otro se dejaron de querer?
Mis padres se separaron cuando cumplí los doce años. Días después, mi mamá nos dió la noticia de que estaba saliendo con alguien.
No soy quien para juzgarla, pero si pasé noches viendo a mi papá llorar y lamentarse porque dejó ir al amor de su vida, y porque su hija de ahora en adelante tendría papás separados.
Lo extraño demasiado.
—¡Helena! —el gritó de Alex me hizo reaccionar.
—¡Ya voy! —grité lo suficientemente fuerte para que me escuchara.
Me levanté con paja y agarré la mochila.
Me miré en el espejo y suspiré tratando de relajarme.
Algo me dice que hoy será un largo día.
⋆。‧˚ʚ🍒ɞ˚‧。⋆
Bajé del auto sin siquiera despedirme, sentí a Agustina correr hasta alcanzarme y caminar a la par mía.
—¿Cuál es tu primera clase? —preguntó una vez que entramos.
—Ni idea —me encogí de hombros restandole importancia—. ¿A vos qué te toca? —pregunté fingiendo interés.
—Matemáticas —bufó—. La peor de las asignaturas —asentí dándole la razón—. ¿Decís que este año te va mejor?
El año pasado mi estabilidad emocional dependía completamente de las notas que obtuviera en matemáticas. Por supuesto que no eran las mejores y por eso comencé a desarrollar un profundo odio hacia aquella materia.
—Espero que sí, de lo contrario tendré que lanzarme desde el tercer piso —bromeé y ella soltó una carcajada.
—Te veo luego, Leni —se despidió dejando un beso en mi mejilla y la ví perderse al final del pasillo.
Caminé lo más lento posible hasta llegar a mi salón. Toqué un par de veces y como no había respuesta abrí la puerta con cuidado. Observé el salón vacío con confusión. Ni siquiera el profesor estaba ahí.
Nunca en mi vida había llegado tan temprano.
Arrastré mis pies hasta llegar al fondo del salón, dejé mi mochila a un lado y me senté esperando a que eventualmente alguien entrara por la puerta.
Cosa que nunca pasó.
Que extraño.
Fruncí el ceño y me asomé a ver porqué no había llegado nadie.
Al salir y caminar por los largos pasillos escuché voces que cada vez se hacían más fuertes. Dichas voces provenían del patio, en donde, para mi sorpresa, se estaba desarrollando una pelea.
Estaba algo confundida al ver tanto a profesores como a estudiantes observando la escena sin hacer algo al respecto.
—¡Por Dios, que alguien los separe! —gritó una chica.
Era obvio que eso no iba a pasar, lo más probable es que si alguien intentaba separar a los dos chicos que estaban peleando recibiera una piña en el camino.
La multitud de gente hacía imposible ver la pelea. Y mi metro sesenta no ayudaba tampoco.
Caminé un poco, rodeando la multitud, hasta encontrar un lugar en donde pudiera observar mejor.
—¡Buhajeruk, ya basta! —gritó lo que pareciera ser una profesora al borde de hiperventilar.
Miré al chico alto y enrulado, pareció no escuchar debido a que siguió golpeando en la cara al rubio que estaba en el piso. Segundos después llegaron los de seguridad y los lograron separar.
—¡Todos vayan a sus salones de clase, no hay nada que ver aquí! —rodé los ojos ante la petición de la directora.
Regresé por donde vine y entré al salón sentandome donde estaba antes. No tardaron en aparecer los estudiantes e incluso el profesor, que luego de presentarse comenzó a dar su clase como si nada hubiera pasado.
Aburrida miré hacía la ventana observando las nubes grises que comenzaban a formarse afuera.
Recién estaba empezando la clase, pero estaba deseando que ya se hiciera la hora para volver a mi casa.
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