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08 🍒

Capítulo dedicado a Peripatet ♥

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Dos días.

Ese es el tiempo que ha pasado desde que estuve con Bennet. Dos días desde que se me hizo un nudo en la garganta al sentir ese beso en mi sien y tuve que esconder el rostro en su cuello para que no se percatara de las lágrimas en mis ojos. Dos días desde que nos quedamos dormidos envueltos en los brazos del otro. Dos días desde que lo repetimos todo al despertar, desde que me llevó a mi piso en la madrugada y se despidió de mí con una sonrisa dulce y un "nos vemos luego".

Reviso el celular y suspiro al confirmar lo que ya sé: que no tengo ningún mensaje nuevo.

Han pasado dos días desde que no he tenido noticias suyas.

Hay muchas cosas que me repito para no sentirme mal ante su silencio. Por ejemplo, que fui yo quien se apartó. Me vestí en silencio y le pedí que me llevara a casa sin atreverme a mirarlo a los ojos. Fui yo quien evitó contestar cuando preguntaba si estaba bien y quien se apresuró en bajarse del coche en cuanto aparcó en la acera frente a mi edificio.

He tenido sentimientos tan confusos desde entonces que no sé si deseo verlo o esconderme para siempre de él. Fue todo tan... Tan... Nuevo.

Dulce.

Inexplicable.

Confuso.

Me tallo la frente con frustración cuando los recuerdos de esa noche vuelven a bombardearme la mente. Su rostro enrojecido sobre mí, las embestidas profundas, los quejidos tan graves saliendo de su boca, sus manos aferrándose con fuerza a la almohada mientras se descargaba en mi interior...

Aprieto los muslos juntos y suspiro antes de reír sin humor. No sé qué mierda me pasa, pero no me lo puedo sacar de la cabeza.

Eres tan bonita.

Agh.

—¿Harper?

Elevo la mirada al encontrar a Mica, que me observa con preocupación.

—¿Qué pasa?

—¿Estás bien?

No.

—Sí. —Me da esa mirada que dice que sabe que estoy mintiendo y suspiro—. No puedo dejar de pensar en Bennet —confieso y hago una mueca, como si hubiera probado algo muy amargo. Eso le hace reír.

—¿Tan bien lo hace?

Sonrío con cansancio y cierro los ojos antes de recostar la cabeza en el respaldo del sofá. Hace algunos minutos he llegado del gimnasio directo a su departamento porque no podía soportar la idea de estar encerrada en mi habitación comiéndome la cabeza con el mismo tema y terminé aquí, donde por lo menos mi aflicción tendrá compañía.

Se sienta a mi lado y siento la frescura que emana su piel después de haberse duchado. Recuesta la cabeza sobre mi hombro y suspira, seguramente notando que mi humor es un poco extraño el día de hoy. Acaricia mi cabello y sonrío de nuevo, porque la noto poniéndose en modo mama oso.

—¿Te hizo algo que no quisieras?

Me apresuro a sacudir la cabeza en una negativa y abro los ojos para mirarla con seriedad.

—Me encantó —admito.

Mica me mira con confusión.

—Entonces ¿por qué esa cara?

—Es que no sabía que podía ser así.

Trago saliva y ella toma su bol de cereales azucarados para después llevarse una cucharada a la boca y mirarme pensativa.

—Cuando dices "así"... ¿A qué te refieres exactamente?

Me encojo de hombros.

—No sé... dulce. Considerado. —Me relamo los labios al recordar su mirada suplicante, las embestidas erráticas y el gemido exhalado justo en mi oído antes de que se corriera—. Tenemos mucha química —suspiro.

Mica continúa masticando sus cereales y asiente en aprobación.

—¿Y cuál es el problema?

La miro de mal modo y ella sonríe. Sabe que me es imposible esconderle nada cuando empieza a cuestionarme en modo psicóloga, así que hago una mueca y me cruzo de brazos.

—Que me gusta.

—¿Y...?

—No quiero.

Mica se ríe al escuchar mi tono caprichoso.

—No tiene nada de malo que te guste Bennet. Pudiste haberte fijado en alguien peor.

También pude dejar que las cosas siguiera su cause natural y nunca haberle sugerido aquello. Así no me sentiría tan vulnerable justo ahora, como si hace dos días no me hubiera quitado la armadura capa por capa con su mirada asombrada y la veneración en su toque.

Estiro el brazo para robarle un cerealito, pero me golpea el dorso de la mano antes de alejar el plato de mí.

La miro con el ceño fruncido.

—Todo eso se te va a ir al culo por egoísta.

—Mejor, me estoy poniendo muy flaca.

Me río al tiempo que le pico las costillas, entonces me recargo en su hombro y dejo escapar un quejido lastimero.

El silencio se instala entre nosotras, interrumpido solo por el crujido que hacen los cereales en su boca al masticar.

—Tengo miedo —admito al fin.

—¿Qué es lo que te asusta?

—No lo sé. Que ahora me mire de una manera diferente. Que me evite y ya no quiera saber de mí. O que llegue a conocerme mejor y no le guste lo que vea. En pocas palabras, le tengo miedo a las posibilidades, aunque soy consciente de que probablemente todo está en mi cabeza.

Me enderezo de nuevo y Mica me observa con desaprobación. Es la única con la que dejo salir mis miedos e inseguridades, con la que puedo quitarme un momento la máscara y respirar.

—No eres lo que dicen de ti —murmura. Y esas palabras susurradas me golpean el pecho con contundencia, robándome el aire y reavivando un dolor que lleva anidado ahí mucho tiempo.

Desvío la mirada hasta posarla en mis muslos desnudos. Tomo una profunda respiración, escondo de nuevo ese dolor...

—Algo de verdad hay en los rumores, ¿no? —La miro de nuevo y esbozo una sonrisa resignada cuando hace un sonido de desaprobación.

—Mira, si él no es capaz de hacerse una opinión propia acerca de ti, entonces no vale la pena. Todos cometemos errores, pero lo importante es aprender de ellos, seguir creciendo y mejorar. Y tú lo has hecho.

Termina de engullir su cereal con furia y me echo a reír sin poder evitarlo. Ella no dejaría de comer ni aunque el mundo se estuviera acabando. Me acerco para darle un abrazo rápido.

—Gracias por creer en mí cuando a veces ni yo misma lo hago.

Percibo la sonrisa en su voz cuando contesta:

—Gracias a ti por ser mi amiga cuando nadie más me soporta. —Siento el beso que deposita en mi cabeza antes de ponerse de pie—. Ahora, vamos por un café.

Hago una mueca de fastidio, pero la acompaño. Sé que entre más rápido tome su dosis de cafeína, menos posibilidades hay de que golpee a alguien.

Nada más salir de su departamento, el murmullo de decenas de estudiantes se hace presente. Es un fastidio que Mica viva en el edificio de dormitorios estudiantiles mixtos porque es casi imposible tener privacidad, pero lo compensa con que le ha tocado vivir sola, así que no tiene que convivir con nadie más y eso la hace feliz.

Lo único que debe soportar son las fiestas los fines de semana, el sonido de pasos subiendo y bajando las escaleras, los gritos y las risas de gente borracha.

Bajamos los escalones y blanqueo los ojos cuando los silbidos y piropos de mal gusto de algunos salidos no se hacen esperar. Como si nunca hubieran visto a una mujer en ropa deportiva. Los ignoramos mientras continuamos nuestro camino a través del vestíbulo hasta llegar a la salida. Apenas hemos dado un paso fuera del edificio cuando me detengo en seco.

Bennet va cruzando la explanada del campus perdido en su mundo, con la cabeza gacha y los audífonos puestos. El cabello húmedo comienza a rizarse sobre su frente y lleva ambas manos metidas en los bolsillos del pantalón. Luce pensativo y el corazón se me dispara a mil por hora cuando pasa una mano por su cabello para apartárselo de la frente en un gesto distraído.

Lo observo avanzar en dirección a la cafetería a la que Mica quiere ir y aprieto su antebrazo cuando ella voltea a mirarme con confusión.

—¿Qué pasa? —pregunta.

Trago grueso y hago un movimiento hacia Bennet para que entienda la causa de mi turbación repentina. Justo en ese momento aparece Adam al lado de Ben y le echa un brazo sobre los hombros. Miro cómo sonríe cuando el pelirrojo le dice algo y Mica suspira a mi lado.

—Dios, ese hombre me hizo un amarre o algo. No puede ser que me guste tanto.

Te comprendo, quiero decir, pero lo único que sale de mi boca es:

—Oh.

—Deben venir de la práctica.

La miro sin entender.

—¿En domingo?

—Sí, algunos vienen a entrenar por su cuenta. Como la temporada de competiciones está por iniciar, todos quieren estar en forma —explica.

Asiento y me humedezco los labios cuando recuerdo lo bien formado que está Bennet.

—No lo sabía —musito.

—Yo tampoco lo sabía, hasta que Adam me invitó a venir una vez. —Una sonrisa traviesa llena de recuerdos le curva los labios—. Solo estabamos nosotros dos en el gimnasio... ya te imaginarás.

La miro sin poder creermelo. No, eso no es del todo cierto. Sí que lo creo de ella, es solo que me ha sorprendido un poco.

Estoy a punto de preguntar, pero me trago las palabras cuando soy testigo de cómo las miradas de Adam y Ben se desvían hacia nosotras, como si nos estuvieran buscando sin ser conscientes.

Bennet se queda muy quieto al encontrarse con mis ojos. Trago grueso cuando eleva la mano en un saludo tímido y me regala una pequeña sonrisa que yo correspondo. Mica me da un codazo y giro a mirarla, esperando que me observe con diversión o burla, pero no es así. En cambio, me estudia con preocupación.

—¿Quieres subir de nuevo?

Sofoco una risa y sacudo la cabeza cuando noto que es capaz de sacarme de ahí si lo necesito, a pesar de que ellos ya se dirigen en nuestra dirección. Adam pavoneándose con esa sonrisa presuntuosa en el rostro y Bennet un paso justo detrás, ligeramente encorvado, con la vista fija en sus zapatos.

Algo en su postura me hace respirar profundo y quedarme en donde estoy. Parece casi tan confundido como yo, un poco nervioso y con temor.

—No, estoy bien —susurro justo antes de que se detengan frente a nosotras.

Adam me mira e inclina la cabeza en un saludo cortés.

—Harper.

Le regalo una sonrisa no muy sincera, pero él ni siquiera la mira. Ahora está concentrado en Mica. Los ojos le brillan con una emoción que reconozco y, aunque no me caiga muy bien, debo admitir que me gusta cómo es con ella. La trata como una reina y creo que eso es algo que todas las mujeres merecemos.

Se acerca a tomarla de la cintura para jalarla hacia un beso no apto para todo público y es ahí cuando me atrevo a mirar a Bennet, quien tiene el rostro ladeado y me observa con curiosidad. Me acomodo un mechón de cabello tras la oreja cuando siento los nervios hacer estragos en mi interior.

Mi cabeza no deja de repetirme que nos hemos visto desnudos.

Y más que eso.

Ha estado dentro de mí.

Y te encantaría repetirlo.

Carraspeo y me remuevo incómoda sobre mis pies.

—Hola —murmuro.

Él me regala una sonrisa dulce y, tras dudar un momento, se acerca a besar mi mejilla.

—Te ves muy bonita —dice en voz baja.

Y me sonrojo.

Me llevo la mano a la mejilla donde ha depositado el beso y lo miro con los ojos muy abiertos, sin poder creer que me esté poniendo roja ante el dulce gesto y sus palabras.

—Eh... gracias. —Sacudo la cabeza intentando enfocarme y sonrío—. También te ves muy bien.

Solo basta que se rasque el cuello en un gesto cohibido para sentir que estoy recuperando el poder. Le regalo una de mis sonrisas confiadas y coloco la mano en mi cintura. Aquel movimiento lleva su atención a mi cuerpo. Llevo unos pantalones cortos y un top deportivo muy ajustado y pequeño, por lo que su mirada se demora un poco más de tiempo en mi escote. Hace dos noches descubrí que Bennet es un hombre de pechos, si la atención que le dio a los míos es un indicio.

Separa los labios para tomar una profunda respiración antes de mirar mi boca y luego mis ojos. Sus pupilas están ligeramente dilatadas. Se humedece los labios y desvía la vista antes de dejar escapar una risa baja y grave. Un escalofrío me recorre la espina dorsal. Los dedos me pican por acercarme, apartar el cabello de su frente y después besarlo.

Dios.

—¿Van a comerse con los ojos toda la mañana o podemos ir por mi café?

Doy un respingo al escuchar a Mica. Está apoyada en el pecho de Adam y me mira con diversión. Bennet se ha puesto rojo, pero sacude la cabeza.

—Yo me voy a casa —dice. Se balancea sobre los talones antes de esconder ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

Mica y Adam se alejan en dirección a la cafetería tras despedirse y yo me quedo un momento más, sin querer decir adiós todavía.

—Oh... entonces... supongo que nos veremos luego —susurro—. Yo no he desayunado aún y tengo que...

—Te invito —dice de pronto—. A desayunar, quiero decir.

Ladeo el rostro con curiosidad y sonrío.

—¿A dónde?

—Podemos ir a mi casa.

—¿Acaso "desayunar" es una palabra clave para algo más? —pregunto en broma.

Él sacude la cabeza, avergonzado.

—Quiero decir desayunar —insiste.

Finjo pensarlo durante algunos segundos, pero termino por asentir.

—Muy bien. Acepto. —Miro hacia la cafetería, donde ya debe estar mi amiga. A esa mujer nada la separa de su café.

Sonríe.

—Perfecto. ¿Nos vamos?

—Primero debo darme una ducha.

Su sonrisa se atenúa un poco.

—Está bien, te espero...

Doy media vuelta para dirigirme al edificio contiguo y lo miro por encima del hombro al ver que no se ha movido.

—¿No me acompañas?

No tengo que decirlo dos veces. Acorta la distancia entre nosotros hasta posarse a mi lado y algo revolotea en mi pecho cuando me observa con esa expresión tan feliz.

¿En dónde te estás metiendo Harper?

━━━━━◇◆◇━━━━━

Van a ir a desayunar a casa de Ben... ¿Qué creen que pueda suceder? 😏

A Harper le está dando miedito lo que siente cuando está con Bennet, se le remueven todas las inseguridades y solo quiero abrazarla para siempre ♥

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Nos leemos en unos días, cuídense mucho ✨

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