04 🍒
Capítulo dedicado a ti que estás leyendo esto ♥
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BENNET
John me mira como si hubiera perdido la cabeza.
—Es joda, ¿no?
—Mmm no. De verdad dijo eso —contesto.
Frunce el ceño, como siempre que algo no le parece correcto, y suspira.
—Ya sabes lo que dicen de ella...
—La gente habla por hablar —le corto—. De ella, de ti, de mí... pero eso no significa que lo que digan sea verdad. No me consta nada de lo que dicen.
La arruga en su frente se profundiza todavía más al escucharme.
—Mira, sé que tienes algo por Harper desde que estábamos en la preparatoria, pero...
—Shhh. —Le pido que baje la voz y miro a nuestro alrededor. Al parecer, ninguno de los chicos nos ha escuchado. Todos siguen metidos en sus asuntos mientras terminan de vestirse después del entrenamiento. Lo miro una vez más y aplano los labios—. Lo que siento por ella no tiene nada que ver con esto.
Una sonrisa incrédula le curva los labios.
—¿Cómo que no tiene nada que ver? Si es la única que ha logrado causarte una erección.
—Shhh —vuelvo a callarlo, sintiendo que las orejas se me calientan. Tengo la maldición de enrojecer por cualquier cosa que me incomode aunque sea un poco y lo odio.
—Mira, lo único que digo es que si vas a aceptar su propuesta, te asegures de que tus sentimientos no se ven involucrados en esto o va a acabar mal.
—Mis sentimientos no van a entrometerse —mascullo con los dientes apretados.
—¿Entonces estás pensando en aceptar?
—Voy a cumplir veintiun años. Y sigo siendo... ya sabes.
—¿Virgen?
—¡Shhh!
—Ben, no tiene nada de malo tu...
—¿Problema?
—Situación —corrige. Enarco ambas cejas y John suspira—. Mira, si vas a aceptar, perfecto. Solo... ten cuidado, ¿sí?
—Bien.
—Y usa condón.
—¿Para qué necesitamos condones? —cuestiona Adam de pronto. Ni siquiera lo escuché acercarse. Lo miro con pánico y él sonríe, echando un brazo sobre mis hombros—. Relájate, York, sé que eres reservado, pero aquí nadie te juzga por tener una vida sexual desenfrenada. Pero John tiene razón, usa condón.
—Uhm...
—¿Qué pasa, Miller?—intercede John.
—Los chicos están planeando ir a Donato. ¿Se unen?
—Claro —dice mi amigo.
Me encojo de hombros y asiento sin pensarlo mucho.
—Por mí bien.
Al fin y al cabo no tengo nada más que hacer. Además, mañana es sábado, por lo que puedo desvelarme un poco sin problema.
—Perfecto. Nos vemos allá.
Terminamos de vestirnos y recoger nuestras pertenencias antes de salir. No he podido dejar de darle vueltas a la idea que Harper puso en mi cabeza hoy más temprano. No he pensado en nada más. Todo lo que puedo imaginar es su bonita boca diciendo aquellas palabras.
Será un gusto ayudarte.
Ayudarme, dijo. Como si no fuera mi fantasía más secreta volviéndose realidad.
Por todos los santos, probablemente nunca me habría animado a pensar siquiera en proponérselo si ella nunca lo hubiera sugerido.
Y para colmo, cuando salgo del vestuario, a dos pasos de distancia, ahí está, la mujer que me quita el sueño, me roba la concentración y que me causa las erecciones más inoportunas solo con sonreírme coqueta.
Mis ojos la recorren antes de que pueda contenerme.
Va vestida para matar, como siempre. Aunque esta vez ha optado por su lado oscuro, gracias a Dios, lo que significa que no tendré la mirada clavada en su escote cada dos segundos. Lleva botas de combate negras, un pequeño (y muy ajustado) pantalón corto y una camiseta negra con el logo de una banda en ella.
No sé qué es peor, ver sus largas y bien formadas piernas que terminan en un glorioso trasero o que me mira como si estuviera planeando desvestirme.
Tranquilo, York. No va a comerte... si tú no quieres.
Y ese es el problema. Que por primera vez, la idea me tienta.
Demasiado.
John tenía razón cuando dijo que Harper es la primera mujer que me interesa, sexualmente hablando. ¿Por qué? No lo sé.
Es bella, eso lo reconozco, deslumbrante incluso, pero he conocido muchas mujeres bellas a lo largo de mi vida así que esa no es la razón principal.
Suspiro resignado cuando nos detenemos frente al grupo y John pregunta:
—¿Nos encontramos allá?
Se miran entre ellos antes de que Harper me mire y sonría, al mismo tiempo que siento el rostro caliente.
Agh, soy patético.
—Allá nos vemos —dice ella.
Adam, Micaela y Harper se dirigen a la salida y yo los sigo con la mirada. En el último segundo antes de desaparecer, ella me mira por encima de su hombro y me regala una sonrisa tímida. Y es tan bonita que no puedo evitar pensar en sus palabras de nuevo. Me humedezco los labios una vez más y en ese momento lo decido.
Voy a aceptar su proposición.
Mi cuerpo se tensa cuando la aceptación se hunde en mí. Voy a perder mi virginidad.
Oh Dios.
Voy a tener mi primera vez.
Y con Harper Goon.
Por todos los cielos, ¿cómo terminé en esta situación? Si yo lo único que hice fue ofrecerme a ayudarle con una materia. Cierto, la conozco desde hace años, pero en realidad nunca habíamos interactuado.
La única vez en la que me dirigió la palabra, fue el mismo momento en que mi enamoramiento por ella inició. Creo que es una de esas cosas que nunca se olvidan. Alguien me molestaba en la preparatoria y ella salió en mi defensa, disparada como una bala, sin miedo, con una actitud agresiva y una lengua muy afilada, como la defensora de los marginados que es.
Yo estaba en el suelo cuando ella me tendió la mano.
Y sonrió.
No con burla. No con lástima. Me sonrió con una sinceridad tan genuina que me desarmó, y fue ahí cuando caí por ella.
No compartíamos ninguna clase, íbamos en grupos diferentes, ella no sabía mi nombre... pero aun así no dudó en intervenir cuando vio que se cometía una injusticia.
—¿Estás bien? —preguntó. Y yo solo pude asentir cuando me puse de pie—. No le hagas caso, es un cara de culo que no tiene nada más interesante qué hacer en su vida y por eso busca a quién hacer miserable.
Giró los ojos y yo solo la miré, aturdido, incrédulo.
Éramos casi del mismo tamaño y complexión en aquel entonces y yo tenía un grave problema de acné. He crecido un poco desde entonces, mi cara está limpia ahora y creo que por eso no me reconoció cuando varios años después, ya en la universidad, quise devolverle el favor en algo que se me daba bien.
Tal vez no intimidaba a nadie con mi aspecto y actitud, pero era bueno en la escuela y pensé que no podía hacer daño echarle una mano en algo que se me facilitaba y a ella no tanto. Pensé que con eso saldaría esa deuda que tenía hacia ella, pero ahora estoy envuelto en un dilema.
Mientras crecía, mis amigos comenzaron a perder su virginidad a una edad muy temprana, hablaban de mujeres, de las cosas que hacían y querían hacer. Nombraban posiciones y partes del cuerpo, miraban porno, pero nada de aquello me interesó realmente... hasta que conocí a Harper y la metí en el cuadro. Entonces empecé a preguntarme si en verdad el sexo era para tanto, como lo hacían parecer.
Solo imaginar su bonito rostro en alguna de aquellas escenas que mis compañeros comentaban despertaba mi curiosidad. Y sí, lo admito, también daba un poco de miedo. Entre más pasaba el tiempo, ella más coqueteaba. No entendía. Todavía no lo comprendo. Por eso más temprano le dije aquello movido por un impulso. Temía que estuviera jugando conmigo, pero... después de lo que dijo esta tarde, he confirmado que no es así. Va en serio.
No sé cómo, no sé por qué, pero ella parece haberse fijado en mí.
Y ahora que he convivido más con ella, un fuego se ha encendido en mi interior. Uno que no se apaga, sino que crece con cada mirada, gesto y palabra que Harper me dirige. Estar cerca de ella se ha convertido en el más dulce de los castigos.
¿De verdad estoy pensando en hacer esto?
Sí, y más te vale que no te eches atrás.
Me paso una mano por el cabello y John palmea mi espalda.
—Vamos, semental. Es hora de sacar al macho en tu interior.
Me río.
—Mejor no hables —pido.
Salimos de allí y cada quien va en su auto a Donato, un lugar italiano con billar y boliche incluido. Ah, y un bar también, pero debido a que la mayoría de los que vamos somos menores de edad, no creo que vayan a... Bah, a quién engaño. Probablemente ya tengan sus identificaciones falsas listas para comprar alcohol.
Cuando estaciono mi vieja camioneta frente al local, lo primero que miro es a Harper a través de los grandes ventanales. Ni siquiera sé cómo es que la localizo tan rápido. Está jugando billar. Se inclina sobre la mesa con un gesto de concentración y la ropa se le adhiere a cada curva. Su blusa se eleva un poco, mostrando una franja de piel desnuda que me hace tragar grueso, pero claro, no soy el único que se da cuenta de esto. Varios pares de ojos están fijos en su cuerpo y veo a un par de chicos codearse el uno al otro sin quitarle la mirada de encima.
Miro al resto de los presentes. Algunos del equipo están aquí con sus parejas o grupo de amigos, hay más personas que no reconozco o con las que no hablo, por lo que no me apetece mucho ir y tratar de integrarme a un grupo del cual no soy parte. No me molesta. De hecho prefiero estar solo, así que bajo del vehículo y busco una mesa vacía.
Tal vez pueda terminar de leer ese libro que tengo pendiente. O adelantar algo de tarea...
No, eso sería pasar un nivel de cerebrito que ya es demasiado, incluso para mí.
Apenas he tomado asiento cuando se acerca una mesera con un cuadernito abierto en la mano.
—¿Qué va a ser?
—Ehm... por ahora nada, gracias.
La chica tiene el bolígrafo sobre el papel y me mira de mal modo.
—Solo los clientes del restaurante pueden ocupar las mesas —dice, logrando que me ponga de pie. Comienzo a balbucear una disculpa, y cuando ella solo enarca una ceja, siento el rostro arder... otra vez.
¿Dónde están los meteoritos cuando se necesitan?
La mesera tuerce la boca justo cuando una pequeña y fría mano se posa en mi antebrazo. Miro a mi lado y ahí está la defensora de los desamparados, la enemiga número uno de los abusones. Sin embargo, ella no me está mirando a mí. Observa a la camarera con una sonrisa no muy sincera en ese bonito rostro.
—Dame dos botellas de agua, por favor.
La chica blanquea los ojos, pero se retira a conseguir el pedido de Harper. Cuando me mira, su sonrisa es sincera... y un poco coqueta.
No te sonrojes, Ben. No te sonrojes.
—Eh... gracias.
Ella ríe.
—De nada. No existen tales reglas, solo estaba siendo una pesada. —Toma asiento y yo la imito. Apoya la barbilla sobre ambas manos y me mira fijamente.
¡No te sonrojes!
—Tú... uhm... eh, gracias —repito.
Y sí. Me sonrojo.
¿Qué tiene ella que me hace parecer un idiota cada vez que intento hablar?
Una pequeña risa sale de ella otra vez y no puedo evitar notar lo mucho que brillan sus ojos. Me percato también de cómo se le ajusta la camiseta a los pechos, así que me obligo a prestar atención a la multitud alrededor de la mesa de billar.
—¿Por qué no te uniste al grupo? —pregunta ella.
La miro a los ojos, pero desvío la vista otra vez cuando siento aquel contacto demasiado íntimo. Se me acelera el corazón cuando el dulce aroma de su perfume acaricia mis fosas nasales.
—No quería interrumpir.
—No ibas a hacerlo, Ben. —Se inclina un poco sobre la mesa para susurrar—: ¿Te cae mal alguien de ahí? ¿Tal vez yo?
Sacudo la cabeza en una negativa efusiva.
—Claro que no, es solo que... me siento fuera de lugar —admito.
—Hmmm. —Harper me mira fijamente y yo me remuevo incómodo sobre la silla. ¿Qué es lo que tengo que parece causarle tanto interés?—. ¿Sabes qué es lo que creo?
—¿Qué?
—Necesitas a alguien extrovertido que te adopte —dice.
Yo dejo escapar una pequeña risa, más confundido que divertido.
—¿Cómo?
Hace ademanes en el aire mientras explica:
—Sí, un amigo sociable que te introduzca a los grupos, al que no le importe si no hablas mucho porque ese amigo hablará por los dos, alguien que no te deje solo y que te ayude a sentirte cómodo entre la multitud.
—¿Conoces a alguien así?
Sonríe coqueta.
—La estás viendo.
Me rasco la parte trasera del cuello.
—Oh.
Vuelve a reírse.
—¿Es un oh bueno o un oh malo?
—Es un oh confundido —admito.
La miro sin entender bien qué es lo que quiere de mí. En realidad nunca la he considerado mi amiga porque... bueno, el único momento en que interactuamos es después de clases, y no es para hablar de temas personales. Además, los pensamientos que tengo acerca de ella no son amistosos precisamente.
Y eso me lleva de vuelta a su propuesta.
Miro su boca con esos labios tan tentadores, sus ojitos sonrientes, algo rasgados. Tiene las mejillas redondeadas, lo que le da un aire infantil, pero un cuerpo que jamás podría confundirse con el de una niña.
Exhalo agitado y me rasco el cuello cuando varias imágenes indecentes con Harper como protagonista bombardean mi cabeza. Me humedezco los labios antes de atreverme a hacer la pregunta que lleva rondándome la cabeza todo el día.
—Harper...
—¿Sí?
—Lo que dijiste antes... en la biblioteca.
Sonríe traviesa y con ojos brillantes al entender de lo que hablo.
—¿A qué te refieres? —pregunta con fingida confusión.
Dios, esta mujer quiere torturarme.
Y lo peor es que me encanta.
Me inclino sobre la mesa hacia ella para que nadie más nos escuche.
—Lo de... mmm, mi inexperiencia —susurro.
Su sonrisa se amplía.
—Ah, sí. ¿Qué tiene?
—¿Hablabas en serio?
Harper me mira, pero su expresión sonriente se va desdibujando poco a poco. Estira su mano para colocarla sobre la mía en la mesa. Miro sus dedos delgados, sus uñas pintadas de rosa brillante que me acarician el dorso de la mano.
La miro una vez más a los ojos.
—Nunca había hablado más en serio —admite solemne.
Trago grueso antes de asentir con la cabeza.
—Entonces me gustaría aceptar tu propuesta.
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¿Qué acaba de pasar, señoras y señores? Esto está por prenderse 🔥🔥🔥
Dejen un 🍒 si les gusta el Ben tímido ♥
Dejen una 💣 si quieren ver a Ben desatado 😏
Agradecería mucho sus votitos y comentarios acerca de qué les pareció el capítulo narrado por él. ¿Les gustaría ver más capítulos desde su punto de vista?
Por cierto, en multimedia el Ben de mi imaginación, pero cada quién es libre de imaginarlo como quiera, por supuesto ✨
¡Llegamos a los 10k de lecturas! Muchísimas gracias por su apoyo, les mando un abrazo grande ♥♥♥
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