La Flor de Cerezo
La primavera por fin se alzaba como la princesa de las estaciones, dejando a su paso colores brillantes, fragancias inconfundibles provenientes de las flores, el viento se adornaba de pétalos rosados y frescas brisas que le hacían ondear su cabello de manera despreocupada.
El cansancio rezagado de la semana comenzaba a pesar como una enorme montaña llevada a cuestas de sus hombros, no se trataba del peso de los libros en el interior de su mochila y mucho menos la carga que representaba el casi final de los cursos de ese año tan agotador el cual parecía estar encaprichado con su persona.
Sus pasos eran lo único que rompía con la tranquila tarde, una de esas tantas donde lo único que quería era regresar a su hogar, tumbarse en la cama, comer los rollos de Kimbap que su madre había dejado en la nevera durante la noche del sábado y quizá perdería el resto del tiempo jugando videojuegos.
Se encontraba tan absorto en su propio mundo, en la música que lo envolvía en un mundo propio donde nadie podría molestarlo que incluso cuando percibió el pequeño golpe en su hombro no lo sintió como un estímulo lo suficiente grande hasta que alguien se metió con sus audífonos. Sus oídos dolieron debido al movimiento brusco de haber sido arrebatados los objetos.
— ¿Qué quieres Kim? – gruñó, empujando el cuerpo contrario para alejarlo de su cercanía, arrugando su nariz al sentir el aroma contrario, combinado con el desagradable olor del sudor —. Quítate, apestas y no precisamente a flores. ¿Qué, aún estás desarrollando o tu olor a macho alfa tiene dificultades para dejar la etapa inmadura?
—Hey, tranquilo Jeon. No tienes que sacar los colmillos.
Jungkook ignoró aquella provocación, volviendo a caminar, alejándose del grupo escandaloso de amigos, ignorando cualquier llamado o burla sobre cómo su actitud había cambiado. Las constantes menciones sobre sus gruñidos eran algo de no acabar, si anteriormente le fastidiaban por ser tan antisocial, ahora esto solo se agregaba a la lista. En especial por cierto detalle, por el cual, un Jungkook de diecisiete años, recién presentado como alfa, se sentía acomplejado o quizá solo un poco fuera de lugar.
— ¡Jeon! ¿Te nos unes? Iremos al árcade y luego al karaoke – alzó la voz Kim Mingyu, uno de sus amigos más cercanos, sin embargo, desde que ambos se habían presentado como alfas, este solo buscaba una forma de demostrar superioridad; dado que en todo el grupo del salón eran de los pocos alfas fuertes, el resto aún estaban a la expectativa de conocer su propia jerarquía – ¿Qué ocurre, temes ser derrotado en los videojuegos?
— Creo que paso por esta vez – las quejas por parte del grupo de jóvenes fue molesta para Jungkook, quien se detuvo unos segundos para revisar en su bolsillo, no encontrando nada más que su tarjeta de transporte, una que no tenía suficiente para usarla en su viaje de regreso a casa. Alzó los brazos cruzándolos en una equis, mientras que siguió avanzando – en otra ocasión, Mingyu, disfruta derrotar a quienes si puedes ganarle.
— Oh, vamos Jeon – alzó la voz Mingyu siendo obligado por el resto a mencionar aquello por lo que era tan conocido Jungkook —. Apuesto que con ese olor a cerezas que te cargas puedes convencer a cualquier alfa de darnos lugar en las máquinas.
Su aroma era un detalle que no podía pasar desapercibido entre los demás alfas, quienes se habían presentado con olores fuertes, molestos, irritantes e incluso asquerosos. Algunos aún estaban en la etapa de cambio, donde pasaban de tener la característica esencia de preadolescente alfa a un alfa maduro. En su caso no era así, su transición fue más sutil, con matices fermentados, como si se tratara de un vino de flor o fruta.
Aún recordaba la mañana siguiente de su primer celo, cuando percibió un aroma extraño, muy embriagante. Conforme pasaron las horas se acentuó hasta dejar una estela de cerezas alicoradas como principal olor. El examen de jerarquía mencionaba alfa, su nivel, uno muy dominante, con un lobo maduro y para su poco interés, bastante fértil. No fue sorpresa que al regresar a clases con su aroma siendo protagonista se ganara más de una burla, aunque le fue sencillo hacer que todos se alejaran de él o bien hacerse respetar.
El inicio de su pequeño problema con su aroma comenzó cuando le hizo ganar enemigos gracias a que varias omegas se veían demasiado atraídas hacia su esencia. Jungkook había preferido comenzar a usar un inhibidor de aroma para la escuela para evitarse tantos inconvenientes y su madre no tuvo problema con aquello cuando se enteró de la situación.
Ya era suficiente con sus peleas comunes por ser territorial como para preocuparse por otros alfas salidos de control por atraer a sus parejas. Tendía a ser muy competitivo, lograba ganar en todo o casi todo. No existían muchos rivales que se le enfrentaran y cuando había oportunidad siempre le insistieron con hacer algo para volverlo una comparativa de quién era el mejor. Estaba bien con eso mientras no se metieran con él.
— ¡Jeon! – insistió de nuevo Mingyu, una vez se detuvieron en la entrada del árcade, junto a tres alfas más, junto con cuatro omegas a quienes debían cuidar, una de ellas completamente desilusionada cuando no lograron convencer a Jungkook de quedarse – ¿Ni siquiera por la señorita Im?
— Hoy no Mingyu, debo ayudar a mamá.
— ¡Huir, no te salvará la próxima Jungkook! Las omegas no te perseguirán para siempre.
Una sonrisa socarrona invadió sus labios, terminando por despedirse del grupo de amigos con un simple ademán, alejándose lentamente, exhalando con cansancio de solo pensar que tendría que caminar hasta su casa. Eran demasiadas calles, si tenía suerte no tardaría más de una hora y media, quizá con las monedas que aún tintineaban en sus bolsillos podría comprarse algo en la tienda de conveniencia.
Su estómago rugió por el hambre, obligándolo a buscar nuevamente entre sus bolsas las monedas, dándose la decepcionante sorpresa de que no le alcanzaría ni siquiera para una leche de banana. Arrugó su ceño mientras que se quejaba en voz baja, comenzando a andar más rápido con tal de llegar pronto a su hogar.
Faltaban unas pocas calles, tan solo un poco más y por fin podría descansar, aunque no esperó sentir a su lobo saliendo a luz, haciendo más grueso su aroma como si intentara marcar su propio territorio. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, como una advertencia de algo, sus instintos lo pusieron alerta, no agradándole en lo absoluto la sensación que dejó el auto que pasó por su lado. Ese tipo de vehículos no eran muy usuales dentro de ese barrio tan humilde, ¿era posible que...?
Un Mercedes negro...
La placa le hizo acelerar el corazón, llevaba mucho tiempo sin tener idea sobre ella, ¿estaría bien? ¿Habría regresado de sus estudios en el extranjero? Su emoción se vio opacada al pensar que quizá ni siquiera se tratara de la persona que rondó su mente por todo ese tiempo. ¿Qué ocurría si se trataba de esas personas queriendo hacerle daño a su madre?
Joder, no, no, no.
No supo el momento en el que comenzó a correr, pero lo comprendió en el segundo que sus pulmones ardieron por la dificultad al respirar, sus piernas dolieron ante el desgarro de sus músculos; casi tropezó por la calle con una de las vecinas quien comenzó a discutirle por su irresponsable andar, mas eso no podía importarle menos, no cuando los latidos de su corazón lo guiaban a seguir andando para ir al encuentro de algo.
— ¿Qué significa esto? – la voz de su madre invadió sus oídos, mientras él la veía en el inicio de la calle, con ese auto negro estacionado frente a su casa, enfrentándose a alguien que no logró identificar muy bien, no se veía amenazante, por el contrario, parecía que sería ella quien le encajaría los colmillos al otro – ¿acaso es una mala broma? Mi hijo no es esa clase de alfa.
— ¡Madre! – alzó la voz, al mismo tiempo que corrió al encuentro de la mujer que le dio la vida, quien discutía con ese hombre bien vestido, fornido y con un semblante arrogante —. Mamá, ¿qué ocurre?
— Eso es lo que quiero comprender, este hombre dice que debe entregarte algo y que asumas tus consecuencias, pero no quiere decirme de qué está hablando.
— ¿Eres Jeon Jungkook? – comentó sin más el hombre ignorando a la mujer de mediana estatura, quien le gruñó con disgusto por no ser tomada en cuenta en la conversación. Jungkook arrugó su ceño al no reconocer a la persona frente a él – ¿Lo eres? – cuestionó nuevamente al no tener nada de Jungkook, obteniendo esta vez un asentimiento por parte del joven, a quien inspeccionó de inmediato.
Sin mediar palabra alguna regresó la mirada hacia el auto donde dio dos toques en el cristal de la ventana, la cual estaba polarizada. En unos segundos bajó solo lo suficiente para que el hombre hablara entre susurros, algo que no lograron escuchar madre e hijo, quienes se vieron a la cara con confusión, la incertidumbre invadiendo su ser, anclados al suelo, porque todo eso no tenía explicación alguna.
Pronto la conversación con la persona en el interior terminó, haciendo que el hombre se alejara, tomando una pose erguida tomando la manija de la puerta, haciendo saber a ambos espectadores que quien fuera que estaba dentro había decidió bajar; pero aquello no fue lo que impresionó a Jungkook, si no más bien fue el aroma a leche, a cachorro recién nacido que flotó como un anuncio de la nueva estación avecinándose, un augurio que le daba a gritos que este solo era un punto de partida. Su lobo se removió en su interior al notar la presencia de algo tan frágil, estando oculto y desesperado por ser protegido.
La silueta de una mujer elegante se hizo ver al terminar de salir del auto. Tenía puesto un vestido negro entallado en la cintura, la parte superior tenía detalles de encaje fino, un pañuelo de seda roja adornaba el cuello de la omega para cubrir perfectamente la marca perteneciente a su alfa. Utilizaba lentes oscuros, a pesar de estar a escasos minutos de llegar al final del día, los guantes en sus manos estaban combinados con el encaje del vestido y los zapatos altos rojos, con un tacón fino hicieron su característico ruido al avanzar.
— ¿Señora Bae, qué hace aquí? – cuestionó la madre de Jungkook reconociendo perfectamente a la omega, quien había sido su antigua jefa – ¿ocurrió algo?
— Me temo que por esta vez no es con usted el problema, señora Jeon – desvió su afilada mirada hacia el joven alfa que aún estaba intentando saber lo se hallaba dentro del auto, el quejido bajo de la molesta cosa la irritó un poco más, al menos ya estaba por terminar esa tortura —. Necesito a su hijo.
Jungkook se tensó completo, dejando caer su propio bolso de la escuela, sintiendo su respiración agitarse debido a la inquietud de su lobo por reconocer la presencia de un cachorro en un ambiente tan hostil.
— ¿Jeon Jungkook? – cuestionó sin más la mujer, casi sin hacer movimiento alguno en sus gestos, manteniendo un semblante serio mientras lo escaneaba perfectamente detrás de los vidrios oscuros de sus lentes de sol – eres solo un niño.
— Señora, ¿a qué se debe esto? Mi hijo no hizo nada.
— ¿No? ¿Está segura de eso? – el llanto desconsolado de un bebé provino del interior del auto, a lo que la mujer suspiró cansada, regresando la mirada hacia su chofer, quien estaba bajando el bolso y un bulto envuelto en mantas gruesas color rosa pastel —. Creo que debe enseñarle a su hijo cómo controlarse ante sus instintos.
Jungkook vaciló un poco, sintiéndose desconcertado al ver que ese hombre se acercaba sin dudar hacia él, entregándole sin más ese pequeño bulto llorón que no dejaba de moverse. El menor logró sostenerlo como buenamente podía, identificando que aquel aroma, ese llanto y quejidos eran de un bebé.
— ¿Qué significa esto? ¿Por qué me entrega un bebé? – cuestionó manteniendo su ceño fruncido, con su lobo expuesto, con los colmillos rasgándole las encías, haciéndolo sangrar al notar el desprecio con el que era observado.
— Es una niña y es la consecuencia de tus actos descuidados...
El bolso con las pocas pertenencias de la bebé fue dejado en el suelo, mientras que madre e hijo seguían pasmados en su sitio. La mujer se subió nuevamente en la parte trasera del auto estando poco interesada en mantener una conversación con aquella clase baja, con la ayuda de su chofer su vista fue privada de esas personas y el hombre se encargó de cerrar con agilidad la puerta, ignorando los llamados de la madre de Jungkook, quien pedía una explicación; sin embargo, escuchar los llantos de la bebé hicieron que ella misma diera su atención a la cachorra entre los brazos inexpertos de su hijo.
— Pero quienes se creen para abandonar a una bebé en manos de cualquier persona – se quejó la madre de Jungkook, quien estaba indecisa entre dar consuelo a la cachorra o su propio cachorro —. Esto es increíble, se van de la ciudad sin razón alguna despidiendo a todo el personal y solo regresa para esto.
La indignación se podía percibir en cada palabra de la señora Jeon, quien intentó hacer que al menos bajaran el vidrio o bien tener una conversación más sensata de toda la situación.
Una sensación desoladora los invadió, provocando que la bebé llorara aún más fuerte, tanto como se lo permitían sus pequeños pulmones, y así como llegaron, el auto se puso en marcha, dejando una estela de confusión, lloriqueos y una avalancha de miedo. Jungkook desvió la mirada hacia la bebé que intentaba abrazarse a él, haciendo puños con las mantas, la cual le estaba dificultando el respirar. Quizá fue solo un acto instintivo o probablemente se debía a la inquietud de su lobo recién presentado, pero sintió cierto desagrado por no reconocerla.
— Jungkook, ¿qué fue todo esto, hijo? ¿Por qué alguien vendría a dejarte a esta pequeña? – su madre intentó tomar a la bebé, pero de manera instintiva el alfa pegó el pequeño bulto hacia su cuerpo —. Mi vida, está bien, no te le haré daño dámela – en cuanto intentó acercarse su madre, Jungkook se alejó, conteniéndose para no gruñir y asustar a la bebé – ¿no quieres que te la quite?
— Y-yo, no lo sé... — su corazón estaba en una encrucijada, no sabía si derretirse de ternura por las acciones de la bebé o envolverse en el pánico que crecía desde su estómago —. Mamá, ¿qué hago? No deja de llorar.
— Debe extrañar a su madre o padre omega. ¿Quieres que la sostenga para calmarla? – el alfa negó, abrazando el cuerpo de manera inconsciente, dejando a su madre sin opciones —. Está bien, hazlo tú, niño testarudo, pero tómala con cuidado, sin mucha fuerza.
Asintió lentamente, siendo guiado por las palabras de su madre para sostenerle la cabeza de una manera en la cual no la lastimaría, era extraño contorsionar sus brazos en una forma de abrazo cruzado. ¿Por qué era tan difícil cargar un bebé? ¿Por qué debía moverse tanto? ¿Estaba incómoda? ¿Le dolería alguna parte del cuerpo? ¿Le ocurría algo más? ¿Qué hacía a un bebé sentirse así de desconsolado? ¡¿Por qué se estaba encaprichando con eso?!
La meció con cuidado, escuchando pequeños quejidos, definitivamente no le agradaba la forma en la cual la estaba tomando, así que entre movimientos torpes la logró colocar contra su pecho, llevando su mano hacia la espalda, sintiéndose más tranquilo al ya no tener esos sollozos incontrolables, relajándose mientras que dejaba palmadas leves.
La acurrucó contra su cuello, donde la bebé poco a poco comenzó a calmarse al olfatear la esencia del alfa, con su pequeña nariz de botón moviéndose inquieta, frotándose a sí misma contra la piel cálida. Los latidos inquietos de Jungkook comenzaron a disminuir y con eso mismo la bebé terminó siendo una masita de quejidos callados, su lobo seguía estando en desacuerdo con aquel acercamiento, sin embargo, mientras más cerca se encontraba y más olfateaba, el animal en su interior aceptaba este nuevo ser que quería depender de él.
Jungkook no lo sabía, tampoco estaba siendo consciente de la conexión que su propio lobo comenzaba a formar con la bebé, a la cual no se privó de marcar con su aroma, envolviéndola en una nube dulce, relajante e incluso adormecedora. No podía explicar ese pequeño calor que sintió en su pecho, mucho menos el cosquilleo en su cuello cuando notó que la cachorrita movía su pequeña nariz.
— Será mejor que entremos, está haciendo frío y no es bueno para la bebé. Papá sabrá qué podemos hacer, quizá llamemos a servicios sociales – la omega, tomó el bolso dejado en el suelo, sintiendo el peso de este, inspeccionando el interior, notando que había unos pocos biberones y una lata de leche de fórmula —. Hay un poco de comida, es posible que tenga hambre, vamos, me encargaré de preparar su biberón.
Aun estando metido en su silencio, olfateando a la bebé, intentando identificar por qué la habían dejado con él, Jungkook terminó sacando el pequeño cuerpo de su refugio, observando el rostro sonrojado por el llanto anterior. Tenía unas bonitas mejillas rosadas, el poco cabello que dejaba ver el gorro blanco con pequeñas flores rosadas contrastaba con el castaño claro de los finos hilos. El corazón del menor dio un vuelco en el momento que la bebé abrió sus ojos, dejando a la vista un precioso color miel, casi caramelo.
Su labio tembló intentando ocultar la nostalgia, haciendo reaccionar a su lobo, olfateando a la bebé una vez más, concentrado en intentar encontrar aquello que una vez conoció, pero que estaba ausente. Siguió observando a la cachorra, quien parecía estar llenándose de la vista, almacenando en su mente la imagen del alfa que la sostenía.
— Hola bebé – susurró apenas Jungkook, sonriendo de lado cuando un pétalo de flor de cerezo cayó en el pequeño botón que formaba su nariz, moviéndose inquieta – ¿cómo es que llegaste hasta mí? Ella... ella ¿está bien? – frotó la punta de su nariz con la piel del rostro ajeno, dejando una marca de olor, algo inconsciente y muy instintivo, obteniendo un bostezo de la bebé.
— ¿Jungkook? Deberías entrar, esto no le hará bien a la bebé.
— Sí.
La madre de Jungkook tuvo paciencia para esperar a su hijo, lo había notado un tanto distraído y parecía que estaba creando una conexión con la bebé, esperaba que aquello no fuera una mala broma de esas familias ricas para luego arrebatarle a la cachorrita; esta no era la primera vez que la omega veía ese tipo de situaciones aunque nunca esperó que le ocurriera a su hijo, solo esperaba que no le afectara demasiado porque un lobo joven era difícil de controlar cuando se volvían posesivos, en especial cuando se trataban de cachorros, aun siendo inexpertos se volvían fieles guardianes.
El miedo estaba latente en los ojos de Jungkook, los cuales se cubrían con una película cristalina, envolviéndose en el pánico de no saber qué hacer con la enorme carga que le había sido dejada en la puerta de su casa, sin explicaciones o sin rastro de lo ocurrido.
Jungkook dejó que su madre se adentrara a su hogar mientras esta seguía en un parloteo constante, el alfa destapó el pequeño cuerpo de la bebé, encontrando finalmente un collar, con un camafeo el cual no dudó en abrir, encontrando el espacio vacío para una fotografía siendo llenado por un pedazo de papel doblado perfectamente.
"Jungkook, esto no es tu culpa. Por favor protege a la bebé... tu hija"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro