Musa para el arte
Concertado más de lo usual, Wally pintó con más rapidez y cuidado en su lienzo, no dejando escapar ningún detalle incluso si fuera minúsculo.
¿Por que tanta prisa? Porque frente a el, sentada en un pequeño banco contemplando con ojos grandes e inocentes su alrededor se encontraba Julie, su querida Julie.
El sabía que ella era alguien inquieta, que prefería siempre estar en movimiento que quedarse quieta en un solo lugar. Incluso desde su posición podía oir los leves pucheros que esta hacía, dejando mostrar su inconformidad con la situación.
Muy temprano en la mañana le había pedido ayuda con algo, ella por supuesto no se negó, pero en el transcurso de su tiempo compartido se percató de algo.
Quería pintarla, necesitaba pintarla. Dejar su hermosa figura plasmada en el lienzo, mezclar los colores para que combinarán con sus ropas y extenso cabello, dejarla como el centro de atención de su imaginario paisaje. Donde solo ella brillaría.
Esta repentina necesidad casi lo hizo arrodillarse y pedirle en forma de súplica que posará para el, al principio esta se nego hacerlo. Alegando que era muy aburrido pero al verlo tan angustiado por esa respuesta, termino cediendo a sus caprichos.
Ahora bien, Julie era alguien muy paciente en contra de la creencia popular, pasaba horas escuchando a sus flores hablar mientras ella estaba completamente en silencio. Pero esto la estaba aburrido y lo peor de todo, no podía iniciar conversación con Wally.
Como todo un artista que encontró su inspiración, se negó a ceder a las distracciones del mundo exterior ni ella ni Casa podía sacarlo de ese estado. Parecía perdido en su propio mundo.
Con el ceño fruncido, suspiro profundamente, podía sentir sus parpados pesados. Su interminable energía se gasto en cuestión de horas al estar en esta misma posición, se acomodó en el asiento y cerro los ojos, dispuesta a tomar una pequeña siesta.
Wally continuó con su pintura durante horas, el atardecer había caído en el vecindario y el por fin había acabado con su maravillosa obra de arte.
Era uno de sus mejores trabajos hasta ahora, estaba lleno de detalles y transmitía la alegría de Julie. Considero por un momento dejarla para si mismo, incluso poniéndola en su propia habitación.
_"¡Esta hecho! Oh Julie, querida, haz sido de mucha ayuda ¿quieres ver como a quedado?.... ¿Julie?"_ Al no recibir respuesta, levantó su vista del lienzo y observo como su vecina dormida incómoda mente en la silla.
_"Oh Dios.."_ Dijo con un pequeña risa. Se levantó de su propia silla y se acercó a la figura de la jóven durmiente.
El no podía levantarla, era demasiado pequeño y débil para hacer eso, ni siquiera sabía como hacerlo correctamente. Normalmente era Julie quien lo cargaba a el.
Quizas podía llamar a alguien, quizás Barnaby sabría que hacer incluso Frank, que era más cercano a Julie que los demás. Una mueca se formó en su labios, no, quizas es mejor que no.
Mirando el rostro pacífico de Julie, se quedo allí de pie viéndola dormir. Podía oir su suave respiración, oler su característica aroma a flores el día... Olía a margaritas.
Se quedo allí por lo que parecían horas, contemplando la como un halcón pero sin tocarla, temiendo que si llegara a tocarla se rompería o desaparecería. Como una mísera ilusión de su mente.
Ella era su vecina, su querida y linda Julie, su adorable muñeca. Y aún que no comprendía muy bien el significado de esas palabras ni el trasfondo oscuro de estas le gustaba como sonaba.
_"Julie, querida y tonta Julie... ¿Sabes donde estas ahora? Estas conmigo, solo conmigo."_ Y por primera vez en horas, la tocó.
Y esta vez ella no desapareció.
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Pensé en eliminar esta historia pero lo pensé bien y mejor no
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