—Kim Mingyu, usted venció la leucemia.

Fue el aplauso más grande que recibió en su vida, muchos doctores, muchos enfermeros, muchos compañeros que estaban n situaciones similares a él y Wonwoo, quién estuvo a su lado, siempre lo celebraron con él.

El mayor se había cortado el cabello y ahora estaba a la altura de sus ojos, dejaba ver un par de piercings que tenia en las orejas, que había llenado de aros a pedido de Mingyu.

El menor estaba más brillante que nunca, su cabello había crecido en un tono oscuro que no llegaba a negro, enmarcaba sus ojos color avellana de forma adorable y sonreía como nunca antes en su vida, se había bronceado por los pocos días que había pasado afuera, un ligero tono caramelo acentuaba su rostro.

Antes de sonar la campana, miró a Wonwoo sobre su hombro y murmuró un "te lo dije", haciéndolo reír y en parte  llorar.

Escuchó a Mingyu sonar la campana con fuerza y energía, lo escuchó reír de forma magnífica, un sonido hermoso y que llenaba el alma de cualquiera, principalmente la suya y a su corazón.

Terminó de sonar la campana y lo primero que hizo fue voltear hacia él, Wonwoo escondía su rostro en sus manos y no podía parar de llorar, Mingyu se acercó a él para abrazarlo y darle besos mientras le hacía que era un niño llorón, un sensible de mierda y que lo hacía pasar vergüenza.

Salieron del hospital mejor que nunca, Mingyu fue saltando de alegría por la vereda, riendo y cantando con la voz tan maravillosa que siempre había tenido, Wonwoo lo amaba con todo su corazón a veces quedándose unos pasos atrás para verlo feliz, dando vueltas como un niño.

El plan era ir hasta el departamento del menor, como siempre, como era costumbre pero entre tantos saltos y vueltas terminaron en el parque, no muy lejos de su destino original, apenas eran cinco minutos y se habían desviado un poco del camino, pero Wonwoo si se extrañó cuando vio tanto verde y flores, estaba muy concentrado viendo a Mingyu como para darse cuenta que el menor lo había llevado hasta donde quería.

Mingyu volteó hacia él, sonriendo, estaban rodeados de flores de colores naranjas, amarillos y rosas en el jardín de aquel parque.

—Sabes que eres muy hermoso, ¿No, Mingyu? —dijo Wonwoo totalmente encantado.

—No tanto como tu, Wonwoo —dijo ruborizado— Yo... tenía preparado algo para ti, desde hace mucho te lo quería dar cuando me dieran de alta y sea oficial que tengo más tiempo contigo.

Wonwoo esperó en silencio, Mingyu sacó un papel de su bolsillo, aquel poema que había comenzado tiempo atrás y que había cambiado y perfeccionado miles de veces para que llegara a ese momento.

Suavemente comenzó con su poema que Wonwoo había escuchado incompleto alguna vez.

—He caído de un acantilado, he aterrizado en tus brazos; tus manos han limpiado mis lágrimas, tus besos mi alma... En tus ojos hay una guía, grande mi suerte porque es mía; en tus manos acunas mi vida, en las mías conservo tus días... Varias veces me he preguntado: ¿será este el final de la vía? pero con solo verte a mi lado, más caminos he buscado para conseguir un legado: un amor, un donador del cual requiero algo —Mingyu miró tímidamente al ruborizado Wonwoo, quién estaba con sus labios entreabiertos entre tanto discurso, su mano fue hacia una pequeña cajota que guardaba en su abrigo desde hace rato— Jeon Wonwoo, ¿Tendría el honor de pedir su mano?

Abriendo la pequeña cajita, el par de anillos relucieron en su interior, Wonwoo estaba sin palabras, cubrió su rostro y solo pudo comenzar a llorar de nuevo, con sus hombros temblando y un nudo en su garganta.

—Oh, Won —Mingyu se acercó a él, cerrando la caja y tomando sus brazos— ¿Qué pasa, nene? ¿Es muy pronto? Sé que apenas llevamos unos meses, ocho, casi nueve, pero después de todo eso no quiero perder más tiempo de mi vida, total, sé que eres el indicado desde hace mucho que lo sé. Quiero vivir una vida contigo y con el título que se merece, podemos hacerlo oficial, Wonwoo.

Wonwoo escondió su rostro en el cuello de Mingyu, quién le parecía adorable pero estaba impaciente por la respuesta y se sentía algo mal de no tenerla, creía que en situaciones así la cosa era más rápida, así que se había decepcionado un poco.

—No tienes que responder ahora si no quieres, nene —dijo el menor, pero en cuanto habló, el pelinegro empezó a asentir— ¿Sí? —asintió más fuerte y Mingyu rió— Oh, Wonwoo, me haces la persona más feliz del mundo.

El mayor salió de su escondite para tomar sus mejillas y unirse en un beso, un beso que había esperado mucho rato, un beso libre sin preocupaciones, sin él sentimiento de que quizás eso podría matarlo, de que podría dañarlo, finalmente podría besarlo sin culpa, completamente libres.

Ambos estaban libres y en su libertad se habían elegido el uno al otro, en un destino maravilloso.

Y ese día fue el mejor de ambos, oficialmente, con ambos sanos y con ambos juntos como nunca antes, unidos en corazón y alma, en anillos de compromiso también.