Introducción
Por @Denise_83
Los argentinos hablamos para el reverendo (insertar aquí un sinónimo malsonante de ano o glúteos). Al menos, es lo que algunos piensan. Si no, ¿por qué cuando les enseñamos la ll a los nenes, decimos elie en lugar de eshe, como hacemos normalmente, por poner un ejemplo? Y estoy dejando de lado cosas como las películas de los 40's, donde los personajes se hablaban de tú. Y que, durante muchos años, en las escuelas, las maestras de primaria les hablaron de tú a los alumnos.
En mi caso, lo único que sabía era que hablábamos diferente a lo que escuchaba en los doblajes de los dibujos animados y de las películas. Pero siempre me pareció natural, como me parecía natural la decoración invernal de la Navidad con 35° de temperatura. Contradicciones de la vida.
Muchos años después, sin embargo, aprendí que lo que hablamos es una variante del español o castellano, llamada rioplatense, tan válida como las demás. Es decir, los argentinos, como cualquiera de nuestros hermanos hispanoamericanos, no hablamos mal. Chúpense esa mandarina, puristas.
Pero vayamos al principio, cuando el castellano, el italiano, el francés y el rumano no existían, sino que lo que se hablaba en la mayor parte de Europa era el latín. Así es, el origen de nuestra lengua se remonta a la época de los antiguos romanos. No se asusten, les voy a dar la versión súper resumida.
Para empezar, los romanos dominaron la península Ibérica desde el siglo II a. C., así que la base es el latín vulgar, el que hablaban los soldados, que nos dio el 70% del vocabulario que usamos (pirata, cabeza, amor), más casi el 100% de la gramática. Obviamente, con el latín vino el griego (astro, poeta). A esto se le agregan algunos vocablos de los pueblos hispánicos que adoptaron la lengua de los conquistadores.
Cuando el Imperio Romano cayó, los pueblos germánicos que habían invadido el territorio, particularmente los visigodos en el caso de España, adoptaron la cultura y la lengua de los conquistados. Así que también tenemos vocabulario germánico (guerra, braga).
Pero además, España tuvo algo que el resto de los países del ex Imperio no, que fueron las invasiones musulmanas. Así que hay que agregar un montón de palabras de origen árabe (algoritmo, almohada, jazmín).
A partir de la expulsión de los musulmanes de España, cuando este país comenzó a convertirse en potencia y el castellano se convirtió en la lengua oficial, se adoptó la cultura italiana, así que hay que sumar palabras italianas (soneto).
En esa misma época, se descubrió América, por lo que hay que agregar palabras originarias de este continente (canoa, papa, chocolate).
Mientras recibía la influencia de todas estas lenguas, el castellano fue evolucionando. En este estado llegó a lo que sería Buenos Aires y toda la zona sur del Virreinato del Perú, que después pasaría a ser el Virreinato del Río de la Plata. El tema es que es una zona muy alejada de España, casi aislada, por lo que el castellano comenzó a evolucionar por su lado. Esto explica, por ejemplo, el uso de términos que en otras zonas hispanohablantes se consideran arcaísmos, es decir, palabras anticuadas (espiedo). Sin contar con que lo culto y elegante, en esa época, era saber francés, de modo que sumémosle términos franceses a la ensalada (bombón, merengue, chofer).
Y para terminar, no olvidemos a los inmigrantes de principios del siglo XX, que moldearon nuestra cultura de tantas maneras: españoles (gallegos en su mayoría), italianos (del sur), alemanes, polacos. Como vivían juntos en los conventillos, tuvieron que arreglárselas para comunicarse entre ellos. Así nació el cocoliche. Y en ámbitos bajos, el lunfardo.
Tampoco olvidemos la fuerte influencia del inglés, tanto el de Inglaterra (fútbol, réferi) como el estadounidense (televisión, computadora, celular, etc.), que continúa hasta hoy.
Las lenguas no son algo fijo. Son el instrumento que usamos para comunicarnos, por lo que están en constante evolución, y esto se logra solo mediante los errores. No olvidemos que es el latín vulgar, el que hablaban los soldados, los comerciantes, la gente como nosotros, no la de los poetas y los filósofos. Esa quedó congelada en el tiempo. La norma es solamente una convención para la lengua escrita.
Así que, la próxima vez que alguien cometa un error, pensalo dos veces antes de corregirlo. Esa persona está ayudando a la lengua a seguir adelante. O tal vez no, pero no hay forma de saberlo.
Ahora sí, con todo esto dicho, te invito a sumergirte en las particularidades idiomáticas de nuestro país. Y como decimos siempre, si tenés ganas de escribir una entrada para sumarle al apartado, podés ver el modo de envío en la sección de anuncios del perfil.
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