Voten y comenten mucho xfa
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Cuando Laurie despertó pudo escuchar unos ligeros balazos provenientes de la televisión, no le prestó demasiada atención, más que nada por el dolor de su cabeza.
Solía dormir boca abajo, con la cabeza ladeada para poder respirar, así que se apoyó en sus codos y buscó su teléfono en el pequeño mueble junto a la cama.
-Buenos días.-escuchó detrás suyo.
Giró la cabeza solo para encontrarse a Miles en bóxers sentado en la orilla de la cama mientras su mano sostenía el mando del Xbox y un plato junto a él.
-Hola.-respondió en voz baja, tallando su ojo.
-¿Quieres comer algo?-preguntó, tomando un hot cake del plato.-Ceci preparó el desayuno antes de irse.
-¿Se fue?-preguntó Laurie con el ceño fruncido, aún recargado sobre su abdomen y codos.
-Si, Francis la llamó...creo que arrestaron a Alexis.-murmuró, lanzándole un hot cake, que Laurie atrapó con una risa.
-¿Por qué no fuiste con ella?-preguntó curioso, con la boca llena.
Miles se encogió de hombros.
-Probablemente volvieron a encontrarle marihuana en su auto...-dijo sin importancia, dándole una pequeña mirada.-Además, no quería que despertaras solo.
Las mejillas de Laurie se tiñeron de un ligero tono rosado, mientras una sonrisa se formaba en sus labios.
-Gracias.-susurró.-Habría sido muy confuso ¿sabes?
-Si, a veces es extraño levantarme y que nadie esté en casa, pero es mi casa...si estuviera en casa de alguien más no sabría que hacer.
-Me vestiría y estaría a punto de irme, pero no sabría si hacerlo porque no tengo llaves para cerrar.-opinó Laurie, dándole otra mordida a su hot cake.
-Ese es un buen punto.-asintió el pelinegro.-Bueno, ahora se que si alguna vez te dejo solo esperarías hasta que regrese, lo que es genial porque suelo olvidar donde puse mis llaves.
Laurie apretó los labios en una fina linea.
¿Estaba hablando de que esta no sería la primera vez que despertaría en su casa o fue solo un comentario aleatorio?
-¿Tienes algo para el dolor de cabeza?-preguntó, dejándose caer de nuevo sobre la almohada.
Cambiar de tema siempre sería la mejor opción para evitar ser herido inconscientemente por Miles.
-Claro.-murmuró, caminando hasta el mueble junto a Laurie, abrió el cajón y sacó un paquete de pastillas, lanzándoselas.
-Gracias.-murmuró, tomando el paquete con las manos un poco temblorosas.
Podía sentir la mirada de Miles encima suyo.
-¿Recuerdas que iríamos al auto cinema?-preguntó de pronto Miles, tendiéndole su taza de café.
Laurie asintió, colocando la pastilla sobre su lengua, tomó la taza y dio un trago.
-No fuimos.-susurró sentándose en la orilla de la cama, junto a Laurie.
-No fuimos.-repitió, dejando el vaso sobre la madera.
Un incómodo silencio se formó entre ambos, uno largo y pesado.
Ambos querían decir tantas cosas como hacer otras, pero ninguno de los se atrevía a pronunciar palabra, sentían como si la garganta se les estuviese quemando.
¿Que había pasado?
La noche anterior estaban muy cómodos el uno con el otro, tuvieron un intenso momento durante el trío y después uno tierno, mientras Cécile dormía.
Miles había acariciado su mejilla delicadamente hasta que se quedó dormido, Laurie le besó las yemas de los dedos y la muñeca, se miraron en silencio durante casi tres horas.
Incluso Miles limpió un par de lágrimas rebeldes que se le escaparon cuando Cécile se abrazó con más fuerza al mayor.
Había sido incluso más íntimo que el haber tenido sexo frente al otro, tal vez porque los ojos de ambos mostraban todo lo que sentían por el otro pero que estaban aterrados de expresar.
En un acto de valentía, Miles acarició la desnuda espalda del rubio, específicamente, las marcas rosadas que él mismo le hizo de forma discreta la noche anterior.
Sintió sus músculos tensarse y sus vellos erizarse, pero no se alejó del toque, así que continuó acariciando todo lo largo de la columna.
-Te ves lindo cuando duermes.-susurró, totalmente sonrojado, temiendo el rechazo que probablemente obtendría de Laurie.
-Gracias.-susurró nervioso, girando levemente su cabeza para poder ver al culpable de su estómago revuelto.
Se quedaron de esa forma cerca de diez minutos, Miles acariciando su espalda mientras se miraban con los rostros enrojecidos y ojos brillantes.
-Miles...-el pelinegro lo interrumpió.
-No digas nada por favor.-susurró, moviendo de forma nerviosa la pierna.
-¿Por qué?-preguntó confundido en voz baja.
-Si lo dices será real.-respondió con el mismo tono de voz.
-¿No quieres...
-No, no estoy listo.-interrumpió de nuevo.
Laurie asintió, entendiéndolo a la perfección.
Miles aún se avergonzaba lo suficiente de su sexualidad como para ni siquiera querer hablar de ello con Laurie, quien acababa de pasar exactamente por lo mismo.
Ciertamente no le molestaba en absoluto, hace a penas unos cuantos meses atrás seguía negándose a sí mismo que era gay, hasta que finalmente aceptó el porque Cécile le molestaba tanto.
Aunque solamente él lo sabía.
Bueno, Miles y él.
Laurie alargó su brazo para poner acomodar el despeinado cabello de Miles usando sus dedos como cepillo.
Terminó por ahuecar la mejilla del ojiverde y acariciar sus rojizos labios con su pulgar mientras Miles pasó a hacer exactamente lo mismo.
-Aún tengo un poco de sueño.-susurró Laurie, dejando una caricia en la ceja del mayor.
Miles asintió, separándose de él, dispuesto a continuar con su juego pausado, hasta que sintió a Laurie tomarlo de la muñeca.
-¿Quieres dormir conmigo?-preguntó apenado, en un susurro.
Miles asintió, subiendo cuidadosamente sobre la espalda de Laurie, apoyando su peso sobre sus rodillas, abrazándolo con un bazo por la cintura y con el otro por debajo de los brazos, de forma que podía acariciar su hombro y clavícula.
Su pecho desnudo encajaba con la espalda de Laurie perfectamente, como si las dos piezas perdidas del rompecabezas finalmente hubiesen encontrado su lugar.
Ambos dieron media vuelta, quedando en la misma posición pero de lado, Laurie besó el dorso de la mano de Miles que descansaba sobre su hombro, acarició la extensión del brazo sobre su cintura y terminó por entrelazar sus dedos con él, sintiendo como le besaba el cuello.
Quince minutos después ambos estaban totalmente dormidos, sin alejarse el uno del otro y sin cambiar de posición.
Se imaginarán la sorpresa del ama de llaves al llegar a casa en su día libre, para hacerle de comer a Miles mientras sus padres se encontraban de viaje y encontrarse al adolescente que ella prácticamente crió, abrazado a otro chico, medio desnudos, con marcas en el cuello y con dos envolturas de condones en el piso, además de la forma descuidada en que la ropa estaba regada por el piso.
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