Pequeñas estrellas
Para Nayeon, no existía nada más preciado y hermoso que su familia.
Es una persona muy hogareña, que creció en un ambiente sano y tranquilo. Criada por su madre y su abuela, quienes la han amado incondicionalmente desde su nacimiento, nunca tuvo que sufrir por ninguna clase de maltrato, y siempre lograba defenderse de aquellos que intentaban hacerla sentir menos.
La cantidad de amor que ha recibido a lo largo de su vida, hace contraste con la cantidad de odio que Jeongyeon obtiene día con día.
Y Nayeon es consciente de ello.
El día que la encontró al borde de la ventana, ya había empezado como un mal día para ella. Había un sentimiento de pena rodeandola desde temprano, ya que, el aniversario luctuoso de su padre estaba cerca.
Nunca supo mucho de él, solo sabía que él mismo acabó con su vida cuando ella tenía menos de un año, aunque era un tema muy sensible que evitaba hablar con su madre.
Ver a Jeongyeon cerca de ese mismo destino, había removido algo personal en su interior.
Por ese motivo, se prometió a sí misma ayudar a la chica encantadora del edificio vecino. Aún si aquello significaba involucrarla en su situación actual.
Regresaba de clases un lunes por la tarde, haciendo un par de compras en el camino; encargos que su madre le había hecho por la mañana. Cuando llegó a su departamento, saludó a su abuela con un beso en la mejilla, y ambas se pusieron manos a la obra con la comida.
Estaban por terminar de cocinar, cuando el timbre del lugar sonó. El primer pensamiento de Nayeon, fue qué tal vez su madre llegaba temprano del trabajo y olvidó sus llaves.
—Yo abro, abu —su abuela tararea en acuerdo y continúa con la labor.
La castaña se apresura a abrir la puerta con una gran sonrisa, en espera de ver a su madre.
Pero la escena ante sus ojos la deja helada, borrando su sonrisa de inmediato.
—Hola, ángel —murmura su preciada vecina, intentando no quejarse demasiado por el dolor que cubre su cuerpo.
—J-Jeongyeon —sus ojos viajan por el terrible estado en que se encuentra la chica
El ojo que recién estaba sanando, vuelve a verse morado y se cierra ante lo hinchado que se encuentra. Su labio inferior y parte de su frente están sangrando, también la ve presionar su abdomen con la respiración agitada.
—¿E-Estás ocupada? Hace u-unos días dijiste que p-podía buscarte cuando tuviera golpes —su voz suena rota, al tiempo que los quejidos de dolor son imposibles de retener—. N-No suelen dolerme demasiado, pero ahora estoy sangrando así que... S-Supongo que es grave.
Nayeon queda atónita por una variedad de motivos. Uno, es la primera vez que la ve a tan pocos centímetros de distancia, y aunque no tiene cabeza suficiente para pensar demasiado, no puede pasar por desapercibida la diferencia de altura que hay entre ambas. Dos, Jeongyeon sigue hablando de sus golpes como si no fuesen la gran cosa, como algo que no ve alarmante. Y tres, la sangre en su frente no deja de escurrir por su rostro, y ella está bastante segura de nunca haber presenciado a una persona en tan mal estado como su vecina ahora mismo.
Su análisis termina, no dice una sola palabra y de inmediato la guía directamente a su sala. Se asegura de que esté quieta y corre asustada en busca de su abuela.
—¿Quién era, cariño? —sus ojos viajan a su nieta, quién se encontraba tan pálida como un fantasma.
—¿T-Tenemos un botiquín?
La mayor de las Im se apresura a apagar el fuego de la estufa y casi de inmediato sale rápidamente de la cocina. No pregunta ni cuestiona para qué lo necesita, simplemente va al cuarto de baño y rebusca hasta encontrar el dichoso botiquín. Que no poseé mucho para su desgracia, pero tiene lo básico y suficiente para emergencias.
Mientras su abuela trae lo necesario, Nayeon no pierde tiempo en hacerle compañía a la chica herida.
—¿Cómo te sientes? —cuestiona apenas toma asiento a su lado. Jeongyeon apenas puede mirarla, pero se esfuerza en sonreírle a pesar de su dolor.
—Duelen, p-pero antes no dolían tanto... Ni siquiera cuando mi p-papá me golpeó la última vez me sentí tan mal como ahora —sisea de dolor. Se retuerce un poco en el sillón y sigue presionando su abdomen. Pronto, Nayeon siente curiosidad por saber qué ocurrió y cómo terminó tan mal.
—¿Tu papá te dejó así? —Yoo niega de inmediato.
—Unos chicos de l-la escuela —su voz pierde fuerza a medida que habla, no haciendo más que alarmar a la rubia—. Los encontré en el parque camino acá y no perdieron la oportunidad —un suspiro cargado de dolor.
Cuando la mayor intenta preguntar más, su abuela llega deprisa con un estuche pequeño en sus manos. La mujer mayor no puede evitar jadear de sorpresa ante la chica golpeada, quién le sonríe de lado y la mira con ojos agradecidos, aún si el dolor es insoportable en su rostro.
Ambas Im encuentran el gesto y el esfuerzo como algo encantador. Aunque lo dejan de lado casi de inmediato, apresurandose a atender las heridas más alarmantes primero.
—Limpias, desinfectas y presionas la herida de la frente hasta que el sangrado disminuya. Cuando termines, colocas la gasa y atendemos lo demás, ¿bien? —Nayeon asiente sin rechistar, tomando un paño para limpiar la herida, cuidando de no rozarla de manera brusca—. Buscaré hielo para su ojo y una pomada.
Ambas chicas tararean de acuerdo y la mayor se retira con prisa.
Cuando termina de limpiar y desinfectar la herida, presiona ésta con un paño distinto, esperando a que el sangrado se detenga.
Mientras espera, sus ojos viajan al rostro magullado de su vecina. Hace un escaneo detenidamente, aprovechando que la menor mantiene los ojos cerrados por el aturdimiento.
Empieza desde la herida, la cual parece sangrar en menor cantidad. Observa sus cejas, ligeramente fruncidas por el dolor que, ella supone y ve, es demasiado insoportable. Mira sus ojos, que lucen apretados y uno de ellos está herido; pero sus pestañas siguen siendo muy atractivas. Su vista termina cayendo en sus mejillas y nariz, que inevitablemente le roban una sonrisa al notar las pecas esparcidas por su piel.
Y aún si no es el mejor momento, ni la mejor de las situaciones, no puede evitar pensar en lo lindas que se ven y en el parecido que tienen con un montón de pequeñas estrellas.
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