Conmigo
Tras largos minutos atendiendo las heridas de Jeongyeon, ambas Im esperaban una respuesta más concreta de lo sucedido, y a la par, intentaban convencer a Yoo de asistir a un hospital.
—N-No me gustan los hospitales —el gran esfuerzo al hablar, junto con aquellos quejidos de dolor, no hacen más que preocupar a las otras mujeres.
—Cariño, sé qué tal vez tengas miedo de asistir a uno, pero nosotras no podemos atender lo que sea que tengas en el abdomen —con dulzura e intentando persuadir, la abuela Im insiste con la idea.
—Además, si es que tienes las costillas rotas, es sumamente peligroso. Vamos aunque sea a liberarnos de dudas, por favor —una mirada suplicante. Aún con su mareo, Jeongyeon se percata de ese apagón en sus ojos, recordando aquel viernes cuando se conocieron, y la rubia suplicaba para que no saltara. No le gustaba en lo absoluto ver esos orbes brillosos apagarse y ser afectados por sus malas decisiones.
Se hace una promesa, de no preocupar a su mayor de esa manera.
—Y-Yo... No puedo p-pagar la consulta... Y l-lo que menos quiero es... Que mi papá s-se entere —tan solo pensarlo, siente un escalofrío recorrer su cuerpo, quemando su interior bañado de recuerdos.
La imagen de su padre reprendiendo su comportamiento una vez más se expande por su mente y no puede contener la picazón en sus ojos. Su labio inferior tiembla, sus manos comienzan a sudar y su cuerpo duele más con anticipación. En ese estado, Jeongyeon sabe que no podría soportar un golpe más de su padre, se derrumbaría en el primer instante.
—N-No quiero que mi p-papá se entere —un susurro suplicante, que estremece a ambas mujeres, ya suponiendo de dónde proviene ese miedo.
—No te preocupes por eso, cariño —en un gesto maternal, la mujer mayor toma su mano y la tranquiliza con una suave caricia—. Nosotros nos encargamos del gasto, no es molestia en lo absoluto. Queremos ayudarte y es de todo corazón, no tenemos otras intenciones, y por supuesto que tu papá no se enterará —Jeongyeon quiere creerle, aún si ellas no pueden controlar la posibilidad de que su padre se entere, pero se esfuerza en creer.
—Está bien —termina aceptando en un resignado suspiro.
¿Cuál es el afán de esta familia con ser amables conmigo? Se cuestiona con una breve sonrisa pintandose en su lastimado rostro.
Tan pronto acepta, la Im mayor hace una llamada (a lo que Jeongyeon supone, llama a la madre de Nayeon), mientras su ángel la ayuda a levantarse y caminan con esfuerzo a la salida del edificio.
Sus sentidos se ponen alerta apenas pone un pie fuera de la estructura. La idea de que su padre logre verla en cualquier momento, la pone nerviosa, y casi de inmediato se aferra a la rubia que con esfuerzo la encamina al auto de su madre.
Está abrumada y no tiene control de la fuerza que ejerce en el hombro de la más baja.
Nayeon se da cuenta, y lo comprende.
—No te preocupes, Jeongie —a pesar de tener la vista afectada por los golpes, se permite apreciar los orbes brillantes de la rubia; quién con una seguridad que logra derrumbarla, le susurra—. Todo estará bien, yo me encargo de que él no se dé cuenta sobre lo ocurrido, ¿confías en mí?
Jeongyeon se deja llevar. Se ve a sí misma asintiendo en el reflejo del auto, por lo que recibe una cálida sonrisa de la chica que la carga en brazos.
—Entonces confía en que todo saldrá bien, estoy segura de que no ha pasado nada grave y no tendrán que internarte —con un poco de ayuda por parte de su abuela, logran ingresar a Jeongyeon en el auto—. Y en caso que deban hacerlo, bueno... Yo me haré responsable de tu cuidado —un guiño. Lo que basta y sobra para que el rostro magullado de la menor se ilumine en un tierno tono rosado, sintiéndose muy conmovida por la ayuda, y algo avergonzada por no poder hacer mucho ella sola.
El camino al hospital es tranquilo. Jeongyeon puede sentir que el dolor en su abdomen ya no es tan insoportable y puede respirar con más normalidad, por lo que ella supone, no hay ninguna fractura en su interior.
La suposición se confirma cuando luego de un largo chequeo, el doctor que la atiende le asegura que no hay mucho por lo que preocuparse. Y la noticia no solo tranquiliza a Jeongyeon, también lo hace con Nayeon y su abuela. Durante el chequeo sus demás heridas son atendidas y siente una gran diferencia al estar a manos de una enfermera que estar a manos de Nayeon. La simple comparación la hacen reír una vez que finalmente terminan de atenderla y le piden a la Im mayor firmar algo sobre medicamentos.
Su risa no pasa desapercibida por la rubia, quién se contagia de su acción aún si saber el porqué está riendo tan de pronto.
—¿De qué te ríes, Jeongie?
—No es nada, los golpes me hacen delirar.
A pesar del tono de broma en su voz, Nayeon no logra captarlo de esa forma, mirándola con una preocupación desbordante que llena su rostro de aflicción y Jeongyeon sabe que debe detenerla antes de que salga corriendo a buscar al doctor.
—No lo decía en serio —murmura pronto, ganándose ahora unos ojos curiosos sobre ella.
—¿Entonces? —la tensión en sus hombros desaparece y pregunta con suavidad.
—Solo pensaba en como hace un rato tú atendiste mis heridas y me sentí mejor —una sonrisa escapa de sus labios al ver como la rubia se pintaba de un tono carmesí muy adorable—, quiero decir, hasta mucho mejor que con esa enfermera. Y es... Lindo, me gusta mucho cómo me siento contigo, ¿tú crees que es bueno?
—Lo es —se apresura a responder—. También me siento muy bien contigo, ya sabes, hablar contigo durante la noche es divertido y es algo que no cambiaría nunca porque... Bueno, antes de hablar contigo yo no tenía a nadie con quién hacerlo, ¿entiendes? Es decir, si, mi mamá y mi abuela, pero no es lo mismo, tú sabes que no es lo mismo, o bueno quizá no lo entiendas de esa forma pero... Estoy divagando, lo siento.
Jeongyeon sonríe comprensiva aún si se había perdido a mitad del discurso.
Lo que si entendía, era que ambas pensaban lo mismo la una de la otra.
—Soy feliz cuando estás conmigo.
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