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Ángel

Varias semanas transcurren luego del incidente, aquel que se reproduce en un bucle dentro de la mente de Jeongyeon.

Durante este lapso, se hizo recurrente para ellas hablar durante las noches. Nayeon en un principio, solo quería asegurarse de que la chica se mantuviera a salvo, pero inevitablemente terminó encariñandose con ella.

De lo cual no tiene queja alguna, Jeongyeon era realmente una chica muy encantadora, que poseía una actitud inocente y demasiado dulce, y se sentía bastante cómoda con ella. Además, a Nayeon le gustaba ver su rostro iluminado bajo el brillo de la luna mientras charlaban.

Las primeras dos semana, no fue más que charlas triviales de personas que buscaban conocerse un poco. No hubo nada profundo, solo risas y una conversación tranquilamente natural.

Dos chicas conociéndose, dos mundos completamente distintos.

Nayeon no sabe qué clase de fuerza sobrenatural se apoderó de ella en un principio, porque evitó a toda costa cuestionar sobre el rostro lastimado de la chica. Primero quería ganarse un poco de su confianza, ya luego habría tiempo para indagar.

A Jeongyeon le resultó extraña la facilidad que tenía de hablar con la chica. Ella nunca se había relacionado con nadie, por eso mismo no tenía amigos o gente mínimamente cercana. Pero parecía desenvolverse muy fácilmente ante Im.

Antes, solo podía hablar de tal forma con la luna.

Y se permitió sentir orgullo por sí misma cuando se dió cuenta que, efectivamente, hizo una amiga, o al menos estaba en proceso de hacerlo.

Para la tercera semana, Jeongyeon volvía de la escuela con otro golpe en su rostro. Pero a diferencia de otras ocasiones, no se sentía al borde de una crisis. Solo podía pensar que durante la noche hablaría trivialidades con Nayeon y la luna estaría presente en su conversación. Eso la mantuvo tranquila durante el día, hasta se había permitido ignorar a su padre cuando éste intentó regañarla.

Cuando su tan esperada noche llega, no puede evitar observar a su vecina con una pequeña sonrisa y unos ojos brillantes. Para Nayeon, ella es muy linda.

—Hola —Nayeon la recibe con su suave y usual tono de voz.

—Hola, ángel —Im se sorprende ante al apodo, pero no le parece lo más mínimamente incómodo, al contrario, la tierna sonrisa que adorna el rostro de Jeongyeon solo lo hace lindo, así que su sonrisa crece.

—¿Y eso? ¿Soy un ángel?

Jeongyeon asiente de inmediato, acercando más la silla hacia la ventana, buscando tener una mejor visión de la sonrisa en la mayor. No puede evitar ampliar la suya al notar sus adorables dientes de conejo.

—No debería ser una sorpresa, es viernes, ¿lo recuerdas?

—¿A qué te refieres con que sea viernes?

—Hoy se cumple una semana más. Ya sabes, cuando me detuviste de...

—Entiendo —interrumpe de inmediato, no queriendo recordar a la chica al borde de la ventana, aún si en ese momento no la conocía—. Lo recuerdo muy bien, de no ser así, no estaríamos aquí.

Jeongyeon asiente, acomodando su largo cabello castaño. Mira un momento a la intrusa que la observa desde el cielo.

Nayeon aprovecha su distracción para detallar sus finos rasgos. No se había permitido ser lo suficientemente observadora con el físico de la chica, aunque a simple vista ya le parecía una chica muy bonita.

Su escaneo se detiene cuando nota la nueva mancha morada en su mejilla, por lo que, un poco alarmada, busca los ojos de Jeongyeon, pensando si es buena idea preguntar al respecto.

La castaña siente la mirada persistente de su vecina sobre su rostro. La mira a los ojos y se cuestiona mentalmente el porqué la observa con tanta preocupación.

—¿Estás bien? —la pregunta no hace más que confundirla.

¿Se veía mal acaso? No estaba al borde de la ventana como hace una semana, no comprendía a qué iba con esa pregunta, tampoco entendía la preocupación tan desbordante en sus ojos.

—¿No luzco bien?

—Tienes un golpe.

—¿Se ve mal? Tengo muchos, creo que todos se ven iguales, ¿o tiene un color diferente? Hace tiempo una señora me advirtió que me alarmara si el hematoma es demasiado grande, ¿es muy grande? ¿Por eso luzco mal?

Nayeon se queda en silencio por un momento, intentando procesar las palabras de la chica. Siente su corazón romperse al notar la normalidad con la que habla de sus golpes, como si no tuviera importancia, como si fuese normal vivir con algo así.

¿No veía la gravedad?

Entonces se da cuenta que tal vez, si, Jeongyeon lo ve normal, porque probablemente ha sido así toda su vida. Ese pensamiento la tiene casi al borde del llanto.

—No es muy grande, simplemente pensé que te dolía, es decir, ayer no estaba ahí —se toma un momento para respirar, procurando que su voz no se rompa—, podría ayudarte a sanarlo si duele mucho.

—Con el tiempo dejan de doler, nunca me ha hecho falta tener que tratarlos, se van al cabo de unos días —vuelve a restarle importancia. Pero algo en ella se siente mal con la forma en que su ángel la observa.

¿No era normal? Sabía de muchas personas que también eran acosadas en la escuela, ¿no era acaso algo muy común? Su mismo padre le había hecho saber que ese era su merecido, así era como ella debía vivir.

—Podrías llegar a tener un golpe severo, no los dejes sin tratar. Si gustas, cada que tengas un problema así, puedes venir a mi departamento y yo puedo atenderlos. Aunque no me gusta la idea de que suceda muy seguido —las últimas palabras se pierden, Jeongyeon solo puede pensar en su ofrecimiento.

La idea no es desagradable para Jeongyeon, aunque no piensa en absoluto por su bienestar. Acepta la oferta con la excusa de poder ver a su ángel más horas al día y mejor aún, muy de cerca.

Y con ese último pensamiento, la charla vuelve a las trivialidades y Jeongyeon logra dormir con una sonrisa.

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