El tigre ha llegado
Un rugido espeluznante resurgió de la nada y rompió con el silencio que los envolvía. Hyungwon elevó la vista y se encontró con algo que heló su sangre.
De la propia oscuridad de la noche, dos estelas de fuego azul comenzaron a brillar. Con cada movimiento de aquellas míticas llamas celestiales descendiendo, la silueta de un cuerpo comenzaba a dibujarse entre la neblina. Era un hombre joven, de porte elegante e imponente, con el cabello azabache hasta la cintura y atado en media cola por un cordel del mismo material que el cinturón que sostenía su túnica por la cintura. La túnica era del más blanco satén y el diseño se asemejaba al pelaje de un tigre.
Es un tigre blanco, el guardián de la montaña, pensó Hyungwon, sintiendo el temblor de sus piernas pero sin poder escapar. Quería gritar, moverse, correr ladera abajo y salvar su vida, pero sabía que sería imposible, le habían condenado allí.
Aquel chico de ojos encendidos por las llamas azules, continuó descendiendo los escalones desgastados de piedra, con pasos lentos y seguros, mirándole con atención, para luego enfrentarse al chico de la máscara y sonreírle con ternura. Dos hoyuelos se marcaron en la nívea piel de su rostro.
-Lo has hecho bien, buen trabajo -le elogió. Su voz era grave y seductora, con un tono de picardía al último.
El tigre guardian, también conocido como Jooheon, alzó una de sus manos hasta el rostro del enmascarado, quien se tensó frente a su cercanía, y acarició un mechón de sus cabellos blancos que flotaba por la brisa de la madrugada con sus dedos.
-Has sido muy bueno -volvió a elogiarle, con una dulce sonrisa en sus labios.
Minhyuk no podía parar de temblar, por la expectativa de ser libre a la vez que la agonía por tenerlo tan cerca. Le había servido por siglos y, aún así, su presencia siempre le imponía respeto y un sentimiento de terror frío en la espalda. El aura del tigre era demasiado poderosa para sus sentidos. Era tan agobiante...
El lacayo vio las intenciones del gran dios cuando este se posicionó frente a él, y entonces, comenzó a cantar en un tono desesperado y rasgado en su garganta, estaba eufórico y en alguna clase de trance.
-Eres bueno, ¡Eres tan bueno!, ¿bailarías conmigo? divirtámonos, divirtámonos -recitó él, sintiendo los cálidos dedos de su señor contra la máscara para quitarla con gentileza.
La brisa nocturna acarició su piel por primera vez en decenas de años y un gemido de satisfacción brotó desde su garganta, incapaz de poder refrenarse por el placer que su tan añorada libertad le había generado. Se encontró con aquellos zafiros viéndole y supo que estaba llorando, podía sentir el frío y húmedo río descender por sus mejillas.
Sin embargo, Minhyuk le sonrió, siguió sonriendo como si de una fiesta se tratara, a pesar de sentir la agonía que envenenaba su propia alma. Sabía lo que había hecho, lo que había sacrificado para ser finalmente liberado y lo que le esperaba al pobre chico que había capturado con sus engaños y letanías. Pero el pesar por su familia pesaba más dentro de su corazón. Esperaba poder encontrarse con su madre y su querida hermanita del otro lado del río estigio, finalmente...
Jooheon le sostuvo una mejilla, ignorando por completo sus lágrimas, y unió sus labios con el chico en un suave y lento beso. Al separarse, el tigre se hizo a un lado y le dio la espalda para comenzar a caminar en dirección de su nueva presa.
Minhyuk por fin podría encontrarse con ellas, sabía que su final estaba cerca, aquel beso le había permitido terminar con su servicio y dejar el plano terrenal. Era libre, finalmente, él era libre...
Miró por sobre su hombro y se encontró con los aterrorizados ojos del chico alto. En esos ojos se vio a sí mismo y, otra vez, la agonía le quemó las entrañas. Ya se sabía condenado al infierno, solo quería ver a su familia y luego perecer en las llamas infernales. Pronto acabaría todo...
-Muestra alguno de tus talentos, ahora esta será tu tumba -cantó, manteniendo la mirada del jovencito que había capturado.
Hyungwon se horrorizó al ver el rostro, joven y atractivo, de aquel traicionero chico. Sus ojos eran efectivamente de un color carmesí, su piel como la porcelana misma, y sus cabellos finos y blancos, siendo arrastrados por el viento del bosque. Ni una sola marca que delatara donde la máscara de madera se había sostenido por miles de décadas arruinaba su fino rostro. Pero si lo hacían las lágrimas, gruesas y decadentes, resbalando por sus mejillas, mientras aquella sonrisa desquiciada seguía en sus rosados labios como si aquello realmente le divirtiera.
-¡Eres bueno, eres tan bueno! -siguió cantando, con la voz desgarrada y cargada de locura- ¡Bailemos todos, divirtámonos, divirtámonos!
Hyungwon perdió de vista lo que el chico loco siguiera haciendo en el momento en que el dios tigre, el guardián de aquella montaña mística, se le paró enfrente y atrapó su mirada. Todo su cuerpo se tensó y encogió en el lugar, ahogado repentinamente por el poder que emanaba su aura. Era realmente insoportable de sentir en el débil cuerpo de un humano.
-Pronto todo mejorará -dijo él. Su voz salió como en un ronroneo dulce y gentil.
Hyungwon se sofocó y sintió sus rodillas temblar, no supo decir si por el miedo o por el agotamiento que le generaba el soportar semejante cantidad de magia y energía sobrenatural.
Jooheon le tomó por la garganta en un rápido movimiento e, instintivamente, llevó ambas manos a su antebrazo para quitarselo. Una de las cejas del tigre se alzó seductoramente cuando notó su reacción ante él. Intentó forcejear con el tigre pero era inútil, su fuerza no se equiparaba a la del dios animal, ni siquiera era un rival para él.
-No te resistas, será peor para ti -volvió a decir con aquel ronroneo.
En un movimiento imperceptible, Jooheon avanzó hacia él y unió sus labios en un salvaje y tórrido beso que le quitó el aliento al jovencito. En ese preciso instante, Minhyuk cerró sus ojos y abrió sus brazos al aire, dejándose envolver por la brisa del casi amanecer.
-Todo desaparecerá cuando abras los ojos, en este largo camino embrujado -cantó, conteniendo el sollozo-. Por la montaña del... Dios -continuó, bajando un poco la voz para terminar gritando la última palabra.
Hyungwon escuchó sus plegarias, escuchó la agonía en su voz y las palabras que aquel chico cantaba con tanto pesar. Supo que él había sido su reemplazo en el mismo segundo en que aquel chico le miró sin la máscara. Aquellos ojos habían calado profundamente hasta tocar su alma y saber lo que había hecho, comprender que había sido todo aquel ritual.
Cuando el tigre liberó sus labios y él intentó recuperar el aliento, sintió el gusto metálico de la sangre en su lengua a la vez que perdía el sentido de la visión. El dios tigre le había mordido y puesto la máscara. El pasaje estaba completado.
Escuchó el grito agónico de su antecesor mientras él caía de rodillas al suelo por el torbellino de sensaciones extrañas que aquella máscara generó en su cuerpo tan repentinamente. Buscó de verle, encontrándose con sus ojos de sangre bien abiertos, también observándole.
Dos seres conectados por su propio sacrificio y agonía.
Minhyuk supo que su tiempo había terminado, notó como los dedos de sus manos comenzaron a deshacerse lentamente, como si se tratara de cenizas luego de un incendio. No podia dejar de llorar ni temblar, su cuerpo ya no reaccionaba y él solo podía ver al frente, mantener sus ojos sobre el dios tigre y aquel muchacho que, al igual que él, poco a poco iba sufriendo su misma transformación en un espíritu Changgwi.
Siguieron viéndose el uno al otro hasta que el cuerpo de Minhyuk no fue más que una simple estela de polvo brillante que fue llevada por el viento mientras que Hyungwon seguía de rodillas, incapaz de ponerse de pie aun. Las antiguas ropas del anterior espíritu cayeron sin gracia al suelo, ensuciándose con la tierra y la gramilla.
La sucesión se había realizado. Un alma se perdía a la vez que otra ingresaba al culto del dios de la montaña.
Con la repentina lucidez de comprender lo que acababa de ocurrir, Hyungwon se paró rápidamente y se encontró con el dios a su lado, esperando por él pacientemente.
-Eres bienvenido a mis tierras, ahora me deberás servir con alegría y respeto -dijo, sonriéndole.
Sin esperar nada por respuesta, Jooheon se giró para regresar por el camino del cual había aparecido anteriormente. Sus pasos, como siempre, manteniendo la elegancia y serenidad que su porte mostraban.
Con el peso de su nuevo deber sobre sus hombros, Hyungwon simplemente obedeció.
Se acercó donde las ropas del anterior cuidados estaban y, cuidadosamente, las tomó para observarlas detenidamente. Dejando salir un suspiro de pesar, apretó su puño contra la tela y echó a andar detrás del tigre de la montaña.
Un nuevo servidor se había instaurado, el espíritu Changgwi debía de servirle al gran dios tigre por la eternidad.
• FIN •
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