❀ siete ➳ ❝ donde pertenezco ❞
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❝ A ᴠᴇᴄᴇs, ᴇs ɴᴇᴄᴇsᴀʀɪᴏ ᴛᴏᴄᴀʀ ғᴏɴᴅᴏ ᴘᴀʀᴀ ᴇɴᴄᴏɴᴛʀᴀʀ ᴇʟ ɪᴍᴘᴜʟsᴏ ǫᴜᴇ ɴᴇᴄᴇsɪᴛᴀᴍᴏs ᴘᴀʀᴀ ᴄᴀᴍʙɪᴀʀ. ❞
La adrenalina se disparó en mi cuerpo mientras intentaba apresuradamente ponerme la ropa.
Cada movimiento era torpe por la prisa y la ansiedad. Cuando estaba tratando de colocarme el pantalón, mis pies me jugaron una mala pasada, tropezando con la tela y cayendo hacia un mueble cercano. Todo lo que había encima del mueble cayó al suelo con un estruendo: lámpara, libros y un jarrón se estrellaron ruidosamente.
—Maldición... —maldije por lo bajo, el dolor del golpe irradiando por mi costado. No podía detenerme, tenía que vestirme a toda prisa.
La puerta se abrió de golpe y el padre de Hyerim entró en la habitación. Mi corazón se detuvo al ver la escopeta en sus manos, sus ojos llenos de furia y confusión.
—¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —gritó, su voz retumbando como un trueno.
¿Cómo es posible que nadie podía actuar de manera normal, sin escopetas de por medio?
—¡Papá, por favor, no es lo que parece! —Hyerim intentó calmarlo.
Me incorporé torpemente, todavía tirado en el suelo, mientras intentaba subirme los pantalones con las manos temblorosas. El dolor del golpe palpitaba, pero el miedo superaba cualquier otra sensación.
—Señor, puedo explicarlo —intenté decir, pero mi voz apenas era un susurro.
El padre de Hyerim me miró con desdén, su agarre en la escopeta firme y amenazante.
—Más te vale, muchacho, o te aseguro que lamentarás haber puesto un pie en mi casa. —dijo con frialdad y sus ojos llenos de ira.
Hyerim se interpuso entre nosotros, con su rostro pálido. Fue una maldita señal el no tener el condón. Nos hubiera encontrado en pleno acto sexual y ahí ya estaría muerto.
Muertísimo.
—Papá, te lo ruego, baja el arma. No es lo que piensas. Jungkook es mi amigo, estábamos hablando, nada más.
Las palabras de Hyerim parecieron calmar un poco a su padre, aunque la tensión en la habitación seguía siendo espesa. Finalmente, bajó el arma aún observándome de mala manera.
—Hablar, ¿eh? ¿Sin la ropa? ¿Qué clase de conversación es esa?
—Ya no soy una niña, papá.
—¿Qué hace un hombre metido en nuestra casa, Hyerim?
Me levanté con dificultad, el dolor y la adrenalina aún corriendo por mi cuerpo. Que golpe de mierda me había dado.
—Lo siento mucho, señor. Yo no soy de aquí, soy de la ciudad. Estaba perdido, sin celular, sin nada y su hija fue amable al darme un techo estos días hasta que usted llegara, así podría pedirle el favor de llevarme de vuelta donde pertenezco. — terminé de hablar, pero creo que no utilicé las palabras correctas.
La expresión de Hyerim cambió en un instante. Sus ojos se llenaron de una mezcla de dolor y decepción, una mirada que se clavó en mi alma. La vi parpadear rápidamente, intentando contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse.
En ese momento, la pregunta que había estado evitando me golpeó con toda su fuerza: ¿dónde pertenecía realmente?
El escenario, las luces brillantes, el rugido de la multitud... Todo eso había sido mi vida. Ser un artista no era solo una profesión, era una identidad que había forjado con esfuerzo y dedicación. Mis fans eran una parte vital de mi existencia, y quiero hacerlas sentir orgullosas, ser una fuente de inspiración y alegría para ellas.
No mas problemas.
Pero ahora, frente a Hyerim, el amor más puro y real que había sentido, todas esas certezas se tambaleaban. Ella era más que una distracción de la vida que había dejado atrás; era una razón para reconsiderar mis prioridades, una razón para imaginar un futuro diferente.
La presión de volver a mi vida anterior era inmensa, pero la idea de dejarla, de alejarme del amor que había comenzado a sentir y que podríamos haber construido era igualmente insoportable.
—Jungkook, yo... yo pensaba que... —comenzó, pero no pudo terminar la frase.
—No sé que está sucediendo aquí, así que quiero explicaciones señorita. — se dirigió a su hija. — y tú, salgo mañana a primera hora, ¿está bien?
Apreté mis labios, para finalmente asentir y terminar haciendo una reverencia en noventa grados por haber actuado así en su casa.
—Está bien, señor.
Hyerim salió de la habitación siguiendo a su padre y yo me quedé solo. El nudo en mi estómago se apretaba con una fuerza casi insoportable, mientras un nudo similar en mi garganta me dificultaba respirar. Me sentía mal, realmente mal. El dolor hace días atrás que sentía al pensar en separarme de ella, no se comparaba con el que estaba sintiendo justo ahora.
Después de lo que pareció una eternidad, conseguí calmarme lo suficiente para salir de la habitación. Al abrir la puerta, el ambiente en la casa ya no era tan hostil. El padre de Hyerim y ella estaban hablando en la sala, sus voces bajas y cargadas de una mezcla de emociones.
Él me miró brevemente, sus ojos aún llenos de una desconfianza cautelosa, pero al menos ya no estaba empuñando la escopeta. Hyerim, en cambio, me vio y trató de secar rápidamente las lágrimas de su rostro, intentando evitar que notara su dolor. Pero era imposible no verlo.
Mi corazón se rompió un poco más al verla así. Quería correr hacia ella, abrazarla y prometerle que todo estaría bien, que encontraríamos una manera de estar juntos sin importar las circunstancias. Pero las realidades que ambos enfrentábamos eran demasiado grandes para ignorarlas.
—Señor, lo siento muchísimo. La impresión que se debe llevar de mí no es la mejor, lo tengo claro. Pero nunca esperé encontrarme con este lugar ni con esta persona en particular. — comencé a hablar, mirando a mi preciosa chica que estaba viéndome con curiosidad. — me recibió con una escopeta por haber irrumpido y puedo notar que son iguales. Ella me dejó quedarme unos días, a cambio de ayudar con la granja y acepté, no tenía donde ir, ni a quien acudir. Me sentía completamente perdido y solo. Cometí tantos errores en mi vida de cuales me arrepiento muchísimo, pero el haberla conocido será lo mejor que me pudo pasar. — mi voz salió temblorosa. Pude notar que poco a poco comenzó a comprender todo, a unir los puntos y dio un suspiro. — me enseñó muchas cosas y encontré una razón para mejorar. De cambiar. Me enamoré perdidamente de su hija, señor... —continué, mis palabras saliendo con una sinceridad que no podía ocultar—. No solo por su belleza, sino por su fortaleza, su bondad y su capacidad de hacerme querer ser mejor cada día. Ella es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.
Mientras hablaba, vi cómo la sorpresa en el rostro del padre de Hyerim se profundizaba. Sus ojos se suavizaron, y por un momento, parecía estar reconsiderando su postura. Luego, dirigió su mirada hacia su hija.
—Lo siento por haberte apuntado con una escopeta, ¿bien? Pero comprende que eres un extraño para mí. Mi hija es grande, lo sé, pero para mí sigue siendo mi chiquita y verte con los pantalones abajo solo hizo que mi ira creciera. Oh maldito puerco... — mi cara se transformó cuando una leve ira comenzó a crecer nuevamente en él, pero enseguida cerró sus ojos y respiró de manera profunda. — bien, ya estoy bien. Borraré de mi memoria ese momento y creo que ustedes deberían hablar.
No estaba seguro de que Hyerim quisiera eso. Ni siquiera me dirigía la mirada.
—Hye, ¿podemos...
Ella se levantó como si tuviera una especie de resorte y caminó hasta la puerta. El señor levantó sus cejas y comprendí que quizás nada bueno saldría de aquella conversación.
O puede que sí.
Salí hasta el porche, que es donde ella se estaba. El aire fresco de la noche nos envolvió en el exterior, el cielo estrellado ofreciendo un telón de fondo sereno a nuestro momento crucial. Hyerim se detuvo y se cruzó de brazos, mirándome expectante, claramente esperando mis palabras.
Respiré hondo, sintiendo el peso de todo lo que necesitaba decirle.
—Hyerim, lo siento por todo lo que ha pasado hoy —comencé, mi voz llena de sinceridad—. Nunca quise que las cosas se complicaran así, lo que menos quiero es darte problemas.
Sus ojos se suavizaron un poco, aunque su postura seguía tensa. Sabía que debía ser honesto con ella, más allá de las disculpas.
—No esperaba enamorarme de ti —continué, mis palabras saliendo con dificultad pero con una verdad palpable—. Pero así sucedieron las cosas. Eres lo mejor que me ha pasado, y cada momento contigo me ha hecho ver la vida de una manera completamente nueva.
Ella abrió la boca para decir algo, pero levanté una mano suavemente, pidiéndole que me dejara terminar.
—Definitivamente, no quiero dejarte —dije, dando un paso más cerca de ella—. Por eso, te pido algo que quizás sea demasiado. Quiero que te vengas conmigo. — mis palabras salieron de manera rápida y cerré mis ojos evitando el contacto por los nervios que estaba sintiendo. — Empecemos una vida juntos. Sé que puede parecer impulsivo, pero estoy seguro de que podemos ser felices. Quiero construir un futuro contigo.
Ella me miraba con una tristeza absoluta, una tristeza que me rompía el corazón. Antes de que ella pronunciara siquiera una palabra, entendí la verdad dolorosa que se avecinaba.
La esperanza que había mantenido en mi corazón empezó a desvanecerse lentamente, sustituida por una realidad ineludible. Su mirada lo decía todo. Era una mezcla de amor y dolor, de querer estar conmigo pero sabiendo que no podía dejar atrás todo lo que había conocido y amado.
—Jungkook... —comenzó, su voz quebrada y sus ojos llenos de lágrimas.
No necesitaba que terminara la frase. Lo entendí. Lo supe. Pero la dejé continuar porque necesitaba oírlo, necesitaba escuchar para comprenderlo.
—Te amo más de lo que puedo describir, pero no puedo dejar mi vida aquí. Mi familia, mis amigos, todo lo que siempre he conocido está aquí. No puedo irme y dejar todo atrás...
Asentí, luchando por mantener mi compostura mientras mi corazón se rompía en mil pedazos. Sabía que sus palabras eran sinceras, y aunque dolieran, entendía su dilema. Su vida y sus raíces estaban profundamente entrelazadas con este lugar.
¿Y quién no? Si este lugar era increíblemente mágico.
—Yo... yo entiendo... — Aclaré mi garganta, tratando de darle una sonrisa para que estuviera tranquila. Pero fracasé, porque fue mas una mueca lo que salió de mis labios.
—Te dije que teníamos vidas diferentes. Tú estás hecho para estar en el escenario, ese es tu mundo y tú vida. No permitas que malas influencias te hagan salir del camino al que tanto sacrificio le has dedicado, cambia por ti y solo por ti.
No comprendí al cien sus palabras. Me sentía extraño, como si estuviera flotando en este mismo instante. Me afirmé del barandal evitando tropezarme cuando comencé a escuchar la voz de Hyerim lejos, como un eco. Negué repetidas veces mi cabeza para intentar volver en sí, fallando en el intento.
Comencé a alejarme, o eso creo, sintiendo mis pasos torpes y a lo lejos, muy lejos, escuchaba mi nombre. Caminaba como si estuviera completamente ebrio, como cuando encontraba refugio en el alcohol cuando me sentía muy abrumado por el estrés de mi vida.
Miraba a mi alrededor, no sabiendo muy bien donde me encontraba. Solo veía vegetación, pero no habían casas. De pronto, una angustia comenzó a crecer en mi interior, como si algo quisiera salir de mi pecho.
—Ayuda...
Murmuré a la nada. Caí al piso respirando con dificultad, ¿qué estaba sucediendo? ¿Me iba a morir justo aquí? ¿Dónde estaba Hyerim? La necesitaba.
—Tranquilo, muchacho...
Casi poniendo los ojos en blanco, luché para ver quien me había hablado. Pude distinguir a la anciana que me recibió cuando llegué aquí.
—Necesito... ayuda...
—No fuerces a mantenerte despierto. Ya no debes estar acá, debes volver.
Cerré mis ojos al sentir como martillaba mi cabeza. Dolía mucho.
—¿Qué... qué significa...
—Has cumplido el propósito. Tú tendrás un cambio excepcional, felicidades, muchacho.
Me sentía como si estuviera caminando a través de una niebla espesa, sin poder ver más allá de mis propios pies. Cada cosa que veía se tornaba borrosa y difusa, como si estuviera mirando a través de un vidrio empañado. Me esforzaba por concentrarme, pero mi mente se tornaba confusa.
—¿Qué está ocurriendo...
Luché mucho para no caer, pero fue imposible. La luz se apagó y me sumergí en la oscuridad. Me sentí flotando en el aire, sin control sobre mi cuerpo ni sobre mi mente. Y todo lo que quedó fue el recuerdo de ella sonriendo hacia mí, y la palabra "Hyerim" murmurada en mi mente como un susurro eterno.
De manera lejana, podía oír gritos. Todo era confuso y distante, como si estuviera atrapado en un sueño lúgubre. En un abrir y cerrar de ojos, Ahora me encontraba en un lugar que no reconocía, completamente desolado. Ya no había bosques verdes ni el frescor del aire libre; solo paredes oscuras, frías, que se alzaban a mi alrededor como una prisión sin salida.
—¡Desfibrilador! —oí un grito que resonaba como un eco, fragmentado y lejano.
¿Era el hospital? La sensación de estar perdido y alejado de la realidad se intensificaba con cada segundo. Cuando una luz brillante comenzó a apuntar en mi dirección, me llené de un pánico irracional. Corrí, mis piernas moviéndose instintivamente, los zumbidos en mis oídos intensificándose con cada paso.
La luz se acercaba más y más, una fuerza cegadora que me obligó a cerrar los ojos por su intensidad. Sentí que corría hacia un abismo, pero no podía detenerme. Entonces, de repente, todo cambió. Abrí los ojos de golpe.
—Bien hecho, el paciente vuelve a tener latidos y su saturación poco a poco se estabiliza.
Miraba a mi alrededor, asustado y desorientado. El entorno del hospital era frío y clínico, las luces brillantes y los monitores emitiendo pitidos constantes. ¿Qué ocurría? ¿Cómo había llegado allí? Intenté levantarme, pero una mano firme me lo impidió.
—Acaba de despertar de un coma, señor Jeon. Tuvo un paro cardiorespiratorio y estuvo a punto de morir nuevamente, no puede levantarse aún, hay que hacerle estudios...
¿Nuevamente? Las palabras resonaron en mi mente, confusas y aterradoras. Todo se sentía irreal, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar. Cerré los ojos mientras un mareo me invadía, tratando de procesar lo que había escuchado.
—Yoongi... ¿dónde está él? Necesito hablar con él...
Mi voz salía rasposa por lo seca que estaba mi garganta. Aún me sentía desorientado y mis ojos aún pesaban, pero no quería volver a dormir. Estaba asustado.
—No puede recibir visitas hoy, señor. Hay que chequear su estado de salud, como está su hígado o riñón, si tiene alguna secuela después de todo lo que consumió...
Me sentía completamente perdido. No recuerdo nada luego de caer en absoluta oscuridad, lo único que recuerdo es que bebí hasta perder el conocimiento.
—¿Qué consumí?
—Mezcló una enorme cantidad de antidepresivos con alcohol, llegó aquí casi muerto. Logramos hacerle un lavado gástrico y darle una cantidad de flumazelino, que se podría decir que es un antídoto para estos casos de intentos de suicidio...
Intenté procesar lo que me decían, pero era como si mis pensamientos estuvieran envueltos en una niebla espesa. ¿Yo intenté acabar con mi vida? La pregunta giraba en mi mente, una y otra vez, pero no encontraba respuesta. Me sentía abrumadoramente perdido, atrapado en un laberinto de incertidumbre y confusión.
Las imágenes de los últimos días volvieron a mí en fragmentos desordenados: haber discutido con Yoongi, que él renunciara, sentirme perdido. Pero no podía recordar un momento en el que hubiera decidido conscientemente hacer algo tan drástico. ¿Qué había sucedido? ¿Cómo había llegado a este punto?
Intenté hablar, preguntar, entender, pero las palabras no salían. Mi garganta estaba seca, y cada intento de formular una pregunta se ahogaba en un nudo de emociones. Miré a la enfermera, que seguía monitoreando mis signos vitales, y traté de captar su atención.
—¿Cuándo podré irme?
Ella me dedicó una mirada de compasión y palmeó mi hombro.
—Tuvo un episodio muy grave, señor Jeon. Los detalles completos están siendo revisados, pero lo importante es que ahora está estable. Aún no puede irse. Necesita descansar y recuperarse.
—¿Me podrían traer agua, por favor?
Ella asintió de inmediato y salió en busca de lo que pedí. Miré el techo intentando hacer memoria, porque mi mente me estaba jugando una mala pasada. Era como si estuviera borrando imágenes, como si cada intento de recordar se encontrara con una pared insuperable. Arrugué mi frente, esforzándome por descifrar el caos que eran ahora mis recuerdos. ¿Bonseo? ¿Bonyeon? Los nombres flotaban en mi mente, pero no encontraba ningún ancla a la realidad.
¿Estuve en algún lugar?
¿Por qué sentía que olvidaba algo importante?
Luego de unos minutos de estar esperando el agua y estar con este intenso dolor de cabeza, vi entrar por el umbral a Yoongi, seguido de mis padres a pesar de la negativa de los doctores en un comienzo. La presencia de él, siempre tan sereno, me dio un escalofrío en el cuerpo. Pero fue al ver a mis padres cuando todo el peso de la situación se derrumbó sobre mí.
Mamá apenas me vio, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Antes de que pudiera decir una sola palabra, se largó a llorar, un llanto desgarrador que rompió cualquier barrera de contención que aún me quedaba. Sin poder aguantarlo más, la imité, dejando que las lágrimas fluyeran libremente.
Me sentía tan mal.
Era una mezcla de vergüenza, culpa y desesperación. Ver a mis padres y a Yoongi allí, preocupados por mí, solo aumentaba mi sensación de fracaso. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había permitido que mi vida se desmoronara de esta manera?
Mi padre, normalmente tan fuerte y estoico, se acercó y me tomó la mano. Sus ojos estaban vidriosos, pero mantenía la compostura por mi bien.
—Jungkook, hijo... —su voz tembló un poco—. Todo va a estar bien, lo sabes, ¿verdad?
Yoongi se acercó al otro lado de la cama, su mirada llena de preocupación y apoyo silencioso. Siempre había sido el que me entendía sin necesidad de palabras, y su presencia me daba una especie de paz.
—Creo que no es el momento para decir lo estúpido que fuiste y cuanto me asusté al verte de esa manera tendido en el piso... —dijo Yoongi suavemente, con su voz temblorosa—. No estás solo en esto, tonto. Renuncié al trabajo, pero sigo siendo tu amigo y hermano, tienes todo nuestro apoyo...
Mamá seguía llorando, y todo lo que quería hacer era consolarla, decirle que todo estaría bien, pero no tenía las fuerzas ni las palabras para hacerlo.
—Lo siento... —logré decir entre sollozos, mi voz quebrada por la emoción—. Lo siento tanto...
Mamá se acercó y me abrazó con fuerza, su llanto mezclándose con el mío. Sentir su calidez, su amor incondicional, me dio un destello de esperanza. Quizás, con ellos a mi lado, podría encontrar la manera de superar esto, de reconstruir lo que se había roto dentro de mí.
Pero, ¿por qué sentía que otro motivo era el causante de querer cambiar y mejorar?
Upsi, nos vemos en el próximo ❤️🥺.
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