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❀ dos ➳ ❝ modo de escape ❞




❝ Esᴏ ᴇs ᴇʟ ᴀᴘʀᴇɴᴅɪᴢᴀᴊᴇ. Eɴᴛᴇɴᴅᴇʀ ᴅᴇ ʀᴇᴘᴇɴᴛᴇ ᴀʟɢᴏ ǫᴜᴇ sɪᴇᴍᴘʀᴇ ʜᴀs ᴇɴᴛᴇɴᴅɪᴅᴏ, ᴘᴇʀᴏ ᴅᴇ ᴜɴᴀ ᴍᴀɴᴇʀᴀ ɴᴜᴇᴠᴀ. ❞






𝘚𝘶 𝘴𝘦𝘮𝘣𝘭𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘳𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘰𝘣𝘳𝘢 maestra esculpidos por los mismos dioses. Pude sentir en ese momento como el tiempo se detuvo, y me vi atrapado en la belleza etérea que emanaba aquel rostro.

—Te vuelvo a preguntar, ¿quién eres y qué haces fuera de mi casa?

Arreglé mis cabellos queriendo verme lo más presentable posible y sonreí abiertamente.

—Hola, linda. Me encuentro algo perdido por estos lados y llegué a parar por aquí. Soy Jeon Jungkook, un gusto... — estiré mi mano esperando la estrechez, pero nada de eso llegó.

—No eres de por aquí, ¿de dónde eres?

—¿Tampoco sabes quien soy? — pregunté totalmente indignado. — esto es increíble, ¿viven bajo una maldita piedra?

—¿Por qué debería conocerte, imbécil? — su tono hostil me dejó claro que no estaba para bromas.

—Porque soy el cantante mas famoso en Corea actualmente... — expliqué con mi cabeza muy en alto. — he ganado muchos premios, soy el primer solista coreano en liderar las listas Billboard, tuve una nominación a un Grammy, ¿realmente no me conoces?

Ella me observó momentáneamente para abrir sus ojos bien grandes y asintió de manera frenética.

—Oh, Jeon Jungkook...

—¡Sí! ¿Ya sabes quién soy?

—No. — su sonrisa se borró rápidamente y cruzó sus brazos. — no somos de mucha televisión por este sector, chico. No creo que alguna casa tenga conexión a Internet, menos a tv cable. Con suerte escuchamos la radio, pero créeme, la mayoría de canciones que suenan en la única estación de radio, solo es música de otra generación.

—¿Cómo lo hacen para vivir así? Sería un martirio.

—La gente aquí tiene que sobrevivir con lo que hay. — se encogió de hombros. Aún tenía el arma apuntando en mi dirección.

—Oye, ¿podrías... — apunté la escopeta. — esto, ya sabes, bajarla.

—¿Por qué lo haría? Eres un total desconocido. ¿Quién me asegura que no vienes a robarte las moras? O también los tomates, las fresas... — movió su dedo índice. — no, no, llamaré a la policía.

—¿Tienen policía aquí? — pregunté totalmente esperanzado. Creo que ese era mi método de escape. — llámala, por favor, llámalos, te lo suplico...

Sus ojos, aunque me miraban directamente, transmitían una desconfianza total.

—¿Quién rayos eres?

—Puedo ser lo que tú quieras, amor. Ya sabes... — guiñé un ojo netamente para molestar, pero eso no le hizo mucha gracia a la chica guapa, quien de inmediato puso una mano en mi hombro logrando que terminara de rodillas en el piso de manera veloz.

—Bam. — llamó al can quien de inmediato se acercó para comenzar a olerme y a mostrarme sus dientes puntiagudos. — ¿estás bien ahí, amor?

—Tú ganas chica campesina, tú ganas.

Levanté mi rostro para fijarme en sus brazos y no se veía que tuviera tanto músculo, pero su fuerza era brutal. Yo que me ejercito a diario puedo asegurar que ella me superaba fácilmente. De manera lenta ella soltó su agarre y volvió a tomar el arma con ambas manos.

—Entra.

Miré en dirección a la puerta, lo que se me permitía ver hacia dentro y pude divisar que todo era rústico por estos lugares.

—No, porque me matarás allá dentro y nadie sabrá de mí.

—¿Cómo supiste de mis planes? — levantó una ceja sonriendo levemente, lo cual la hizo ver demasiado sexy para mi gusto.

—Instinto.

—Te dejaré ir, ¿bien? Creo que eres muy estúpido para hacer algo que afecte mi cosecha o ponga en peligro a algún animal.

—¿Gracias?

Me sentía levemente ofendido, pero lejos de la realidad no se encontraba. Cuando pequeño odiaba visitar a la tía Seungmin porque vivía en una zona muy rural y creo que quedé levemente traumado desde que capté que usaban a las mismas gallinas que criaban para hacer comidas.

No podría comerme a un animal que estoy criando.

Mi vida estaba en la ciudad, la contaminación, el ruido, a la multitud.

—No vuelvas a este lugar, ¿oíste? No te volveré a salvar de mis perros.

—Créeme que lo que más quiero es salir de este lugar.

Mis palabras fueron suficientes para que ella bajara el arma y la dejara reposar en el suelo, mientras que con su barbilla apuntaba en dirección a la salida. Y así lo hice, no esperé un momento más para salir de aquel lugar tan apestoso y horrendo.

Sus perros aún me miraban recelosos, como esperando una orden de su ama que les permitiera acabar conmigo.

Me sentía enormemente perdido y el no saber que hacer me estaba generando un estrés. ¿Dónde quedaba este pueblo para que Yoongi pueda venir por mí? ¿Dónde estoy justamente ahora?

Caminé sin rumbo esperando encontrar algo que pudiera ayudarme, pero solo logré que ahora no supiera como volver a la casa de la anciana justiciera. Ya era de noche y aunque fuera un pueblo casi sin habitantes, uno no sabía a que loco se podía encontrar en el camino.

El sonido de los grillos se escuchaban con fuerza y a mi costado pude divisar a una pequeña luciérnaga, lo cual hizo detener mi andar para quedarme a observarla. Cuando apareció otra, siguiendo de otra más, que llegó un punto en donde habían muchísimas dejándome sorprendido.

Nunca había presenciado esto.

Sus luces intermitentes dibujan patrones caprichosos en el aire, como estrellas fugaces que decidieron quedarse un poco más.
Quise sacar mi celular para recordar este momento en otra oportunidad, pero no estaba conmigo, lo había perdido. Así que esto estaría en mi memoria por siempre.

No sé cuánto tiempo transcurrió, que definitivamente no sabía hacía dónde caminar y aunque no quise en un comienzo, me renegué, terminé volviendo donde la campesina bocotas. Pude ver que estaba limpiando a sus caballos y hablaba con ellos.

Pobrecita, quizás no tiene mas amigos y sus únicos amigos son los animales.

Sus ojos conectaron con los míos y la vi resoplar con frustración.

—¿Qué haces de nuevo aquí?

—Estoy perdido, no sé como volver a la casa de la anciana y tampoco sé como se llama. — peiné mis cabellos con una sola mano. — ¿tú podrías prestarme un teléfono?

Ella definitivamente no confiaba en mí, pero quizás para que yo me fuera lo mas rápido posible de su lugar y ya no siguiera invadiendo, vi como sacó un pequeño artefacto de su bolsillo trasero del pantalón.

—Apresúrate.

¿Será que la bruja no le advirtió a la campesina que no podía prestarme un celular? Sonreí muchísimo para tomarlo, notando que era muy antiguo para mi gusto.

Le regalaría el último iPhone cuando tuviera oportunidad.

Mi sonrisa comenzó a desaparecer al darme cuenta que no recordaba el número de Yoongi, ni de mamá, tampoco papá. Comencé a golpear mi frente por ser tan estúpido de no aprenderme algo tan básico y esencial como lo es un número de celular para estos casos de emergencia.

Recordé el número de un amigo, porque cada vez que lo decía lo decía medio cantando y con ritmo, que fácilmente se quedaba en la memoria.

Pero no respondió a los seis llamados que le hice.

Con pesar le devolví el celular y mis ánimos cayeron al menos cincuenta por haber arruinado un método de escape y quizás el único. No quería seguir aquí, no me gustaba este lugar.

—¿Pudiste comunicarte?

—No recuerdo el número de nadie. — respondí sentándome en el piso, sin importar la mierda que pudiera haber a mi alrededor.

Ya estaba cansado.

—¿Ni siquiera el de tus padres?

—No...

Mi respuesta salió entrecortada, como si se me hubiera cerrado la garganta por el repentino ataque de llanto que me quería dar. Miré hacia el cielo intentando disipar las lágrimas que tenía en mis ojos, no quería llorar, no quería pasar mas vergüenzas.

—Mira, chico, me estás dando lástima... — esas palabras definitivamente no me hicieron sentir mejor. — papá llega en una semana, él es el único que va a las grandes ciudades para poder vender nuestros productos y no morir de hambre. — volví a mirarla directamente a los ojos cuando me interesaron sus palabras. — cuando llegue, puedes explicarle tú situación y pagarle para que te vaya a dejar en donde vivas, no sé si eso es...

—¡Es grandioso! — la interrumpí poniéndome de pie nuevamente, sintiéndome emocionado. Estaba en una montaña rusa de emociones, pero me quedaba con ésta, el tener esperanza de volver en donde pertenezco. — le puedo pagar lo que sea, no sabes lo feliz que me hizo esto...

—Bien. Tengo una habitación extra y te puedo prestar algunas cosas para que sobrevivas, digo, para que no estés tan apestoso... — cuando dijo eso, de manera sutil olfateé mis axilas, dándome cuenta que si traía un poco de razón.

—Te lo agradezco.

—Pero obviamente no es gratis.

—Claro que no, pero no traigo conmigo mi billetera para poder darte dinero, cuando tú padre me lleve de vuelta, puedo pagarle a él también la estadía y...

—No estoy hablando de dinero. — arrugó su frente.

Aclaré mi garganta y sonreí de manera ladina, acercándome a paso lento a su anatomía.

—Te parecí guapo, ¿verdad?

—¿Qué?

—Guapo, ya sabes, quieres hacer conmigo maldades y lo acepto, soy todo tuyo sin problema.

Su rostro permanecía serio y levantó una ceja.

—Creo que definitivamente no cambiarás — se alejó unos metros huyendo de mí. —, no me refiero a las cochinadas que pasan por tu mente. Me deberás ayudar con mis animales.

Mi sonrisa es esfumó y lentamente hice una mueca de disgusto.

—¿Quieres que te ayude con tus vacas?

—Con mis vacas, con mis caballos, mis ovejas, gallinas, perros...

—¿Y cómo te ayudaría, princesa?

—Limpiando su espacio, alimentando a los que debes alimentar, ya sabes, que todo esté en orden por aquí.

Nunca he tenido ni siquiera un perro porque no me acuerdo ni de alimentarme a mi mismo y ahora, que ella me esté haciendo esa petición me ponía en un conflicto.

Pero, ¿qué tan malo sería cuidarlos por unos pocos días?

Era preferible eso a seguir vagando por ahí sin recibir otra ayuda de alguna otra persona.

Estiré mi mano nuevamente, esperando que ésta vez si la tome y aunque dudó en un comienzo, lo terminó por hacer. Sonreí levemente al percatarme que nuestras manos encajan a la perfección.

—Trato. — no quería soltar su mano, era como si una calidez me envolviera por tener un mísero contacto con ella. Pero obviamente ella la alejó tan rápido como pudo. — no me has dicho tu nombre, ¿cómo te llamas?

—Hyerim. Song Hyerim.

Las sílabas de su nombre se deslizaron suavemente por el aire, llevando consigo una especie de magia.

Una sonrisa se formó en mi rostro. Ella tarde o temprano caería rendida ante mí y yo estaría de brazos abiertos esperándola.


Me imaginaba estando en mi casa, justamente en la piscina temperada que tenía en la terraza. También bebiendo algún trago de mi propio bar o simplemente durmiendo en mi gran cama king.

Pero solo eran eso... imaginaciones.

Ya que, en cambio, estaba aquí barriendo la gran mierda qué habían hecho estos caballos en el establo. Me he aguantado las ganas de vomitar unas diez veces desde que Hyerim me había mandado a realizar una de las tareas que tenía para mí.

Hacía un calor de los mil demonios y eso en definitiva no ayudaba en nada con el olor, solo lo empeoraba y mas ganas tenía de expulsar el desayuno que me había ofrecido la castaña guapa.

Huevos revueltos sacados del mismo gallinero, fruta que ellos mismos cosechaban y un café bien cargado que me ayudó bastante a despertar.

Algo simple, pero llenador.

—¿Cómo pueden cagar tanto? Esto es increíble y eso que comen puro pasto. — les hablaba a los cuatro que estaban fuera de las cuadras en donde ellos descansaban. No está de más decir que todos me ignoraron para seguir comiendo y yo resoplé para volver a pasar el cepillo en el piso.

Aunque no era un fanático de los animales, podía decir que la yegua blanca era mi favorita. Su pelaje reluce con un blanco puro, como si la luz misma se hubiera filtrado en cada hebra de su crin sedosa. Cada músculo bajo su pelaje denota una gracia atlética, una armonía entre fuerza y elegancia que hipnotiza a quien lo contempla.

No estoy diciendo que los demás son feos, para nada. Pero para mí, es ella quien se roba las miradas y estando aquí no podía dejar de admirarla.

—Se llama Stormy.

Una voz melosa se escuchó a mis espaldas haciéndome girar lentamente.

—Pensé que llamaba White.

—Ese es un nombre muy sencillo para lo que es ella. Es tormentosa, no le gusta recibir órdenes y me costó mucho tiempo domarla. — acariciaba al animal con un cariño impresionante. La yegua soltó un pequeño relincheo. — aquel nombre calza perfecto para la personalidad que tiene.

—Es muy bella. Se nota que has hecho un gran trabajo.

—Llegó sumamente herida aquí y delgada. Quizás en donde la tenían y en qué condiciones, pero a pesar de que no le gusten muchas cosas, sabe que aquí está a salvo.

Me comenzó a hablar de cada uno, de como  había rescatado a la mayoría de los animales que tenía aquí. En su presencia, la forma en que se expresaba acerca de los animales lograba que sintiera algo en mi interior. Cada palabra que brotaba de sus labios estaba impregnada de un amor genuino por las criaturas que comparten nuestro mundo, y esa pasión iluminaba su rostro con un resplandor especial.

—Es un trabajo pesado, no sé como puedes hacerlo a diario. — comenté mientras seguía en mi labor.

—El amor todo lo puede. — respondió con gracia.

Sonreí levemente para seguir con mi trabajo bajo la atenta mirada de la campesina bonita. Y es que mi corazón no soporta estar tan cerca de ella y que solo me demuestre desprecio. Porque aunque haya  sido amable, sé que es netamente por cortesía, ningún indicio de que yo llamo su atención.

Seguí con mis deberes y puedo decir que sobreviví. El primer día terminó bien, aunque sí fue tremendamente agotador. Hyerim hizo una tarta y la compartió conmigo en otro acto de gentileza que me dejó gratamente sorprendido.

—Pensé que me odiabas. — comenté echándome un trozo de tarta a mi boca, haciendo un sonido de satisfacción con mi garganta al sentir la mezcla de sabores tan deliciosos.

—Yo no odio a nadie, no te creas tan importante.

—Pues no pareciera. — acoté tragándome el último pedazo y me quedé mirando el resto con cara de perrito hambriento. — oye, ¿me darías otro trozo?

—No puedo creer lo hambriento que eres, ¿no te daban comida en tu casa?

Guardé silencio un momento y comencé a pensar en lo mal que me alimentaba desde que me independicé y comencé a valerme por mi mismo. Me la pasaba en restaurantes y comiendo fideos instantáneos. No podía recordar a lo que sabía la comida casera, siempre pospuse visitar a mis padres, argumentando el poco tiempo que tenía, cuando solo quería salir de fiestas.

No recordaba la comida de mamá.

—No suelo comer estas cosas. — mentí, pestañeando en repetidas ocasiones para ahuyentar las lagrimas que estaban acumuladas en mis ojos.

—Ya veo. — respondió, observando con cautela mi rostro. Tomó el resto de la tarta y la acercó a mí, para levantar su barbilla. — come, toda tuya.

Fue el pase libre a devorar esta delicia. Comía con tanto ímpetu, como si me hubieran tenido en cautiverio. Abrí mis ojos para ver a Hyerim completamente divertida con la situación.

—¿Qué?

—¿Me has visto comer tarta?

—Eh, creo que no...

—Logré mi cometido. — se encogió de hombros. — le eché veneno de ratas.

Abrí mi boca, soltando todo lo ingerido dejándolo caer en mis piernas como acto de reflejo. Ella abrió los ojos y comenzó a reírse a carcajadas. El sonido de su risa llenaba el aire con una melodía dulce y reconfortante, En esos momentos, todos mis problemas y preocupaciones parecían desvanecerse, como si el mundo entero se detuviera para permitirme disfrutar de esto: su risa. Era contagiosa, y pronto me vi riendo junto a ella, dejando de lado cualquier preocupación y permitiéndome sumergirme completamente en el momento presente.

En este momento, pensé que estar aquí quizás no sería tan malo después de todo.

Uy, aparecí por acá 😶‍🌫️.


Soy una loquita que actualiza cuando anda con ánimos 🌷.

En otra oportunidad me apareceré por aquí nuevamente, las kiero mucho 💘.

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