LUEGO DE AQUELLA SITUACIÓN CON YANYOU en aquel pueblo, solía visitarla más de dos veces por semana, encantado de la paz que aquella muchacha le traía a su corazón, sacando de lado la gran parte del odio y recelo de algunos miembros de la manada de la muchacha hacía él.

—Shu, preciosa he llegado~—comentó con emoción, entrando a la casa de la fémina, disfrutando del delicioso aroma de melocotones con miel, aunque no se esperaba que la miel realmente la escupieran las abejas sobre este— No creo que sea muy atractivo ver como las abejas hacen eso... ya sabes, es asqueroso

—Hey!—soltó ella, volteando a ver al chico quién soltaba una risita— la miel es más rica así, créeme, y además, ellas se esfuerzan para que esto quede bien, no seas malo —hizo un pucherito.

Al chico se le contrajo el corazón un segundo para luego reírse.

—Tienes razón, así es mejor—se acercó para poder observar el pastel frente a él— ¿puedo comer?

—No lo sé, pregúntales a ellas—dijo apuntando a las abejas— tú las ofendiste

UN PAR DE DÍAS DESPUÉS EN EL REINO CELESTIAL, AMBOS EMPERADORES estaban ansiosos por la nueva reencarnación de su hijo Xufeng, aquel Fénix y dios de la guerra que se encontraba en los pasos finales del nirvana, el cuál al momento de nacer, se vió interrumpido por un sabotaje de una persona misteriosa, provocando que cayera a alguno de los reinos.

El bosque se encontraba bastante inquieto, tanto así que simplemente en aquella casita de madera se encontraba Shu junto a Ai, quién se había negado a irse a esconder junto a los otros lobos, no soportaría dejar sola a su otra mitad.

La chica simplemente decidió quedarse ahí dentro, comiendo una manzana roja, demasiado roja como para no transmitir una señal de que algo cambiaría.

—¿Sabes el porqué todos se fueron?—preguntó curiosa hacía el gran lobo negro— no entendí nada de lo que quisieron decir—sin embargo, el lobo soltó un bufido, finalizando la conversación.

La chica suspiró para luego salir de la cabaña, notando en el cielo una especie de meteorito que se dirigía hacía su dirección.

—¿Por qué un cometa se dirige hacía acá?—frunció el ceño completamente confundida— ¿moriremos?, ¿seremos cómo los dinosaurios?

Y el lobo simplemente bufó, acercándose para apoyar su cabeza en las piernas de Shu, cerrando los ojos al recibir aquellas caricias lentas y placenteras que adoraba, al menos si morían, sabía que había estado ahí para ella, sin embargo, el "gran cometa" había chocado a unos metros de la cabaña, salvándolos de milagro.

La chica por primera vez depositó un beso en la frente de Ai, para poder levantarse y correr suave su cabecita y ver como el licántropo había dejado de mover la cola.

—Iré a revisar, tú quédate aquí—le ordenó.

A pesar de los lloriqueos y gruñidos del animal, decidió ceder y subirse a la cama improvisada para acostarse y hundir su nariz en la almohada, para calmarse con el aroma de la chica cuando ella salió.

El aroma a carne quemada junto a los olores de las plantas creaba una especie de esencia no muy agradable al olfato, pero su curiosidad era más fuerte que sus pulmones tratando de no percibir aquel asqueroso perfume desagradable.

—¿Un pollo?—frunció su ceño con disgusto, acercándose para tomar aquel animal rostizado, soplando para no quemarse por lo caliente que aún seguía— aquel cometa era un pollo, que ridículo...

Y lo tomó, olisqueando el asqueroso aroma a quemado.

—Oh que asco—se tapó la nariz con su otra mano, para llevarlo a la tierra de hojas y enterrarlo ahí con una mueca de asco.

VOLVIÓ A LA CABAÑA, TRATANDO DE NO ACERCAR SUS MANOS A SU NARIZ POR EL asqueroso aroma de pájaro quemado, notando a un chico de cabellera castaña larga con un cuchillo apuntando hacía Yanyou.

—Soy muy joven para morir y ni siquiera he besado a Shu—un gruñido sonó de los labios masculinos del atacante.

—Ni siquiera te atrevas en pensar de esa forma de ella, serpiente asquerosa—dijo serio.

Y sin saber como intervenir, simplemente entro a lavarse las manos en aquel grifo improvisado.

—Shu, has llegado—sonrió el chico extraño— ¿no hay nada malo ahí fuera?

—¿Espera.. tú...

—Si, me besaste y aquí estoy—comentó con una sonrisa grande— realmente se que podía llegar a la reencarnación, pero sería en unos 50 años lunares que solo los lobos más sabios de nuestra manada pueden darse el lujo de optar por ello...

—¿Me estás diciendo que ella... tú... —Yanyou estaba sorprendido, mirando la escena.

A pesar que sus sospechas eran ciertas nunca espero que una joven sin años de experiencia cultivada pudiera lograr volver a un licántropo humano, pero realmente era sorprendente... y admiraba al inmortal rata por darle aquella jugosa información.

—A pesar de lo extraña que es la situación, no estoy para nada sorprendida—comentó— además, yo no hice nada

—¿Puedes volver a tu forma animal?—el de ropas de tonalidades agua pregunto, yendo detrás de la fémina para refugiarse, sintiendo paz apenas con tocar sus hombros.

—No lo sé—comentó, acomodando las telas sobre su cuerpo— la verdad es que no quiero serlo, o bueno, a él no le apetece salir...

—¿Qué?—ahora ella estaba confundida— me dices que tú y tu lobo son dos entidades diferentes

—Si, en nuestra manada hay algunos que logran la separación del lobo de lo racional... —explicó— aunque solo había una sola persona que nos ayudaba con ello, pero desapareció hace muchísimo tiempo... hasta que llegaste tú y aquí estoy, dispuesto a servirte, Shu—sonrió arrodillándose frente a ella— así, como la manada y el bosque completo

—Fua... ¿cuánto le pagaste?—volteó hacía Yanyou, el cual negó rotundamente— ¿nada de nada?

—Realmente esto no es una broma, estoy igual de confundido que tú

—Bienvenida al mundo, inmortal de los animales...—Ai volvió a su forma animal, aullando en el instante en que sus peludas patas tocaron el suelo.