Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Extra 3 ~Shadow~

El impulso del golpe era fuerte al igual que el brazo del agresor. Sin embargo, justo antes de llegar a su objetivo y causar daño fue detenido por la mano del alfa. Los centinelas silbaron ante la escena y aplaudieron porque muy pocas veces alguien podía detener una golpiza de Sam con tal facilidad. Les agradaba saber que su nuevo alfa tenía el puesto por su fuerza, y si bien manejaba varios aspectos de la manada Luis era su mano derecha con un trabajo dividido en dos.

Como guardias de la próxima boda que se daría en la manada de los lobos grises. Los centinelas de los lobos negros debían practicar mucho más duro que antes. Debían cuidar de dos manadas cuyos líderes estaban encargados de la organización. Velar por la seguridad de ambos grupos era lo más importante, por eso es que Dunkel estaba frente a ellos dándoles demostraciones de peleas cuerpo a cuerpo. El alfa sabía que una vez que su forma animal esté en las últimas debían pelear como humanos.

Dunkel había vivido en constante pelea y pelea para su sobrevivencia lo que lo llevó a ser casi un experto en el tema. Por eso se atribuyó el poder de enseñarles diferentes tipos de combate. Luis estaba sentado en las gradas de entrada a la puerta de su hogar, veía todo con poco interés mientras parecía hablar animadamente con César. El beta de los lobos negros era muy hábil en varios aspectos y por eso no necesitaba del entrenamiento.

De vez en cuando las mujeres de la manada los visitaban para darles alimentos y bebidas, en su mayoría las madres de los centinelas.

Dunkel suspiró limpiándose el sudor de la frente, el sol de la mañana siempre era el más cruel con ellos. El hecho de haber construido ya bastantes casas para la manada no evitaba que el sol llegara hasta la principal de los alfas. Dunkel soñaba con comprar una carpa para los entrenamientos. Aunque también ansiaba un pequeño jardín.

—Es hora de almorzar —César no lucía muy contento con su tarea de anunciar la comida, pero Luis le pidió que lo hiciera puesto que las mujeres de la manada ya habían preparado todo.

Su voz enseguida atrajo la atención de Sam quien se descuidó de la palea y recibió un golpe en el labio. Dunkel siseó por el daño que había ocasionado y se disculpó de inmediato. Luis también se percató de ello y corrió a su cuarto por el botiquín. El puño había reventado el labio de Sam y la sangre empezó a brotar de inmediato. Los demás centinelas no paraban de reír a carcajadas porque conocían de la debilidad del líder de su equipo.

Luis sacó el alcohol y antes de ponerlo con un pequeño algodón en el labio de Sam, la mano de Dunkel lo detuvo. Los centinelas dejaron de reír y el carraspeó de César hizo que Luis se detuviera. El beta suspiró y con su usual expresión de aburrimiento se acercó a Sam y empezó a sanar la herida.

En cuanto Luis se encontró con la mirada de Dunkel supo el porqué del actuar de los demás. A pesar de expresarlo poco el alfa era celoso en muchas ocasiones. Más cuando Luis era la primera persona a la que había amado y que le correspondió con la misma intensidad.

Las mujeres entre risas y susurros les llamaron adentro una vez más.

La manada tenía esa unidad hogareña que le encantaba a Dunkel y a Luis. Las muchas pérdidas que sufrieron los hicieron unidos una vez que encontraron su paz en manos de otro alfa. Por eso los lobos negros respetaban a la actual pareja que se hacían cargo de cuidarlos. Luis y Dunkel siempre percibieron esa amabilidad en cuanto llegaron a su nuevo hogar, el territorio que se convirtió  para siempre en suyo, sin peleas y ni sangre.

Eran cerca de diez centinelas y quince aprendices que estaban en su etapa de crecimiento. Las mujeres siempre llevaban el alimento en los domingos cuando había un entrenamiento duro. Por esa misma razón Dunkel y Luis construyeron una gran mesa en la sala donde fácilmente podían sentarse a comer varias personas, con comodidad y la cercanía de una familia. Las sillas nunca faltaban y la mesa siempre alcanzaba para los platos y cacerolas.

Antes de sentarse, Luis se percató de la mirada de incomodidad de César. Ni siquiera pudo preguntarle la razón cuando este ya había dejado la sala. Lo mismo se repitió en distintas ocasiones con anterioridad. Luis tomó su brazo con gentileza para invitarlo una vez más a comer con ellos, pero el moreno negó y con la escusa de trabajo salió del lugar hacia su cabaña en la frontera del territorio.

—Déjalo ser, por favor —Una de las mujeres más ancianas del lugar sujetó a Luis y lo llevó a sentarse a su lado—. Ninguno de nosotros pudo hacer algo por César antes, por eso no tenemos el valor de acercarnos ahora y tampoco nos dejaría.

—El pobre ha sufrido tanto —Otra mujer, más joven y hermana de uno de los centinelas se unió a la conversación—. Esta manada fue su infierno, por eso nos sorprendió que haya decidido quedarse cuando cambió el alfa.

—¿Qué ocurrió con él? —preguntó Luis, curioso mientras servía en el plato de Dunkel un poco de arroz, ensalada y carne.

—Era la mascota del anterior alfa —susurró la anciana— y algo incluso peor.

Luis ladeó la cabeza un segundo observando la salida por la que Cesar se había ido. Mientras tanto su mano empujó con suavidad el plato ya servido hacia Dunkel quien entre charlas con sus amigos centinelas empezó a comer. Las mujeres rieron con suavidad al ver aquel gesto. La nueva pareja de líderes de la manada era muy bondadosa, amable y unida que dudaban que los tiempos de sangre y guerra regresaran.

En medio del almuerzo Sam se levantó de su asiento y tomó un plato, lo llenó de comida, se disculpó y salió. Luis dejó de comer un segundo para ver al centinela salir por el mismo lugar que Cesar. Quiso averiguar un poco más del tema, pero no se sentía lo suficientemente preparado para saber un infierno más.

Además las mujeres y algunos centinelas lo tenían preso en una charla un tanto divertida, pero que había perdido el interés de Luis. Hablaban sobre las nuevas cabañas en construcción. Dunkel solía ir a trabajar con ellos para ayudar a agilizar el trabajo de mano de obra. La aldea estaba creciendo poco a poco, tanto que pronto estaban viendo el inicio de una pequeña escuela para los niños. Luka iba a ayudar en la enseñanza y Luis se encargaría de seguir en el plan de hacer un hospital pequeño.

Dunkel apoyaba cada acción suya con una sonrisa. Luis era plenamente feliz. A veces solía tener celos cuando las muchas mujeres solteras de la aldea se fijaban en Dunkel, porque lo aceptaba, su pareja era atractiva. Luis a veces solía sentirse un poco inferior, pero el moreno cada noche le aseguraba su fidelidad y le decía que si estaba tan feliz en ese momento no encontraba razón para arruinarlo.

—Tu pareja es un sueño —Una de las mujeres solteras que los visitaba le sonrió—. Encontraste un gran tesoro.

Luis correspondió el gesto. La muchacha era la única que no parecía tener un interés fijo en Dunkel. Ella solía bromear respecto al buen porte del alfa, pero siempre respetaba su espacio. Es más, Luis en más de una ocasión la vio sonrojada mientras hablaba con un centinela más del lugar.

Mientras almorzaban la puerta sonó y se abrió dejando ver a Víctor con su pareja ya embarazada. Luis los recordaba como los primeros amigos que tuvo en la manada, aunque no resultó bien a medida que avanzaban lo días. Incluso así Víctor se aseguraba de cuidarle cada que podía. Luis comprendió que aquella pareja estaba demasiado unida como para tener una marca de mordida en su cuello y a decir verdad tenía un poco de envidia.

—¿Cuándo va a nacer el cachorro? —preguntó una de las mujeres del lugar. Luis también volteó hacia su amiga para ver el bulto en su estómago.

—El siguiente mes —Kimy tenía las mejillas rellenas y sonrojadas. Víctor lucía feliz a su lado—. Serán mellizos.

—Kimy quería trillizos —recordó Luis con una leve risa.

—Los iba a llamar como ustedes —Kimy se lamentó—. Luis, Luka y Ross, serían adorables.

—¿Cuáles serán sus nombres ahora? —Dunkel tenía entre sus manos una porción de pollo.

—Oliver y Olivia —Víctor lucía muy feliz.

Luis vio el resplandor en los ojos de Dunkel cuando mencionaron los nombres de los cachorros. Hace mucho que se dio cuenta del deseo de su pareja por tener una familia más grande, con niños corriendo por su hogar y quizá después que hereden el mando de la manada. Luis, sin embargo, ni aunque diera todo de sí podría cumplir aquel deseo. Los hombres no procreaban.

Incluso así no era algún tipo de impedimento para agrandar la familia. Luis estaba pensando en una mascota, no se sentía preparado para cuidar de un niño. Cuando venía Mark a su hogar se sentía como un remolino de emociones y terminaban cansados, y eso que el pequeño albino pocas veces tenía energía para jugar. Es solo que la preocupación los estresaba al límite.

—Cierto —Víctor se sentó en una de las sillas y dejó en la mesa los refrescos y postres que había preparado con su pareja— Luis y Dunkel serán sus adorables padrinos.

La mesa se llenó de aplausos y Luis se acercó a Dunkel para tomarle de la mano. Luis había aportado con ideas para los nombres de los pequeños. Y le prometió a la pareja que estaría cuando estos necesitaran ayuda. Una razón más para que Kimy y Víctor pensaran en ellos como padrinos.
Dunkel sujetó a Luis de la cintura e hizo que se sentara en una de sus piernas. El ambiente en el lugar era más hogareño.

Pronto terminaron la comida y Víctor se encargó de repartir los postres de flan y crema. Kimy tenía muchos antojos por lo dulce y un encanto también por prepararlos.

Las risas por la conversación fluyeron con soltura y la diversión se presentó con cada comentario. Las varias pérdidas de la manada y el sufrimiento los hicieron más unidos de lo esperado. Dunkel y luis solo estaban para acrecentar aquel amor familiar y hacer de aquel lugar un hogar para todos.

Tuvo que pasar del calor de un hogar al frío de su pasado.

Luis se detuvo en la entrada de la manada de los lobos grises. Luka lo saludó con un asentimiento de cabeza. Su deber aquella tarde sería ir a entregar la invitación de boda a la persona que más odiaban en el mundo. Su madre.

Dos centinelas los acompañaron, Sam de los lobos negros y Franco de los lobos grises. Luka agradeció el gesto y les señaló la camioneta negra que Adam le había prestado para ir a la ciudad y buscar el paradero de su madre. Aunque Rina ya la había encontrado hace meses y solo les dio la dirección. La mujer estaba viviendo con un nuevo amante.

Luka quiso evitarle el mal gusto a Luis y le indicó que no era obligatoria su presencia, que podía solo. Sin embargo, su hermano no cambió de opinión al acompañarlo. Luis sabía lo que la mujer había hecho y lo que el castaño tuvo que pasar por el abandono y después para cuidar de un nuevo cachorro que era él.

La ciudad no había cambiado en lo más mínimo. El lugar al que antes llamaban hogar estaba habitado por una nueva familia. Adam se había encargado de vender la propiedad. La casa de su antigua amiga Cindy estaba vacía, ella y toda su familia decidieron vivir en otra ciudad cuando se dieron cuenta de los problemas que había con el anterior enfrentamiento de lobos grises y negros.

Luis recordó ese lugar como donde había conocido a Alix. El lobo no volvió a visitarlo cuando se mudó a la manada de los tigres. Algo que no le sorprendió. Alix era del tipo que no volteaba al pasado ni una vez. Lo comprobó cuando conoció la historia de Ezra. Igual le tenía un tipo de aprecio que se guardaba para él.

Sam carraspeó y detuvó el auto, habían llegado. El edificio en el que se encontraban era mediocre y lucía viejo. Las paredes no tenían pintura y las gradas lucían mal construidas. La mujer que los abandonó habitaba aquel sitio.

Subieron dos pisos con el temor de que la estrutura colapsara con solo su paso. El pasillo que llevaba a las habitaciones tenía goteras y las luz parpadeaba. El suelo tenía rajaduras y las puertas apenas parecían ser sostenidas. Los cuatro temblaron por el frío que entraba desde la ventana rota al final del pasillo.

Puerta 322.

Luka observó a Luis un momento y tomó su mano. Ambos no se sentían preparados para cerrar aquella etapa, pero hacerlo era necesario, por el bien de Ross quien quería a su madre en la boda.

Sam tocó la puerta y esta chirrió ante los golpes abriéndose con lentitud. El aroma a cigarro hizo que Luis se cubriera la nariz y empezara a toser por la concentración que tenía. Además el olor leve que también rondaba el lugar, Luka lo reconoció en seguida por lo que se pudo delante de Luis esperando protegerlo de aquella manera, como en lo viejos tiempos en los que eran solo ellos dos contra el mundo.

La mujer lucía glamorosa como siempre lo había sido. Sin embargo, el peso de su vejez se marcaba en sus arrugas. Las ropas que siempre cuidaba estaban un tanto descuidadas, pero igual le otorgaban elegancia. El aroma era lo único que le delataba sobre su estado de mediocridad. Tras ella estaba un hombre desarreglado con una camisa manchada de grasa.

—¿Qué quieren? —preguntó la mujer, por su vestimenta y bolso dedujeron que saldría.

—Ross va a casarse —Luka mantuvo su semblante serio.

—Vaya, el único hijo al que le tuve algo de fe —La mujer suspiró algo desilucionada—, que desperdicio.

—Sussane —Luka tomó la invitación de bodas y las estiró para dársela a la mujer.

Sussane vio el papel con algo de asco y de una palmada alejó la mano de Luka de ella. Franco sujetó a la mujer del brazo, al notar la agresión hacia la pareja de su alfa estaba en la obligación de atacar y defender.

—¿Trajiste un nuevo perro? —Sussane sonrió de lado— sabía que no soportarías la fidelidad más de unos cuantos meses.

—Sigue con Adam —Luis decidió hablar, en toda su vida pocas fueron las veces que la enfrentó. Más por miedo que por otra cosa—. Solo venimos a darte la invitación a la boda de Ross, si la tomaras nos harías un trabajo más sencillo.

Luka abrió los ojos sorprendido de ver a su indefenso hermano con ese nivel de confianza. Sonrió feliz por él. Aunque también temía porque conocía lo cruel que era su madre cuando se lo proponía.

—El adorable hermano menor —Sussane de un jalón se soltó del agarre del centinela y caminó con pasos firmes hacia Luis—. Incluso me había olvidado de ti. Tenía la esperanza de que morirías a los meses, pero Luka hizo un buen trabajo al cuidarte, aunque falló en entrenarte para la vida que tenemos.

—Sussane —advirtió Luka, seguro de lo que continuaría.

—No, no —La mujer siguió—. ¿Te crees superior, Luis? Quizá porque no tuviste que trabajar como tus demás hermanos ya que Luka estaba cuidando tu adorable cuello. No te manchaste las manos, eres tan inferior a cualquiera, sin Luka estarías en la basura, siendo comido por ratas. Incluso así ¿te sientes con la libertad de hablarme de esa forma? —Sussane se inclinó un poco para estar a la altura de Luis, sus tacos la hacían lucir superior— Eres mediocre, un niño mimado que solo tuvo una racha de buena suerte. El pobre Luis moriría sin que alguien cuide de él.

Luka se puso en medio de Luis y Sussane. Sus ojos demostraban odio puro.

—Sam, Franco, cuiden de Luis —advirtió Luka.

Dicho aquello, el de ojos de diferente color empujó hasta hacer retroceder a Sussane, en cuanto entraron a la habitación cerró la puerta dejando a los tres pasmados por lo que acababa de pasar. Luis seguía quieto, con un nudo en la garganta. Porque sentía todo verdad. Solo tuvo buena suerte al caer en manos de Luka y luego tener una pareja tan fuerte como Dunkel.
La mano de Sam lo despertó de su trance.

—Ahora eres uno de los líderes de nuestra manada —Le recordó Sam—. Si hubiese tanta debilidad en ti, nadie te habría aceptado como uno de nuestros alfas.

Luis le sonrió en respuesta.

Franco mientras tanto empujaba la fuerza a golpes para intentar abrirla. Pero algo del otro lado parecía estar interfiriendo. El sonido de cosas rompiéndose hizo que se preocuparan mucho más. Incluso Sam empujó la puerta.

Luis buscó alguna ventana para entrar por ella o siquiera ver lo que ocurría. Su vista subió hasta la ventilación. Era delgado podría entrar por ese lugar. Para suerte suya Luka salió en ese momento evitando más ideas un tanto descabelladas.

—Entonces te espero en la boda —Luka tenía una sonrisa en su rostro.

—Iré —indicó Sussane— Solo váyanse.

Los tres vieron a Luka con sorpresa. Franco tuvo el atrevimiento de ponerse de puntitas y ver por sobre el hombro de la mujer. El departamento tenía vidrios rotos en el suelo y unas leves marcas de sangre salpicadas por un sector en específico, justo donde antes estaba el amante de la mujer. No era un escenario grotesco, pero parecía que Luka había dejado muy bien en claro sus palabras. Franco tembló cuando su mirada se encontró con el de la mujer.

—Los guepardos como Luka tienen garras muy afiladas, que ni el mejor momento de una vida podría dejar olvidar —indicó con una sonrisa y cerrando la puerta.

Luis se quedó unos segundos quieto observando a Luka que veía por la ventana. Luis siempre recordó a su hermano como alguien frío al momento de mancharse las manos, de diferente manera. Luka tuvo que hacerse de hierro para soportar la vida que ser un felino le otorgaba y la responsabilidad de cuidar a un cachorro.

Mordió su labio al sentirse tan indefenso como en días antes de que conocieran a Adam. No había cambiado mucho desde ese momento. Pero tampoco era necesario.

—Vamos por helados —sugirió Luis con una sonrisa.

Sabía que Luka necesitaba calmar un poco su ira y odio. Luis siempre fue el punto de quiebre de Luka, el único que le impulsó a seguir en aquel lugar, soportando lo que venía. Sin Luis, Luka quizá ni siquiera estaría en ese lugar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro