5. Grandes hazañas
Kaspar aceptó que había cometido un error otra vez. Y quizá la relación con Sam no era la mejor, pero el engaño, que le ofreció a cambio tampoco era lo mejor del mundo. Kaspar solo decidió que era suficiente. Que seguía solo dañando a la gente. De pronto la idea de alejarse de Sam le pareció correcta.
A partir de aquella mañana y pasando dos días, no salió ni comió como un castigo a su propio error. Ni siquiera Ezra pudo sacarlo de aquella cabaña en todo el tiempo. Todos lo intentaron hasta la mañana después del tercer día, donde Luka y Ross solo se colaron por la ventana para enfrentarlo.
Como felinos las equivocaciones que cometieron en su vida fueron bastantes, y no había mejor ejemplo que ellos para mostrar que lo mejor era perdonarse a sí mismo. Ambos explicaron los detalles, le advirtieron que si seguía en aquel estado solo seguiría lastimándose y no habría medicina que lo cure. Kaspar merecía lo mejor e intentaron subirles el ánimo.
Solo que Kaspar pareció ni siquiera escucharles en toda la conversación, hasta que Ross le gritó, que si tanto le molestaba causar problemas busque una solución a ellos; en vez de estar en un martirio constante por la culpa. En ese momento Kaspar entendió que era momento de actuar.
Por eso se levantó de su cama y salió de la cabaña. Ni siquiera se fijo en la ropa que tenía y avanzó a paso firme hasta la manada de los lobos negros. Sam debía estar en aquel lugar, porque había llegado de su misión hace día y como era costumbre solo se perdió en su manada, pareciendo haberlo olvidado. Solo que el castaño conocía muy bien el lugar donde podía encontrarlo.
Cuando entró a la manada de los lobos negros las miradas se posaron en él, en su desarreglado aspecto y su ojeras pronunciadas. Kaspar era la viva imagen del odio hacia sí mismo. Por ello nadie se interpuso en su camino y se alejaron de él, conociendo que se trataba de la pareja de Sam y lamentando su situación.
Llegó hasta el extremo contrario de aquella manada, donde los centinelas solían vivir para mantener una mejor vigilia con la manada. Los lobos negro en su forma animal lo reconocieron y uno de ellos, el más anciano de todos solo le señaló una cabaña descuidada donde aseguraba estaba Sam. Sin embargo, Kaspar supo identificar la lástima en los ojos del anciano y solo aumentó sus expectativas ante lo que se encontraría del otro lado de aquella puerta de madera.
No quiso pensar de más, solo entró y dio de lleno con un joven. Kaspar por un segundo pensó estar viéndose en un espejo. Su imagen era la misma, pero en otra persona. Lo único que lo diferenciaba era su cabello y ojos negros y brillantes. El desconocido era una imagen mucho más demacrada que la suya. Kaspar tembló ante la conclusión a la que llegó.
Porque nunca confió en el amor a primera vista, y nunca le convenció que Sam sintiera atracción apenas lo vio. La razón de todo ello estaba frente a él, en un joven con su misma apariencia, pero con una delgadez preocupante.
—Vaya —exclamó el muchacho que no lucía mayor que él—, veo que sí consiguió a alguien con una imagen más bonita de mí.
Kaspar negó con levedad, porque hasta él sabía reconocer la belleza en las demás personas. La reconoció en Luka, en Ross y Luis al igual que lo hacía en aquel muchacho de piel blanca y pálida. El brillo en sus ojos negros era lo más atrayente al igual que sus largas pestañas y su perfilada y pequeña nariz. Cada espacio de aquel cuerpo lucía de maravilla. El único punto a favor de Kaspar era la vida, el muchacho estaba entre los huesos y Kaspar ni siquiera llegaba a parecerse a pesar de no probar alimento durante tres días.
—Soy Cesar ¿vienes por Sam?
—¿Está aquí?
Kaspar tampoco era idiota, el aroma de Sam estaba por todo el lugar, incluso en el cuerpo delgado de Cesar. De pronto se quedó viendo la pequeña marca de un beso en su cuello, un poco más arriba, en sus labios brillaba el metal de un aro de como adorno que solo vio en los adolescentes. La edad de Cesar ya empezó a serle desconocida.
—Está duchándose —informó, y Kaspar solo entonces pudo escuchar el sonido del agua en el baño—, ¿quieres que vaya por él? No me es problema entrar.
—¿Ustedes?
—Lo que tengas en la cabeza es cierto —Cesar prendió un cigarrillo y fumó de él, el humo dio de lleno en el rostro de Kaspar—, pero si no te queda claro, puedo mostrarte las pruebas, la cama todavía debe estar desordenada.
—No es necesario.
Kaspar se sentó en el sofá de aquella cabaña vieja. La tela del mismo estaba desprendiéndose y frente a él, en la mesa estaban varias fotos de Cesar con el que creía era el anterior alfa de la manada de los lobos negros.
—¿Por qué sigues con él? —Cesar lucía distraído mientras soltó aquella pregunta fugaz— no luces sorprendido.
Kaspar no negaría haber sospechado de ello con anterioridad. Sam se perdía más días de los que era su trabajo y cuando llegaba el aroma a alguien más era demasiado notorio, como si el moreno quisiera ser descubierto. Kaspar solo negó aquella opción desde que siempre, pero incluso con ello sus sospechas siempre lograban rehacerse con fuerza hasta este punto en el que ya no podía negarlo.
Cesar entró a la que se supone era la cocina. Segundos después regresó con un vaso de jugo de naranja, Sam alguna vez le comentó al moreno que incluso en gustos eran similares. Kaspar solo bebió con rapidez. Ignorando la presencia resplandeciente que soltaba el muchacho. Su vestuario solo consistía en ropas negras, pero aun así lucía más vivo que él.
—¿Sabes? —Cesar solo se dio el permiso de sentarse muy junto a él— creo que ustedes dos no son muy compatibles que digamos.
—¿Tú sí? —preguntó Kaspar.
—No —el muchacho solo soltó una risa— no soy compatible con nadie, viviré solo, pero a diferencia de ti, yo sí disfruto de ello.
Kaspar se levantó, molesto con su propia idiotez y listo para salir de aquella cabaña. De todos modos podía terminar su relación con Sam en cualquier momento. Ni siquiera recordaba la razón principal de haber caminado hasta llegar a ellos. Quería quedarse en su cabaña hasta que todo se solucione por su cuenta.
Cuando estuvo a punto de salir la puerta del baño se abrió y Sam se quedó quieto al encontrarlo. Ambos tenían una idea en mente. Kaspar solo decidió quedarse y terminar lo que había empezado. Sam también tuvo el mismo pensamiento.
—Me voy —Cesar salió de inmediato, los demás lobos negros lo ayudaron a bajar, como si lamentaran su situación.
Después de que la puerta se haya cerrado Sam y Kaspar voltearon a verse segundos de silencio. Ambos demasiado preocupados por decir las palabras adecuadas. Sam pidió perdón por los anteriores golpes que ya habían perdido su marca en la piel de Kaspar.
—También es beta —empezó Sam volteando a ver la puerta por la que Cesar se fue—, creo que se lleva bien con Luis, pero nunca menciona nada del trabajo acá. Era el juguete del antiguo alfa.
—Vamos a dejar esto —Kaspar decidió ser directo, solo abandonar todo lo que estaba permitiéndole avanzar—, tanto tú como yo merecemos algo mejor.
Sam bufó y entró a su habitación para vestirse. Después saltó al sofá viejo y prendió un cigarrillo. El rostro del moreno mostraba su enojo, lo suficiente para que Kaspar retrocediera.
—Nunca fuiste sincero —reclamó Sam— solo querías un verdugo para disminuir la culpa que tienes y me escogiste a mí como candidato perfecto —expulsó el humo— y yo solo quise cumplir tus expectativas hasta un punto en el que ya no me reconocía.
—Tampoco fuiste sincero —atacó Kaspar— soy el reemplazo de el muchacho que acabo de conocer. Y lo peor es que es tan obvio.
—Son muy similares, los tres tenemos el alma vuelta un desperdicio —aceptó— solo que Cesar acepta la mierda que es a diferencia de ti que solo te hundes en tu dolor alejando a los demás y odiando la soledad que tú mismo has creado.
—Entonces ¿por qué me has escogido por sobre él?
—Cesar solo escaparía de mí si me atrevo a mencionarle ser mi pareja. Por mucho que luche nunca va a estar conmigo. Le gusta solo pasear por acá, jugar con mis esperanzas e irse.
—Y decidiste que conmigo sería más fácil.
—Lo fue, debes aceptar que fue mucho más fácil. Estabas tan desesperado por encontrar a alguien que termine con tu soledad que ante mi primer intento de acercarme a ti accediste con facilidad. Ni siquiera te negaste cuando te pedí que te mudaras conmigo como una broma.
—Incluso así no debías...
—¡Querías que yo fuera quien te hiciera pagar por todos los pecados que has cometido! Me diste esa responsabilidad incluso cuando ni siquiera me diste las razones. Me convertiste en la peor versión de mí y no pareces tener pena por ello.
—Solo nos hemos hecho daño.
—Te he lastimado más yo y lo sabes. Lamento cada golpe que te he dado. No pasa día alguno en el que no lamente todos los golpes que te he dado.
—Entonces vamos a solo dejar esto y seguir nuestros caminos por separado.
—Entonces supongo que es el fin.
—Lo es.
—Me gustaría pensar que si nos hubiésemos encontrado antes de que acumules tanto remordimiento hacia ti, entonces quizá lo nuestro hubiera funcionado. Aunque sé, que simplemente no somos tan compatibles como quisiera que seamos.
La conversación fue necesaria. Kaspar olvidó las razones por las que se odiaba tato. Los pensamientos en su cabeza solo se tornaron oscuros en un momento de su vida. Los problemas de pronto se le hicieron más pesados que antes y las soluciones ya no le eran fáciles de encontrar, de pronto ya no se sintió parte de aquella manada y utilizaba su posición solo para obligarse a mantenerse en aquel lugar.
Porque la manada era lo único que conocía y estar sin ella le causaría mucho más dolor. No quería abandonarla, quería permanecer con sus amigos, que a pesar de haberlos perdido seguían siendo más cercanos incluso que su familia. Incluso volviendo a nacer no podría llegar a odiarlos y mucho menos dejarlos, Adam y Nick fueron la primera parte de su vida en que las cosas salieron bien.
Caminó y caminó, el aire empezó a faltarle, porque los pensamientos se hicieron muchos y el nudo en la garganta no le dejaba pasar saliva. Quería llorar, como hace mucho no hacía. Solo quedarse sentado en un solitario lugar y lamentarse a sí mismo una vez más antes de buscar su propia salida. Pero la manada era una familia y por más que busque un lugar en toda ella no estaría demasiado tranquilo como para dejar salir sus verdaderas emociones.
Por eso, cuando llegó a su manada y Ezra fue la primera persona a la que vio entonces se acercó a él, apoyó su cabeza en aquel pecho y respiró, cansado de estar bien. Las primera lágrimas salieron logrando alterar a Ezra quien lo abrazó de inmediato.
—Quiero irme de la manada —susurró viendo a los ojos verdes de Ezra quien asintió.
El rubio arregló todo y lo llevó a su auto. No hubo conversación de por medio porque conocía el sentimiento de Kaspar y solo prestó su ayuda.
Sin embargo, la cabeza de Ezra estaba por distintos rumbos, intentando hallar el significado de las palabras de Kaspar y llegando a una errónea conclusión. Ezra de pronto tomó la decisión de llevarlo a la ciudad humana. Porque era el único lugar que conocía y que se alejaba de aquella manada. Ezra solo condujo hacia lo que antes fue su hogar.
El camino fue silencioso salvo por los pequeños sollozos de Kaspar entremezclados con suspiros que Ezra no interrumpió.
La noche estaba cerca. La carretera apenas se iluminaba con luz artificial e incluso de esa manera Ezra aceleró para llegar tan pronto posible, porque Kaspar todavía no parecía querer llorar frente a él, no le otorgó aquella confianza.
A media noche, cuando llegaron a la ciudad humana Ezra dejó a Kaspar en su lujoso departamento. El rubio decidió que lo mejor era dejarlo solo y caminó hasta el bar más cercano para decidir su próxima acción. En algún punto decidió que no iba a alejarse de Kaspar y lo llevaría a un lugar donde se encuentre más cómodo.
Tenía en cuenta que Kaspar quería dejar la manada, y conocía muy bien que los lobos sin manada solían deprimirse hasta el punto de su muerte. Ezra no quería perder a Kaspar y solo buscó la manera de mantenerlo a salvo. Quiso creer encontrar la solución cuando decidió que abandonaría su orgullo y miedo para con la manada de los tigres.
Ezra estaba dispuesto a entregar su cabeza con la condición de que dejaran quedarse a Kaspar que necesitaba de la protección de una manada.
Solo entonces cuando llegó al bar y empezó a beber fue que se dio cuenta de lo que sentía realmente. Porque estaba considerando abandonar su libertad solo por el bienestar de Kaspar. Ante la primera copa de cerveza dejó caer su cabeza en la barra.
—Caí tan patéticamente —Se lamentó—, estoy en el fondo.
El bartender lo veía con intriga.
—Estoy enamorado —aceptó viendo fijamente al humano que sonrió en seguida—, maldita sea.
El sentimiento era bueno. Ezra no se culpaba por haberlo hecho, sabía que en algún momento ocurriría, porque Kaspar era todo lo bueno que alguna vez conoció. El sentimiento solo le hacía sentir más vivo.
—Maldita sea.
Maldecía porque conocía que en los ojos de Kaspar no estaba el mismo sentimiento. Kaspar tenía cabeza para todo menos para el amor, y es que bien decía aquella frase, los betas no tenían ni la más mínima suerte en el amor. Peor si ambas partes son beta. Ezra renunció al hecho de tener un romance agradable.
Siguió bebiendo, horas en las que la cerveza ni siquiera perturbó sus sentidos. Maldijo todo lo que estaba a su alrededor.
—Puedes beber todo el bar y no vas a embriagarte, las bebidas humanas no nos hacen nada a los cambia formas.
Ezra volteó ante la nueva voz y su rostro se descompuso en confusión al encontrar a los dos guepardos a su lado. Ross y Luka lucían muy confiados entre varios humanos que parecían agredirlos con la mirada. Más después de haber confesado su verdadera forma.
Luka y Ross desentonaban con el lugar. Al ser un bar de un barrio lujoso, las personas usaban trajes formales y las damas vestidos elegantes. Los dos felinos tenían ropa deportiva y llamativa. Sin embargo, ambos lucían confiados con ser los únicos diferentes en el lugar. Parecía que Luka estaba disfrutando de la atención.
—Puedes contarnos tus penas —ofreció Luka, con una sonrisa amigable.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Ezra.
—Los seguimos —aceptó Ross—, fuimos hasta tu departamento, Nick y Adam se quedaron allá y Luka y yo decidimos seguirte a ti.
Ezra se levantó de su asiento, preocupado por Kaspar.
—¿Van a llevar a Kaspar a su manada a la fuerza?
—¿Por qué haríamos eso? —preguntó Luka estirándose hasta tomar una botella de un licor que desconocía— Nick y Adam quieren hablar con él, fuera de la manada para impedir que problemas sin importancia interrumpa los serios.
—Lo que dijo Luka —complementó Ross.
Ezra se cansó de intentar embriagarse. Era un adulto y debía enfrentar los problemas como tal, o al menos de esa manera se daba fuerzas para seguir a los dos hermanos. Luka y Ross le dieron la sugerencia de hablar con Kaspar, contarle todo y así que este lo aceptara para continuar con una estable relación. Ezra pensó que aquella opción le había funcionado a Luka por su belleza, pero él no era ningún adonis.
Caminar de regreso a su departamento fue más rápido. Sintió el aroma intimidante de Adam y antes de que tuviera en mente saltar a ellos la mano de Luka lo detuvo. Al tener más tiempo conviviendo con los lobos de la manada, el castaño ya sabía que Adam se quitaría la cabeza antes de dañar a Kaspar, la amistad de ambos era mucha, no había razón para preocuparse.
Ezra intentó calmarse y retroceder, pero el sonido de algo rompiéndose hizo que saltara, abriera la puerta y estuviera listo para transformarse solo para intentar proteger a Kaspar. Sin embargo, cuando vio que estaba en medio de los tres lobos se dio cuenta de su equivocación. Nick estaba en una esquina con un jarrón viejo a sus pies, producto de un accidente, pero de ninguna forma en un ataque violento.
Ross se burló de él a mano tendida y Luka volteó a otro lado intentando ser más discreto.
Las luces estaban apagadas, pero la iluminación que entraba por la ventana era suficiente para ver sus expresiones. En aquella habitación nadie estaba en peligro y dudaba que siquiera hubiesen tenido una riña.
Ezra, Luka y Ross se hicieron a un lado dejando que los tres amigos desde la infancia resolvieran sus problemas. De todos modos, Ezra le mandó una mirada significativa a Kaspar, con ella le dijo que si se sentía mal, él iba a hacerse cargo y lo sacaría de inmediato, tenía más de un departamento y casa en la ciudad humana.
Kaspar le sonrió agradeciendo el gesto, de inmediato su mirada volvió hacia sus amigos. Si estaban en ese lugar le parecía correcto arreglar todo. Adam y Kaspar eran quienes tenían más tensión en su amistad. Por lo tanto, Nick se alejó un poco hasta ponerse en medio de Ross y Ezra.
—Casi desde los ocho —Adam se sentó frente a su amigo, dispuesto a hablar correctamente—, nos hemos mantenido juntos desde hace tanto.
—Mi madre quería que entablara una buena relación contigo como el próximo beta --respondió Kaspar.
—No, yo en ningún momento te vi como un beta o como mi mano derecha cuando sea alfa. Kaspar, siempre te vi como un amigo, en las buenas y en las malas.
—Eran más malas desde que Nick se unió a nosotros —intentó bromear el beta, tratando de aligerar el ambiente.
Funcionó.
—No era culpa mía —se defendió Nick.
—Ambos intentaban medir su fuerza en peleas y me tocaba a mí inventar una buena excusa para justificar todos los golpes que se llevaban —Kaspar recordó los viejos tiempos—. Nunca, ni aunque se los pidiera por favor me hacían caso y eso que sabían que era el más inteligente de los tres.
—Pero las desobediencias nos llevaron a buenas aventuras —Nick se acercó a ellos.
—Como la vez que Adam se perdió —Kaspar rio— tuve que inventar que estaba haciendo su propio reto de supervivencia para hacerse más fuerte.
—O cuando Adam te desobedeció de irse de aquel club una noche que vimos entrar a dos guepardos que lucían peligrosos —agregó Nick.
—Siempre terminábamos enredados en cualquier lío —Adam se puso un poco serio—, pero salíamos de ello juntos, los tres. No había nada que nos separara.
—Pero —Kaspar bajó la mirada, volviendo a la actualidad—, por mi culpa ustedes tuvieron un problema en la manada.
—Kaspar —Adam tomó a su amigo de la mejilla e hizo que lo mirara—, perdoné a Nick cuando intentó robarse a mi pareja. Perdonarte a ti es mucho más sencillo.
Ross observó a Luka con el ceño fruncido. Con disimulo, casi pasando por desapercibido le dio un leve codazo.
—¿No te dan celos? —preguntó Ross a su hermano, refiriéndose a la escena que estaba frente a ellos.
Luka rio bajo.
—Soy Luka —Simplificó, haciendo alusión a todo lo que significaba él. Su seguridad nadie se la iba a quitar.
Nick se acercó a Kaspar y le dio un abrazo seguido de Adam. En segundos los tres estaban como en los viejos tiempos. Quizá sus caminos se hayan separado con sus respectivas parejas, pero seguían siendo amigos, de esos en los que Kaspar se encargaría de regañarlos si cometían otra equivocación. En la que Nick daría su valentía y fuerza para defenderlos y Adam haría lo posible para mantenerlos unidos sin importar cualquier descontento o diferencia entre ellos.
Kaspar tembló un poco antes de alzar los brazos para responder el gesto, abrazando a aquellos dos amigos que lo vieron a él y no a un beta. Sonrió, orgulloso de tener dos grandes amistades, feliz de recuperarlos.
—No fue tu culpa —Adam se separó para aclararlo—, Kaspar, eras muy influenciable, ella te ofreció algo que no pudiste negar. Te utilizó y tú ya has pagado suficiente con todo lo que has vivido.
—Nosotros te perdonamos en el primer momento, incluso cuando no había mucho que perdonar. Solo que tú seguían castigándote e impidiendo que nosotros te ayudáramos —Nick también se separó.
Kaspar asintió. Sin querer mostrar más su llanto se aferró a Adam en un abrazo y ocultó su rostro en aquel pecho. Nick palmeó su espalda contento de aclarar las cosas y los tres sintieron un peso menos por haber recuperado aquella amistad de años.
Ross esta vez codeó el costado de Ezra, su mirada mostraba cierta burla y un poco de maldad. Ezra lo observó unos segundos, el enamoramiento había pasado ya, por lo que levantó la cabeza en un gesto de interrogación.
—Se han reconciliado, así que será más duro para ti —afirmó Ross—, Kaspar es el menor de los tres, van a defenderlo con todo, así que deberías empezar a preparar un buen discurso para llevártelo.
—Si te sientes sofocado siendo un beta, podríamos solo encontrar a alguien más, no hay problemas —afirmó Nick, atribuyéndose aquel poder.
—Sí, supongo —continuó Adam no tan seguro.
—Si no soy beta, ¿quién va a cuidar a la manada de sus equivocaciones? Ustedes dos son una atracción de problemas —Kaspar sonrió—. Quiero mantener mi puesto de beta, pero agradezco la oferta.
Adam, Nick y Kaspar se mantuvieron un momento más en silencio. Aquella primera amistad que los tres habían forjado estaba una vez más.
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