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4. Ezra

El pequeño cachorro que Luka y Adam cuidaban tenía los ojos celestes, cabello blanco y piel de porcelana. Siempre solía sujetar un pequeño peluche de león que alguna vez encontró y que nadie se lo pudo quitar. Sus ojos lucían soñadores y no hacía muchas actividades por el rápido cansancio que lo atacaba. Sin embargo, aquello no evitaba que rondara por la manada cuando Luka se descuidaba unos segundos.

Por eso, cuando Kaspar y Ezra llegaron, vieron al pequeño niño en su forma humana, con su mano sujetando el pelaje del enorme peluche de león y sus ojos casi cerrados. El niño parecía haberlos esperado y les sonrió cuando bajaron del auto.

Kaspar se apresuró a bajar del auto para cubrir al niño con la camisa que antes usaba. El albino solía quemarse con mucha facilidad ante el sol, le preocupaba encontrarlo solo, pero no le sorprendía. Cuando tenía bastantes energías corría por todo el lugar escapando de la supervisión de Luka. Kaspar siempre se sorprendió de lo responsable que llegó a ser el guepardo.

—¿También tienes un hijo? —preguntó Ezra, después de estacionar el auto y llamar a uno de sus empleados para que vaya a recogerlo.

El niño extendió su peluche hasta Ezra y su mirada mostraba determinación. Sabía que Ezra era un león y anhelaba que este se convirtiera para poder acariciar su melena.

—No es mío —se apresuró a corregir Kaspar. Sujetó al niño de los hombros y le sonrió—, Luka y Adam lo cuidan, Mark es como su cachorro. ¿Dónde están? —preguntó al niño.

El pequeño niño albino negó y volvió a extender su mano a Ezra, esperando que este le prestara atención. El rubio ladeó la cabeza y se inclinó hasta estar a la altura de Mark.

—¿Dónde están tus papás? —preguntó.

—Mark es un lobo albino —aclaró Kaspar.

Ezra entonces entendió.

Los lobos albinos eran muy débiles a comparación de los demás. Tener un hijo con esa característica era un problema que significaba dinero para diferentes consultas médicas, medicinas y algunas cremas pues su piel era muy sensible y ante mucha exposición al sol, se agrietaba dolorosamente.

Los lobos albinos solían ser abandonados, en la mayoría, cuando sus progenitores conocían el gasto que significaba.

El rubio comprendió el paradero de los verdaderos padres de Mark. Una razón más para odiar a los cambia formas. Aunque algunos cuantos se libraban de aquella sentencia. Ezra admiró por un segundo a Luka y Adam.

—En la manada de los lobos negros —indicó Mark volteando hacia el lugar mencionado. El niño se había rendido con Ezra y conocer su forma de león—. Me dijeron que regresarían en unos minutos. Tío Luis está viniendo con ellos.

Ezra asintió emocionado por ver la admiración que el niño mostraba cada que lo veía. Kaspar por su parte sujetó a Mark de la mano y lo llevó hasta donde suponía que estaban Luka y Adam. Ya le habían avisado que irían a por Luis y Dunkel por la celebración del próximo día. La representación de los lobos negros era indispensable en aquella unión de manadas.

Cuando empezaron a caminar, Mark elevó la otra mano que no era sujetada por Kaspar. El niño enganchó su peluche en su mochila y esperó a que el rubio tomara su mano ya libre para seguir avanzando, tal como Luka y Adam hacían cuando salían a pasear por la manada.

Ezra carraspeó un tanto nervioso y aceptó el gesto del niño tomándolo de la otra mano. Mark sonrió con suavidad y siguió avanzando.

La división entre ambas manadas era cercana. Al ser una nueva unión ambos alfas quisieron que ambas casas principales estén a algunos minutos para así planear reuniones rápidas. La situación entre los lobos negros y grises seguía siendo poco estable, pero con la cercanía siempre encontraban una solución.

Por eso llegaron rápidamente. A lo lejos Kaspar ya pudo sentir el peculiar aroma a chicle de Luka y café de Adam. Mark pareció igual percibirlo porque soltó las manos de ambos y avanzó con seguridad hasta ellos. Junto a los dos estaba Luis y Dunkel quienes lucían felices y riéndose de algún chiste que alguno de ellos había contado. Kaspar se sintió incómodo por haber llegado a ellos.

Luka fue el primero en darse cuenta de la presencia de los tres y se inclinó hasta recibir el abrazo de Mark y así alzarlo. A pesar de tener delgados brazos, Luka todavía podía sostener en brazos a un niño de diez años.

El problema fue cuando las otras dos presencias hicieron su aparición. Tras Luis y Dunkel venían un rubio de ojos verdes y un humano trajeado. Ambos con las manos entrelazadas y demasiado relajados como para el ambiente.

Ezra al verlos enloqueció.

—Al fin te encontré, ¡bastardo! —gritó Ezra antes de lanzarse hasta el rubio tras Luis.

Alix se sorprendió un segundo antes de sonreír y hacerse a un lado ante el ataque de Ezra. De esa forma evitó los golpes que este lanzaba a cada segundo. Alix conocía muy bien ese tipo de peleas y lo que se le daba mejor era evitarlas.

Sin embargo, Alix no pudo evitar caer cuando una de las patadas de Ezra dio en sus rodillas logrando que perdiera el equilibrio. Al momento de caer, Ezra subió sobre él y empezó a repartir golpes en su rostro. Alix solo elevó la vista hasta el humano.

Klein no pensó más y sacó un arma paralizante de entre su saco. El humano apuntó con esta a Ezra quien no pareció percatarse de ello. Los demás solo se quedaron sorprendidos por la reciente pelea que parecía tener historia tras ella. Kaspar intentó acercarse para evitar más conflictos, pero la situación amenazante de ambos rubios prometía golpear a quien se acercara.

Dunkel corrió hasta el humano y le quitó el arma de las manos. Al mismo instante sujetó ambas manos de Klein tras su espalda, evitando una desgracia.

Adam hizo lo mismo con Ezra. Lo sujetó del cuello y hombros y lo alzó con facilidad hasta alejarlo de Alix quien se levantó y limpió su ropa. Alix no pareció sentir dolor alguno porque su mirada incentivaba a Ezra a seguir peleando, provocándole.

—Déjenme romperle la cara —reclamó Ezra luchando con Adam para que este lo suelte—, se lo merece.

Dunkel fue el primero en comprender la situación y le dio una mirada a su pareja para que sujetara a Alix. Luis sujetó las manos de su rubio amigo y lo obligó a retroceder hasta estar a la altura de los demás. Dunkel, a diferencia de Luis, siempre desconfió de Alix, él era el único que conocía las garras tras ese dulce rostro.

—Eres su hermano —afirmó Dunkel, recordando la historia que Klein le contó tiempo atrás.

—Hermano es la última palabra por la que lo describiría —respondió Ezra un tanto más calmado—. Alix solo es la próxima persona a la que voy a enterrar.

Klein alguna vez contó la historia de como recogió a Alix. Lo encontró en la calle junto a su hermano. Klein recogió a Alix y Alix aceptó, abandonando a su hermano en el frío de la basura. Ezra tenía muchos motivos para despreciarlo de aquella manera.

—Suéltalo, sus arañazos de gatito resentido no me hacen daño —exclamó Alix, con los puños en posición de pelea— sin ofenderlos —señaló a Luka y a Luis.

Adam negó, pero en el momento en el que se distrajo para voltear a ver a Kaspar, Ezra escapó de su agarre y se abalanzó contra Alix. Ambos rubios volvieron al suelo y una vez más Ezra estaba repartiendo golpes mientras Alix solo ni siquiera intentaba contratacar. Ante ello los reclamos de Ezra se dejaron escuchar, alternándose entre cada puño que daba.

—Todos ustedes, tanto tú, como tu madre, como nuestro padre e incluso mi madre, son la misma mierda —Ezra lucía dolido, pero más que ello furioso.

La pelea terminó cuando ambos terminaron noqueados en el suelo.

El pequeño Mark estaba a su lado con la mano recta después de haber dado a los puntos de presión de ambos y así hacerlos dormir un largo rato. Luka abrió los ojos sorprendido y vio a su derecha donde se suponía que estaba distrayéndolo para que no viera la pelea.

Luka sujetó a Mark y volvió a alzarlo para empezar a alejarse.

—Yo no le enseñé eso —intentó defenderse mientras desparecía del campo de visión de los demás.

Luis rio al conocer demasiado bien a su hermano. Adam suspiró y aceptó que llevar a un desmayado Ezra era su trabajo y lo aceptó. Kaspar solo tembló un poco al pensar que habría un Luka pequeño rondando por la manada. Dunkel se llevó a Klein, listo para expulsarlo de la manada por portar armas que eran peligrosas para los cambia formas. Esperaba que con aquella demostración, Luis se dé cuenta que Alix no era de confianza.

Era una tradición que la manada celebrara aquellas fiestas de compromiso en luna llena. La energía y felicidad entre los lobos era mucho más y eso llevaba a una fiesta entretenida y fácil de recordar.

Antorchas de fuego azul se dejaban lucir en el centro de la plaza principal, en medio de la manada y atrás de la casa de los alfas. Los mangos estaban enredados en ramas llenas de flores y tranzadas con hojas que solo relucían el color de la llama. Las estrellas solo hacían que todo se volviera mágico y la luz de la luna daba de lleno en la fuente principal que parecía mágica.

Las mujeres llevaban largos vestidos con vuelos y su cabello recogido en tranzas. Los varones lucían diversos trajes y peinados varios.

Nick esa noche había dejado que su, un poco rizado, cabello negro se mantuviera atrás, descubriendo su frente mientras Ross, a su lado, dejó su frente cubierta por flequillo. Ambos llevaban trajes negros, formales, pero sin tanto esfuerzo.

Luis tenía una camisa que se ceñía a su cintura con el pantalón azul oscuro que hace poco compró. Su cabellera, un poco más larga, estaba sujeta en una media cola. Dunkel solo llevaba un traje del mismo color, con el cabello un poco desordenado. Ambos con una sonrisa por ir a una fiesta después de todos los problemas que habían pasado.

Adam, como siempre, optó por el blanco en todo su traje salvo en las orillas donde una cinta negra llamaba la atención. Su camisa y cinturón eran negros que combinaban con las suelas de sus zapatos. Su cabello, igual a lo habitual estaba perfectamente peinado hacia atrás. Luka, solo por llevarle la contraria, tenía un traje negro con orillas blancas de cinta al igual que su camisa, cinturón y suelas de zapatos. Ambos eran la contraparte del contrario. El pequeño Mark en medio de ellos tenía el mismo traje que Adam, pero en una talla más pequeña.

Kaspar suspiró al llegar a la fiesta. Su vestuario era simple, pues estaba dispuesto a abandonar la fiesta antes de las once de la noche. Quería volver a la biblioteca para seguir estudiando algunas cosas de su manada. Su pantalón negro dibujaba sus largas piernas que empezaban en una delgada cintura desde donde partía su camisa blanca con vuelos en el cuello. Los mismos, no eran tan llamativos como en los trajes antiguos. Era un simple toque que no resaltaba, pero que agregaba un poco más de elegancia a todo el conjunto.

La alfa de la manada seguía con su vestido blanco de bodas. La parte superior lucía como un traje más mientras de la cintura para abajo el vuelo de su falta brillaba por la diamantina. El cabello largo de Karen estaba suelto con un flequillo en su frente y maquillaje rosa y rojo resaltando su belleza. A su lado estaba su pareja, un lobo gris, con un traje negro y que no salía mucho de lo común.

A las diez de la noche, cuando la música suave hizo que las parejas se levantaran y bailaran suavemente al compás, Kaspar se levantó dispuesto a irse. Sam no iba a aparecer hasta el próximo día. Por más de haber llegado en la mañana solía perderse unos cuantos días más. Sin importar aquello Kaspar sintió su soledad un poco más cuando se vio solo entre todas las parejas de la manada.

—Parece un sueño —Ezra se sentó a su lado y lo jaló un poco para que volviera a tomar asiento—, las luces, la luna, todo.

Kaspar decidió quedarse solo un poco más, al ser el único conocido de Ezra se sintió en la necesidad de acompañarlo hasta que este se aburra. Además, le gustaba presumir sobre lo que su manada podía lograr con la luna y otras decoraciones simples.

—Varios ayudaron en la decoración. La naturaleza siempre va a ser honrada en este lugar —aclaró Kaspar.

Ezra sonrió alzando la vista a la luna. El rubio tenía un traje color vino que uno de sus trabajadores llevó para él. Su camisa y corbata blanca complementaban perfectamente junto a un clip dorado en su corbata con forma de león. Kaspar se encontró sonriendo por la presencia, ahora tranquila de Ezra a su lado.

Mayormente la manada gustaba de música suave, de esas tonadas que se bailaban en pareja, con suavidad y simple. Karen y Adam no eran la excepción, por eso todo complementaba en un sueño que Ezra vio por primera vez y que estaba seguro recordaría toda su vida como el evento formal más hermoso al que asistió y eso que fue invitado a varias fiestas de gala por su posición y riqueza.

—Perdón por la pelea que viste antes —comenzó Ezra— no creo que te guste mucho  la violencia.

El rubio creía aquello al notar los vestigios de moretes en la piel de Kaspar.

—Alix es el pariente que viniste a buscar a esta manada ¿verdad? —preguntó Kaspar.

Ezra bajó la cabeza, recordando el momento exacto en el que se sintió traicionado al verse abandonado tras ese lujoso auto. Jugó con la tela de su traje hasta armarse de coraje, sentía que con Kaspar podía hablar, tal como este lo hizo con él cuando viajaron a la ciudad humana.

—Mi padre fue beta —inició Ezra—, debes saber que un beta debe tener el consentimiento de su alfa para una pareja permanente igual que su cargo debe ser heredado a sus hijos, sin excepción alguna.

—Lo sé —de hecho la vida de Kaspar se basó en ello.

—Quería un hijo igual a él para que fuera su heredero —continuó—, pero las mujeres de la manada lo repudiaban por su codicia y poca importancia a la vida. Consiguió tantas parejas solo para tener un buen heredero —se burló de aquello—. Tuvo que salir de la manada para conocer a la primera, de su unión nació Alix. No funcionó y la mujer lo abandonó con el niño. El hombre ni siquiera se lamentó y buscó a alguien más. Esta vez le tocó a mi madre, incluso con ello no consiguió lo que quería, pero decidió que le servía. Mi madre solo se fue y me dejó.

Ezra suspiró y de alguna forma buscó contacto. Quiso saber que no estaba solo en aquel lugar. No quería sentirse como siempre lo había hecho en aquella familia.

—No aceptaba los errores. Quería que su hijo fuera tan inteligente y fuerte como lo era él. Alix cumplía con esas espectativas y se regodeaba de ello. Yo no quería que descubra que era lo que buscaba. Solía esconderme entre las diferentes cabañas de aquella manada. Pero de alguna forma siempre me encontraba. Un día Alix tomó sus cosas y me jaló para que escapáramos. Yo confié en él, pensé que era el primer acto de bondad que veía en alguien de nuestra... raza.

«Pero en cuanto llegamos a la ciudad humana decidió que yo era demasiado equipaje para él. Una semana después de vivir en la calle a base de lo que encontráramos, Alix solo subió a un auto lujoso y me dejó —apretó los puños, todavía enojado por ello—. A mí me recogió el auto de mi padre, me obligó a volver a la manada y al no encontrar a Alix solo se conformaba con esperar el doble de mí con el castigo de ambos si es que me equivocaba. Me dio un collar que evitaba mi cambio a un animal, como precaución.

«Cuando cumplí la mayoría de edad pude escapar del lugar. Robé el auto del hombre y conduje hasta la ciudad humana. Ellos eran completamente diferentes a lo que era mi padre. Conocí a Joseph y de alguna forma él vio algún potencial en mí que yo no noté. Me ayudó a formar mi propia empresa, empezando por un negocio de lavado de autos. Joseph solo me dio la mano cuando mi raza me la negó. Por eso quise ver a él como si fuera mi padre.

«Hice mi vida humana, quise ser como ellos y escalé hasta la cima con solo trabajo duro e inteligencia. Sin embargo, mi padre siempre supo donde estaba y cuando vio su fin me llamó para que tomara su lugar. Así que...

«Joseph me dijo un día que encontró a mi hermano, a base de un investigador bien pagado. Cuando recibí el llamado de mi padre solo vi a Alix como una salvación que sabía no me ayudaría. Alix no dudaría en abandonarme de nuevo. Decidí que quería encontrarlo solo para desquitarme por todo lo que sufrí por su culpa. Pero antes de partir la manada de mi padre llegó por mí. Al no poder resistirme Joseph fue conmigo. Ese fue el peor error que cometí en mi vida.
«Mi padre vio en Joseph un obstáculo que le impedía volver a tener a su hijo. Por eso se deshizo de él y esperó que yo vuelva a ser su heredero como beta de aquella manada. Creo que entré en frenesí, pero después de ello solo recuerdo estar en camino a esta manada con Joseph a mi lado sangrando demasiado. Él murió y yo estoy acá disfrutando de una fiesta que parece un sueño.

Kaspar se quedó sin palabras. Su mirada viajó por todo el lugar hasta encontrar una vez más con Ezra quien seguía con la cabeza gacha y sus manos jugando con la tela de su traje ya arrugado. La música siguió sonando, pero Kaspar solo pudo escuchar la respiración pesada del rubio, como si se obligara a seguir pretendiendo ser fuerte.

De pronto, sin pensarlo, Kaspar se acercó a Ezra y le dio un abrazo. Apoyó su cabeza en el hombro del rubio y le dio leves palmaditas en la espalda. Solía hacerlo cuando veía a su amigos tristes y creía que Ezra necesitaba de ello. Kaspar notó el tenso cuerpo del rubio volverse ligero hasta sentir aquellas manos en su cintura, atrayéndolo más a él.

La luna pareció brillar más, solo para ellos y Ezra decidió separarse solo para observar a aquel que le daba su apoyo incluso sin haber formado parte de su vida. Kaspar significó para él, el primer cambia forma en el que confiaría su vida sin pensarlo.

Kaspar recordó que Ezra no mostró ni una lágrima cuando le avisaron que su amigo humano había fallecido. Pero ahí estaba, el rubio se guardó todo el sufrimiento y siguió adelante porque no conocía otra forma de superar su dolor. Le negaron desde pequeño  el placer de equivocarse y llorar por todo, Ezra solo seguía recto como un roble a pesar de que sus fuerzas hayan mermado.

—Vamos a beber un poco —recomendó Kaspar—. Los ebrios lloran mucho y lo que necesitas es eso.

Ezra se levantó junto al castaño y asintió. Antes de avanzar tomó a Kaspar de ambas mejillas y las presionó un poco hasta ver aquella extraña expresión en aquel rostro. Ezra entonces comprendió la razón por la que alguna vez Nick casi lo llamó muñeca. Kaspar tenía una belleza sublime, sus ojos verde y cabello castaño casi rojizo enmarcaban un rostro perfilado con una piel suave y delicada. Kaspar era hermoso.

Quiso agradecerle por simplemente escuchar. Pero el nudo en su garganta le impedía hablar, por lo que solo juntó su frente a la de Kaspar un segundo. Al ser más alto, Ezra se agachó un poco logró su cometido. El toque duró segundos.

—Deberías seguir tus propios consejos —agregó Ezra, separándose—. Eres inteligente, pero solo para los demás. Por esa razón dicen que los betas como nosotros no tenemos suerte en el amor, pensamos demasiado las cosas.

—Incluso sin amor nuestra inteligencia seguirá.

Después de eso fue beber hasta que ambos perdieron la consciencia y olvidaron por un momento todos los problemas que los acechaban día y noche.

Cuando Kaspar despertó a la mañana siguiente, sintió la cabeza tan pesada como su cuerpo entero. Incluso el suave piar de los pájaros mañaneros le molestaba hasta el punto de desearles su muerte. Kaspar solo alzó su almohada con gran trabajo y la lanzó a la ventana intentando hacer callar el ruido de la naturaleza.

Sin embargo, por más esfuerzos que pusiera, el ruido seguía y su cabeza martilleaba más a cada segundo. Entonces decidió que se levantaría para lanzarles algo a los pájaros que piaban más fuerte que antes. Solo que al momento de levantarse, Kaspar sintió un dolor característico en su espalda baja. Su cuerpo desnudo solo confirmaba las cosas.

La cabeza rubia a su lado pareció despertarse al mismo momento que él, le dio un golpe con la almohada. Ezra todavía lucía el sueño en sus ojos, pero los recuerdos de la noche anterior fueron más que suficientes para despertarlo.

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