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3. Errores pasados

El entrar a la camioneta se hizo mucho más incómodo de lo que Kaspar planeaba. Por un momento sintió el peso del poder que Ezra poseía.

A pesar de haber esperado más de dos días para partir a la tierra humana. Ezra no olvidó su promesa. Sin embargo, aquella mañana, cuando planeaba salir, una camioneta negra junto a un auto lujoso se estacionaron en la entrada principal a la aldea de la manada. Del Lamborghini azul salió un hombre de traje y anteojos que le dio a Ezra la llave del móvil. El respeto fue notorio hasta para Kaspar quien tragó su incomodidad ante la estudiosa mirada del trabajador de Ezra.

Después de un parpadeo. Ezra estaba a su lado, completamente cambiado con un nuevo traje, limpio y liso. El aura que desprendía era de elegancia y porte. Kaspar de pronto sintió que su vestimenta, igual formal, era muy pobre a su lado.

Empeoró cuando Nick y Ross llegaron a ellos para despedirlos. La pareja traía entre sus manos un nuevo refrigerador pequeño para su cabaña. Kaspar planeaba entrar al auto antes de que ellos llegaran a su lado, pero el entusiasmo de Ezra por ver a Ross hicieron sus planes a un lado. Por obligación tuvo que quedarse a su lado viendo la felicidad de los tres.
Nick les saludó con una sonrisa. El distanciamiento entre ambos seguía teniendo aquella brecha que lucía demasiado dolorosa. Ross por su parte parecía ignorar aquel hecho con más simpleza y la muestra de afecto para Kaspar fue más incómoda para el beta.

—Me gusta tu auto —Ross se acercó al vehículo con admiración. Las gafas de sol que llevaba aquella mañana se reflejaron en el oscuro cristal.

—Te lo regalo —Se apresuró a decir Ezra, en uno más de sus actos de despilfarrar el dinero que siempre ganaba por montones.

—No —Nick, por suerte, intervino en la conversación. Ezra le causaba una buena impresión, algo que empezó a cambiar en el momento de darse cuenta de la pequeña chispa que brillaba en los ojos de Ezra cada que veía a su pareja.

Ross mostró un poco de decepción un segundo antes de que su alegría retornara al equipo de refrigeración que habían comprado hace minutos. Se conformaría con eso, por el momento.

—Cierto —Nick pareció recordar algo en ese momento, sus pasos retornaron hasta acercarse a Kaspar— hablé con Luis, me dijo que Sam regresaría hoy en la tarde.

El minuto siguiente fue solo silencio. La expresión de Kaspar demostraba el miedo leve en ese instante. Su mano fue a parar a su cuello, en los lugares que seguían doliendo por las mordidas y apretones que dejaron su marca. El color en su rostro lo abandonó por completo y Nick solo quiso acercarse un poco más a él, intentando consolarle.

—Si gustas puedes venir a mi cabaña esta noche —ofreció Ross, su rostro serio era una completa novedad.

Kaspar negó y subió al auto de Ezra en seguida. No quería compasión, suficiente tenía con sí mismo avergonzándose de su propia idiotez. Alzó la mano, como despedida mientras en su rostro no había expresión alguna. De alguna manera quería alejarlos a todos porque temía volver a equivocarse al nivel de perder a alguien más. Prefería seguir con las cosas como estaban. Su soledad no dañaba a nadie.

Aunque una parte suya, muy remota, sentía un cosquilleo en su nuca por la anterior cercanía de Nick. Podría aparentar seriedad,  pero los sentimientos hacia el lobo negro seguían muy presentes cada que se topaba con él. Un enamoramiento de años no iba a irse en cuestión de días.

Pero cuando pensó que el tema estaba olvidado Kaspar notó a su lado a Ezra quien le miraba fijamente. El rubio lucía más confundido por cada segundo más en aquel lugar estacionados. Kaspar pronto sintió la incomodidad y decidió que creía saber la razón de aquellos ojos cavando en él.

—Es una larga historia —comenzó Kaspar.

Cuando el auto comenzó a avanzar Kaspar decidió contar a alguien más todo lo que vivió.

Desde el comienzo, cuando Nick, Adam y él eran los mejores amigos, inseparables y hasta planearon su propia manada. Incluso pareció recordar el momento exacto en el que la amistad con Nick se volvió algo más, aunque solo para él. Después de ello, cuando su amistad estuvo más unida que nunca. El momento que empezó con el fin de ellos tres fue con la llegada de un guepardo de diferentes ojos y peculiar aroma.

Los recuerdos no le permitieron parar mientras sentía como el auto seguía avanzando. De pronto sintió la ligereza en sus hombros. Se sintió bien contar a alguien todos los problemas que retenía. Kaspar pensó que aquel sentimiento de paz momentánea era lo más parecido a la felicidad que no volvió a experimentar en aquellos años de soledad y equivocaciones.

Solo que se detuvo cuando llegó a la parte en la que una loba negra llegó a ellos para arruinar todo. No quería compartir su error con nadie más. Sentía que todavía no estaba preparado para ello. En ese momento el auto pareció ir con más lentitud y el bufido de Ezra lo despertó de sus pensamientos.

La sonrisa de Ezra lucía incómoda.

—Es que ni siquiera te pregunté —indicó Ezra sin quitar la mirada del camino—, solo empezaste a contar tu vida.

Kaspar sintió su rostro arder en vergüenza y en el retrovisor notó el sonrojo que cubría hasta sus orejas. Por un momento quiso objetar algo, salvar un poco su orgullo, pero decidió callar, no quería seguir ensuciando más su semblante siempre serio. La risa de Ezra le indicó que fue lo correcto.

—Bien —El rubio volvió a la velocidad normal para llegar a la ciudad humana— ¿y después?

—Pensé que no te interesaba —respondió Kaspar, orgulloso de no haber demostrado el temblor de vergüenza en sus palabras.

—No me interesa, pero si vas a contar un chisme, hazlo completo.

Kaspar hubiera preferido no decir nada más. Solo hacer que Ezra se quede con la duda por el momento vergonzoso que pasó. Sin embargo, el sentimiento de tranquilidad lo convenció. Sabía que era bueno a veces solo soltar todo y respirar un poco. Por eso continuó con la historia que lo llevó hasta ese lugar.

Con más tranquilidad empezó a relatar desde el momento en que Alma, la loba negra, ingresó a la manada de Adam. Recordar la forma tan fácil en la que la mujer le manipuló para conseguir lo que quería le hacía sentir estúpido, pero continuó. Contó el momento en el que todo volvió a irse abajo, cuando Ross y Nick parecieron ser mucho más cercanos que antes, lastimando la poca esperanza que hasta ese momento guardaba.

Al momento de llegar a la parte en la que Luka fue separado tan dolorosamente de aquel cachorro le tembló la voz. Ese era un castigo a su error y lastimosamente otro más tuvo que pagar.

La ida de Ross también fue otro momento desastroso que recordar. Kaspar todavía podía escuchar a Nick golpeando la pared a lado de su cabaña, en su sufrimiento por haberse separado de aquel hombre que se hizo importante para él. Cuando Ross se fue de la manada Nick pareció completamente desorientado. Esa fue una prueba más de su equivocación.

A partir de aquel momento su historia se cortó de raíz, dejó de juntarse con Adam y Nick. No tenía el suficiente coraje para fingir que nada había pasado y seguir a su lado con aquella amistad que se rompió hace años. Desde ese instante su vida se centró solo en servir como el beta que era.

Kaspar no se dio cuenta que el rostro de Ezra empezaba a descomponerse en ira a medida que avanzaba con la historia. Los nudillos del rubio se hicieron blancos por la presión que ejercía en el volante.

Y finalmente, cuando Kaspar terminó de contar todo y llegaron a la ciudad humana, Ezra detuvo el coche e inclinó la cabeza, ocultando su mirada bajo su cabellera.

—En toda mi vida me he topado con varios otros como tú —alegó Ezra—, personas que piensas que su felicidad vale lo suficiente para arruinar la de los demás. El amar tanto a alguien no te da el derecho a ser así de idiota.

Kaspar apretó los puños y aguantó el insulto. Porque sabía que sus errores costaron mucho más de lo que parecía. Ya no podía tener la confianza de nadie.

—La cafetería donde está la alfa de los tigres es la del frente. Voy a esperar acá.

Kaspar decidió solo quedarse callado y bajó del auto.

Decidió seguir adelante, realizando un buen trabajo para mantener la manada en paz. Por eso cubrió su semblante dolido por uno serio. Alisó la camisa que traía y que, junto con el pantalón de tela que llevaba, solo ajustaba más la cintura que le hacía recuerdo a las veces en la que Adam y Nick lo comparaban con una muñeca. Avanzó hasta la cafetería con paredes de cristal y entró con confianza.

Encontrar a la alfa no fue un problema. La mujer tenía el cabello naranja con las puntas negras. El aroma de la dama fue suficiente peculiar para reconocerla como la única cambia forma entre todos los humanos que visitaban el lugar. Después de ello solo le hizo falta acercarse y entablar una conversación.

Para suerte suya, la mujer pareció reconocerlo de igual manera, como el único cambia formas entre los demás. Por eso le sonrió y levantó la mano, con confianza, como si lo conociera desde hace años. Ella lucía unos ojos negros, profundos y brillantes, la sonrisa en su rostro le hizo recordar a Kaspar lo juguetones y astutos que eran los felinos, por eso procedió con confianza.

Se sentó frente a ella, con un semblante serio y listo para entablar una conversación pacífica. Tras ellos varias familias humanas convivían con normalidad, las risas de los niños se escuchaban desde el área infantil.

Los ojos negros de la mujer estudiaron detenidamente a Kaspar y segundos después volteó la mirada por el cristal hasta el auto azul estacionado frente a la cafetería. Ella reconoció el aroma de Ezra en seguida, pero no hizo movimiento alguno. Solo tomó un pequeño sorbo a su taza de café negro humeante.

Cuando la mesera del lugar le llevó un vaso de jugo a Kaspar fue que ambos comenzaron su conversación.

—Entonces, supongo que vienes para abogar por el traidor que nos observa desde el auto azul —indicó ella. Apoyó su codo en la mesa y su cabeza en su mano. Una forma más útil de observar a alguien— ¿me equivoco?

—Vengo a abogar por mi manada —respondió Kaspar, sus largos dedos tomaron el vaso con jugo, pero no se atrevió a tomarlo, la presencia de la mujer era demasiado fuerte como para darle miedo.

—La manada de los lobos grises —Intuyó. Su abrigo negro fue puesto a su lado, dejando a la vista una larga camisa negra que era utilizada como vestido—, he escuchado sobre ella. Su alfa tiene a un felino como pareja así que estoy dispuesta a escucharlos.

Kaspar agradeció que Luka y Ross estén en la manada, porque gracias a ello la alfa le dio una oportunidad. Además, después de convivir levemente con ellos, sabía qué esperar y de qué cuidarse.

—Mi manada lamenta haber lastimado a los centinelas que mandó tras Ezra. Nuestra intención fue solo defensa. No queremos problemas.

—Comprendo eso. Mis centinelas todavía se recomponen de la vergonzosa derrota. Al igual que ustedes, nosotros tampoco queremos problemas.

—Entonces. Como beta de mi manada le ofrezco ayuda cuando ustedes lo requieran. Mi alfa gusta de ayudar a otras manadas para así dar un ambiente de paz entre los suyos. Un pacto de paz con ustedes sería muy útil.

—¿Qué planean hacer con él? —preguntó apuntando al carro azul.

—Si es un fugitivo suyo por algún crimen, dudo que Adam lo deje quedarse en nuestra manada. Si no es, entonces mi alfa va a darle la mano. Tenemos la fama de resguardar a cualquier extraño como si fuera de nuestra manada.

—No es culpable —indicó ella terminando su café— todavía no tenemos las pruebas, pero es el primer sospechoso, más que eso, la persecución fue por abandonar su cargo de beta en nuestra manada —se levantó, dispuesta a irse—. Sin embargo, debo advertirte que si es culpable, entonces no va a importarnos la paz e iremos por él. Por el momento te encargo a Ezra, al ser ambos beta entonces supongo que van a llevarse bien.

La alfa tomó su abrigo y salió de la cafetería. En la puerta de entrada se puso los lentes de sol y dirigió su mirada hacia el coche azul donde Ezra se encontraba. Con una sonrisa negó levemente y volvió a avanzar hasta la otra calle donde uno de los centinelas la esperaba con su camioneta. Ella iba a dejar a Ezra por el momento. Sin embargo, sabía que en algún momento necesitarían del beta de su manada.

Kaspar suspiró agotado y dejó caer su cabeza hasta la mesa frente a él. El jugo en su mano seguía intacto y no tenía la garganta relajada como para dejar pasar cualquier líquido. Pagó la cuenta y decidió que quería ir a su cabaña y descansar hasta el próximo día. Aunque sabía que no sería posible. Adam y Luka parecían estar preparando una pequeña fiesta para celebrar el matrimonio de Karen, la hermana de Adam.

Al volver a entrar en el auto, recordó lo tenso que estaba el ambiente antes de salir. Parecía no haber cambiado. El rubio seguía con la cabeza inclinada y los nudillos blancos.
Sin embargo, en cuando Kaspar entró el auto avanzó de inmediato.

De pronto las calles por las que transitaban eran más llamativas y lujosas. Los jardines a su alrededor rebosaban de dinero y cosas lujosas. Incluso notó alguno que otro guardia de seguridad en algunas puertas. Sintió estar entrando a un lugar en el que no pertenecía. Al vivir en una manada, la jerarquía era por fuerza y no por dinero. Incluso de esa forma los alfas servían y no utilizaban su poder para presumir, como lo hacían los humanos.

Cinco calles después de entrar a ese lujoso barrio el auto se detuvo. Ezra no le dirigió la palabra en el viaje, pero lucía un rostro más sereno. Como si hubiera olvidado la conversación de hace momentos.

—Cumplí con mi parte —anunció Ezra mientras estiraba su torso hacia atrás para sostener una bolsa de papel—, ahora cumple con tu parte del trato. Necesito que te saques la camisa.

Kaspar abrazó su cuerpo con miedo. Con los ojos más abiertos de lo usual, retrocedió en su asiento hasta chocar contra la puerta del coche.

—No es lo que piensas —Se apresuró a aclarar las cosas—, si vas de esa forma no van a creerme, solo ponte esto.

Le tendió una sudadera amarilla que parecía dos tallas más grande que él. Sin embargo Kaspar aceptó y con lentitud empezó a sacarse la camisa, con verguenza por mostrar los golpes en su piel.

—Vas demasiado lento —Ezra se acercó hasta Kaspar y le sacó la camisa con rapidez, presuroso por acabar—, la camisa lucía bonita, pero nadie va a creerme que estoy saliendo contigo si luces tan lindo.

Cuando terminó, Ezra salió del auto y le indicó a Kaspar que lo siguiera.

La casa frente a ellos era la más lujosa que Kaspar vio en su vida. Era el doble de la mansión de los alfas en su manada. Dos guardias resguardaban la puerta y cámaras de seguridad estaban instaladas en cada esquina. Con la sudadera amarilla Kaspar se sintió incluso más fuera de lugar que antes.

Incluso de esa manera avanzó, porque no iba a incumplir su parte del trato.

Cuando llegaron a la puerta y Ezra tocó el timbre, Kaspar vio a un lado, buscando una manera rápida de salir corriendo hasta la otra calle y fingir que se había perdido. Le incomodaba tanto como la primera vez que entró a la casa de los alfas. El rubio lucía más tranquilo y Kaspar lo envidiaba.

En un susurro, cuando escucharon los pasos del otro lado, Ezra le indicó a Kaspar que le siguiera la corriente y que no había mucho tiempo para explicar.

La puerta se abrió y una mujer con vestido de flores y maquillaje leve les saludó. Su ceño se frunció cuando sus ojos se encontraron con los de Ezra y Kaspar pensó que estaba en el lugar equivocado.

—Llegas tarde —acusó la mujer mientras volteaba y avanzaba por la casa.

Ezra sostuvo la mano de un nervioso Kaspar y lo jaló un poco para que entre a la enorme casa. Si por fuera lucía lujosa, por dentro era bizarramente el doble. Estructuras de artistas famosos y cuadros estaban en todos lados. El piso reflejaba su rostro y el sonido de un tocadiscos bien conservado ambientaba el lugar. Kaspar trago duro para darse coraje.

—Entonces —La mujer se sentó en el sofá blanco de la enorme sala—, ¿vas a presentarnos?

Ezra pareció saltar del susto y sujetó a Kaspar de los hombros.

—Él es Kaspar, mi pareja —presentó Ezra. La sonrisa nerviosa en su rostro hacía evidente su mentira, pero la mujer no pareció percatarse—. Kaspar, ella es Viviana mi ex- esposa.

Kaspar tosió para aclarar su garganta y caminó a la mujer para ofrecerle la mano en un saludo. Viviana le sonrió gustosa y amable.

—Cuando te dije que consiguieras pareja, solo decidiste apartarte de la opción de mujeres para tener a un novio —reclamó ella. La sonrisa en sus labios hacía evidente que no estaba completamente enfadada.

—No iba a seguir tus órdenes, iba a cumplir mi parte, al menos a mi manera.

Kaspar se sintió desplazado de la conversación. Quiso concentrarse en la pintura a su lado, a pesar de no saber nada de arte fingió comprender los trazos ignorando la conversación tras ellos. Además, necesitaba un poco de tiempo para asimilar la conversación que tuvo con la alfa.

Los pasos que se acercaron a la sala y la mano de Ezra en su cintura hizo que volviera en sí. Kaspar volteó hasta la entrada donde una de las sirvientas de la casa cargaba a un niño de seis a ocho años. Vio los ojos de Ezra aguarse y empezó a comprender un poco más la situación.

—Ven a saludar a tu padre —Viviana se acercó al niño y lo cargó en sus brazos.

El niño había heredado la cabellera rubia de Ezra, sin embargo, sus ojos eran café claro como los de su madre. Kaspar, incómodo con el toque en su cintura y más por el dolor porque presionaba en una de sus heridas, se separó. Ezra aprovechó aquello para acercarse a su hijo e intentar cargarlo en sus brazos.

Sin embargo, el niño rehuyó del toque de Ezra y se refugió en su madre, ocultando su rostro en el pálido cuello de la mujer. Kaspar notó la mirada triste del rubio y se acercó a él para ponerle una mano al hombro, en un intento de consolarle. Porque creía reconocer esa mirada en alguna parte de sus memorias.

Kaspar, en un intento de arreglar las cosas, se acercó al niño y con una sutil sonrisa le saludó. El niño tuvo la misma reacción, sin querer saludar ni verlo. Viviana suspiró derrotada y le tendió su hijo a su niñera. Era hora de dormir y pensó que su hijo necesitaba un poco de descanso. Además, quería hablar a solas con la reciente pareja.

—Todavía no quiere —concluyó ella—. Intenté poner algunas fotografías tuyas en su habitación para que se sintiera más a gusto con tu imagen, pero creo que no funcionó, al igual que la presencia de alguien que fuese tu pareja.

—Supongo que necesita más tiempo —Ezra lucía derrotado y caminó con confianza a la cocina para tomar una botella de alguna bebida—, soy un extraño para él.

—Fue en parte tu culpa. Debes aceptar que pusiste tu trabajo antes que él. Tres años en los que no te vio ni una vez.

—Lo sé. Pero sabes bien la situación extraña.

—Sí, lo sé —Viviana sonrió y fijó su mirada en Kaspar—, ahora cuéntame cómo conseguiste que alguien tan lindo como él se atreva a aceptarte como su pareja.

Kaspar saltó del susto cuando sintió el toque de Ezra en sus hombros.

Ezra sonrió, más orgulloso que antes y recompuesto del anterior hecho. Kaspar admiró la facilidad para superar situaciones difíciles del rubio, quiso tener un poco de aquel coraje.

—Soy difícil de rechazar —presumió Ezra, sentándose a lado de Viviana— Kaspar solo quedó prendado de mí en cuanto me vio. Fue amor a primera vista.

Kaspar se tragó la risa que estuvo a punto de delatarlo y caminó a sentarse a lado del rubio. Viviana solo rodó los ojos y le quitó la botella de licor a Ezra para darle un sorbo directo de la boquilla.

Sin embargo, el rostro de Viviana se puso serio cuando vio uno de los moretones en el cuello de Kaspar.

—¿Te volviste un abusador ahora?

Viviana se levantó y caminó hasta inclinarse a la altura de Kaspar. Sin miedo, levantó un poco más la manga de su sudadera hasta descubrir los rasguños y marcas de golpes que tenía. La mujer frunció el ceño y le mandó una mirada gélida a Ezra que le advirtió que su situación con su hijo estaba en peligro si es que era el responsable de aquellos golpes.

—No, no —Kaspar quiso arreglar eso de inmediato, no quería arruinar nada, y menos si había un cachorro en medio—. Boxeo en mis tiempos libres —mintió.

Viviana rio con fuerza ante esa mentira y golpeó con levedad la rodilla de Ezra. Kaspar comprendió que estaba a salvo.

—No te creo —dijo Viviana—, con esa carita de muñeca no matas ni una mosca. No hace falta la mentira. Ustedes ni siquiera son pareja.

Ezra bufó al verse descubierto y Kaspar tembló al sentirse culpable por arruinar aquella situación. Pero alguna vez. Cuando fue culpable de la desaparición del cachorro de Luka, prometió que nunca más causaría un desastre de ese nivel. Si debía mentir para arreglarlo entonces lo haría lo mejor que pueda. Y si se proponía algo entonces lo cumplía.

Antes de que Ezra se levantara para aceptar su mentira, Kaspar sujetó la mano del rubio y negó. Kaspar iba a arreglar la situación.

—Lo amo —mintió. Kaspar fijó sus ojos verdes en la pared— fue la única persona que vio en mí algo que nadie más notó. Creo que con él conseguí vivir la mejor parte de mi vida. No me arrepiento de lo que siento y quiero creer que él siente lo mismo que yo, con la misma intensidad —En su mente estaba la imagen de Nick, cuando se conocieron, cuando comenzaron su amistad—. Soy muy afortunado de haberme topado con él antes de rendirme con toda la vida que tenía —Cuando su amistad por él mutó a un amor.

Viviana parpadeó confundida y sonrió con orgullo para abrazar a Ezra y después a Kaspar. Ezra lucía confundido, su mirada no se aparataba de la expresión soñadora del castaño. Reconoció el sentimiento en cada palabra suya, pero sabía que no iba  dirigida a él.

—Ganaste la lotería —se apresuró a decir la mujer—, no cometas ninguna equivocación para perderlo. Es demasiado perfecto para ti. Van a robártelo antes de que voltees.

Después de ello tuvieron que salir de aquella casa.

Ezra solo le dio un suave gracias cuando ambos subieron al auto. Al quedarse solos otra vez, entonces el ambiente tenso volvió y el silencio se hizo irrompible. Kaspar creyó haber arruinado todo otra vez. En su defensa, quería creer, con una advertencia anterior entonces hubiese eliminado las marcas o inventado una mejor escusa.

Volvieron al camino para ir a la manada. Los asuntos en la ciudad humana terminaron y ambos debían ir de vuelta. Ezra todavía temía ser capturado por los tigres y tampoco se preocupaba su empresa así que podía desaparecer un tiempo.

A medio camino, Ezra golpeó el volante de su auto con fuerza y detuvo el auto. Cansado de seguir con la tensión en el ambiente cuando ambos ya sabían lo suficiente del otro como para considerarse amigos. Kaspar tembló ante el sonido del golpe, pero supo recomponerse antes de que el otro se diera cuenta de su susto.

—Lamento lo que te dije antes  —Ezra bajó la cabeza en una disculpa y en la posición correcta para ocultar su verguenza—. No creo que seas idiota, por ello. Solo estaba enojado, cuando mencionaste sobre la separación de un cachorro de tu alfa entonces solo perdí el control de mis palabras. Lo lamento.

Kaspar no supo qué decir. Nunca creyó ver esa escena, es más, estaba de acuerdo con el rubio por aquellas palabras. Sentía que merecía el peor de los castigos por su actuar.

—No es necesario —admitió Kaspar—, yo también acepto que cometí muchos errores. Y tenías razón, el amar a alguien no justificaba que pueda lastimar tanto a los demás.

—Supongo que tus errores no te dejan dormir por las noches. Pero, después de escuchar tu declaración de amor de hace minutos me hace creer que el amor que tu das es muy fuerte, leal y admirable. Es eso o muy psicópata. En cualquiera de los casos, me sentiría muy alagado si alguien me amara con esa intensidad.

Ezra comprendió sus palabras cinco segundos después de haberlas dicho. Por eso carraspeó su garganta y volvió a conducir, evitando a toda costa voltear y encontrar su mirada con la de Kaspar.  

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