#316
❀ Fluff, Slight Angst(?)
❀ Elf!au
❀ 1122 palabras
Chanyeol escuchó ruido en la casa y se levantó de su pequeño sofá, sacudiendo las patitas y orejitas de su traje, acomodándose el pañuelo y saliendo de su pequeño salón, nervioso porque lo vería de nuevo.
Chanyeol era un pequeño duende que habitaba una gran casa. Casi como esos pequeños Borrowers que salían en una de las películas que al dueño de la casa le gustaba tanto ver, Chanyeol vivía de lo que sus padres habían conseguido construir escondido en las paredes. Incluso de lo que Baekhyun, el dueño de la casa, le dejaba cosas aquí y allá para que las tomara sin miedo a que luego él las echara en falta.
Realmente le gustaba Baekhyun. Desde que el chico se había quedado allí solo cuando sus padres se mudaron al campo para estar más tranquilos, había estado saliendo más a menudo. A pesar de que Baekhyun lo había visto cuando ambos eran niños en su especie, el humano no lo recordaba y casi chilló cuando Chanyeol, el primer día que el ya hombre se quedó solo, salió a saludar.
Pasado el primer susto, Baekhyun lo reconoció, diciéndole que estaba igual que antaño, cosa que no le hizo gracia a Chanyeol. Los de su especie no envejecían externamente pero él había cambiado, era adulto y ya vivía solo. Sus padres se habían mudado con los señores Byun, escudándose en que ya no sabían cómo vivir sin ellos. Por eso Chanyeol había roto las reglas de los de su especie y pasaba tiempo con Baekhyun.
- ¿Chanyeol? ¿Estás aquí? -escuchó a Baekhyun llamarlo desde el salón.
- ¡Estoy aquí! -gritó desde su posición junto a la antología de poemas de la estantería.
Baekhyun lo divisó y le sonrió, haciendo que la sonrisa se extendiera por la cara del duende y que prácticamente saltara a sus manos cuando las colocó juntas frente a él. Se sentaron juntos en el sofá a ver la tele mientras cenaban, Baekhyun pasándole pequeños trozos de comida que él aceptaba con alegría, hasta se estuvo lleno y se recostó contra el hombro del hombre.
Mirándolo reír, apoyando contra el pulso en su cuello, Chanyeol pensaba que realmente no había cambiado.
Porque aquel día que vio a Baekhyun por primera vez siendo niño, había dio a decirles a sus padres que le gustaba aquel chico. Sus padres pusieron el grito en el cielo, no podía enamorarse de un ser humano, o se volvería uno de ellos. Si su amor no era correspondido, Chanyeol moriría y ellos podrían perderlo para siempre. Por eso Chanyeol asintió, dándoles la razón, y se dedicó a espiar a Baekhyun en secreto sin mostrarse más ante él.
No se dejó ver, no habló de él, fingió que no le interesaba y sus padres volvieron a respirar tranquilos, pensando que su hijo estaba a salvo. Por eso, confiaron en él y se fueron con los señores Byun, dejándole la casa para él y confiando que una duendecilla aparecería, como había aparecido el padre de Chanyeol en la casa de su madre de repente un día.
Pero Chanyeol no había perdido tiempo en mostrarse de nuevo a Baekhyun, haciéndose su amigo, disfrutando de su compañía y enamorándose. Sabía que no debía, se decía a sí mismo que sólo extrañaba tener compañía y que era mejor que Baekhyun supiera de su existencia y le diera cuanto necesitara sin tener que robarlo. Pero se estaba engañando, en su fuero interno lo sabía, y sabía que era sólo cuestión de tiempo.
Baekhyun estaba viendo la tele, riendo con esa risa que hacía el día de Chanyeol, cuando éste se levantó y le tocó la mejilla, llamándole la atención. Baekhyun lo miró con una sonrisa, invitándolo a decirle lo que quisiera.
- Baekhyun -le dijo, apoyándose en la mejilla con sus manitas y dejando allí un beso-, yo te quiero.
Todo sucedió rápido. El dolor lo atravesó como una daga, haciéndolo caer desde su posición y cerrando sus ojos en un intento de contener las lágrimas. Todo le dolía tanto que no sabía si era por haber caído y haberse golpeado o era el mismo dolor que le atravesaba. No podía gritar, no podía llorar, y pensó en sus padres y sus palabras, porque iba a morir. Pero pensando en Baekhyun, en su sonrisa, en sus bonitas y amables palabras, y en todo lo que le había hecho sentir, Chanyeol sintió que había merecido la pena.
Y todo se detuvo.
El dolor paró y sintió frió a su alrededor, supuso que era el frío de la muerte. Pero también notaba algo duro bajo la espalda y eso no tenía sentido. Abrió los ojos despacio, y el mundo se puso en marcha de nuevo. Los sonidos apagados de la televisión al fondo, unos sollozos quedos y poco a poco, la cara de Baekhyun fue siendo cada vez más clara frente a la suya. Pero, extrañamente, también era más pequeña.
- ¿Chanyeol? -preguntó con voz llorosa-. ¿E-eres tú?
- ¿Baekhyun? -su voz surgió grave y rasposa, quizá por el dolor que antes había sentido, pero a Baekhyun no le importó y se lanzó a por él, abrazándolo.
Pero no fueron sus manos, si no sus brazos los que lo rodearon, Baekhyun siendo mucho más pequeño de lo que recordaba. Lo estrechó a su vez lentamente, sintiendo el pequeño cuerpo estremecerse por el gesto. Al separarse, Baekhyun le tendió una manta para taparse, el frío era debido a que estaba desnudo, y fue a buscarle algo de ropa. Chanyeol se puso de pie y de repente, entendió.
Sus piernas eran ahora largas, su cuerpo alto y bien formado, sus manos grandes. Se había convertido en humano tal y como sus padres habían predicho. Al volver Baekhyun con la ropa se vistió, y aunque siempre le habían parecido enormes, en su nuevo cuerpo se veían hasta pequeñas.
- Chanyeol, ¿qué ha pasado? -le preguntó el chico, sentándose con él en el sofá-. Creí que te perdía.
- Yo también lo creí -susurró él, tomando sus manos despacio, maravillado aún de estar así con Baekhyun, de lo delicado de sus manos, de lo bonito que seguía siendo incluso ahora que era más pequeño que él-. Los duendes podemos transformarnos en humanos si nos enamoramos de uno, y morimos si no nos corresponden -en ese punto, miró al otro con los ojos brillantes, clavando su mirada en la ajena-. Pero yo no he muerto.
Baekhyun se llevó una mano a la boca, quizá horrorizado por lo que pudo ser, pero atrajo a Chanyeol hacia sí y lo abrazó de nuevo, acariciando su espalda y su pelo, como aprendiéndoselo de memoria.
- No has muerto -repitió él suavemente, aún abrazándolo-, porque yo también te quiero.
Y entonces, se besaron.
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