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#293

Slice of life supongo(?)

MAMA Powers!au

733 palabras


 Fuego.

El fuego puede ser benévolo, puede ayudar en la cocina o calentar un hogar, preservando a quienes lo habitan del frío. Pero también puede ser salvaje, poderoso, puede quemar, devorar cuanto lo rodea sin importar nada ni nadie.

Chanyeol era el fuego salvaje. No se ataba a nada ni nadie, estaba con una persona hasta que la quemaba, la extinguía por completo y entonces se marchaba, buscando a otra nueva. Porque un ser sobrenatural como él no se conformaba con alguien mortal, alguien tan irrisorio y tan fútil que no merecía ni siquiera su atención. Tan sólo los usaba para poder seguir existiendo, porque su naturaleza se lo pedía.

Chanyeol era el fuego, y quemaba.

No sabía exactamente qué era lo que lo impulsaba a tomar una u otra ruta, tan sólo lo hacía. Seguía a su instinto, ese algo poderoso que le decía dónde podría encontrar a alguien que apaciguara la sed que tenía su alma. No sabía exactamente qué iba a encontrar en aquel terreno desértico en mitad de la noche, pero la urgencia que sentía era grande, muy grande, y no podía simplemente ignorarlo. Así que giró el manillar de su moto y se alejó de la carretera, internándose en el desierto conforme anochecía.

No se molestó en encender el faro del vehículo, su propio cuerpo estaba hecho de fuego y podía controlarlo a placer, dejando que las llamas flotaran a su alrededor e iluminaran el camino, dándole un aspecto de motorista fantasmagórico.

Llevaba aproximadamente media hora viajando cuando lo vio. Vio la luz blanca suave que estaba tumbada en el suelo y lo supo. No sabía cómo pero sabía que había encontrado lo que inconscientemente había buscado siempre. Paró la moto a una buena distancia y apagó el motor. Bajó de la moto y no se molestó en extinguir las llamas que flotaban a su alrededor, su cuerpo también iluminado con esa luz titilante del fuego benigno, sorprendiéndolo por su candidez.

Era un chico, un chico joven, aunque Chanyeol sabía tan bien como el que más que el aspecto físico era poca pista de la edad que podría tener realmente, como él mismo. Se acercó con pasos suaves, el chico seguía tumbado con los ojos cerrados a pesar de que Chanyeol estaba convencido de que si no lo había oído, al menos lo había sentido.

Cuando lo alcanzó, se sentó a su lado, observándolo unos minutos hasta que se tumbó junto a él, ambos de cara al cielo sobre el duro y árido suelo, hasta que la mano del chico se deslizó en la suya, el chispazo que brotó en su corazón encendiéndolo como si de una pira se tratase, todo su fuego volviéndose loco pero a la vez, lamiendo su cuerpo con delicadeza, sin quemar ni a él ni a quien estaba a su lado. Abrió los ojos, girándose para mirar al chico a su lado, y lo entendió.

Chanyeol era el fuego, y aquel chico era la luz.

- Hola -lo saludó con voz alegre el desconocido, llenando sus sentidos de esa voz que acarició sus oídos-. No esperaba encontrarte aquí.

- ¿Me buscabas? -preguntó Chanyeol.

- Siempre te he buscado -respondió el chico-. Te busqué, te soñé, te sentí. Pero sabía que al final, acabaríamos encontrándonos. Por eso me tumbé a esperarte.

- ¿Por qué a mí? ¿Por qué no a otro?

El chico sonrió con diversión y se incorporó, sentándose. Chanyeol lo imitó, mirándolo con ojos oscuros llenos de anhelo y preguntas, observando como la luz emanaba de él cálida y suave. El chico clavó sus ojos en los propios y tomó una de sus manos entrelazando los dedos con los suyos.

- Porque la luz no puede vivir sin el fuego -explicó con simpleza-. Yo no puedo vivir sin ti.

- Pero yo quemo -le dijo, repentinamente asustado, Chanyeol-. Yo quemo, arraso y extingo. Te haré daño.

- No -le respondió con seguridad, la sonrisa aún en su rostro-. No a mí, porque somos un todo, somos uno. Nos complementamos el uno al otro. Porque yo soy Baekhyun, yo soy la luz, y a la luz el fuego no puede quemarla.

- Baekhyun -repitió su nombre como ensimismado, consiguiendo que el otro sonriera aún más ampliamente-. Yo soy Chanyeol.

- Chanyeol -lo imitó, paladeando su nombre-. Ahora somos uno.

Chanyeol jadeó, sonriendo, y allí, bajo un manto de estrellas, compartiendo su primer beso.

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