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#269

Slice of Life, Slight Angst, Fluff

Pirates!au

Advertencias: no sé qué hice OTL lo siento mucho

1475 palabras


 Baekhyun maldijo de nuevo con la nueva ola que azotó el barco, lanzándolo contra los duros barrotes de metal que adornaban su celda. El golpe fue malo, pero no tanto como el que había sufrido su orgullo.

Hacía cuatro años que había dejado a Taeyeon, la hija del gobernador, plantada delante del altar. La muy perra barriobajera había clamado que era él, el hijo del orfebre, quien la había dejado encinta, cuando más bien era Baekhyun quien la había pillado con sus piernas muy abiertas mientras el hijo del panadero horneaba su barra de pan en el horno de la dama.

Se había visto obligado a huir, a dejar un buen nombre y una vida que, si bien no tan privilegiada como la de los nobles, era buena; por culpa de una fulana con la que nunca antes había cruzado dos palabras siquiera. Por eso mismo, llevaba cuatro años viviendo como un vulgar pirata, la única forma que había conocido de huir de la ley y de ganarse la vida, hasta que lo cazaron.

Un buque oficial de la marina se topó con su mísero navío, al que destrozó en exactamente siete minutos, dejando muchos muertos y pocos rehenes, de los que se fueron deshaciendo conforme les vino dando en gana. Pero no se deshicieron de Baekhyun.

El Capitán Park sabía muy bien quién era él. No importaban los años que pasaran o que ahora Baekhyun no vistiera buena seda y joyas. Chanyeol había sido su amante justo antes de que Taeyeon lo jodiera todo, y lo había abandonado junto con su propia vida al huir.

Sabe que Chanyeol lo reconoció en el instante en el que sus ojos se cruzaron, pero no pidió clemencia. Ahora era el Capitán, no un mero grumete como cuando él había huido, y no iba a poner en riesgo una posición que tanto esfuerzo le había costado ganar por un amor que lo dejó sin preguntar siquiera si sería capaz de dejarlo todo por él. La sociedad en esos tiempos no lo habría aceptado, y Baekhyun temió ser sólo un pasatiempo. Prefirió huir con el recuerdo de un amor hermoso pero fugaz, a darse de bruces con la realidad.

Quizá por eso Chanyeol le conservaba la vida, pensaba él en su celda. Lo estaba torturando con cada hora, cada minuto que pasaba y que él decidía no ponerle fin a su mísera existencia. Porque sería llevado de vuelta a la ciudad, procesado y condenado por adulterio, piratería y el asesinato de aquel tipo que se cargó con un disparo de su arma cuando asaltaron su barco. Y, muy posiblemente, sería ahorcado.

- Déjanos a solas -una voz ronca que el paso de los años no había hecho que olvidara sonó a la entrada de las celdas. El guardia abrió y le dio las llaves a su Capitán, quien cerró desde dentro cuando hubo escuchado al tipo marcharse. La única celda ocupada era la de Baekhyun, y hacia allí dirigió sus pasos el capitán, sus miradas fijas en la del otro, como si aún no se creyeran que estaban allí, juntos de nuevo.

- Byun Baekhyun -su nombre pronunciado por los labios de Chanyeol volvió a hacerlo débil, su corazón se encogió por la nostalgia, pero no lo reflejó en su cara-. Volvemos a vernos, después de todo.

- Chanyeol -consiguió decir con voz pastosa.

- Capitán Chanyeol ahora, si no es molestia -lo corrigió él, altanero, los remates de oro brillando con la poca luz que entraba por las escotillas-. No pensé que sería yo quien te capturara y te llevara ante Taeyeon -Baekhyun jadeó, no esperándoselo, y el alto sonrió de medio lado-. Sí, especificó que tú eres el padre de su hijo y que deben volver con ella. No entiendo qué interés tiene en alguien como tú -hizo una pausa, como esperando que Baekhyun contestara. No lo hizo-. Alguien que se aprovecha de los buenos sentimientos de los demás, que les promete la luna y desaparece de la noche a la mañana, sin una palabra de adiós y habiendo dejado preñada a otra.

- ¡No fui yo! -gritó Baekhyun, agarrándose a los barrotes y mirando con fiereza al capitán, queriendo golpearlo y que lo creyera-. No estuve con nadie que no fueras tú, ¡joder, no he querido a nadie que no seas tú! -movió impotente los puños cerrados alrededor del metal, como si realmente pudiera abrirlos.

- ¿Sí? -y el dolor era tan palpable en la voz de Chanyeol que el más bajo supo, con aún más certeza, que había cometido un error cuatro años atrás-. ¿Y cuánto me querías para dejarme tirado, sin decirme nada? ¡Estuve años esperando a que me mandaras una mísera carta, Baekhyun, pero tan sólo el silencio fue lo que encontré!

Hubo una pausa, y el corazón le dolía tanto a Baekhyun, tanto, que no sabía que podía sentir algo así desde la noche en la que abandonó a Chanyeol, y con él, a todos sus sentimientos. Su cabeza estaba gacha mientras trataba de suprimir sus lágrimas.

- No creí que fueras en serio conmigo -susurró el pirata, la voz rota-. Lo habría dado todo por ti, pero no sabía si serías capaz de darlo por mí, y te ahorré el decidir entre tu vida y yo -alzó la vista, sus ojos acuosos-. Ojalá lo hubiera sabido.

Pudo ver el pecho de Chanyeol subir y bajar, y sus ojos brillar por la emoción que sentía y no podía controlar. Él se humedeció los labios antes de volver a hablar.

- Esta noche llegaremos a puerto -le informó-. Mañana te llevaremos a los calabozos para que la familia del gobernador decida qué hace contigo.

Y con un giro y un susurro de su capa, el capitán lo dejó solo con sus pensamientos.

Era noche cerrada cuando el barco atracó, lo supo por el cesar de movimiento en la cubierta, los marineros habían desembarcado a excepción del maestre y del capitán, que debían velar por el preso hasta que las autoridades lo recogieran al día siguiente. A pesar de la oscuridad y de que hacía horas que debía estar dormido, Baekhyun no podía pegar ojo. Había escuchado pasos ir de aquí allá, y supuso que había algún mozo más haciendo guardia mientras los altos cargos dormían. Pero el pensamiento de que Chanyeol lo habría acompañado y que ahora podría estar viviendo una vida muy diferente lo atormentaba. Porque ya no le importaba que fuera a perder su vida, se dio cuenta de que la había perdido ya cuatro años atrás, y no se había dado ni cuenta.

La puerta de las celdas se abrió y él se incorporó en su improvisado camastro de telas viejas, confuso. Quedaban horas para el alba, no tenía sentido que fueran a recogerlo aún, y miró la puerta abrirse en silencio, expectante y asustado.

Chanyeol entró de nuevo, esta vez dejando la puerta abierta y caminando con premura hacia la puerta de su celda. La abrió de par en par, entrando al cubículo y poniéndole las llaves en la mano mientras lo miraba a los ojos. Baekhyun le devolvió la mirada, confuso.

- Hay un carruaje esperándote fuera. El maestre está dormido y no hay nadie más en los alrededores.

- ¿Qué...? -empezó Baekhyun, pero Chanyeol lo tomó por el rostro y lo besó, y él sólo se pudo abandonar a la sensación de aquellos labios que tanto había echado de menos acariciando los suyos, sus brazos rodeando el cuello ajeno y un ligero sollozo escapando de su garganta a la vez que una lágrima.

- Te doy la oportunidad de redimirte, Baekhyun -el capitán lo miró a los ojos-. Hazme la pregunta que no me hiciste hace cuatro años, llévame contigo. Y si no quieres, puedes encerrarme en esta celda, para no volver.

Baekhyun se separó entonces, confuso y abrumado. Miró las llaves en su mano y miró a Chanyeol, quien aún lo miraba esperanzado.

- Pero tu capitanía...

- Sólo me hice capitán para poder encontrarte en el mar, Baekhyun -lo cortó-. Hazme la pregunta o déjame aquí, no te detendré.

Baekhyun avanzó uno, dos, tres pasos. Se colocó junto a Chanyeol, mirando hacia la puerta mientras el alto miraba el vacío de su celda. Cerró los ojos, tragó el nudo en su garganta y se decidió.

- ¿Vendrías conmigo, Chanyeol? -susurró, pero el capitán se giró hacia él tan rápido como si lo hubiera gritado-. ¿Lo abandonarías todo y vendrías conmigo lejos, donde nadie nos conociera, para vivir los dos?

Chanyeol sonrió, una de esas sonrisas que le regalaba en los buenos tiempos, cuando aún no era un prófugo; y lo besó de nuevo, el sabor dulce de sus labios mezclándose con el salado de las lágrimas de ambos.

- Siempre, Baekhyun -le susurró, tomando su mano para conducirlo hacia el carruaje, hacia la libertad-. Siempre.

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