
[6] Más en él
— ¿Hola?
Él respondió. Él realmente respondió.
— ¿Hay alguien ahí?
— ¿Papá? — pregunté y él suspiró — Papá, por favor, solo háblame.
— No tenemos nada de qué hablar, Lauren.
— Entonces solo escucha.
— Lauren, yo no-
— ¡Papá solo escúchame! ¡Nunca escuchas! ¡Por favor solo escúchame!
— No me llames más.
— Papá, por favor-
— Y no me llames Papá. No soy tu padre, como tú no eres mi hija. Adiós Lauren. No vuelvas a llamar.
— Espera-
El tono de marcado me interrumpió. Tiré el teléfono, levantándome y frotándome la cara. Volvió a sonar y lo agarré del suelo.
— ¿Hola?
— Hola bebé. He apostado unas cosas esta noche, así que tendré que cancelar nuestra quedada — dudé.
— Sí, vale.
— Lauren, ¿estás... estás llorando?
— No, no, claro que no-
— Sí que estás llorando. ¿Qué pasa?
— Nada, Ted. Me acabo de despertar. Ve a ganar la apuesta. Que te diviertas.
— ¿Estás segura?
— Sí. Adiós — colgué, secándome los ojos. Mi teléfono sonó y lo miré.
Barney
Estoy aburrido. ¿Laser Tag?
Yo
¿Qué hay de la apuesta?
Barney
Ya me acosté con ella hace un año. Me odia.
Yo
Okay. Sí, claro. ¿Por qué no? ¿Nos vemos en mi apartamento?
Barney
Sí. Bien. ¡Ponte traje!
Yo
No. Hoy no, Barney
Barney
¿Va todo bien?
Yo
Sí, todo va bien.
Barney llegó a mi apartamento y salimos. Debo admitir que me divertí mucho con él. Jugamos algunas partidas al Láser Tag. Él ganó algunas y yo gané otras, hasta que finalmente nos dimos por vencidos. Como quería helado, fuimos hacia un carrito y nos compramos uno, ahora estamos caminando por Nueva York mientras nos comemos el helado.
— No estás bien — dijo él.
— Déjalo, Barney.
— Dime qué pasa y lo haré — me senté en un banco, suspirando.
— Vale, pero no se lo puedes decir a Ted.
— ¿Por qué no? — preguntó él con el ceño fruncido.
— No quiero preocuparlo — dije y él puso los ojos en blanco, pero se sentó a mi lado de todos modos — Entonces.. conoces el problema que tengo con mi padre, ¿verdad? Bueno... antes lo llamé otra vez y... respondió.
— ¿Eso es todo? ¿Él contestó? — sacudí mi cabeza — No es un gran problema, Lauren, odio tener que decírtelo.
— Me dijo que no era su hija... y que no lo llamara otra vez — expliqué y él se calló, lo que rara vez pasaba con Barney, yo venía a aprender — No importa. No debería habértelo dicho.
— Sí importa — dijo. Sacudí la cabeza, luchando por no llorar frente a él. Pero finalmente, no pude evitarlo. Me quebré, sollozando en silencio y con mis manos ocultando mi cara de su vista. Me rodeó con el brazo, presioné mi cabeza contra su hombro y seguí llorando.
— Lo siento — dije, sentándome recta.
— Oye, tú padre se lo pierde. Eres increíble. Pateas traseros en Láser Tag, y siempre estás abierta para chocar los cinco — me reí mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Así que, me sequé las lágrimas y le miré con una pequeña sonrisa.
— Gracias. Oye, Barney. ¿Puedo preguntarte algo?
— Acabas de hacerlo — dijo y puse los ojos en blanco — Dispara.
— Vi la forma en que me miraste... cuando besé a Ted. ¿Qué fue eso? — pregunté y él negó con la cabeza.
— Nada. Estaba... fingiendo estar ofendido porque dijiste que Ted tenía más juego — dijo y asentí, sonriendo.
— Vale. Bueno, probablemente debería llevar mi patético y llorón trasero a casa. Gracias por esta noche, Barney — me levanté, tocando su brazo. Eres un buen amigo.
— No hay problema.
Ted había estado haciendo la apuesta durante unas semanas. Durante ese tiempo, pasé la mayor parte de mi tiempo con Barney, tratando de superar a mi padre. Barney era divertido y ridículo, pero siempre estaba ahí si realmente lo necesitabas. Por mucho que odie admitirlo, hay más en él de lo que deja ver. Ya casi no veo a Ted. Me llama y a veces me escribe para disculparse por no verme. Le digo que no me molesta, pero realmente sí me molesta, considerando que me está abandonando por una estúpida apuesta. Pero, de nuevo, acepté, así que supongo que me lo merezco. Nos sentamos en el bar con Robin, que estaba tratando de convencernos de que un dibujo que el hijo de su novio dibujó no era de ella.
— Eres totalmente tú — dijo Marshall, devolviéndole el dibujo. Ted volvió a sentarse a mi lado.
— ¿Qué? Estáis locos.
— Oye, ¿quién ha hecho este dibujo de Robin? — preguntó Ted, extendiéndose sobre mí y levantando el dibujo.
— Esa no soy yo.
— Estás de broma, ¿verdad? — le pregunté con una sonrisa.
— ¡No soy yo!
— Mi Nueva Mamá — leyó Ted — La verdad es que suena bien.
— Oye, ahora que eres mamá, ¿vas a empezar a ponerte esos pantalones vaqueros sublimes que llegan hasta los pechos?
— Ese es mi sábado noche. ¿De qué estás hablando? — dije y se rió.
— ¿Realmente creéis que esa soy yo?
— Cariño, eres tú, y si vas a romper con George, vas a tener que romper también con su hijo.
— ¿En serio?
— Sí, no puedes abandonarlo sin más, tienes que hablar con él. Vamos, Robin. Sabes perfectamente que eso es lo correcto.
— Dios mío. Doug tenía razón, eres un peñazo.
No fue hasta aproximadamente seis semanas de esa apuesta que Ted finalmente se dio por vencido. Me senté en el bar con Marshall y Barney, cuando Ted se unió a nosotros.
— No fui capaz. He roto con ella.
— ¿Rompiste con? — pregunté, levantando las cejas.
— Por la apuesta. Y solo la apuesta.
— Sí, ya ya — dije.
— Por cierto, muchas gracias. Una chica preciosa y sexy, y en lo único en que pensaba era en que ya habías estado allí. Te repetías como una canción de Chumbawamba.
— ¿Qué canción de Chumbawamba? — preguntó Marshall y todos nos quedamos mirando hacia él.
— Vaya, qué interesante giro de los acontecimientos. Parece que voy a ganar — dijo Barney, rompiendo el silencio.
— Ni siquiera pudiste hablar con ella. Lo intentaste, pero te dio un bofetón.
— Eso es lo que tú te crees — sonreí, cogiendo la mano de Ted y se la acaricié.
— Oh, Teddy, tenemos una historia para ti — le contamos cómo Barney le dijo a la chica que le pegara un bofetón y que lo estaba haciendo para aumentar la confianza de Ted.
— Así que ahora por maravillosas que sean las cosas que Ted haga por ella, yo seré para ella más encantador que él.
— ¿Así que no te la tiraste?
— De ninguna manera.
— Acabas de ser engañado, perdedor — dije y Ted me miró mal.
— ¿No se supone que debes estar de mi lado? — preguntó él.
— Sí, cariño. Por supuesto, te apoyaré para tratar de acostarte con una chica al azar — dije sarcásticamente. Después de que Barney explicara el resto de su juego, Stacey lo llamó y se fue.
— Debí ponerme el estúpido parche — dijo y rodé los ojos.
— Eres un idiota — le dije, levantándome.
— ¿A dónde vas? — preguntó él.
— A casa.
— Voy contigo.
— Oh, ahora quieres pasar tiempo conmigo — me siguió hasta afuera.
— ¿Estás... estás enfadada conmigo? — preguntó él.
— ¿Qué? No.
— Sí que lo estás. Pensé que habías dicho que estaba bien que hiciera la apuesta — me volví hacia él.
— ¿Cuándo, alguna vez en la historia, una mujer ha dicho que estaba bien y lo decía en serio? — subí las escaleras, caminé hacia mi puerta y puse la llave en el orificio de la cerradura. Abrí la puerta y Ted me siguió, cerrando la puerta detrás de él — Apenas me hablaste en semanas, Ted.
— Vamos, Lauren. Fue por una estúpida apuesta, y la perdí de todos modos.
— Así que, ¿haber ganado lo habría hecho mejor? ¡¿En serio?! — pregunté.
— ¿Qué te pasa? — preguntó él y suspiré.
— Nada, Ted. Nada en absoluto. Me voy a la cama, ya sabes dónde está la puerta — comencé a caminar de regreso a mi habitación, pero me agarró de la muñeca, me tiró hacia atrás y me besó. Luché contra él por un momento, todavía enfadada, pero finalmente lo correspondí, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello. Puso sus manos en mi cintura y me aparté.
— Lo siento — dijo y lo abracé.
— Yo también. Oye... acabamos de tener nuestra primera pelea. Era pequeña pero, la misma diferencia — él asintió.
— ¿Qué tal si hacemos lo que habíamos planeado y que lo tuve que cancelar? — dijo y sonreí.
— Parece un buen plan.
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