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[23] No es lo suficientemente bueno

—Hola, Simon —saludó Robin, revolviéndose el pelo.

Él se sentó a nuestro lado y yo me apreté más contra Barney para crear distancia.

—Vaya, mírate. Has envejecido eh.

—Sí... tú estás genial. Más bueno todavía, si es posible —halagó Robin con una sonrisa.

Simon la miró unos segundos antes de coger el menú.

—Ugh, ¿cuatro pavos por una cerveza? ¡Vaya timo! Menos mal que vengo bien provisto —sacó una lata del bolsillo de su pantalón, abriéndola.

—Bueno, Simon. Robin es una pequeña estrella local aquí en Nueva York. Es la presentadora del Canal Uno —le contó Lily—. Cuéntaselo, Robin.

—No, es estúpido. No es tan guay como la camiseta de Simon.

Enarqué las cejas mientras la miraba.

—Perdona, Simon. Estamos aquí hablando de nuestra gran estrella. Pero, ¿cómo te ganas la vida? —preguntó Barney.

—Oh, trabajo en el parque acuático Splish Splash de Ottawa.

—Ah. Un parque acuático. Es bastante diferente a lo que hace Robin —lanzó Ted.

—Sí, así es. Porque yo salvo vidas.

—¡¿Cómo?! —pregunté, con el escepticismo evidente en mi voz.

—Hago algo más que sentarme en lo alto del tobogán diciendo: "Adelante. Adelante. Adelante". La gente muere —contó y yo me pellizqué el puente de la nariz. Ted se carcajeó—. ¿Qué? ¿Te parece tan fácil? Inténtalo.

—Eh... vale. Adelante-

—Levanta la mano. Un niño acaba de morir.

—No, yo no-

—Otro niño se ha colado. También ha muerto.

—Ya, pero realmente no estaba haciendo-

—Otro niño menos. Ahora son un montón y Robin ya tiene algo para las noticias. "Última hora. Mi amigo Ted ha matado a una panda de críos hoy."

—Eres algo más —le dije—. Pero no está mal. Tienes que pagar tus facturas de alguna forma ya que todo ese asunto de la música no funcionó, ¿verdad?

—No ha funcionado todavía, pero la banda sigue unida. Estamos a cuatro o cinco conciertos de despegar como un cohete.

—Claro que sí —dije por lo bajo.

—Cuéntanos, Simon, ¿cómo os conocisteis? —le preguntó Lily.

—Oh, salía en su vídeoclip —respondió él.

—Lo protagonizabas, mejor dicho —lo corrigió Robin.

—Bueno, cuando ganas el Míster Adolescente de Winnipeg, todos quieren un pedazo de la máquina de hacer dinero.

—Perdona, creo que habré visto "Let's Go To The Mall" unas mil veces, y tú no sales en él —dijo Barney, confundido.

—Yo salía en el otro.

—¡¿Hay otro vídeo?! —exclamó Barney con los ojos de par en par, y me agarró del brazo, arrastrándome hacia la puerta con mucha prisa.

—A ver, ¿qué diablos ha pasado? —le preguntó Ted a Robin cuando volvimos al apartamento.

—Oh, vamos. Tampoco ha ido tan mal, ¿no? —preguntó ella, haciéndonos reír—. Bueno, sé que no salió como lo planeamos, pero es que no lo puedo evitar. No sé, todavía tiene algo.

—¿El qué? —pregunté—. ¿Pulgas? Guarda alcohol en su bolsillo.

—Bueno, no es un snoob. Es de otra parte de Canadá, ¿vale? De los que llevan la bandera en la parte trasera de la camioneta. Es de red province. Es del norte profundo.

—La cuestión es que te dimos tantas oportunidades —le dijo Marshall.

—Ya lo sé. Lo siento —se disculpó la castaña—. Pero vosotros no lo entendéis. El hecho de que la banda siga tocando es impresionante. Mientras que yo abandoné mi sueño musical.

—Lo que nos lleva a la información más suculenta de esta noche —señaló Barney antes de acercarse al portátil y sentarse en la silla. Desvió la mirada de la pantalla a Robin—. Robin, por favor. Facilítanos las cosas y danos esa cinta —le guiñó un ojo.

—No.

—De acuerdo —aceptó, dando unos golpes a la pequeña mesa antes de levantarse—. No me dejas otra opción. A partir de este momento, pasaré cada minuto del fin de semana buscando esa cinta. No voy a dormir. No voy a comer. Mi vida será un tormentoso infierno de búsquedas en internet y llamadas al extranjero, buscando algo que posiblemente no se pueda encontrar.

—Vale, pero primero vas a comer con mi padre.

—Después de comer con el padre de Lauren.

—¿Tu padre llamó? —preguntó Ted. Asentí con la cabeza.

—Hemos quedado con él para comer mañana. Se disculpó y dijo que quería conocer a Barney.

—Lauren, ¡eso es increíble! —dijo Lily, contenta.

—No, todavía no —negué—. Aún no sé si está diciendo la verdad o no. Supongo que lo descubriremos mañana.

Nos sentamos en un pequeño restaurante, esperando a mi padre.

—¿Estás bien? —me preguntó Barney. Asentí.

—Eso creo. Más nerviosa que nada. Quiero decir que no me ha hablado en cuánto, ¿nueve meses? —la campanilla de la puerta sonó y levanté la vista para ver a mi padre. Él miró a su alrededor, y sus ojos se posaron en mí, en seguida se acercó a nosotros—. Hola, papá.

—Lauren —me abrazó y se volvió hacia Barney.

—Jackson Carson —se presentó. Barney se levantó, estrechando su mano.

—Barney Stinson —estaba claro que Barney se sentía incómodo, pero me encantaba que estuviera haciendo esto por mí.

Nos sentamos y mi padre empezó a hablar.

—Entonces... ¿cómo te ganas la vida, Barney?

—Buena pregunta —dije, mirando a mi novio.

—¿No lo sabes? —me preguntó mi padre.

—Bueno... no. Nadie lo sabe.

—Mi trabajo es una especie de... puesto confidencial —respondió Barney.

—¿Suficiente para que el padre de una chica no pueda saber lo que hace el novio de su hija? Un mal comienzo, ¿no crees?

—Para —lo detuve—. No empieces.

—¿Empezar el qué, Lauren? Sólo estoy siendo honesto.

—No, lo estás atacando.

—Lauren, está bien —me tranquilizó Barney—. Estoy a cargo de los asuntos de relaciones exteriores. Coordino todas las transacciones comerciales con nuestros clientes internacionales.

—Parece un trabajo interesante. Siempre quise que Lauren se dedicara a algo así. Algo que marcara la diferencia —dijo él, sin cortarse ni un pelo. Puse los ojos en blanco—. Tenía tanto potencial para ser la mejor abogada que el mundo haya conocido.

—No, gracias. Creo que voy a pasar —respondí de inmediato.

—Estás actuando como una cría y poniéndote en evidencia delante de nuestro invitado-

—El único invitado aquí eres tú —solté—. Barney es el que ha estado ahí presente a mi lado en los últimos nueve meses, ¿tú dónde estabas?

—¿Tú qué crees? Estaba limpiando los daños colaterales que dejó mi decepción de hija.

—Vale, se acabó —Barney se levantó—. Si quiere sentarse aquí, e insultarme, entonces, adelante, pero no va a sentarse aquí y hablarle a Lauren de esa forma.

No eres lo suficientemente bueno para ella —contestó él con calma—. Puedo verlo, claro como el día.

—¡¿Cómo lo sabes, papá?! Acabas de conocerle-

—Puede que no.

—Barney, no tienes que enfrentarte a él —le agarré del brazo, mirando al que se hace llamar mi padre—. ¿No podías dejarnos pedir antes de arruinarlo todo?

—No, Lauren, déjame decir esto —me detuvo, antes de mirar a mi padre—. Puede que no sea lo suficientemente bueno para su hija, y me disculpo por eso. Pero no me voy a ir a ninguna parte porque... —se detuvo un momento. Levanté las cejas, mirándole a los ojos—... la quiero. Adoro todo en ella, y yo no soy de los que hablan por hablar, yo siempre he fingido estar enamorado. Pensaba que el amor era algo que sólo los idiotas creían sentir, pero esta mujer me ha puesto un lazo en el corazón que no podría romper ni aunque quisiera. Ha sido abrumador, humillante, y hasta doloroso a veces, pero no podría dejar de amarla, igual que no podría dejar de respirar. Estoy desesperada e irremediablemente enamorado de ella. Más de lo que imagina. Y si eso no es suficiente para usted, lo siento. Pero no me voy a ir ninguna parte. Tampoco voy a quedarme de brazos cruzados mientras la insulta sólo porque es su hija —se levantó, cogiendo su abrigo. Fui a ponerme el mío, cuando mi padre se levantó y empezó a aplaudir.

—¿Qué... qué estás haciendo? —le pregunté.

—Eso, Barney, es exactamente lo que quería oír.

—Perdone... ¿qué? —preguntó él con el ceño fruncido.

Mi padre esbozó una sonrisa.

—Me disculpo si mis insultos fueron un poco crueles. Te estaba poniendo a prueba. Quería ver si no sólo la dejarías soportar el abuso de su padre, sino que también quería ver si te enfrentarías a mí. Pasaste, y me explicaste lo que sientes por ella en el proceso, y déjame decir Lauren, que lo apruebo de corazón —estrechó la mano de Barney.

—Entonces... ¿todo eso era falso? —pregunté detenidamente. Él asintió con la cabeza.

—De verdad que arreglé esto para disculparme. He estado yendo a terapia y me he dado cuenta de lo terrible que fui. También me disculpo por eso.

Sonreí, rodeando su cuello con mis brazos y abrazándolo.

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