[11] Con derecho a tener sus opiniones
Después de la cita, Lawrence me acompañó a casa.
— Esta noche fue muy divertida — le dije — Nunca me había divertido tanto en una cita... O al menos en ninguna, hasta ahora, me he divertido — se rió.
— Bueno, en ese caso... ¿te importa si te llevo a desayunar mañana?
— ¿Es una petición para tener la cita número dos? — pregunté, sonriendo mientras miraba hacia el suelo antes de levantar la vista y mirarle a los ojos.
— Sí, sí lo es. Fue realmente genial conocerte y... — sus ojos se posaron en mis labios — Creo... creo que quiero saber más sobre ti.
— Creo que yo también quiero saber más sobre ti... — me recosté contra la puerta de mi casa, y él se inclinó, hasta que finalmente sus labios rozaron los míos.
Fue... tan cliché como suena, fue increíble. Fue lento, y sensual. Un beso de primera cita muy caballeroso. Se alejó, y me mordí el labio, sonriéndole.
— Llamaré a tu puerta a las ocho, ¿sí? — asentí — Buenas noches, Lauren.
— Buenas noches, Lawrence. Oh, nunca me di cuenta de lo similares que son nuestros nombres — Se rió, caminando hacia la puerta de al lado y entró.
Entré en mi apartamento, apoyada contra el otro lado de la puerta antes de chillar y saltar arriba y abajo. Fue entonces cuando recordé que estaba justo al lado, así que tranquilicé mi emoción y bailé hasta la ducha.
Mientras me lavaba el pelo, cantaba tranquilamente para mí y pensaba en Lawrence. Era casi demasiado bueno para ser verdad. Es alto, guapo, divertido. Comparte mi sarcasmo y mi sentido del humor, y es encantador. Es literalmente el hombre perfecto. Cuando salí, tenía dos llamadas perdidas de Barney. Fruncí mis cejas, haciendo clic en su nombre y llamándolo.
— ¿Lauren? — contestó él.
— ¿Va todo bien?
— Sí, todo está bien. Estoy ocupado con una jugadora de un equipo de voleibol universitario. ¿Qué pasa? — levanté las cejas.
— Barney, me llamaste tú.
— Sí... lo hice.
— Sí... dos veces.
— Eh... debe haberte... marcado mi bolsillo, o algo así.
— Vale... adiós.
— Espera, espera. Ya que te te tengo al teléfono te comento algo. Se suponía que debía ir a desayunar con los demás, pero todos cancelaron la quedada. ¿Quieres ir a desayunar conmigo?
— Oh... lo siento, Barney. No puedo. Me va a llevar Lawrence.
— ¿O-Otra vez? Pero si acaban de verse.
— Lo sé, pero... vive al lado y... creo que estaba tan ansioso como yo por llegar a nuestra segunda cita.
— Oh... vale.
— ¿Seguro que estás bien? — pregunté.
— Sí. Estoy genial. ¿Qué? ¡Sí, ya voy! Tengo que irme. Bridget me está llamando — asentí, a pesar de que no me podía ver.
— Diviértete con tu jugadora de voleibol.
— Sí. Buenas noches, Lauren.
— Buenas noches — le colgué, con un suspiro.
No puedo esperar a mañana.
Mi alarma sonó a las 7 y salté de la cama, para prepararme. Saqué una camisa gris, una chaqueta negra, y una falda de tribales negros y rosas. Me ricé el pelo para que estuviera ondulado, con rizos sueltos y casi me caigo poniéndome los tacones negros justo cuando un golpe sonó en mi puerta.
Abrí la puerta para encontrar a Lawrence. Llevaba puesta una chaqueta de cuero negro sobre una camisa blanca y una corbata azul, con unos pantalones grises.
— ¿Es este el atuendo normal de policía el que veo? — pregunté. Levantó los brazos, dando vueltas.
— ¿Qué puedo decir? Hago que el policía se vea bien — sus ojos miraron mi conjunto —Sin embargo, no tan bien tú con el atuendo de 'trabajos intermedios'.
— Bueno, gracias. Quiero decir, lo sé, pero gracias — dije y se rió mientras yo cerraba la puerta detrás de mí, y puso una mano en mi espalda, guiándome al ascensor.
Me reí mientras Lawrence entrelazaba nuestros dedos sobre la mesa.
— Entonces, ¿qué crees que quieres ser? — preguntó él. Me encogí de hombros.
— No sé. Siempre me ha encantado escribir. Así que me gustaría ser escritora.
— Ah, ser escritora, ¿eh? ¿Has escrito algo antes? — preguntó él y asentí.
— Tengo un cuaderno escondido en algún lugar de mi apartamento con cosas que he escrito. Como poemas, historias cortas, ese tipo de cosas — sonrió con una sonrisa impresionante, haciendo que yo también sonriera.
— Tienes que dejarme leerlas alguna vez.
— No lo sé. Nadie las ha leído nunca.
— Sería un honor ser el primero en hacerlo — presionó mi mano contra su boca, y sentí el rubor trepar por mi cuello. Me hizo sentir como si fuera una adolescente otra vez, y me encantó. Me recosté en el asiento, quitando mi mano de la suya.
— Entonces, Sr. Policía, ¿no tienes que estar en el trabajo? — miró su reloj.
— Maldición, sí. Odio interrumpir nuestra cita tan pronto, pero no puedo permitirme llegar tarde.
— Está bien. Me alegro de volver a verte — nos levantamos, pagando por nuestra comida y caminando a la calle, donde su coche estaba aparcado — Te llevaré de vuelta a casa.
— No, está bien. Ve, tomaré un taxi.
— Me parece a mí que no. Anda, yo te llevo — abrió la puerta del asiento de copiloto, y giré mis ojos, entrando.
— ¿No te dejó tomar un taxi? — preguntó Lily. Había quedad con ella para almorzar.
— Insistió en llevarme de vuelta y acompañarme al ascensor a pesar del riesgo de llegar tarde al trabajo. Y cuando estábamos en el desayuno me cogió de la mano, y la besó.
— Eso es tan romántico — dijo ella enternecida y asentí, sonriendo — Lauren, ¡te estás sonrojando!
— Sí... quiero decir, es un gran hombre. Él es increíble, y yo sólo... no puedo esperar a ver a dónde va esto.
— Bueno, estoy muy feliz por ti. Te mereces un buen hombre después de todo el asunto de Ted-Robin.
— Ted sigue siendo un buen hombre. Honestamente, lo he superado — ella asintió — Yo solo... tengo grandes esperanzas para el futuro, Lil. Estoy tan emocionada.
— Sé que lo estás. Todos estamos emocionados por ti.
— ¿Así que a todos les cayó? — le pregunté.
— Oh, sí — ella tomó un trago de su bebida, y pude decir por la mirada en su cara que estaba mintiendo.
— Lily... — dije severamente y ella suspiró.
— Vale, a cuatro de los cinco nos cayó — dijo ella. Fruncí mis cejas — Nos encanta, en realidad. Es perfecto para ti.
— ¿A quién no le cae bien?
— A Barney — pensé esto por un momento — Lauren-
— ¿Qué derecho tiene? — le pregunté — Se va a casa con chicas, prácticamente todas las noches, sin tener idea de cómo son. Así que, ¿qué derecho tiene a juzgar a Lawrence, que es increíble?
— Lauren...
— ¿Qué dijo exactamente? — le pregunté.
— Dijo que Lawrence no era lo suficientemente bueno para ti, y odia la forma en que se viste.
— ¿Qué hay de malo en cómo se viste?
— No te lo tomes a mal. Odia cómo se viste todo el mundo, si alguien no lleva traje — suspiré.
— Quizás le haga una visita a Barney.
— No te enfades con él, Lauren. Todo el mundo tiene derecho a tener sus opiniones.
— No cuando sus opiniones son erróneas — agarré mi bolso, salí del bar y llamé a un taxi.
— Goliath National Bank, Por favor.
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