9. Blue Blazer
Spicy cargaba dos bolsas que dejó sobre la encimera. Me levanté de la silla con rapidez haciendo un poco de ruido en el arrastre y me acerqué a Raven. Fue tanta la proximidad que casi le besé en la oreja.
-Tu padre es guapísimo -le susurré.
Spicy me observó por el rabillo del ojo y sonrió de medio lado. Castaño como su hija, quizás un poco más claro por las canas plateadas que surcaban sus sienes. Al girarse sus ojos brillaban como el jade igual que los de su hija y nieta. No podía ser más atractivo. Daban ganas de comprarse unas lentillas de color verde para ir a juego con ellos. Recordé cuando mencionó que su hermano estaba invitado y no iba a venir por la discusión que tuvo con su padre. Me hubiera gustado conocerlo y ver si tenía los ojos tan bonitos como ellos. Después de que Raven dejó entrever que me había perdido la parte delantera, dejé volar mi imaginación, lo visualicé de una gran belleza solo comparable con la de Adonis.
-Así que tu eres Brenda.
Le di la mano para saludarlo y casi se me paró el corazón cuando se la llevó a los labios y la besó. Entré en estado de levitación. Solo me faltó un vestido de muselina para sentirme como una debutante de la época victoriana.
-¿De verdad su nombre es Spicy?
Pensé que lo siguiente a la pregunta del millón sería una carcajada, pero lo fue un pequeño mohín en la boca antes de fruncir los labios.
-No. Aunque me conocen más por mi apodo que por Jack, mi nombre.
-Se lo pusieron cuando estudiaba para ser chef -agregó Raven para más información.
-¿Es porque le gusta ese condimento? -pregunté, activando el modo cotilla de prensa rosa.
-Me gusta el condimento picante, pero fue durante un examen -dijo mientras sacaba unos tuppers de las bolsas-. Me sabotearon mi plato echando una guindilla. Como no pude demostrar quién fue, tuve que decir que fue un despiste mío.
-Y, ¿cómo pudo arreglar el estropicio?
-¡Con una guindilla! -Hubo un carraspeó en su garganta-. Solucionarlo fue imposible, aunque lo intenté. Me suspendieron diciendo que no innovara cuando había unas pautas a seguir para su elaboración.
-Pero le ha ido muy bien el seudónimo de Spicy, le dio suerte -detalló, Raven.
-Más que suerte, es la constancia y estas manos -dijo y las mostró en alto-. Brenda, ¿te gusta el marisco?
-He comido muy pocas veces.
-Cenaremos Langosta Thermidor.
El olor que desprendía la comida impregnó la cocina cuando fue emplatándolas. Suerte tenía Raven en tener un padre que traía la cena hecha del trabajo. Me quedé abstraída al observar la sutileza en sus manos al utilizar el tenedor y cuchara para cogerlas.
-Verlo parece fácil -aseguré.
-Las técnicas en el emplatado es muy importante. Tiene que tener un atractivo visual para que sea un éxito. -Tenía toda la razón. Cuando veía un cóctel decorado con una simple frutilla o la corteza de ella, cambiaba por completo-. Hay que buscar el equilibrio para que resulte armónico. El color es muy importante, para ello, es necesario una buena combinación de ingredientes. Podría seguir enumerando todas las técnicas.
-Que se llame con ese nombre, ¿es porque hay una historia detrás, como la del risotto?
-Veo que escuchaste el programa -asentí-. Es una receta francesa. La creó un restaurante francés, Chez Marie, en honor a una obra de teatro, Thermidor de Victorien Sardou, que causó polémica allá por el siglo diecinueve.
Me gustó saber que había platos inspirados en acontecimientos, como el de la langosta en una obra o de leyendas como el risotto. Las historias eran una fuente de inspiración para cualquier creación.
Cuando terminó de prepararlos nos dispusimos a cenar. Nunca había probado nada tan exquisito como las langostas que cocinó. Poppy también tuvo su plato especial que le preparó su abuelo. Una crema de verduras hecha con fumet de pescado. Nos reímos varias veces al ver como se relamía los labios cada vez que una cuchara entraba en su boca seguida de un... aah.
-¿Llegará el día que mi hija hable? -preguntó Raven después de la última exclamación de Poppy -. He visto bebés de su edad que repiten palabras y comienzan a preguntar, aunque no se les entiendan muy bien.
-Aprovecha ahora que no lo hace, porque cuando comience a coger carrerilla no va a parar -le respondió su padre. Llevó otra cucharada a su nieta y ella le quiso quitar el cubierto a su abuelo-: Está bien, come tu solita.
Llevaba puesto un babero y sobre él surcaban varias manchas de la crema.
-No obstante, corre como el viento. Espero no la llamen perdigón que luego los apodos te quedan de por mi vida. -Raven elevó las cejas ante mi comentario-. Solo faltaría que cuando la vieran le gritaran: ¡Yijaaaa!
Poppy dio un pequeño chillido, riéndose, ante mi vaquera exclamación. Spicy se cubrió su boca con la servilleta, carraspeando un par de veces.
-Poppy, por favor, más vale que comiences a decir alguna que otra palabra antes de que se cierne sobre ti el efecto Buddy y te llamen como a su caballo -le suplicó su madre.
Pero Poppy no atendió a su ruego. Se había quedado con la vista fija en el trozo de langosta que su abuelo se llevó a la boca. Spicy se percató, y con los dedos extrajo un trocito de la fina, delicada y blanca carne. Antes de que llegara a su destino, la niña ya tenía la boca abierta. Me hizo gracia como frunció los labios una vez el manjar lo tuvo dentro. Spicy con la mano todavía sobre el rostro de su nieta, pasó con su pulgar el contorno de sus labios, retirándole restos de la crema que había impresa en ellos. Después cogió la servilleta y se limpió la mano.
-Perdigón, después de cenar tu abuelo jugará contigo a lo que quieras. -Poppy le sonrió como si comprendiera su propuesta.
-¿De verdad, papá? -Raven se bufó como un gato- ¿Vas a llamar a tu nieta perdigón?
-Me gusta como le queda -le respondió y se encogió de hombros.
Raven me fulminó con la mirada.
-Yo solo hice un comentario. -Spicy me guiñó un ojo.
Esperé que ese gesto de complicidad indicara que era una broma que quiso hacerle a su hija. Pero me aseguré cuando Raven dijo que, el modelo paternal de su hija era su hermano y padre. Primero por la tarde, cuando su tío la tenía en brazos elevándola al aire y abrazándola. Y su abuelo, dándole de comer y limpiando su boca con los dedos.
Fue tierno y entrañable.
Durante la cena conversamos de diferentes temas donde la gastronomía siempre salía a relucir. Raven nos hizo unas cuantas fotos con su móvil, y yo, siendo una caradura, me atreví a decir cuanto me gustaría que una foto mía estuviese colgada en la pared junto a las demás. Era lo más parecido a estar en el paseo de la fama. Sonreí nerviosa cuando Spicy señaló el espacio en la pared donde la colocaría. Le hablé de mi tía Grace, comentándole que era la mayor fan del programa y de él. De paso aproveché la ocasión para pedirle un autógrafo para ella, ya que se había perdido el conocerlo por quedar con su vecina.
-Dime, Brenda, ¿estás cursando alguna carrera? - me preguntó Spicy.
-No, quiero ir a Londres para aprender a hacer cócteles -dije y ladeó la cabeza, entre pensativo y sorprendido.
Me pasé la servilleta por la boca en el último bocado a una tarta de whisky, pretendiendo descifrar ese gesto. Después, con el mismo paño, intenté en vano quitar una mancha en mi blusa.
-¿Has hecho alguna vez uno? -preguntó Raven.
Estuve tentada en contar el que hice a mi padre cuando me decidí a ello, pero me contuve en relatar mi desastrosa elaboración.
-No. Solo he leído sobre ello.
Spicy, de nuevo, me miró extrañado.
-¿Qué és lo que te ha impulsado para que sea tu profesión? -me preguntó.
-Una película. La vi cuando tenía once años.
Pareció sorprenderse todavía mas.
-De adolescente trabajé en la barra de un restaurante y cuando podía me escabullía a la cocina para ver los menús que elaboraban. -Se encontraba enfrente de mi, sentado al lado de Poppy-. Yo alguna vez me he preparado un combinado, pero sencillo. ¿Qué has leído sobre ello?
-Lo sé, te gusta beber un Black Russian después de ingerir una comida copiosa. -Fue la primera carcajada que salió de su boca y proseguí después de haberlo tuteado por primera vez-. Lo que me interesó, fue saber quién fue el primero, el pionero, Jerry Thomas, profesor de la mixología y el primer flair bartender -apoyé mis brazos en la mesa y me incliné hacía él-: ¿Sabes, Spicy? -abrió las manos mostrando sus palmas para que prosiguiera-. Jerry pasaba el alcohol de una jarra a otra en llamas. Algún día prepararé su Blue Blazer.
-Prométeme que solo lo harás cuando ya seas una profesional, no vayas a quemarte por jugar con fuego -su advertencia me recordó a mi padre-. Y ya que lo has mencionado, espero tener el privilegio de ser el primero en probarlo.
Me relajé por completo.
-Prometido y hecho.
Hice toda una introducción sobre la mixología. Y a partir de ahí no paré de hablar de los tipos de cócteles. Era la primera vez que una persona me escuchaba con toda la atención, sin interrumpirme y con una sonrisa paciente. Me sentí importante al hablar de ello con él, en el cúal por su trabajo, a pesar de ser diferente a lo que quería dedicarme, tenía en común un barra de bar. Deseé que esa noche no acabara, me encontré cómoda y entusiasmada con Spicy.
-¿Cuáles son tus aspiraciones cuando seas toda una profesional?
-Me gustaría tener mi propio local, después de coger experiencia en otros. La ciudad me da igual si consigo tener mi propio negocio.
-Papá, quizás podrías echarle una mano cuando acabe en la academia-intervinió, Raven-. Tú has frecuentado muchos clubs y conoces a sus dueños.
-Por supuesto, una vez acabes podría recomendarte.
Me sentí halagada por la proposición de Raven y el apoyo de su padre, pero no quería entrar por medio de un enchufe.
-Os lo agradezco, pero no sería la mejor decisión, por lo menos en mis comienzos.
-Brenda, ¿Por qué dices eso?
-Lo último que quisiera es, sin tener experiencia, fallar. No me gustaría defraudarte después de que recomendaras.
-En los comienzos siempre hay fallos que se aprovechan paran mejorar. También cuando ya eres un profesional -se señaló-. Y tener fallos no es lo mismo que defraudar. Con los años que llevas soñando con ello e ilusionada, no creo que vayas a decepcionar a nadie.
-Gracias, pero prefiero comenzar por mi misma.
Deseé que mi contestación no les resultara presuntuosa causando molestia, y la cerré con una sonrisa. Para nada quise que pudieran haberse sentido ofendidos. Nunca iba a olvidar la propuesta que hicieron en ayudar a una, casi, desconocida.
-Lo que mejor veas, Brenda. Si cambias de parecer, una llamada a mi hija será suficiente.
Poppy comenzó a golpear la bandeja de la trona, molesta.
-Me parece que está pidiendo que le cambie el pañal -dijo su madre.
Su abuelo se levantó para comenzar a recoger la mesa. Cuando Raven fue a coger a la niña, me adelanté.
-Déjame a mi que la cambie.
-¿Seguro? Mira que acabas de cenar y puede que te encuentres una gran sorpresa en su pañal.
Cogí en brazos a Poppy.
-No lo creo. -pegué mi nariz a su trasero para asegurarme-. De momento está libre de sorpresas. Cuando nació Darcey, mi hermana pequeña, ayudaba a mi madre a cambiarla o cuando la bañaba. Además que me sirve de práctica para cuando tenga mis seis hijas.
El pronunciar las dos últimas palabras, hizo que Spicy, el cual se encontraba a espaldas nuestras, girara la cabeza para mirarme por encima del hombro. A Raven no pareció pillarle por sorpresa.
-¿Por qué niñas y no niños? Y, ¿por qué seis? -me preguntó, sorprendido-¿Hay algo de especial en ese número?
-Me pasó como lo de dedicarme a hacer cócteles. Desde pequeña siempre he querido que fuera así. -Poppy comenzó con sus exclamaciones. Caí en la cuenta de mi metedura de pata, ante mi futura y muy lejana maternidad. Pero ya lo había soltado-. Supongo que es porque somos tres hermanas y siempre he querido doblar en número a mis padres.
La bandeja que llevaba en las manos le tembló y las copas vibraron, igual que sus labios que apretó con fuerza. Spicy quiso ser educado y no reírse, pues fue eso lo que intentó evitar.
-El que quieras seis, es posible, pero que sean todas niñas lo veo difícil - aseguró Spicy.
-Me agarró a que genéticamente lo haya podido heredar de mi madre.
-Brenda, es el hombre quien determina el sexo de un bebé en el momento de la concepción -expuso, Spicy. La biología siempre se me dio fatal. Si alguna vez hubo una clase donde se trató el tema, mi mente tuvo que anular de inmediato el contenido. -: La mujer tiene cromosoma X, mientras que el hombre es X o Y. Dos equis dan como resultado una niña, a lo contrario cuando la concepción es con una Y.
-Espero que el futuro padre señale bien la equis cuando vaya a hacer la quiniela -aseguré, como si se tratara de un fácil condimento en el que no cabía error alguno.
-Y que se encomiende a todos los dioses -agregó Raven.
-Yo quiero saber el resultado llegado el momento -añadió Spicy. La copas sobre la bandeja de nuevo crepitaron-: Para nada quiero perderme los aciertos y fallos.
En un momento dado de la conversación sobre mis futuras seis hijas, me sentí una estúpida. Me tomé tan enserio los deseos que tenía de niña que, me acompañaron hasta en mi adolescencia. Sabía que era imposible, como dijo Spicy, en que fueran niñas, a pesar de no saber lo de la X e Y. También el que tuviera tantas. Pasaría mitad de mi vida criando y preparando biberones en vez de cócteles. Pero mi subconsciente me delató al haber pasado tantas horas junto a Poppy.
Al llegar a la habitación y retirarle el pañal, acerté en que no llevaba sorpresa, pero si un pañal muy mojado. Cuando fui a limpiarla con una toallita húmeda, Poppy comenzó a hacer arcadas.
-Creo que te pasa como a Darcey cuando era una bebé. Te da asco el olor que desprenden a pesar de ser perfumadas, de hecho mi hermana sigue igual, no soporta las toallitas, hasta las que no tienen olor.
La llevé al aseo y llené el lavabo con agua caliente. La senté dentro de él.
-Aaahhh.
-Así mejor, ¿verdad?
Un par de minutos fueron suficientes. Después de secarla y con pañal limpio, le puse su pantalón y salimos de la habitación. Poppy acomodó su cabeza en mi hombro, y yo, le fui contando lo que me había parecido su abuelo.
-Tu abuelo Spicy, mejor si te acostumbras a oír su nombre, Jack, es un buen hombre, muy guapo, además de ser el mejor cocinero...tampoco es que haya conocido a otro para poder compararlo. -Poppy agarró un mechón de mi cabello-. Tienes una bonita familia y eso que me he quedado con las ganas de conocer a tu tío, el hombre sin rostro, pero vi como te abrazaba y, a tu madre como le acariciaba la mejilla. Se nota que os quiere mucho, ya me hubiese gustado que me diera un achuchón como el que te arreó.
» Hecho de menos a Andrew -agaché la mirada y observé como comenzó a cerrar los ojos-. Puede que algún día lo conozca, siendo así, también a la que será su futura esposa. Solo te faltaría para completar una familia, a tu..., mejor que obviemos al donante.
Cerré la boca al escuchar próxima a la cocina una discusión entre Raven y su padre. Me quedé clavada en un lado de la pared del pasillo que daba acceso a ella, sin decidirme si debería entrar o esperar. Su hermano parecía ser el motivo de la controversia.
-Pensé que no le habías dicho nada. ¡Te lo advertí antes de ir a recoger a Brenda!
-No podía callármelo, es mi hijo y quiero que sea feliz.
Aprecié un deje de amargura en la voz de Spicy.
-¿Quién dice que no vaya a serlo? -inquirió Raven.
-¿Acaso crees que ésto no es suficiente prueba?-Hubo una pausa. Me quedé con las ganas de saber que sería lo que le estuviera enseñando, en caso de que lo fuera-. Raven, por favor.
-Puede que mi hermano tenga razón y lo hayamos malinterpretado.
-¡Por Dios, Raven! Por lo que veo te ha hecho el mismo comentario que a mí. -exclamó en alto, muy irritado-. Cuando decidí enseñártelo por primera vez estuviste de acuerdo conmigo.
Me sorprendió que Raven cambiara de opinión sobre lo poco que me dio a entender cuando llegamos. Donde ella misma daba por sentado la ceguera a la que estaba expuesto su hermano. Puede que su cambio de actitud fuera para suavizar la tensión y mediar entre padre e hijo.
-Si fuese así, no creo que ella hubiese accedido a casarse -se escuchó una fuerte exhalación de Spicy-. ¿Vas a ir a su boda, verdad?
-No.
-Papá..., llegó esta mañana muy ilusionado.
-Me duele en alma, pero le he advertido y ha hecho caso omiso. Después de contarle y mostrarle -le tembló la voz-, ha decidido dejar la gestión de los restaurantes. Se ha despedido.
Poppy se había dormido. Con cautela asomé un poco la cabeza. Spicy estaba de pie con el cuerpo semiinclinado y la barbilla pegada al pecho, donde sus manos agarraban con fuerza el borde de la mesa haciendo tensar sus brazos. Raven le acariciaba la espalda.
-Raven, he perdido a mi hijo.
Decidí retirarme y no entrar. La noche fue agradable, pero el buen ambiente que estuvo reinando había tocado a su fín. Fui hasta el salón y tumbé a Poppy en el chester y me senté a su lado.
En mi familia, el altercado más fuerte que hasta ahora se había producido, fue el mío con mis ganas de marcharme a Londres. Sin contar el del accidente que no tenía nada que ver con una disputa familiar. Lo demás eran pequeños problemas económicos, en los que tuvimos que ajustarnos el cinturón cuando mi madre dejó de trabajar. En cambio, ellos que parecían tenerlo todo, verlos y escucharlos a escondidas los encontré desconsolados, y al padre de Raven, devastado. En mi cabeza aún retumbaba las últimas palabras de Spicy: «he perdido a mi hijo». Sin embargo, me pareció un hombre de acero que había pasado por un divorcio, la fuga de su hija, embarazo y vuelta a casa, más ahora, lo que fuere que estuviera pasando con su hijo.
-Había ido a la habitación al ver que tardabais. -Enderecé la cabeza al oír la voz de Raven.
Estaba repantingada en el sofá con la vista fija al techo. Me vino bien los juguetes esparcidos en el suelo del salón para mentir.
-Poppy quería jugar un poco y nos entretuvimos hasta que comenzó a cerrársele los ojos.
Reparé en sus iris brillantes y escleróticas enrojecidas. Raven había llorado.
-Durante estos días hemos salido mucho -se inclinó a retirarle unos mechones de pelo a su hija-. Ha sido mucha batalla para ella todos estos días, pero se lo ha pasado muy bien, y yo también.
Estiré mis brazos al frente, desperezándome.
-Poppy me ha contagiado su sueño, creo que ya es hora de que vuelva a casa -me llevé la mano a la boca tapando un fingido bostezo.
-Voy un segundo a la habitación a acostarla y te acerco.
Spicy hizo su aparición en el salón.
-Yo la acercaré a casa de su tía, quédate con la niña -dijo, ofreciéndose-. Si te parece bien, Brenda.
-Si, claro.
Nada más levantarme Raven me abrazó, y yo, a ella.
-Te enviaré todas las fotos que nos hemos hecho -me dijo.
-Pásate por Sheffield cuando puedas.
-Podría intentarlo, pero no te lo aseguro. Tengo varios encargos para pintar que llevarán su tiempo.
Y yo no sabía el tiempo que iba a demorar en volver de nuevo.
-Me alegro de que nos hayamos conocido -le dije-, y espero que no tardemos mucho hasta que nos volvamos a ver. Te echaré de menos.
Raven ya no dijo nada más, la veía todavía afectada por lo que presencié, y la despedida hizo que le brillaran más los ojos. Me despedí de mi dulce niña con un beso en la frente antes de que su madre la cogiera en brazos.
El verano daba sus últimos coletazos. Muestra de ello fue en casi la mayor parte del día, reflejado en el manto gris del cielo y el mar embravecido. Siguió lloviendo desde que había llegado hasta que salí de la casa de Spicy. Le di la dirección y activó el GPS. Durante el lento trayecto causado por la lluvia, le pregunté de cuántos restaurantes era dueño sin contar el de la ciudad donde nos encontrábamos. Siete, me contestó. Los siete pecados capitales. El último fue el de Falmouth, al ser el octavo se quedó huérfano. No obstante, que se llamara El pecado capital, fue el que más me gustó. Y cada uno de ellos funcionaba con éxito.
-Me parece extraño que te haya ido bien con esos nombres -comenté-: Lujuria, ira, envidia...
-¿Por qué? -Me hizo gracia su entonación con voz cantarina.
-Son nombres negativos.
-El morbo atrae y una vez dentro se les conquista. Las personas comemos antes con la vista que con el gusto.
Su explicación activó una lucecita en mi mente, para que en un futuro la pusiera en práctica cuando tuviese mi propio negocio.
-Pero te has quedado sin pecados en caso de seguir abriendo restaurantes.
-No voy a abrir más. Con los que tengo son suficientes.
-Nunca se sabe, pero...-acaricié el asiento de cuero negro- en caso de que lo hicieras, podría sugerirte las maravillas del mundo que también son siete.
Spicy giró la cabeza y me miró, sonriente.
-Demasiados restaurantes, pero pensaría esa opción si me animara a ello que, lo dudo.
-Debe ser un quebradero de cabeza gestionar todos y cocinar.
-Siempre he inaugurado los fogones en cada uno de mis restaurantes, después formaba al personal que contrataba. Me dedico más a elaborar los menús. Pero tengo a mi hijo -lo miré de soslayo- que.. me ayuda a gestionarlos.
«Hasta hoy», pensé, recordando cuando dijo que se había despedido.
En otras circunstancias le hubiese preguntado por la incipiente boda. Las circunstancias me hicieron frenar, hubiese sido meter el dedo en la llaga. Con sus últimas palabras se quedó en silencio. Recurrí a contarle del porqué me encontraba unos días en Falmouth. Desde el minuto uno del impacto en la moto, hasta los largos días en el hospital donde todavía permanecía mi hermana. Le hablé de ella, de su afición a la costura, y me recorrió un doloroso escalofrío. Spicy me miró un par de veces, con tristeza. No sólo se interesó por mi, y si estaba recuperada del todo de mis heridas. Lo hizo también con mi hermana, preguntándome sobre sus operaciones y las secuelas que pudiera tener. No fue la mejor opción contar mi accidente para que de alguna forma se distrajera, pero fue la primera que vino a mi cabeza.
Habíamos llegado a casa de tía Grace. Spicy, paró el motor del coche.
-¿No han podido averiguar quién fue? -me preguntó.
-Mis padres pusieron una denuncia, pero de momento no sabemos nada y..., no creo que sepamos.
Spicy tensó la mandíbula.
-Espero que Helena se recupere lo más pronto posible.
-Gracias, Spicy. Ha sido un placer conocerte.
Cuando fui a bajar del coche, me agarró del brazo, en una ligera presión.
-No olvides lo que te comenté, pequeña Bre. No me importaría recomendarte en algún buen club de los que conozco.
«Pequeña, Bre».
Me gustó la ternura con la cual me nombró.
Entrecerró los ojos esperando una respuesta, pero solo asentí con la cabeza. Por mucho que me ofreciera su ayuda, no iba a transigir en la postura que tomé y comuniqué cuando lo propusieron padre e hija.
Cuando entré a la en la casa, Grace estaba adormilada y no quise molestarla, le contaría al día siguiente.
Esa noche cuando me fui a dormir, soñé con el hombre sin rostro.
No salimos temprano, a pesar de ser un viaje largo. Lo hicimos a las nueve de la mañana. A Grace le gustaba conducir y le daba igual hacer los kilómetros que fuesen. Se quedaría unos días en casa. Durante el desayuno le comuniqué quién era el padre de Raven. Los vecinos debieron escuchar su grito de emoción. Durante el viaje tuve que hacerle una extensa narración. Aparqué a un lado el tema del hijo. Ella movía su cabeza de un lado a otro como si tuviera un tic nervioso, lamentándose de haberse perdido la velada. El incidente provocó que se despistara, y por tres veces se confundió de autovía. En vez de tardar seis horas en llegar a nuestro destino, lo hicimos en siete. Se excusó diciendo que no había prisa y lo hizo para admirar diferentes paisajes.
Decidimos pasar primero por el hospital. Tanto mi tía como yo teníamos ganas de ver a Helena. Era suficiente temario el que cargué, de personas y lugares que visité, para que durante unas horas mi hermana se evadiera de su situación. Al entrar en la habitación, mis fosas nasales se inundaron de olor a rosas. Sobre la mesilla un gran ramo de ellas, combinadas en blanco y rosa claro adornaban la estancia.
-¡Ya estáis aquí! -exclamó, Helena.
-Pensé en quedarme a vivir, pero te echaba tanto de menos que me ha sido imposible -Me acerqué para darle un beso. Le habían cortado el pelo para disimular la parte rapada-. Me gusta tu nuevo estilo.
-No me quedaba otra opción. -Sin el cabestrillo en su hombro, sus manos se movían nerviosas sobre una caja de madera labrada de nogal pulido.
-¿Cómo va todo? -le pregunté.
-Hoy me ha dicho el doctor Miller que dentro de dos días me intervendrán, y en unos días me darán el alta.
Era la primera buena noticia en mucho tiempo. Mi madre que dormitaba en el sillón, despertó y se levantó.
-Os habéis retrasado bastante -dijo.
-Hemos parado aquí y allí, no había prisa -apuntó, Grace.
Aproveché que tía Grace saludaba a Helena para que mi madre me contara.
-¿Todo bien? -me acerqué lo suficiente para susurrarle al oído.
-Con sus bajones -recalcó-. Pero la noticia de doctor y con los regalos que no sabemos quién los ha enviado y recibió hace dos horas, está muy animada.
Me senté en un extremo de la cama.
-Así que tienes un admirador secreto que te ha regalado flores y esa caja -aseguré a Helena.
-Es un costurero, no una caja.
Comenzó a abrir cada uno de los compartimentos los cuales eran varios y completamente equipados. Toda una gama de colores de bobinas de hilo; agujas, alfileres, tijeras, cinta métrica...Mi hermana pasaba las yemas de los dedos según iba abriendo para que Grace y yo viéramos.
-¿Y no sabes quién ha sido? -preguntó Grace.
-No. Solo sabemos que, tanto las flores como el costurero son de tiendas del centro de la ciudad. Mamá conoce la floristería -mi madre asintió-, y en la tienda de costura de donde proviene esto -dio sendos golpecitos al regalo-, Lizzy y yo hemos estado varias veces porque nos encanta.
-¿Vendría con alguna tarjeta? -preguntó Grace.
-Si, pero aún llevando su firma, no lo conozco -extendió el brazo hacía la mesilla, la cogió y me la dio.
Se me encogió el corazón al comenzar a leer en voz alta.
-«...Sería un honor y privilegio, en un futuro, ser el primer caballero al que le hicieras tu primer traje a medida. Atentamente, Spicy ».
-¿Verdad qué es bonito lo que ha escrito?
Tragué saliva ante la pregunta de mi hermana.
-Grace... -me tembló la voz.
-Ya te dije que el programa me gustaba, pero sobretodo cuando él salía -dijo, mi tía.
-¿Lo conocéis? -preguntó mi madre con curiosidad.
Las dos, a la vez, asentimos con la cabeza.
-Pues me vais a tener que decir, para que llegado el momento y sea una profesional, pueda comunicarme con él y hacerle el traje -dijo Helena y añadió-: Es el regalo más bonito que me han hecho en mi vida.
Salí de la habitación y llamé a Raven. Cuando cogió la llamada pregunté por su padre, pero me dijo que salió para Londres. Le conté sobre el regalo que había hecho a mi hermana. Según me dijo, de buena mañana, mientras Spicy buscó las tiendas de Sheffield, para después enviar los regalos mediante mensajero, ella se informaba llamando al hospital preguntando el ala y número de habitación donde se hallaba mi hermana. Agradecí el detalle que había tenido y la ilusión que le hizo, recalcando la última frase de Helena.
Spicy iba a ser un privilegiado, el primer traje de caballero que hiciese Helena sería para él. Como mi primer, Blue Blazer.
. Hoy he subido con un poco de retraso.
Un abrazo,
Indira Max 💜
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