6. Corazonada
-¡Brenda! ¡Darcey! ¡Nos tenemos que ir! -exclamó mi padre desde la puerta de entrada a la casa.
La sensación que tuve el día que llegué, pareció que no era real. Pero en la situación que viví, hubo un instante que creí irme al otro mundo, que no volvería a poner los pies en casa de mis padres...en mi casa. Lo primero que escuché al poner los pies en ella fue la voz de Darcey.
«...Llorona, ni se te ocurra...».
Tuve que contener las lágrimas.
Cuatro días habían pasado desde que me dieron el alta. Era el quinto día que iba al hospital para hacerme las curas como dijo el doctor Miller. Mi padre desde el accidente se cogió unos días en el trabajo, pero mañana comenzaba la rutina laboral.
Mis abuelos llegaron al día siguiente del accidente y desde entonces permanecieron conmigo y Darcey, hasta que llegara la normalidad de vuelta a la casa. Eso sería cuando Helena regresara, pero todo iba para largo.
Hice reposo el mayor tiempo posible. Fue difícil acostumbrarme a las muletas los dos primeros días. Hasta mi hermana iba pegada a mi por si me caía y me rompía la otra pierna. Lo peor era a la hora de dormir, si no me molestaba las heridas en la espalda, lo era la escayola en la pierna. No obstante, a malas pude arreglármelas.
Al salir Helena de la unidad de cuidados intensivos fue a visitarla Darcey. Ella fue un poco el toque de humor para todos. Pero muchas de las veces Helena se ponía a llorar y con ella los que estuviéramos presentes. Seguía inmovilizada sin poder levantarse e iba para tiempo. Faltaban unos días para la operación del tobillo, la espera lo era por la herida en su pierna.
-Brenda, ayer cuando hablé con Evan me dijo que quizás hoy saldría del hospital y se marcharía a Londres -comentó Darcey.
El primer día que Helena la pasaron a la habitación, también lo hizo el niño que conocí. Justo estaba en la habitación contigua a la de ella. Me pasé a verlo junto con mi hermana pequeña, y desde ese día cada vez que llegaba al hospital se pasaba un rato para hablar con él. En cuestión de horas se hicieron amigos.
-El vive allí, Darcey -le indiqué-: Sheffield ha sido un lugar de paso.
-Le pediré su número de teléfono para que podamos seguir hablando. ¿Crees que querrá?
-¡Ya lo creo! Evan es muy agradable y le has caído muy bien.
Cada mañana al llegar, me dirigía primero a enfermería en consultas externas y mi padre subía con Darcey a ver a mi hermana. Después bajaba a recogerme por si necesitaba ayuda. Las quemaduras me las seguían tapando para evitar infecciones y el dolor más tolerable cuando las curaban.
Lo que más temía cuando subía para ver a mi hermana, era que cada vez sonreía menos. Las pocas veces que lo hacía eran sonrisas forzadas. De nada servía que le dijeran que tuviera paciencia. Es muy fácil decirlo cuando no te encuentras en su situación, y difícil para las personas que la visitaban por no saber de qué forma consolar.
Mis padres tuvieron que restringir las visitas después de que unos compañeros de su clase fueran a verla y, al salir de la habitación se escuchó un comentario desafortunado de uno de ellos.
«...Ha quedado hecha una maraca...».
-¿Cómo llevas las heridas, Brenda? -me preguntó Helena.
Mis padres como cada mañana salieron a pasillo para hablar con el doctor Miller. Darcey se había pasado para ver a Evan y tener con él su charla matutina.
-Un poco mejor. ¿Y tú?
Se encogió de hombros. Hecho que significaba que su estado anímico seguía igual.
-Llevo mal lo de la higiene y hacer las necesidades en la cama -contuvo las lágrimas-: Me da mucha vergüenza.
-Será por poco tiempo. -En realidad, no sabía el tiempo que aún le quedaría de seguir inmovilizada. Decidí cambiar de tema, porque nunca encontraba la forma de confortarla. Cogí una revista que había sobre la cama-. ¿La ha traído Lizzy?
-Si. Es una revista de patrones que sale una vez al mes.
Me senté en el sillón que había al lado de su cama y accioné la palanca del lateral subiendo el reposapiés. Comencé a pasar las hojas de la revista, hasta que me detuve en una de ellas.
-Helena, este vestido te lo tienes que hacer -le enseñé la página-: Es precioso.
Sabía que había dado en el clavo porque sonrió. El color verde era el favorito de mi hermana. Era un vestido largo de noche de palabra de honor en tono esmeralda. Yo no entendía de clases de tejidos y tipos de costuras. No me entretuve a leer sobre ello, pero el vestido era divino.
-Lizzy me dijo lo mismo que tú. Pero yo cambiaría el tejido por uno más ligero en una muselina de seda y le haría un ribeteado en el escote con un pequeño encaje.
-Te estoy imaginando con él. -Helena alzó las cejas-. Con lo guapa y presumida que eres tendrás que llevar un matamoscas, para espantar a todos los que se te acercarán.
-Espero que no estés a mi alrededor, ni Darcey. Sois las únicas espantapájaros que conozco.
Era la primera vez desde que ingresó que bromeó.
La puerta de la habitación se abrió y dirigimos ambas a la vez la mirada hacia ella. Pensé que serían mis padres, pero fue Darcey la que accedió.
-Hoy la charla con Evan ha acabado mas pronto que otros días -le dije.
Se sentó en una esquina de la cama y soltó un bufido. Cuando su pelo le llegaba a la cintura, Darcey, la mayoría de las veces lo llevaba recogido en coletas, trenzas o moños. Cuando fue a cortárselo sin permiso de mi madre, lo hizo en una melena rapada en la nuca. Extrañaba el no poderle darle un pequeño tirón.
-¿Qué ocurre? -preguntó, Helena.
-Evan ha ido a hacerse una última revisión porque hoy se va a casa. -Curvó sus labios hacia abajo- ¿Se va a morir?
-Darcey... -Tanto Helena y yo nos miramos- ¿Por qué dices eso?
-Me acordé del tío Joseph. Estuvo en el hospital y con buen humor con todo el mundo, igual que hace Evan. Cuando se fue a casa a los pocos días se murió.
-No es lo mismo -comentó Helena-: El tío estaba muy enfermo.
-Evan está bien -le señalé el sol que me dibujó en la escayola para animarla-. Es un chico especial que le gusta agradar a la gente.
Después le indiqué con el dedo la estrella que le pintó a Helena en una hoja y colgó encima de su cama con su correspondiente frase.
«...La estrella que más despunta se encuentra debajo de ésta...».
Seguida a la frase una flecha señalaba la cama de mi hermana.
-También me ha hecho un dibujo. -Darcey llevaba una hoja doblada entre sus manos-. Me lo ha dado cuando pasé a su habitación.
-Enséñanoslo -se apresuró a decir Helena.
-No. No se lo enseñaré a nadie. -Dobló la hoja dos veces más y la guardó en un pequeño bolso que llevaba cruzado.
No entendí la actitud de Darcey para tener que guardar con recelo el dibujo, y no querer revelar lo que había en él. Se lo pasaba bien con Evan cuando iba a verlo. Hasta una mañana la oímos cantar en la habitación de él, hecho que hizo que la enfermera que en esos momentos pasó a ver a mi hermana aplaudiera una vez terminó.
-Por lo menos podrías decirnos que ha dibujado -le animé.
-Evan dice que es nuestro secreto. Si lo digo dejaría de serlo.
Cuando a Darcey se le metía algo entre ceja y ceja, mas valía no insistir, porque no íbamos a conseguir nada. Lo mejor era no meter las narices donde no nos llamaran.
Lo siguiente que hicimos fue encender la televisión, después de que mis padres pasaran a avisarnos que bajaban un momento a la cafetería para que desayunara mi madre.
Veinte minutos después se presentó Evan anunciando que se marchaba. Se despidió de Helena. Mi hermana y yo le acompañamos hasta el vestíbulo. Según nos dijo cuando nos dirigíamos a él, sus padres y Teresa lo esperarían en el aparcamiento que se encontraba nada más salir del hospital.
-Bueno, Evan. Esperamos volverte a ver, pero no en un sitio como éste -le di un golpecito a la visera de la gorra que llevaba puesta.
-Si, claro. A Darcey le he dejado mi correo y mi número de teléfono, si me pasara de nuevo por Sheffield o alrededores os avisaría.
-No tengo cuenta de correo, ni móvil -añadió mi hermana.
-Por eso no te preocupes, te haré una, y puedes usar mi móvil cuando quieras hablar hasta que tengas el tuyo propio. -Darcey se agarró nerviosa a su bolso cruzado. Llegó el momento de que los dejara a solas para despedirse. Después del secretismo sobre el dibujo que le hizo, estaba segura que querría una despedida sin espectadores-: Darcey, voy a sacar una botella de agua, te espero allí. Hasta pronto, Evan.
Como en toda las despedidas, llega el momento en el que piensas si volverás a ver a esa persona. Donde el corazón te late de manera brusca y se detiene de igual forma cuando te abraza y piensas que pudiera ser el último. Fue la sensación que tuve cuando me despedí de Andrew y la misma que debió sentir Darcey cuando Evan la abrazó.
Ir hasta la máquina dispensadora del agua me sirvió de excusa para su despedida, a pesar que saqué una botella cuando llegué. Caminar con muletas lo hacía con mucha con cautela, y tan despacio que, cuando llegué a la máquina que se encontraba a unos pocos de metros de ellos, me giré pensando que Evan ya se habría marchado.
No pude tapar mi boca con la mano ante la sorpresa que me llevé, al llevar las muletas, pero agaché la cabeza y sonreí. Me emocioné. Fue lo más bonito que había visto en mucho tiempo. Ver a Evan coger las dos manos de Darcey e inclinarse para darle un beso en los labios.
El primer beso de mi hermana a los once años.
Desvié mi vista hacía la máquina cuando se separaron, y Evan salió del hospital. Darcey se acercó corriendo hasta a mi y se me abrazó a la cintura. Mi sorpresa fue que al mirarla, pensé que habría lágrimas en sus ojos, pero me encontré con una sonrisa de oreja a oreja. No le dije nada, ni ella a mi. Solo le guiñé un ojo y subimos de nuevo a la habitación.
Fue la primera vez que, a pesar del tierno y dulce momento: lo vi. Las hermanas Lowell no la teníamos todas con nosotras en cuestión de amores. Pero si un lujo conocer a los buenos, aunque se marcharan. Sólo faltaba Helena que una vez subimos y verla postrada en la cama, una frase suya el mismo día del accidente, me vino a la mente.
«... Brenda, ¿cómo es besar?...». Deseé como nunca que mi respuesta se cumpliera.
Según pasaban las semanas, el bajo estado anímico de Helena fue aumentando. Llevaba cinco semanas ingresada y el abatimiento iba en aumento. Tuvo dos intervenciones, cuando le pusieron el tornillo -el cual le quedaba unos días llevarlo hasta su extracción-, y diez días después, el injerto de piel en la herida, donde la donante fue la misma pierna.
El doctor Miller viendo la tristeza en ella y el cansancio en mis padres, decidió que los viernes se fuera a casa con la condición de que los domingos por la noche ingresara de nuevo. Pasar dos noches a la semana en casa fue para Helena todo un planazo.
Su primer fin de semana se lo pasó llorando y riendo.
El verano se presentó pasándolo en el hospital. La señora Harris tuvo que contratar a otra chica por mi ausencia; tuvo suerte que la nueva ya trabajó en otra zapatería. Darcey se marchó diez días de campamento, la enviaron mis padres para que desconectara. Mis abuelos que estuvieron casi un mes entero con nosotras, se fueron unos días a su casa a descansar -en su lugar llegó tía Grace- se pasaron todo ese tiempo cuidándonos, yendo y viniendo de casa al hospital, haciendo turnos para que mi madre descansara ya que, mi padre, no podía estar el tiempo suficiente junto a Helena por su trabajo. Lizzy, ayudó a esos turnos, sobretodo en las noches.
Fui sintiéndome una inútil. A penas ya sonreía, y cuando lo hacía eran forzadas como las de mi hermana. A pesar de que la escayola me la quitaron a las cuatro semanas y, las curas dejaron de hacerse una vez las heridas se secaron y se hicieron una costra, sentía que no aportaba nada en ayudar a los demás.
Andrew me animaba con mensajes o llamadas. Y aunque me reconfortaba, a la vez me entristecía de que no estuviera conmigo. Tenía a Katia que casi a diario se pasaba por mi casa. Cuando se enteró del accidente, el nombrar a su ex pasó a un segundo plano, más bien lo había enterrado bajo tierra.
-¿Cuándo te vas a Londres? -me preguntó Katia.
-No me voy a ir.
-Es tu sueño, Brenda.
-No me iré hasta que Helena esté completamente bien.
Mi sueño volvía a interrumpirse. Pero esta vez era yo quién tomaba la decisión de que fuera así.
-Si su recuperación es lenta, ¿qué vas a hacer?
-Da igual lo lenta que sea y el tiempo que lleve, me quedaré aquí.
No sabía lo que demoraría su recuperación. Le tocaría hacer rehabilitación por el nervio que había sido dañado. Solo esperaba que con fisioterapia se le recuperara y no tuviera que pasar de nuevo por otra intervención.
Nos encontrábamos las dos tumbadas en el sofá. Habíamos preparado la mesa para cenar, esperando que Grace que se encontraba en la cocina, terminara de hacerla.
-Deberías irte con tu tía unos días a Cornwall. Te lo lleva repitiendo varios días, hasta tus padres te animan para que vayas. ¿Qué ciudad del condado es donde tiene la casa y veranea?
-En Falmouth -me levanté de la cama-: Pero no voy a ir, y más ahora que mi hermana está en casa los fines de semana.
-No seas testaruda. Grace dijo que sería una semana y te vendrá bien ir a la playa y que te de el aire -me exhortó-. Además, Darcey viene en un par de días del campamento, y con ella estará lo suficientemente entretenida contándole como le ha ido. Vas todos los días al hospital por la mañana a verla y regresas a casa con la moral por los suelos. Estás cansada, necesitas cargarte de energía.
-No soy una batería.
-Todos somos una jodida batería y necesitamos de vez en cuando recargarnos al sol. Aquí solo sales de casa para ir al hospital -hizo una pausa-: Vete.
Escuché una conversación de mi tía con mis padres. Fue una noche que Lizzy se quedó en el hospital con Helena. En ella, Grace comentaba a mis padres que no solo debía sanar mis heridas físicas. Recuerdo escuchar llorar a mi madre y el desconsuelo de mi padre al comentar que quería ver de nuevo sonreír a sus hijas.
«...Quiero que mis hijas vuelvan a reír como antes. Echo de menos sus risas...».
Y yo echaba de menos la de mis padres.
Primero fue Grace la que habló conmigo para que me fuera con ella y me despejara. Después mi padres, y solo me faltó Katia, haciéndome sentir como si fuera una placa solar. Hasta la escayola que me guardé cuando me la quitaron, por conservar el dibujo que hizo Evan con el sol de Brenda, parecía estar apremiándome cada vez que leía la frase.
-Tengo la corazonada de que lo pasarás bien -concluyó, Katia.
Cuando terminamos de cenar le dije a tía Grace que marcharía unos días con ella.
Indira 💜
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