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24. Cosmopolitan


Siempre intenté que el buen humor se plasmara cuando hablaba con mi familia. Sin embargo era uno de esos días que lo único que deseas es quedarte en la cama, sin ver ni oír a nadie. De esos que te dan ganas de coger el teléfono y decir: no me esperéis porque no voy a ir a trabajar. Era lo que me hubiese apetecido hacer.

Tuve una videollamada de mis hermanas y percibieron la desgana y hastío hasta en abrir la boca para hablar.

―Cómo se nota que llegó la visita de todos lo meses ―dijo Darcey y continuó tarareando la letra de una canción.

Fue verdad que estaba en mis días y siempre hubo uno de ellos donde la melancolía era la protagonista. Ellas lo sabían y eso me salvó, pero la realidad era bien otra. Era un «Uy, te gusta más de lo crees», que fue lo que me dijo Katia cuando me pasé por la peluquería después de nuestra conversación telefónica. Y si ya me gustaba mucho, no había cabida para ese: más de lo que crees.

―A ti se te nota más, Darcey. Brenda se pone melancólica y tú con mal humor.

―Porque evito saturarme a dulces.

―Por lo menos no lo pago con otros, cariño ―le espetó Helena.

―No, claro. Te flagelas tu misma con chocolate relleno de menta. Hace dos semanas cuando te acompañé a comprarte ropa habías subido una talla.

A través de la pantalla observé como Helena se miró el pecho y encogió los hombros ante de responderle.

―No me preocupa mi aumento de peso. Disfruto comiendo y soy buena haciendo arreglos a la ropa.

A veces pensaba para qué me llamaban si la conversación la mantenían la una con la otra, ignorándome en muchas ocasiones.

―Os dejo. Tengo cosas que hacer ―les dije.

―Y yo tengo ensayo. Te quiero.

Darcey pegó sus labios a la pantalla dando un beso en ella antes de salir de la habitación de Helena.

―Brenda, en unos días iré a Londres. Será un viaje de ida y vuelta. Ya tengo casi tu vestido y necesito que te lo pruebes.

Quince días después de mi viaje a Sheffield, tuve que regresar de nuevo para una prueba. Me fui en mi día libre, temprano y regresé por la noche. 

―¿Vienes sola? ¿Podrías quedarte unos días conmigo?

―Me gustaría, pero Lizzy y yo tenemos bastante trabajo. Llegaré en autobús, pero la vuelta la haré acompañada de tía Grace. Para ese día tiene que arreglar un asunto de papeleo en Londres y, después se quedará en Sheffield hasta el día que vayamos para la boda.

―¿Mamá vendrá contigo?

―No lo creo. Le cuesta salir de Sheffield, en cambio, los abuelos y Grace no paran de ir a un lado y otro. Estaría bien que viniera Darcey, ahora que está en trámites para la compra de su coche, pero no sé si podría por el trabajo, aunque me dijo que le debían horas.

Mi hermana pequeña fue la única que se había sacado la licencia para conducir hacía tres meses, pero todavía no conducía el suyo propio. Cogía de vez en cuando el de mi padre. Desde que se puso a trabajar en la perfumería estuvo ahorrando para comprarse uno de segunda mano que pronto tendría entre sus manos.

―A mi también me gustaría que viniera y de paso te evitas un viaje en autobús. ―Me froté los ojos―. Helena, ya hablamos otro día, dentro de nada tengo que irme a trabajar.

―¿Va todo bien? ―susurró la pregunta―. Ojalá te estés planteando en no seguir.

―No me estoy planteando nada. Es verdad que estoy cansada; últimamente tenemos bastante faena en el Rose.

Mi hermana insistía igual que mi amiga. Y gracias que Darcey se había marchado porque hubiera sido su eco. Por la pantalla mostró una mueca frustrada ante la severidad en mi voz.

―De acuerdo. Ya no volveré a insistir, además con lo bonito que ha quedado el vestido, sería una pena no verte con él ―ironizó―. De todos modos quiero decirte una última cosa: «No sé a dónde voy, pero seguro sé dónde he estado...».

Que lo último que fuera a decir fuese la letra de una canción que Darcey tanto cantaba y justo había susurrado mientras hablamos, hizo que un nudo se me formara en la garganta al recordar y le respondí del mismo modo.

―«...colgando de las promesas en las canciones del ayer, y he tomado una decisión...».

Ahí terminó nuestra conversación. Sin embargo, seguí susurrando la letra mientras me cambiaba para ir a trabajar. En la afirmación de una de las estrofas: «… porque sé lo que significa caminar por la calle solitaria de los sueños...».

La tarde de camino al trabajo, lloré hasta llegar al Rose. Hasta me tomé la temperatura antes de salir porque tuve pequeños espasmos. Solo eran nervios. Comencé a ser consciente del poco tiempo que quedaba y la locura que estaba llevando a cabo. De las llamadas de Charlotte y el par de visitas que hizo al Rose para informarnos de los preparativos, y consultarnos si queríamos algo en especial. Sin embargo, Lady Charlotte lo tenía muy bien organizado; desde el catering para el menú, hasta el más mínimo detalle floral. Ella estaba disfrutando con los preparativos, pese a que fuera una boda muy reducida en cuanto asistencia, a la que se sumaba al final mis compañeros de trabajo.

No pude hacerme con Raven, al final debió cambiar su número. Le mandé nuevamente un correo para saber de ella y llamarla. No obtuve contestación, supuse que estaría muy atareada dirigiendo la dirección de la galería en Nueva York, y pese a que le escribí con letras mayúsculas en el que anunciaba que me casaba, seguí sin tener noticias de ella y Poppy.

Respecto a Niall, conseguí mantener las distancias. De por sí, me fue difícil lidiar con su lado cariñoso, interpretando el papel de hombre enamorado que, se resumía pasando un brazo por mis hombros o un beso sobre la cabeza delante de compañeros y conocidos. Un gesto insignificante que convencía a los demás. Un gran esfuerzo para mi. El hecho de evitar contacto tuvo en parte un beneficio, conseguí mantenerme a flote los días que quedaron de piscina. No le dejé esos días que se acercara, más aún cuando lo tenía que ver semidesnudo con uno de sus bañadores de colección.

Utilizaba un corcho cuadrado que compró para apoyarme y nadar. Cuando dejé de utilizarlo, Niall me seguía desde el borde de la piscina, observándome, con comentarios de que nadaba igual que Juan y Gloria. Estaba segura que sus perros lo harían mejor, pues mis piernas apenas las ponía en horizontal, las movía como si fuera en bicicleta. Mi estilo de nadar provocó comentarios irónicos en él, como una modalidad que debería incorporarse en campeonatos y olimpiadas. Fue en una de esas veces que cabreada le agarré de los tobillos y, tiré a la piscina al chulo socorrista que, fue como lo llamé antes de impulsarme ―por primera vez― desde el bordillo para salir corriendo de la piscina.

Para evitar cotilleos de por qué no me iba con Niall cuando se cerraba el Rose, decidimos que algunas de esas veces me marcharía a casa en su coche. Lo habitual era irme con Billie en el coche de Harold y Jake. El trayecto, pese a ser corto, se me hacía una eternidad. El silencio lo llenábamos con conversaciones sobre la jornada de trabajo y los informes de Charlotte. Conseguí mantener las distancias, no obstante, echaba de menos las bromas de los compañeros con él. Siempre me escabullía, si podía, cuando él se aproximaba a nosotros.

La noche la llevé igual, de mala gana como comencé el día. Se me hizo tediosa la tarde; el atender, conversar y moverme con soltura, hasta casi las dos últimas horas que fue cuando me tomé un analgésico proporcionado por mi compañero Harold.

Como otras noches llegó Tyler junto a Jinny. Hubo un pequeño revuelo en la entrada antes de que entraran sin llegar a saber el motivo. A ella no la había visto desde el día que sugirió que me fuera con su novio a Sheffield. Niall me comentó que Jinny no sabía nada y se tragó de que ambos estábamos juntos cuando se le comunicó Tyler. No se lo dije, pero no me lo creí, igual que tampoco supiera nada García. Ellos eran amigos de hace años. Niall hizo como yo, que le di a entender por mi parte que ningún familiar y amigos sabían lo que había detrás.

Tyler se fue como siempre al despacho cuando llegó, pero esta vez Jinny se acercó a la barra que me tocó compartir con García. Era la versión joven de Charlotte. Siempre llevaba alguna prenda puesta de una gran firma. Su piel clara, a veces mortecina, le hacía resaltar el rubor rosado en sus mejillas y labios. Podría pasar por una ninfa escondida entre la maleza de un arroyo, observándote a través de sus iris grises.

―Hola Jinny. ―Me hizo un gesto con la mano para que me inclinara y me dio un beso en la mejilla―. Estoy segura de que el mundo de la moda y publicidad debe tenerte muy ocupada para no pasarte durante tanto tiempo por aquí. ¿Te pongo lo de siempre?

―Si, por favor, pero que sean dos Cosmo, Tyler quiere otro.

―Marchando dos Cosmopolitan.

Preparé el vodka, cointreau y los zumos de lima y arándanos, pero en lugar de dos copas puse tres en la barra.

―¿Vas a tomarte uno?

―He pensado preparar otro para Niall.

Jinny cogió una de las copas por su pie y la retiró a un lado.

―No, no. Él no debe beber.

Reaccioné de inmediato. Las normas de Niall de no beber alcohol en horario de trabajo le incluía a él.

―Tienes toda la razón. En que estaría pensando.

Jinny me sonrió una vez dejé la copa sobrante de vuelta a su lugar. Escarché las suyas con sal y limón.

―Respecto a mi trabajo, va por temporadas, pero no me puedo quejar. En mi profesión se viaja bastante y me encanta, es el motivo de mis ausencias durante días. En este último viaje estuve en Bulgaria y Turquía.

―Un trabajo el tuyo con el añadido extra de turismo.

―Pronto tengo un nuevo a viaje, esta vez a Los Ángeles. Regresaré un día antes de vuestra boda.

―Casi apurada.

―No me la perdería por nada del mundo ―sonreí por su comentario mientras agitaba con suavidad la coctelera, fue igual que el de Andrew―. Vaya sorpresa cuando me enteré de lo vuestro. De bombazo para una revista si hubierais sido famosos.

¡Oh, si! Jinny sabía lo que estaba ocurriendo. Guiñarme el ojo fue delatador. Me ahorré preguntar, por el… por si acaso.

―Menos mal que no lo somos.

―Niall puede llegar a ser igual de reservado que Tyler ―le serví la copa y no esperó para dar un pequeño primer sorbo y comentarlo―. Me encanta. Me siento como Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York cada vez que la bebo.

Pedir un Cosmopolitan equivalía a glamour. Un cóctel de mujer. Femenino. En la coctelería había combinados que marinaban con ellos y otros con ellas.

―Tanto que, siempre se esconden en el despacho ―añadí a su comentario respecto a ellos ―. Ni que fueran unos mafiosos del crimen organizado.

―No llegan a tanto ―susurró García que se inclinó sobre la barra para saludarla con un beso en la mejilla.

―Una mitad se la pasan hablando de pedidos para los Rose’s y la otra de fútbol ―agregó Jinny―. Raúl, ¿cómo está el bebé?

―No lo está pasando bien. Está por salirle sus primeros dientes y tiene las encías muy inflamadas. Cada vez que le cambiamos el pañal lo tiene todo de escoceduras y rojeces.

―Pobrecito, ¿no hay bálsamos de efecto inmediato? ―le pregunté.

―Desde ayer hemos cambiado de marca para ver si hay mejoría, porque ya no sabemos que ponerle en la boca y en el culo.

―Y, ¿algún remedio casero?

―De momento estamos probando con cremitas ―bufó―. Por cierto, Brenda, voy a tener que salirme del grupo de los abstemios.

―¿Por qué? ¿qué ha ocurrido?

―Pues no sé cómo no te ha explotado el teléfono a base de notificaciones.

―Lo tengo en silencio todo el día. ¿Qué han hecho?

―Mejor pregunta, qué han dicho. Todo por comentar como estaba mi hijo y, no se han cansado de enviarme un montón de consejos pediátricos. Desde que no utilice toallitas para limpiarlo y lo haga con agua tibia para refrescarle el culo, sequemos bien cada pliegue porque tiene la piel muy tiernecita y, que cambie la marca de pañal. Si había probado con Aloe vera. Sobre mordedores refrigerados que alivian la molestia en las encías.

»Billie comentó que le peguntaría a su madre, que seguro ella sabría.¡¿Pero que se creen!? ¡Que no me preocupo! Y tengo mujer, madre, suegra, hermana y cuñada, ¡no me hace falta la madre de Billie!

Jinny y yo nos miramos cuando García explotó.

―Ellos no piensan que no te preocupes ―intenté que se relajara―. Solo quieren ayudar.

Jinny le cubrió la mano con la suya.

―Raúl, ¿desde cuando Mary y tú no dormís cuatro horas seguidas?

Mi compañero puso los ojos en blanco.

―Quiera Dios que fueran cuatro las que durmiéramos. Nomás quiero echarme un coyotito. ―Ambas nos miramos al no entender el idioma―. Una pequeña siesta.

―Pide a Niall que te de mañana el día libre y, al bebé que lo cuide uno de tus familiares. Descansad todo el día y noche.

Mi propuesta le gustó a Jinny que afirmó con la cabeza, pero no tanto a mi compañero.

―Ya tuve mi día libre esta semana. Mañana es sábado y sabes que ninguno libramos ese día.

―Lo vuestro es una emergencia. ―García forzó una sonrisa ante la llamada de auxilio de Jinny―. Ahora hablaré con ese par de dos.

Jinny cogió su copa y la de Tyler para ir a al despacho.

Ahorita esos dos están echando la hueva. ―García blanqueó sus oscuros ojos al ver que de nuevo no comprendimos―: Haciendo el vago.

No hizo falta que fuera al encuentro de ellos. Los vimos que salían del pasillo que llevaba al despacho y cruzaron entre la mesas hasta llegar a la barra. Los dos caminaban con elegancia indolente, sin afectarles las miradas que les acechaban. Me desplacé por la barra recogiendo copas mientras García se quedaba con ellos para solucionar su falta de descanso.

Me iba a convertir en una profesional del escapismo, si me era posible, cuando él se hallaba cerca. Sin embargo, quise escuchar lo que Jinny tenía que decir. Aproveché la cesta de copas ya limpias y sacadas del lavavajillas para colocarme detrás de García y a espaldas de todos. Agarré un paño limpio para repasarlas antes de ir colocándolas sobre la vitrina de cristal.

―Menos mal que la reunión ha sido corta. ―Fue la voz de Tyler la que primero se pronunció―. Porque si tengo que esperar a que llegaras con el cóctel…

―Te lo hubieras bebido caliente que es lo que te mereces ―le interrumpió Jinny.

―¿Y ese humor?

―Para ser tan amigo vuestro… ―Incluyó a Niall. Me contuve el girarme para poder  ver la cara que puso―, no os fijáis en la señales de Raúl.

―¿Qué ocurre?

Imaginé que se dirigió a mi compañero cuando Tyler preguntó.

―Es sobre Leo.

―¿Qué le pasa a mi ahijado?

Un dato que desconocía. Saber que Tyler era el padrino del hijo de García.

―Lo normal en todos los bebés cuando van a salir sus primeros dientes, pero con la particularidad de que a mi hijo, en vez de salirle uno o dos, da la sensación que le van a salir todos, incluidas las muelas. A este paso me va a deformar los nudillos de tanto llevárselos a la boca para morder. ―Ahogué una carcajada. García casi lo daba por hecho de que fuera ocurrir, por el tono solemne y serio que empleó―. A veces tiene unas décimas de fiebre que le suele bajar enseguida. Las noches es cuando peor lo pasa. Se orina y comienza el llanto porque le escuece el culo. Hasta que no lo cambiamos y se vuelve a dormir en mis brazos, no cesa.

La carcajada que evité, se convirtió en un pequeño gemido al imaginar al pequeño Leo, agotado por el llanto y a unos padres preocupados y sin tregua.

―Buscaré al mejor pediatra para mi ahijado. ―Tensé la espalda ante la solución de Tyler.

―¡Tyler! ―le increpó Jinny―. Estoy segura de que su pediatra es bueno.

―Y llevas así varios días, ¿verdad? ―Supuse que García solo asentiría al no escuchar su voz cuando Niall le preguntó―. Andas falto de descanso y sueño.

―De descanso, sueño y dueña.

Los primeros dientes de Leo les estaba pasando factura a la intimidad en sus padres.

―Mañana sábado y el Domingo no vengas a trabajar, que junto con el lunes que permanece cerrado será tres días los que tendrás para aprovechar a descansar con… ―Miré por encima del hombro al escuchar la buena disposición de Niall. Me encontré con sus ojos que me miraron entrecerrados― … tu dueña.

Me imaginé saltando por encima de la barra, lanzándome a sus brazos, al aliviar la carga de mi compañero. Lo malo es que si me cogía hubiera sido para no caerme y no llevándome al despacho en brazos, colgando un cartelito de  «no molesten» y cerrando la puerta con llave.

Solucionado los días que tendría libre mi compañero, cogí la bandeja para ir a la mesas y recoger las consumiciones vacías. Podía evitar mirarlo, su cercanía, pero no el tacto. Una mano me detuvo nada más salir de la barra, ciñéndose en mi brazo. Niall me soltó en cuanto me di la vuelta. Con la mano libre estiré un poco del bajo del chaleco de piel sintética que llevaba puesto. Uno de los trapitos que me regaló Katia que lo usaba cuando trabajaba en el Rose. Era como si llevara una segunda piel, negra, fina y ajustada, que se abría en una uve en mi pecho y requería no llevar sujetador.

―Un atuendo digno de rockera, o tal vez, de pirata ―musitó en un tono que me resultó acariciador.

―Puede que ambas.

Sus ojos descendieron desde mis aros plateados, a la cadena que pendía de mi cuello con una pequeña cruz, hasta descender al cinturón con remaches de acero que adornaba la cadera en mi pantalón negro. Me sentí azorada por los segundos que se tomó en ello antes de volver a hablar.

―Me crucé hace un rato con Harold. Me dijo que has estado encontrándote mal toda la tarde y noche.

―Estoy con la regla. Me dio un ibuprofeno y ha hecho efecto.

―¿Segura? ―alcé el rostro ante su duda―. Tyler y Jinny no tardarán en marcharse y te pueden acercar a casa o puedes esperar en el despacho hasta que cerremos y te llevo.

Fui a decirle que no hacía falta, sin embargo, escuchar que me llevaría, hizo que con rapidez me decidiera a la primera oferta.

―El dolor cesó, pero me siento bastante cansada. Creo que me iré con ellos cuando terminé de recoger las mesas.

Niall me cogió la bandeja.

―No te preocupes por las mesas, ya nos encargaremos nosotros ―dijo quedamente.

Le comuniqué a Jinny y Tyler que me marcharía con ellos. Fui al vestuario a recoger mi bolso. Al llegar a la barra ella discutía aireada con su novio.

―Da igual de que pueda ser un hecho puntual, Tyler. ―Me situé al lado de Jinny―. Brenda, ¿no crees que en el Black Rose debería haber vigilante todos los días, no solo al comenzar el fin de semana?

―¿Por qué lo dices?

―Cuando llegamos, el de seguridad impidió el acceso a tres personas ―respondió Tyler―. Dos de ellos iban ebrios y hubo un pequeño forcejeo con el vigilante en el cual tuve que intervenir.

―Si llega a ocurrir un día entre semana que no hay vigilante, seguramente esos tres la hubieran liado dentro, hasta el que iba sobrio ―aseguró Jinny―, que no hizo nada por aplacar a sus amigos. Daba la sensación de que le estaba gustando la gresca liada y solo se dedicó a acariciar su anillo.

Me envaré al resaltar a uno de ellos y la miré con estupor.

―El que iba sobrio, ¿su anillo era uno enorme que unía dos dedos?

Jinny asintió a mi pregunta.

―¿Los conoces? ―Niall me miró molesto frunciendo el entrecejo―. Te has puesto pálida.

―Solo los he visto una vez en el Rose ―le respondí―. El día que llegó Andrew. Ellos se fueron  minutos antes.

―¿Te molestaron? ―inquirió Tyler.

«Me volveré a pasar uno de estos días», recordé.

―Brenda, contesta. ―No me gustó la sequedad en su tono.

―Fueron groseros, pero no tardaron en irse.

Los ojos de Niall refulgieron como una llamarada. Tyler a su lado apretó la mandíbula.

―¡¿Veis?! ―les increpó Jinny―. En el White Rose hay seguridad a diario y en éste solo los fines de semana.

―Hablaré con la agencia de seguridad ―aseguró Tyler.

Pensé que la última palabra sería lo dicho por el jefe, no obstante, Niall volvió a pronunciarse.

―Brenda, si alguna vez vuelve a ocurrir quiero estar al tanto. ―La severidad en su voz retumbó  en mi oído―. No voy a permitir que ningún empleado del Rose tenga que soportar comportamientos abusivos y lenguaje soez. ¿De acuerdo?

―Ni mis compañeros, ni yo, íbamos a tolerar que nadie abusara de nosotros ni de los clientes ―le contesté.

Cuando llegué a casa recordé el abrazo y beso en la mejilla con el que Niall se despidió de mi al  marcharme con el jefe y Jinny. Cada vez que lo hacía se me quedaba su olor impregnado en la punta de la nariz. Me entretuve viendo una película para distraer cualquier pensamiento antes de ir a dormir. Una vez me acosté revise los mensajes que me dijo García. Eran muchos. No me extrañaba que se hubiera sentido agobiado. Pero cada uno de ellos lo eran de cariño y preocupación. Se abstuvieron de la burla como otras veces hacían. No contesté a los mensajes donde requerían que opinara. Un último mensaje llegó antes de desconectar. No era del grupo, sino de Niall, me preguntaba si estaba mejor. Le contesté que si y me deseó buenas noches.

🍸🍸🍸


Fue la primera vez que mi casa estaba tan llena de mujeres. Todas mías, llegué a pensar. Cuando Helena comentó en su videollamada que vendría a Londres para que me probara el vestido, solo acompañada de Grace, nunca imaginé que fue la argucia para una sorpresa. Les había comentado que nada de despedida de soltera cuando una vez me lo insinuaron, dadas las circunstancias, no tenía el cuerpo para bailar, más sin embargo, mis hermanas y amiga no pensaron lo mismo. Se presentaron un lunes por la mañana en mi casa. No era el mejor para celebrar nada, pero en mi caso, era el día fijo y libre para todos. Mis hermanas y amiga llegaron acompañadas de mi madre, Lizzy, Grace y mi abuela. Fue una despedida peculiar dada la variedad de edades. Desde una buena mañana paseando por Hide Park en el corazón de la ciudad, visitar tiendas, cenar en un buen restaurante y tomar una copa en un pub de mi barrio. Pese a ser una despedida de soltera singular, la disfruté. Katia, en un momento dado y casi al termino de la noche, llegó a susurrarme que para la siguiente, la de divorciada, sería apoteósica.

Mis hermanas se quedaron a dormir en mi piso y el resto con Grace. A la mañana siguiente se presentaron temprano en mi casa y con ellas trajeron el vestido de boda ―que dejaron en casa de mi tía― ya terminado y tuve que probarme. Fue exacto a la idea de Helena, un vestido de novia de guipur de pequeños motivos florales blancos. Con el largo hasta la rodilla, el cual fue mi único deseo.

Sentí extraños los minutos que lo llevé puesto, mientras Helena y Lizzy ajustaban el fino cinturón de seda que rodeaba mi cintura. La percepción de encontrarme dentro de un cuento, entre tanto me ayudaban a vestir para mi primer baile como debutante en una época donde requería de doncellas. Los comentarios que escuchaba sobre los arreglos se mudaban en bonitos consejos para mi debut, anulando lo que tanto les oí decir de parar la farsa. Un instante que me evadió  y sentí especial. Porque soñar, es gratis.

―Katia se ha perdido verte con él puesto ―dijo mi madre.

―Ayer estuvo todo el día con nosotras. No puede dejar otro más cerrada la peluquería cuando la boda es dentro de cuatro días y volverá a cerrar.

―Es muy buena peluquera, estoy segura que te hará un bonito peinado. ―La voz se le quebró y yo sentí una punzada en mi pecho―. Todavía no me creo que te vayas a casar.

―Mamá, por favor.

―Es normal que me emocione. Yo he sido ahora, pero tu padre lleva varios días. ―Nuevamente, la punzadita. Se pasó la yema de los dedos por debajo de los ojos―. Por cierto, ha sido muy bonito el detalle de Niall de llamarnos y, comunicarnos que reservó habitaciones en un hotel cercano para que llegáramos el viernes y no tener que madrugar el sábado.

―¿N-Niall ha hecho qué?

―¿No lo sabías? ―le negué―. Seguramente se le habrá pasado por alto decírtelo porque tú también tienes la reserva hecha.

―Si, seguro. Ayer estuve todo el día con vosotras y no nos hemos visto, se le habrá olvidado. ―Me mordí el labio pensando por qué no me dijo nada―. Aunque no recuerdo haberle dado vuestro número.

―¡Vaya! Seguro quería darte una sorpresa y lo acabo de delatar, aunque él no me puso en preaviso. Fue a través de Darcey. Tenía su número de cuando actuó en vuestro pub.

Me ayudó a guardar el vestido en su funda. Era las diez de la mañana y no tardarían en marcharse a Sheffield.

―Me hubiera gustado que mis padres estuvieran presentes ese día ―mi madre volvió a gimotear―. Qué se le va a hacer, si partieron al otro mundo tan pronto. Por lo menos, todavía, te quedan dos abuelos.

Me entretuve unos minutos consolando a mi madre, recordando a mis abuelos fallecidos cuando yo apenas era una bebé. Los acontecimientos importantes es lo que tenían, la añoranza al saber que no estarán presentes. Enseguida se espabiló como si no hubiera derramado una lágrima.

Acompañé a mi familia al lugar donde se hallaban aparcados los coches de Lizzy y Darcey.

―Cómo me ha gustado la despedida de soltera ―comentó mi abuela Stella―. En mi época no era costumbre.

―Más que una despedida ha sido un matapiés recorriendo Londres. Se programó diferente porque veníais Grace y tú ―le informó Darcey.

―Pues nosotras no nos hemos cansado, así que, podíais haberla planeado como os hubiera gustado, que seguro hubiésemos resistido ―agregó tía Grace.

Ya me había quedado claro al finalizar el día que, tanto mi abuela y tía acabaron mas frescas que una flor con el rocío de la madrugada.

―Lo cierto, es que Grace y yo nos preguntamos, en qué momento, el camarero que nos sirvió la copa anoche iba a comenzar a desvestirse. ―Mis hermanas y yo nos miramos atónitas ante el comentario de mi abuela.

―Pensamos que habríais contratado un stripper ―añadió Grace.

―¡No me lo puedo creer! ―Mi madre se escandalizó.

―Para vuestros cumpleaños contrataré uno ―les propuso Darcey―.Aunque, no sé si le gustaría al abuelo si se enterara.

―A estas alturas poco me importa lo que dijera tu abuelo. ―Fue el último comentario que hizo mi abuela antes de que mi madre les dijera que se metieran en el coche.

Subí a casa, sonriendo, pensando en lo que acabé de escuchar y mi peculiar despedida, para nada aburrida yendo con ellas dos.

En el día de ayer, aprovechando la visitas a tiendas, compré varias botellas de alcohol y zumos. Pasó tiempo desde la última vez que hice diferentes mezclas buscando mi propia creación. Había conseguido varias, pero llegaban a ser similares a otros. Aproveché que me quedaban seis horas para ir a trabajar y me puse manos a la obra. El congelador lo tenía abastecido con hielo y siempre a mano mi picadora especial para él junto con los utensilios de coctelería.

Lo peor que llevaba era tenerlo preparado y que una inoportuna llamada a la puerta me interrumpiera. Por las horas imaginé que fuera un vecino o la dueña del piso. Lo que no imaginaba era encontrarme a Niall nada más abrir. Durante un instante nos sostuvimos la mirada. Antes de que me preguntara si lo iba a dejar entrar, estiré el brazo para que pasara.

―Es raro verte por aquí ―le dije.

―Normal, nunca me has invitado ―comentó mordaz―. Y, pese a que digas, raro, has dado la sensación que en un tiempo lejano lo hice a menudo. Te recuerdo que solo es la segunda vez que estoy en tu casa.

―Perdona, pero, sí que te invite a cenar.

―Fue porque estabas cansada después de haber trasnochado y la cena pendiente en el restaurante la trasladamos aquí.

Me mordí con suavidad el labio emitiendo un leve gruñido. Tenía razón e incluso pagó la cena. Pero mi inoportuno comentario lo fue por su presencia; por la fragancia fugaz que dejó en su paso fluido al entrar, y el inquietante mariposeo que provocaba en mi vientre cuando estaba cerca. Me sentía mortificada y ni siquiera había comenzado a convivir con él.

―¿Nos queda algún punto por tratar?

―No. Mi visita se debe por dos motivos diferentes ―se sentó en el sofá con las piernas abiertas y las manos apoyadas sobre los muslos―. Creí que llegaría a tiempo para ver a tu familia y saludarla, pero ya veo que llegué tarde.

―¿Cómo sabías…? ―Evité sentarme a su lado. Cogí una silla y me senté frente a él―. Claro, mi madre te puso al tanto, ¿verdad?, de que venían de despedida ―Niall asintió―. Ya me contó que tuvo una llamada tuya. No tenías el por qué preocuparte del alojamiento de mi familia… ni del mío.

―¿Y que llegaran de un viaje en coche desde Sheffield a la campiña vestidos para la ocasión? ―frunció el ceño―. ¿Y tú? ¿De novia desde Londres?

―La verdad es que no lo pensé ―me reí―, como Charlotte se ha encargado de todo, no reparé en mi misma, ni en mi familia. No obstante, podías habérmelo comentado antes de hacer nada y yo encargarme de su alojamiento. Solo me queda que agradecerte por la molestia.

―Brenda, no es ninguna molestia. ―Sacudió levemente la cabeza.

Le miré primero a los ojos, azules, a veces más oscuros y cálidos como el cenit, otras brillantes como la pincelada de cobalto en un glaciar, como en ese momento. Pestañeó un par de veces, me hechizó. Quise decirle que no lo hiciera. Que no fuera a pasar su mano por el pelo. Que me abrumaba ese gesto. Lo hizo. Me incliné y apoyé mis manos sobre sus piernas, decidida a lanzarme. Sentí el aroma de su aliento afrutado y... el temor en su mirada.

―Has dicho que venías por dos motivos. ¿Cual es el siguiente? ―Le sonreí y saqué la lengua antes de retirar mis manos de sus piernas.

Me devolvió la sonrisa.

―Quería que te probaras... ―Buscó en el interior de la chaqueta negra de algodón. Era una prenda de sport con cremallera. Mientras peleaba por sacar lo que fuera, me dio tiempo a observar que llevaba puestas zapatillas de deporte blancas y negras. Nunca le había visto que llevara, ni en nuestros días de piscina. Si, en cambio, el pantalón vaquero gris con desgaste en rodillas, y camiseta blanca―. Es un regalo de Tyler y Jinny. Me lo dio antes de partir de viaje a Los Ángeles .

Solo el estuche de color aguamarina entre sus manos era un lujo. Me quedé sin respiración. Estaba segura de que Helena de estar presente hubiera gritado el nombre de Audrey Hepburn cuando reparé en su grabado: Tiffany &Co.

Era un set de alianzas, la suya y la mía. Oro blanco. Dos aros lisos, con la particularidad de que en el mio llevaba incrustado un pequeño brillante.

―¿Me lo tengo que probar? ―pregunté con toda la naturalidad que pude.

―Jinny se empeñó en regalárnoslo. Me pidió tu medida y como acerté en el anillo de compromiso… ―Hizo una pausa al sacarlo―, pero me da la sensación de que es más pequeño y quisiera que te lo probaras por si hubiera que hacer un ajuste.

Extendí mi mano izquierda y moví el dedo anular hasta que Niall me lo colocó. Se ajustó igual de bien que el de pedida.

―Pruébate el tuyo ―me apresuré a decir y me miró con cara de asombro―. Te lo pongo yo, será como un ensayo.

El anillo se iba acomodando impecable en su dedo mientras descendía hasta llegar a su base. Quedaba poco para que ese mismo movimiento lo trasladáramos con palabras y promesas falsas delante de quienes nos acompañarían.  Puso la mano en vertical y la giró con lentitud de un lado a otro.

―Queda asegurado de que no hay que hacer arreglos ―afirmó.

Fue inquietante vernos con ellos puestos. Nos miramos. Nos sonreímos. Hasta ambos lo hicimos rodar en nuestro dedo antes de quitárnoslo. Lo observé un instante antes de depositarlo en su estuche. Busqué en el anillo un grabado de la firma y en su interior encontré otro bien distinto.

―Hay una frase en su interior. ―Niall se mostró atento. El pulso se me aceleró al leer la frase escrita―. De mi para ti. Niall Geller. ―Se me estancó el pulso en la garganta―. Ha de-debido ser cosa de Jinny. ¿Qué dice el tuyo?

Lo giró varias veces sobres sus dedos antes de comenzar a leer.

De mi para ti. Brenda Lowell. ―Metió con rapidez ambos en la cajita y se la volvió a guardar.

Me levanté de la silla y me abaniqué con las manos. Soplé, una, dos, y hasta tres veces seguidas. Miré por encima del hombro y me encontré a Niall, de pie a mi espalda y, me di la vuelta por completo.

―Me acabo de poner muy nerviosa ―Niall elevó una ceja y me pareció ver desconcierto en su sonrisa liviana―. ¡Oh! No debes preocuparte. Mis nervios no me impedirán que este presente, mucho menos dejarte plantado en el altar.

Tomó una fuerte inspiración antes de tomar con sus dedos mi barbilla.

―Después de todas estas semanas donde tu obcecación por seguir con esto no te ha abandonado, lo último que se me pasaría por la cabeza es que me dejaras plantado delante de ningún altar o lo que sea que haya preparado Charlotte. ―Me acarició con el pulgar el mentón y temblé―. Intenta no estar nerviosa ese día. Intenta acompasar tu respiración e  intenta no temblar como una hoja;  porque entonces… temblaré yo.

Decidí que temblaría muchísimo.


En multimedia el video de la canción, Here I go again / Whitesnake. Es un tema de los años 80'.Con los pelos rizados y encrespados de esa época XD. Pero es una canción preciosa y que a las Lowell, les gusta.

Bien.......

Llegada del día X para el próximo capítulo.

Por cierto, gracias por vuestros comentarios en la que será el segundo libro de la serie Lowell, Hilo y aguja. Parece ser que el tema os ha producido curiosidad. ❤

Un saludo,

Indira💜


































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