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22. D e r b y








El tiempo se detuvo al abrazar a Andrew.

Escuché murmullos, ni siquiera supe si eran de él que me susurraba al oído. Solo me concentré en palpar su espalda para asegurarme de que era él y no un espejismo o el efecto Daiquiri que tomé hacía unos minutos.

―¿Necesitas unos minutos demás para comprobar que soy yo?

Soltó mis hombros que rodeaba y dejó un espacio entre los dos. Al menos, la pequeña escisión sirvió para reparar de la presencia de Katia y Cameron.

―Ya ves que he querido rememorar el momento que nos despedimos.

―¿Tanto tiempo ha transcurrido? ―Le di un pequeño golpe en el brazo al hacer la gracia.

―Siete años y dos meses.

―Puedes ser muy dramática cuando te lo propones ―dijo y blanqueó los ojos―. Mira que recordar ese instante.

Desvié mis ojos a la pareja. Katia nos observaba emocionada. Yo también lo estaba, mucho. Y Andrew. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no ponerme a llorar. Los párpados me pesaban; ansiosos de caer con una cortina de lluvia.

―¿Qué tanto sabes de que Andrew esté aquí? ―Pregunté a Katia.

―Un «tanto», desde anoche que me llamó. Y otro «tanto» desde que llegó hace tres horas.

Envaré mi espalda, conteniéndome, a punto de soltar cuatro gritos.

―Le dije a Katia que no te dijera nada. Quería que fuese una sorpresa.

―Si no hemos llegado antes al Rose era porque estabas trabajando y Andrew no quería interrumpirte ―añadió Cam.

La justificación de que esperaron a llegar casi hasta mi hora de salida por no frenar mi trabajo, les salvó. Realmente, me hubiera abstraído de mis obligaciones en el trabajo, sin embargo, habría sido tres horas de su compañía aunque solo hubiese sido viéndole desde la barra.

Volví la vista a Andrew y suspiré.

―Las videollamadas debían tener un filtro. ―Levanté la mano y le acaricié la mejilla en una incipiente barba que comenzaba a asomar―. Porque apenas te veía cambios físicos, en cambio, tenerte delante es todo lo contrario.

―Y el cambio que ahora ves, es.., ¿para bien o para mal?

Me dieron ganas de volver abrazarlo. Pero hubiese sido ponerme demasiado melancólica, y con los ojos ya era suficiente. Más yankee no podía estar.  Salido de la Superbowl. En vaqueros, deportivas y una camiseta de los Dallas Cowboys. Solo le faltó la gorra y un perrito caliente chorreando de ketchup, mostaza, con cebolla crujiente, cheddar y trocitos de bacon.

―Creo que tu adolescencia comenzó a los doce años y terminó a los dieciseis. ―se rió. No obstante, Katia asintió con la cabeza―. Desde que te conocí has sido un adulto en un cuerpo adolescente. Ahora ya esta todo en sintonía.

Andrew me rodeó los hombros con su brazo.

―Entonces me lo tomaré como un cumplido.

―¿Estás de vacaciones?

―No. Por tema de empresa. No he vuelto a Europa desde que me marché y adelanté un día la salida, pese a que sea solo unas horas para poder veros.

―¿Cómo que unas horas? ―Me desanimó su respuesta.

―Mañana a las tres de la tarde tengo que coger un vuelo a Austria.

De nuevo otro chasco.

―Podías haber llegado unos días antes. En unas horas no vamos a ponernos al día ―me quejé.

―¿Y las veces que hablamos por teléfono no cuentan? Desde que me fui he sabido cada paso que has dado.

―Bueno, quizá se le haya podido pasar alguna que otra noticia ―intervino Cameron después de un ligero carraspeo.

De inmediato supe que las horas que estuvieron juntos antes de llegar al Rose no le comentaron de mi «situación sentimental».

―Pues mañana tenemos tiempo para ello ―añadió Andrew que seguía con su brazo en mis hombros.

―De eso nada. ¿No habrás pensado quedarte en un hotel, verdad? La habitación que ocupaba Katia está vacía. ―Sonó más a una orden que a una sugerencia―. Nos queda toda la noche para pasarla juntos.

Una sombra oscura se cernió a mi derecha.

―Vaya, ¿ibas a salir esta noche sin decir y contar conmigo? ―Niall chasqueó la lengua.

Me miró alzando su curiosa ceja.

―Andrew, él es Niall quien se encarga de llevar el pub y... ―mi encargado no tardó en extender la mano para saludar―, mi novio.

Una idea descabellada se me pasó por la mente. Que Niall se tomara la revancha montando la misma escena que hice yo la primera y segunda vez delante de Charlotte. Me llené de escalofríos. Se me debilitaron las rodillas al recordar el último beso. El que yo inicié mordiéndole el labio y él lo devolvió a otro muy diferente hasta el fondo de mi garganta.

Andrew no elevó una ceja, fueron las dos.

―Ahora entiendo cuando Cameron ha dicho que pudiera no saber alguna noticia.

―O algunas… ―agregó Cam.

―Cariño, acompáñame a saludar a mis antiguos compañeros. ―Katia tiró del brazo de su novio y marcharon a la barra donde estaban Harold y Jake. Si hubiera insinuado más, estaba seguro que mi amiga le hubiera metido el codo en la boca.

En el Rose quedaban pocas personas y la música bajó unos pocos decibelios.

―Brenda me habló de ti. ―En voz de Niall sonó a que hubiéramos tenido una conversación sobre mi amigo de varias horas.

―¿Si? Espero que cosas buenas.

Fui a abrir la boca pero Niall se me adelantó.

―Fuiste una buena ayuda en sus asignaturas de compañeros en el instituto, buenos amigos y novio ―soltó.

Entorné los ojos. Me explayé ese día comentando que también con Andrew fue mi primera vez. Hubiera sido muy ruin si hubiese llegado a mencionarlo. Creo que me dilaté ese día contándole sobre mis relaciones.

Pese a avisarme en la piscina que no hacía falta muestras de cariño, me rodeó la cintura con un brazo. Andrew retiró el suyo. De inmediato, me embriagó su aroma hasta el tuétano. El mismo olor suave y fresco como la noche en casa de mis padres al retirarle la corbata. No era de extrañar que estuviera rodeado de mujeres, prácticamente toda la noche, si iba vestido como para una cita.

―Ahora solo queda lo de buenos amigos ―matizó Andrew―. ¿Te ha contado su empeño de que conseguiría un premio Nobel y se lo tendría que dedicar?

―Reconozco que soñaba mucho despierta, tanto en mi infancia como adolescencia, pero no sabes si pudieras algún día inventar un aparato y conseguirlo ―apuntillé―. En ese caso, me gustaría estar presente ese día en Suecia.

―Sigues siendo la misma de hace siete años ―apuntó Andrew con un deje de nostalgia.

Tuve una contracción en el estómago al sentir los dedos de Niall apretar en mi costado. Primero uno, otro, hasta completar los dedos de la mano, como si tocara las teclas de un piano. Puede que siguiera el compás de la melodía suave que se escuchaba, la de una banda sonora de película que no logré adivinar. Seguro fue Harold, le gustaba cerrar el Rose con aroma a cine.

―Andrew, queda pocos minutos para el cierre ―señalé la barra donde se encontraba Katia con Jake y Harold―. Mientras termino y me cambio, aprovecha a tomar algo.

―Allí te espero ―extendió su mano a Niall―. Encantado de conocerte Niall.

Él le respondió un «igualmente».

Se marchó junto a mis amigos. Algo gracioso les estaba contando Harold porque Cam y Katia no paraban de reir.

Niall dejó mi cintura libre y paso las manos por su pelo, de nuevo, como hizo en la mañana al salir de la piscina. Hoy estaba hecho un arranca suspiros. Se me escapó uno. Lo malo de mi exhalación fue que se dio cuenta. Cierto que podría pensar que fue por nostalgia al ver a Andrew, deseé. Y que no advirtiera del segundo que quedó mi boca abierta, al observar el corto y suave bello en su dorado pecho, que asomaba por la desabrochada camisa.

No me dijo nada y se encaminó a su despacho. Recordé el almuerzo que tenía pendiente con él al día siguiente y que no iba a poder ser. Fui a su encuentro y abrí la puerta sin llamar.

―¿Necesitas algo, Brenda?

Cuadró unas cuantas hojas dándoles un seco golpe en la mesa. Las metió en una carpeta que dejó en una estantería.

―Necesito que el almuerzo se aplace para otro día.

―Debí imaginar que sucedería al llegar tu amigo ―dijo con tono serio―. Brenda, no debemos postergar el hablar sobre ciertos temas, ¿cuántos días se quedará?

Se había sentado en la silla. Me situé a su lado, de pie, con las manos apoyadas en la mesa de cristal.

―Está de paso. Mañana a las tres de la tarde coge un vuelo a Austria.

―En ese caso, podemos quedar por la tarde.

Estaba segura que Andrew y yo dormiríamos muy poco. Y después me gustaría pasar la mañana por la ciudad antes de que se fuera.

―¿Por qué no lo dejamos para el día siguiente? Podemos hablar en el despacho antes de abrir el pub.

―No. El martes tengo una reunión y hemos demorado bastante los días para fijar una fecha ―se levantó en una actitud negativa y tensa.

―Podemos concretarla por teléfono ―expuse.

Pareció exasperarse por mi propuesta. Me cogió con dedos firmes el mentón, como tantas veces había hecho para dejar algo en claro o explicarse.

―Mañana estará cerrado el Rose y cuando se marche tu amigo tendrás toda la tarde y noche libre. Te recogeré a la seis e iremos a cenar.

Aproximó tanto su cara, que sentí estamparse su aliento en mis labios. Esperaba una respuesta. Como si me hubiera dejado otra opción a elegir. Las palabras no salieron de mi boca. No debió mirarme como lo hacía; con la mirada derrengada al borde de la suplica. Tuve que apartar la vista de sus ojos y la puse en sus labios. No supe que fue peor: sus ojos o su boca. Sentí las ganas de pasar las manos por su pelo castaño claro y tirar de esos mechones más claros, de un rubio ceniza. Y besarlo, mucho. Que lo hiciera de igual forma como la última vez que buscó con desespero mi lengua hasta que cedí e hizo maravillas con ella.

Nadie me besó como lo hizo él.

―De acuerdo. Quedamos a las seis. ―Me fue difícil separarme. Mi cuerpo pesaba el doble y el pulso se me aceleró de manera abrupta.

―Brenda, no hace falta que te quedes a recoger ―me giré antes de abrir la puerta. Niall abrió el portátil y sin mirarme añadió―. Te puedes marchar y, que no se les cobre las consumiciones que estén tomando Katia, Cameron y tu amigo.

Le di las gracias y salí del despacho.  De normal, si quedaban copas por recoger o lavar lo dejábamos para el dia siguiente, en caso de que se nos hubiera hecho tarde. Pero no los domingos, ya que al día siguiente permanecía cerrado. Se recogía y disponía hasta que de vuelta se abría el martes. Esa organización nos hacía quedarnos una hora más en el pub. Una hora que me ahorraría de trabajo que, seguramente, Niall tendría que hacer por mi.

De vuelta a casa le enseñé la pequeña mansión donde vivía. Andrew no llevaba mucho equipaje, una pequeña mochila y maleta que dejó en la que fue la habitación de Katia. Se cambió de ropa después de ducharse. Yo hice lo mismo. Hasta que nos sentamos en el sofá y me fue preguntando por cada miembro de mi familia. Me reí con anécdotas de la universidad y trabajo. Varias de ellas ya las sabía, pero las volvimos a recordar, como también las nuestras en los dos años que vivió en Sheffield.

No le había comentado nada sobre la inminente boda. Llegó el momento cuando me preguntó como es que no vivíamos juntos Niall y yo. Mi respuesta fue que no tardaríamos ya que muy pronto nos íbamos a casar. Claro está, fue una sorpresa. Seguía con la boca abierta una vez dicho.

―Espera.., ¿de verdad?

―Hace poco que me lo pidió. Ha sido una sorpresa para todos.

―Desde luego. ¡Ni siquiera me dijiste que tenías novio! ―Me lanzó un cojín que mantuvo agarrado―. Cuando comenzaste a salir con Tommy me llamaste enseguida, ¿por qué no con Niall?

Andrew fue otro miembro más como de los de mi familia y compañeros que iba a ser engañado.

―No salió bien la anterior y no quise decir nada hasta que pasara un tiempo, por asegurarme. Pero Niall se adelantó, declarándose. ―Casi titubeé con lo último, recordando cuando le propuse a Niall en matrimonio.

―¿Crees que nosotros si hubiéramos seguido habría salido bien?

―No lo sé. Puede… pero teníamos dieciocho años y muchos kilómetros de por medio. Y, ¿qué hubiera sido de ellos? ¿Los hubiéramos conocido? Y, de hacerlo… ¿habríamos sido fieles? ―Liberé una carcajada.

―No voy a responder a esas preguntas ―se carcajeó―. Con Ava en mi vida ni se me ocurriría planteármelas.

―Has comenzado tú.

―Pensando en que ella no estaría de por medio.

―Hicimos bien en dejarlo. Al final, te la hubieras tropezado por la universidad. Habrías sucumbido a sus encantos y yo hubiese acabado con unos tremendos y dolorosos cuernos.

―Podría haber sido al revés.

―En esta línea de tiempo, imposible. Conociste a Ava mucho antes que yo a mi novio. Pero, de ser así y yo ser la infiel, estoy segura que Ava como doctora que es te hubiera hecho una buena cura.

Desde que llegamos puse un poco de música en un volumen bajo, pero la tuve que quitar porque era muy tarde y solo con las risas que teníamos ambos ya era suficiente como melodía para molestar a los vecinos. Era casi las dos de la madrugada. No pude prepararle un cóctel estando en mi apartamento. Maldecí el contratiempo de que no me quedara ni gota de alcohol. En el Rose bebió una cerveza y en mi frigorífico solo quedaban dos. Me levanté para cogerlas.

―Tu novio es un poco serio ―lo afirmó a la vez que tomaba la botella.

―Lo has conocido en horario de trabajo. ―Me senté de nuevo, recostada, como se encontraba Andrew―. Si te quedaras más tiempo cambiarias de opinión.

Fue evidente su carácter reservado en los últimos días que proyectaba hacía los demás. Tal vez, los acontecimientos le estaban pasando factura.

―No me refería a la seriedad del que tiene mala leche. Supongo que será la sobriedad inglesa, como en los muebles. ―Bebió de su cerveza y yo me imaginé a Niall con forma de sofá chester en el cual me tumbaba.

―Es correcto y educado ―declaré. Si bien es verdad, que resultó desconcertante la primera vez que lo vi enfadado. O como cuando tuvo el enfrentamiento con Tyler fuera del Luxury. Y ese punto vengativo al besarme―. ¿Vas a venir para la boda, verdad?

―¿Ya habéis puesto fecha?

Aquí venía el por qué la insistencia de Niall en concretar.

―No tenemos día fijo, todavía. Pero será para finales de Octubre o principio de Noviembre. Dime que vais a venir, tú y Ava.

―Ava no ha podido a acompañarme esta vez por trabajo en el hospital. Quería conocerte en persona y nunca ha viajado a Europa, creo que será una buena ocasión para venir ―suspiré―. No me perdería tu boda por nada del mundo.

―No sabes lo feliz que me hace. ―Ese día quería estar arropada de mi familia y amigos.

―Pero avísame en cuanto puedas de la fecha para que cuadremos lo turnos.

Asentí con rapidez.

Seguimos hablando hasta que se nos hizo las cuatro de la mañana. Hubiéramos tenido para cuatro horas más, pero quedamos en desayunar con Katia a las ocho en una cafetería cerca de su peluquería.



                                                  🍸🍸🍸



Nos levantamos agotados, pero con ánimo de pasar las pocas horas que nos quedaba. Después de desayunar y pasar a la peluquería, Katia insistió en un corte de pelo. A Andrew no le quedó más remedio que ponerse en sus manos ante su empecinamiento. Ella no pudo venir a la mini excursión que hicimos, asi que, dos horas después se despidieron en la peluquería.

Tener que llegar con tiempo al aeropuerto hizo que estuviéremos pendiente del reloj, hasta que se hizo la hora de coger el metro para trasladarnos y, con ella pegada al culo llegamos justo para que facturara su equipaje. No me iba a esconder detrás de un camión de productos congelados como la primera vez y verlo marchar con ganas de correr detrás de un taxi y gritar que se quedara. Andrew era feliz en su vida. Yo, de alguna manera, también estaba bien con la mía, peliaguda, a ratos, pero siempre solventando los contratiempos. Lo que me llevó a pensar mientras abrazaba a Andrew que, el último que tenía que tramitar me produjera el mínimo dolor de cabeza.

―Brenda, creo que me olvidé la camiseta de los Dallas Cowboys en tu casa ―le sonreí con malicia―. Oye, ¿no me la habrás quitado sin darme cuenta?

―No, pero ahora que lo dices por la preocupación que veo en tu cara no hubiera sido mala idea.

―¿Por qué dices eso? Es una camiseta que me hizo ilusión, pero más a Ava que fue quien me la regaló para… San Valentín.

Reprimí una carcajada. Le pegaba más que se la hubiera regalado para el 4 de Julio.

―Será tu pasaporte para volver.

Negó con la cabeza.

―Te dije que lo vamos a hacer.

―De todas formas ahora ya no queda tiempo para volver a por ella. Antes de que Ava intente algún atentado contra tu persona, llámame. Intentaré suavizarlo en la medida que me sea posible ―comenté con dramatismo. Como si fuera un hecho desafortunado.

Llegó la hora de que accediera a coger su vuelo. Nos abrazamos de nuevo.

―Cuídamela ―dijo refiriéndose a la camiseta―. Sobre todo, cuídate tú. ―Antes de que pudiera responder, me cogió de las mejillas y me plantó un beso en los labios. Me soltó y se apresuró a entrar por el arco de seguridad―. ¡Por los viejos tiempos!

―¡Se lo pienso decir a Ava! ―grité.

―¡Me quiere con locura! ¡Y yo a ella!

―Maldito yankee―susurré entre risas.

Apenas había dormido tres horas. Quería dormir un poco. Una hora de siesta. Recordé que tenía ropa tendida en la azotea y subí a por ella. Hacía dos coladas a la semana. Y la que recogí era un gran montón, quizá porque incluía sábanas y abultaba más. La apilé sobre una silla. No tenía ganas de comenzar a doblar y guardar. Me cambié de ropa y me puse solo una camiseta. Al ver la hora maldije varias veces. Era las cinco de la tarde y Niall quedó en recogerme a las seis. Maldije de nuevo. Estaba claro que dormir estaba fuera de mi agenda hasta que llegara la noche.

Me tumbé en el sofá unos minutos antes de arreglarme, observando las lágrimas de mi lámpara favorita. Me preguntaba que, una vez casados si seguiría viviendo en el mismo lugar o tendría Niall que mudarse a mi apartamento mientras durara todo el teatro. No sabía en que barrio vivía él, pero desde el mío el trabajo se hallaba cerca.

Espero que el tema de la vivienda no sea un punto a discutir, pensé antes de bostezar un par de veces.

Me giré sobre mi cuerpo varias veces, molesta. Coloqué uno de los cojines sobre mi cabeza para amortiguar el chirriante pitido. Igual de insoportable que el zumbido de un mosquito revoloteando alrededor de la oreja. Pero este mosquito no podía aplastar como la mano.

―¡Ay, mi Dios!… Niall.

Apurada me levanté, tropezando con la silla donde dejé la ropa. Cambió el sonido del timbre al volver a sonar. Ya no era desde abajo en la portería, era el ding dong de la puerta. Estiré la camiseta lo que pude. Era gris oscura. No se clareaba y no me preocupó porque tapaba toda la cadera.

Niall delante de mis narices apenas reaccionó. En cambio, yo, pensé que enfrente tenía el postre. Un gran y hermoso helado Ben & Jerry’s de vainilla por la parte superior y caramelo la inferior. Con la cookie rodeando su cadera fijándola en una hebilla plateada.

—¿Ya estás lista?








He tenido que cortar este capítulo porque era muy extenso. Y después llega «conversaciones» y no quise quitarle protagonismo al personaje de Andrew.
Así que, he tenido que quitar 2000 palabras que leeréis en el siguiente. Al menos ya lo tengo un poco adelantado.

Y como dije en el instagram (mi cuenta es indira_max), la calor me mata. Y una acaba con dolor de cabeza de sentir el ruido constante del ventilador.

Arriba en multimedia tenéis una fotito de como imagino a Brenda y Andrew con su charla. Bueno, algunas ya la habéis visto en el IG con el spoiler.

Un saludo,

Indira. 💜























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