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2-Quien lo imaginaria



Mientras Dirfrank subía las escaleras pensando en el trabajo que debía entregar y las preguntas que le faltaba responder le echó un vistazo al teléfono encontrando un montón de mensajes sin abrir y llamadas sin contestar.

Se rio, desde hace tiempo sabía que debería cambiar ese trasto viejo como bien solía decirle al móvil que su madre le regalo, pero prefería dejar eso para otro momento.

Reviso los textos que pudo, varios eran de Bea y Yes reclamándole por su demora.

Se encogió de hombros dirigiéndose al salón.

Abrió la puerta y pidió permiso dirigiéndose a su habitual puesto, su amiga lo esperaba estresada, se dio cuenta al ver que sus piernas se movían bajo la mesa de arriba a abajo.

— ¿Qué hay? —dijo sentándose.

—Como te atreves a hacer un comentario como ese—lo apuntó con el lápiz—te estuvimos esperando en el puesto de revistas por horas, teníamos que entregar el trabajo temprano.

Luego de abrir el cuaderno y escribir la fecha contesto.

—Me quede dormido.

Su amiga lo miro ceñuda.

—Y con eso lo arreglas todo—respondió sarcástica— ¿sabes lo difícil que es pedirle una prorroga al profesor?

—Bueno son chicas es más fácil para ustedes pedírselo ¿no?

— ¡Eres un imbécil!—lo golpeo en el hombro con su cuaderno más pesado.

El profesor miro en su dirección escuchando el alboroto, la chica detuvo su ataque apenada y volvió a su trabajo.

Dirfrank concentro su atención en el pizarrón que de por sí ya estaba lleno, debía copiar rápido—podría muy bien pedirle los apuntes a su amiga solo que con el genio que ella cargaba dudaba que se los prestara—era eso o ponerse a discutir con Bea.

Su semana no fue fácil, una semana larga y extenuante, pesadillas, visiones absurdas y mucho trabajo en la granja de sus abuelos. Casi ni podía mantener los ojos abiertos y su amiga no lograba comprender estas cosas aunque se las dijera con la mano en el corazón.

Intento mantener los ojos fijos en el pizarrón luchando contra las ganas de quedarse dormido sobre la mesa, mientras copiaba apresurado antes de que borraran el contenido.

Cuando saliera de clases iría directo a tomarse un café en la cantina de la esquina, entonces recordó que prometieron no acercarse ahí por un tiempo—claro cómo olvidarlo—ese día nadie aparte de él se dio cuenta de lo que realmente sucedió, de los ojos rojos del hombre que los atacó, ni mucho menos de la chica rara que hizo salir de este una estela de humo negro.

Nadie lo vio, nadie, ¿y sí es que se estaba volviendo loco o quizás estaba demasiado fatigado ese día como para ver cosas donde no las había? no, eso no podía ser, estaba seguro de lo que vio y lo que vio era tan real como esa mujer y no un invento de su cabeza.

De que el tipo había consumido demasiada droga como se lo explico su amiga al comentarle lo de los ojos rojos.

Suspiró.

Nunca en toda su vida conoció a alguien capaz de moverse con semejante agilidad contra una persona armada y mucho menos cuando la doblaba en tamaño, esas cosas únicamente pasaban en las películas de acción o de karate.

Además ella no disimulo cuando lo estuvo observando un largo rato del otro lado de las mesas antes de lo ocurrido.

Como sí se hubiese percatado de que estaba teniendo una visión.

Por supuesto que se dio cuenta—se aseguró el mismo—no parecía una joven común como las demás, jamás olvidaría a una persona como ella, usaba un corte de cabello que daba mucho a entender sobre su personalidad, destellos azules revoloteaban su melena desordenada logrando crear un efecto hipnótico y un sinfín de pulseras de cuero en ambas muñecas—todas de negro.

Quizás no existía un lugar libre en ella donde la palabra negro no apareciera.

Pero lo más impactante en ella—aparte de haber derribado a un psicópata con solo sus manos—eran sus ojos azules parecidos a los de un gato, la única parte viva en todo su negro y misterioso ser.

Dirfrank pasó las siguientes seis horas pensando en ella como un mártir para no dormirse.

Poco rato después caminaba en dirección al comedor junto a sus compañeras cuando la vio, justo en el pasillo de los estudiantes de psicología y no se lo estaba imaginando, también sus amigas se dieron cuenta.

Parada frente a un casillero sacaba unos libros y guardaba otros.

—No puede ser—dijo Bea dispuesta a salir corriendo en cualquier dirección.

—Esa es la chica del cafetín—Yes alzo un poco la voz—es ella.

La señalo con un dedo.

Su amiga le indico que se callara.

—Vámonos—le urgió bajándole el brazo—hay que irnos, muévete—la empujo por la espalada luego se volvió hacía su amigo que continuaba parado mirándola— ¡oye! tú también.

Varias ideas pasaron por su cabeza en ese instante, en las cuales todas consistían en un amplio apretón de manos como presentación. Su cansancio desapareció repentinamente y su ánimo se avivo, todo lo contrario a Bea y Yes.

De igual modo las siguió resignado.

Esa presentación tendría que esperar.

Como todos los días se sentaron en el centro del comedor, nadie había abierto la boca, aunque no faltaría poco para hacerlo.

—Me dirán que soy una habladora metiche pero jamás he visto aquí a esa chica, ni si quiera se me paso por la cabeza que estudiaba—rezongo Bea tras una cucharada de arroz.

—En realidad siempre has sido una habladora metiche Bea—se burló su amiga Yes metiéndose una gran cucharada de su ensalada y leyendo el capítulo del libro—pero en una cosa tienes razón, nunca la había visto, es extraño que aparezca así, tan repentinamente.

—Podría ser de un curso avanzado—sugirió Bea—los casilleros son de otra área.

Su amiga sopeso esa idea, continuando con la conversación.

Dirfrank que estuvo escuchando por un tiempo se irrito.

— ¿Y cuál es el jaleo de que estudie aquí? ¿No tiene el mismo derecho que cualquiera de nosotros?—se quejó obstinado de tanto escucharlas hablar—donde quedaría entonces la democracia.

—No es tanto porque estudie aquí, en la china o en la luna—explicó Yes— ¿Acaso se te ha olvidado lo que esa chica hizo?

—Claro que no—aceptó, en ningún momento dejo de pensarlo—pero que tiene que ver eso con el estudio.

— ¡Dirfrank!—se escandalizo Bea—esa chica es peligrosa—abrió los ojos como platos—puede traer problemas a este instituto.

—Sí, hasta puede atacar a alguien—exageró Yes—ni si quiera pestañeo cuando atacó a ese hombre, quien podría garantizarnos nuestra seguridad con ella cerca. Esta loca—hizo un gesto con el dedo a un lado de su cabeza—tampoco se quedó a declarar da mucho que pensar.

—Podría golpear a cualquiera que no le agrade—Bea le echó más leña al fuego—tomando en cuenta que es muy fuerte, no cualquiera tiene el valor de enfrentar a un hombre armado como ese, ¡era enorme!

—Vaya que lo era—completo la otra, esto no terminaría nunca—podría jurar que ella estaba muy segura de derrotarlo, podría haber recibido entrenamiento militar y sí es una desertora asesina que busca esconderse bajo la farsa de un estudiante.

Ambas parecían tener demasiadas fantasías rondando sus cabezas.

—Me parece que estás viendo demasiadas películas de acción Yes—se molestó él— ¿estas escuchando las cosas que dices? —no podía creérselo— ¿Cuántos años tienen nueve? Esa joven salvo sus vidas y ustedes no hacen más que hablar mal de ella.

Ambas se miraron a sabiendas de que tenía razón.

—Pero, eso no cambia el hecho de que resulte ser peligrosa—bien aceptaba que nunca se callarían— ¿ya te diste cuanta como va vestida?

El asintió resignado.

—De seguro pertenece a una de esas bandas problemáticas donde todos están tatuados y escuchan música loca y se drogan...

—Y se inyectan o beben sangre de mujeres vírgenes—completo Yes alterando las cosas como siempre—y se participa en una secta satánica.

Llevándose los dedos a la sien Dirfrank pensó en retirarse.

—Bien ustedes ganan—tomo su bandeja—pueden continuar con su humilde charla, avísenme cuando hayan terminado de detectar con sus súper poderes de chismosas todos los males en esa desconsiderada chica.

Y dicho esto se marchó, no quería seguir escuchando tantas tonterías.

Se coló entre las personas en los pasillos subió las escaleras hasta el último piso y dirigiéndose hacia el rincón más solo de la universidad pasando los salones que mayormente estaban vacíos el resto del día, cruzo hacía a la izquierda llegando hasta el mesón abandonado lleno de hojas secas al igual que el piso.

Sacudió la banqueta sentándose, colocó la bandeja que utilizó para trasladar la comida y la abrió, aún estaba caliente y el olor fue desconcertante, su estómago rugió en respuesta. Mientras se deleitaba en la tranquilidad de su estancia repaso con la mirada el muro destruido y los escombros esparcidos por el suelo.

Lo extraño de todo, era ese espacio, una abertura perfecta entre el muro y el vacío que le permitía a un árbol bajar sus ramas hacia el interior como un puente.

Se tomó su tiempo para comer como de costumbre, al terminar se levantó para recostarse al muro y mirar los demás árboles, ninguno tenía flores, solo ramas secas y torcidas.

Se recordó del campo de sus abuelos que aguardaban por él durante las vacaciones, quería terminar pronto este curso y tirarse a dormir por horas en el cobertizo, descansar y seguir descansando.

Tanteo en los bolsillos en busca de su móvil, necesitaba saber la hora que le quedaba antes de entrar a la última clase.

No encontró nada.

Se giró para ver si se lo dejo en la mesa y lo que encontró a continuación lo sorprendió aún más.

Sentada muy tranquila sobre el mesón estaba ella, esa chica oscura que no se salía de su cabeza por ningún motivo.

Con una de sus manos le daba vueltas al teléfono del joven que obviamente no estaba en sus bolsillos.

—Bonito color—dijo Norah sosteniendo el aparato en alto— ¿no había para hombres?

Lo que él menos se imagino fue encontrársela allí, nadie aparte de él visitaba este sitio y aquí estaba ella lanzándole un comentario lo bastante ofensivo como para ser inocente.

— ¿Debería ofenderme? —inquirió él tranquilo.

Norah lo observo y las comisuras de sus labios se curvaron un poco hacía arriba.

Sí no fuera porque no sentía miedo hubiera pensado que esta chica sacaría sus garras y lo desollaría vivo.

El escenario se prestaba para eso, pensó.

—Ese sería tu problema—dijo ella deslizándose de la mesa.

Puso ambos pies sobre el suelo.

Se le acercó manteniendo la mirada fija, le entrego el teléfono. Luego se recargo en el muro.

Se preguntó sí debería decir algo, marcharse o simplemente permanecer en silencio, había estado pensando en ella por una semana completa y no porque le interesaba, no, sí no porque en ese momento en el café no la sintió, ni cuando se acercó a salvarlos o cuando tuvo la visión, en ninguna de esas ocasiones pudo sentir su presencia, solía detectar a la gente a su alrededor—presentirlos—reconocerlos sí estaban cerca y con ella su don no producía ningún efecto.

Tampoco detectó su presencia ahora.

—Entonces optare por ignorar lo que has dicho— ¿qué estaba haciendo? debería marcharse—no mucha gente viene aquí—agregó.

Por la forma en que lo decía daba a entender que quería continuar hablando, ella lo observó cuando se pasó a su lado.

—Hasta ahora solo nosotros—contesto sincera.

Este era su lugar—además de ser una de las entradas hacía Thor perteneciente al centinela Thrain—, que él estuviera aquí no le agrado nada, pero no sería tan malo compartirlo sí lograba sacarle información al joven. Lo reconoció aquel día, él tenía un don y no era necesario preguntárselo para saberlo, Norah podía presentirlo en sus instintos, instintos que le salvaron la vida más de una vez.

—No es muy acogedor y el paisaje no ayuda—él miro el árbol enorme y seco frente a ellos.

—He visto cosas peores—imágenes desagradables pasaron en ese instante por su cabeza—en comparación este árbol es hermoso.

Dirfrank se preguntó si estaría equivocada o chiflada pues aquel árbol no tenía ni una pequeña hoja al igual que los demás.

—Está seco.

—Lo que tú ves es lo que piensas—le explicó sin esperar a que le entendiera.

Él la miro extrañado, tal vez sus amigas sí tenían razón después de todo. Aun así la oportunidad de presentarse no podía ser desaprovechada.

—Dirfrank West—levantó la mano.

Esperaba a que no lo dejara con la mano extendida.

Ella lo pensó, dudaba que esto fuera a comprometerla demasiado.

—Norah Hogen—le estrecho la mano.

Esta era la primera vez que se presentaba con el nombre de pertenencia puesto por su creadora.

Sus manos callosas se unieron en un saludo lleno de vigor.

Una de esas manos llenas de trabajo honesto y la otra llena de un trabajo doloroso. Pero ambas manos con la misma fuerza de voluntad.

—Vaya—exclamó en desagrado— ¿eso es un nombre?

Norah no le importó ser amable en lo más mínimo.

Él no se ofendió, más bien pareció divertirle su sinceridad.

—Bien llámame como mejor te guste.

—Eso es un hecho, Dirf.

Norah sabía de sobra que su nombre pronto seria cambiado por el centinela a quien aceptara.

Si ella fuera la que lo convirtiera de seguro le pondría Raion de león, pues eso parecía.

Un enorme león.

¿Que opinan de esta chica Norah, acaso no es simpática? o es una completa loca como piensan las amigas de Dirf, dejen sus respuestas por acá en los comentarios, subiré pronto el próximo capitulo.

***¡Que estén muy bien!***

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