Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. Peluche

       

Escuché el disparo e inclusive pude jurar olerlo, pero el dolor nunca llegó porque, si bien no sabía si podía morir, la brecha que había abierto aún más rápido que un parpadeo, me había salvado.

Caí, eso sí, de cara contra el suelo de madera en mi cuarto y grité. Grité del susto y desesperación por un segundo al creerme de nuevo muerto, pero callé al recordar a dónde había regresado y qué significaba eso: nadie debía enterarse de esto.

Hiperventilé al recordar los pedazos de carne viva de la niña volando en pedazos, en su mano pálida tirada en el suelo y a esos hombres listos para dispararme.

¿Qué había realmente sucedido ahí?

¿No se suponía que nadie dentro del sueño podía vernos?

Me toqué todo el cuerpo en búsqueda de cualquier herida o contaminación, pero gracias a cualquier deidad que estuviese ahí viéndome, estaba limpio. No me sentía diferente ni corrompido; sin embargo, no pude dormir esa noche. Tenía miedo y estaba inseguro, porque al fin de cuentas, nadie había salido vivo del miasma para contarlo.

Así la noche transitó lenta y perezosa; siendo esta una de mis oscuridades en Rem más largas y potentes. Recordar esa carta y a esa niña rubia lo hacía aún más difícil. Por mi culpa, por estar embobado en algo a lo que aún no le hallaba una explicación lógica, había muerto.

Pero, para empezar, ¿qué había sido esa carta y por qué me sentía tan intranquilo con recordar aquello?

Me evoqué, en una noche como esta, escribiendo aquello que había encontrado dentro de una casa incendiada. Memoricé el sentimiento de agobio e inclusive, la felicidad al terminar de redactar.

¿Eran estas mis memorias?

Tal vez, solo tal vez, la niña rubia era un recuerdo; tal vez toda la escena que había vivido había sido una trampa del miasma.

Me enfadé conmigo mismo por no poder diferenciarlo en un principio y aún más con el miasma, el cual había jugado conmigo a su antojo.

Ante la exasperación de sentirme débil y mi tristeza por no saber si había sido un simple juego o un recuerdo, dejé que el sol se asomara por mi ventana y me recordara, por irritarme los ojos, que Anette estaba esperándome desde hacía ya un par de minutos en el domo.

Salí de mi habitación dando un portazo y corrí sin mirar atrás al darme cuenta.

Atravesé el bosque azul, subí el camino rocoso y escalé la colina rápido. Mis piernas estaban acostumbradas a tal trabajo duro, aunque era una pena que nunca tenía tiempo para deleitarme con la hermosa naturaleza que Rem regalaba.

Vaya que necesitaba aquello. Descanso.

Moría de sueño.

Justo antes de llegar a aquella cúpula de madera, Anette ya estaba esperándome, con los brazos cruzados y con un gesto de enojo en la cara.

—¿Por qué mierda te has tardado tanto? —Chilló—. ¿Es qué piensas tirar la toalla?

Pasé sin responderle y, con un mal gesto en la cara, tan solo me dirigí al medio del lugar para levantar los brazos y volver a empezar a hacer lo que siempre hacía. Escuché algunas cuantas malas palabras de Anette a un costado, pero cuando cerré los ojos, la dejé de escuchar... siendo eso único que me gustaba de abrir brechas; quedarme en silencio.

En la oscuridad, volví a percibir esa música fina que, a lo largo de los meses, había escuchado a diario. De nuevo, observé al hombre platicando, al estéreo prendido e inclusive al copiloto al que nunca podía verle la cara; sin embargo, esta vez fue diferente. Mientras escuchaba la melodía que suplantaba las voces de las personas dentro del vehículo, la voz aguda y penetrante de la niña rubia me hizo lividecer.

"Corre".

Abrí los ojos asustado y caí al suelo por la impresión.

Mientras estaba sumergido en la imagen del automóvil y la blanca nieve; los disparos, la carta y la niña muerta se habían atravesado en el camino.  

—¿Estás... bien?

Giré mi cabeza para ver por primera vez a una Anette que parecía realmente preocupada por verme desmoronado en el piso. Por solo un segundo, me pareció gentil e inclusive bella la forma en como sus cejas se unían y trataba de ayudarme a levantarme.

—Estoy bien —solté con la garganta áspero, pero sin ser tan descortés como para rechazar su mano—, creo.

—Pues no sé qué hayas visto, pero funcionó —dijo, por primera vez feliz y cuando estuve de nuevo en pie.

—¿A qué te refieres?

—No hubo brecha —declaró, orgullosa—. Felicidades, Johan. Resultaste no ser un inútil. Si mantienes este ritmo y me demuestras que puedes recrear lo de hoy, dejaré que comiences a entrar a los sueños la próxima semana.

—¡No! —Grité, sin siquiera pensarlo.

Anette, que ciertamente me había volteado a ver de nuevo con un semblante quisquilloso, se cruzó de brazos al verme en el suelo.

—¿No? —Se rió—. El ahora Johan no quiere ir trabajar. ¿Dónde quedó el inútil que por lo menos tenía las bolas como para molestarme, día a noche, de que quería entrar en los malditos sueños, ah?

Me quedé en silencio y bajé la mirada con cierta pena. Era cierto que mi ignorancia había sido grande, pero con lo que había pasado en secreto la noche anterior, ya no estaba tan seguro de si quería volver ahí.

—¿Qué pasa si mato a alguien? —Empecé, con la voz temblorosa—. ¿Qué pasa si me contamino sin saberlo y regreso solo para matarlos a todos?

Anette se mantuvo en silencio y entonces me golpeó en la espalda.

—¿En serio creías que irías tú solo? —Rio—. No dejaría el destino de Rem en tus manos sin vigilancia.

Volteé a verla, ciertamente con un rayo de esperanza. Si ella me ayudaba, tan solo un poco, podría aprender bastante. El miasma no jugaría conmigo, no mataría a nadie más y. obviamente, podría aportar algo a Rem para quedarme y no volver al pozo. 

—¿No quieres entrar? —Soltó, por primera vez con una voz dulce—Estoy de buenas hoy.

—¿A qué te refieres? —Tragué saliva. Anette me estaba poniendo nervioso.

—Tú sabes, entrar. —Sonrió, acercándose a mi mientras me ponía una mano en el pecho y me sonreía ciertamente de una manera seductora.

—Yo... creo que sí —titubeé.

—Bien —me soltó, cambiando su tono de voz de nuevo a la usual—. Esos eran los huevos que quería escuchar de ti. Mírame bien y aprende, novato. Esta es la estabilidad emocional que Rem necesita de ti.

Anette, alzando su mano al aire, cerró los ojos y, cómo yo, una brecha sin palabras se formó en medio de nosotros. A diferencia de mis brechas, el agujero interdimensional no era tan grande, tenía un color neutro oscuro y, ciertamente, no parecía que se desmoronaría en segundos. 

—Primero las princesas —soltó, burlona e irónica.

Volteé a verla, pero sin querer hacerla enojar, simplemente me puse frente al hoyo y respiré fuertemente. Sí, estaba nervioso y tenía cierto pavor al no saber qué era lo que nos esperaba ahí dentro.

—¿Qué esperas? —Gritó—. Muévete.

Lo hice rápido. La brecha me absorbió y la oscuridad me envolvió con ese sentimiento que hasta ahora reconocía como nostalgia. Lo había sentido muchas veces antes; desde que había llegado a Rem en realidad.

¿Por qué me sentía así la mayoría de las veces?

Me dolió el pecho solo por un segundo, antes de mirar el nuevo sueño al que Anette me había llevado. Frente a mí, un hermoso campo verde sin fin se extendía a lo largo y ancho del vasto terreno. El cielo, despejado y azul, iluminaba todo aquello que tocaba. Era perfecto, armonioso y espléndido de contemplar. Había, incluso, un sembrado de múltiples flores de todos los colores y, una pequeña familia, la cual acampaba al costado de un almendro gigante de millones de pétalos rosados.

—Esto es lo que quiero proteger de ti.

Inspiré el limpio aire y entendí perfectamente a lo que se refería. Yo también mataría a cualquiera que se atreviera a destruir tan magnífico escenario.

—Te prometo que no lo echaré a perder.

—Más te vale —soltó, complacida de lo que decía—, pero de todas formas, no dejaría que lo hicieras.

Volteé a verla, regalándole una media sonrisa al saber que lo decía en serio y a la vez, en broma.

—¿Qué clase de sueño es este? —Pregunté. No podía creer que un sueño tan perfecto existiese. El sueño al que yo había entrado había sido horrendo. ¿Por qué el de ella era tan agradable?

—Espera y lo sabrás —sonrió débilmente, mientras ponía su mirada al frente y veía a la única hija de la pareja bailar entre las flores.

Intenté preguntar más cosas; sin embargo, Anette se adelantó y se unió al campo de capullos para ver más de cerca a una niña pelirroja que no la podía ver a ella.

—¿Qué haces? —Murmuré, tratando estúpidamente de que nadie me escuchase.

Anette volteó a verme para reírse un poco de la tontería que hacía; sin embargo, como si lo supiera, la niña de pronto cayó en el terreno floral y convulsionó.

—En estos casos, el mal ataca de repente —gritó—. Si no estamos en este tipo de eventos a tiempo, el miasma gana y el sueño muere.

No entendí qué estaba diciendo, porque si bien estaba mirando horrorizado a la niña oculta por las flores, estaba teniendo un episodio más al observar un oso de peluche que la niña había soltado mientras tenía su ataque. En mi cabeza, se me presentaba a un chico, que no conocía, comprando un muñeco de felpa y sonreía al tomarlo entre mis manos.

"Corre", escuché de pronto.

Grité cayendo al suelo. Frente a mí, Anette me miraba espantada. A mi costado, estaba un agujero nuevo y, esta vez, era mucho más grande que antes. cubría el árbol y ciertamente a la familia, que justo con mi grito, habían volteado hacia donde estábamos.

—¿Layla? —Chilló su madre.

Anette volteó a verme, estupefacta por lo que estaba pasando.

—¿Qué rayos?

La niña dejó de convulsionar y con ello, soltó el último aliento de su vida. Anette se echó hacia atrás temblando. Volteé a verla, estaba igual de pálida que yo porque, si bien el peluche estaba quemándose, el campo de flores lo acompañó a encenderse. El cuerpo de la niña fue sepultado por fuego y ceniza, mientras su madre tan solo le quedaba llorar desconsolada por el cuerpo de la chiquilla pecosa que era consumida por un incendio inexplicable. 

—¡Corre! —Solté para hacerla reaccionar. No sabía si podíamos morir o no, pero el incendio se hacía cada vez más grande y la alcanzaba.

Anette estaba hecha piedra mientras miraba, con algunas lágrimas en sus ojos, como el miasma lo consumía todo.

—¿Qué estás haciendo? —Le grité—. ¡Corre!

La centinela reaccionó y, dejando de llorar, corrió hacia mí para cruzar pronto la brecha que yo había abierto sin querer.

___________________

Sigo por acá y como prometí, sigo subiendo a diario. Estoy escribiendo dos capitulos por día, por lo que si ven algún error ortográfico, estaría muy agradecida de que me lo dieran a conocer.

Espero que les esté gustando. <3

Saludos y gracias por estar acá.

-Nancy A. Cantú

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro