Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2. Música

       

Aún no entendía qué hacía en este lugar. Era más que cierto que no comprendía quién era y qué era lo que yo quería ahora o en mi futuro; sin embargo, tras escuchar lo poco que Amir me había explicado de este extraño mundo llamado Rem y la supuesta gente que se hacía llamar "los centinelas", lo único que había entendido a la perfección era que, si yo rechazaba el trabajo hoy, posiblemente moriría mañana. Y bueno, yo no quería morir de nuevo.

No anhelaba sentirme muerto, mucho menos tener aquel desagradable sentimiento de ahogo del que fui preso cuando la baba se atoraba en mi garganta y no me dejaba respirar. 

Pensar en aquello me hizo revolverme en mi lugar, mientras intentaba alcanzar a quién corría algo atemorizado por quién veríamos ahora.

¿Qué tan atemorizante podría ser?

Las personas que me habían recibido en mi segunda vida no eran tan malas. Parecía que tenían buenos tiempos durante el trabajo y se habían formado comunidades bastante agradables. ¿Qué estaba de más si me quedaba? De todas formas, yo no recordaba quién era y no tenía entonces un propósito. ¿Regresar al pozo? No, eso no estaba en mis planes.

—Apura el paso —me regañó el pelirrojo—. A Anette posiblemente ya le llegó la noticia de que has llegado y eso, mi amigo, no es nada bueno.

Recordé ese nombre con algo de preocupación. Aún no concebía el por qué todos la respetaban demasiado; no obstante, y a por como Amir parecía apresurar cada vez más sus pies, debía de preocuparme de caerle bien.

¿Sería una anciana malhumorada?

—Esta tal... Anette, ¿ella quién es? —solté como pude, mientras apresuraba el paso para alcanzarle.

—Ella, amigo, es una mujer que llegó aquí hace un par de años. Dicen que fue tan buena en su primer día que terminó siendo ella quién le enseñó al viejo Bran; la última vez que hablé con él me contó, una vez más, que aún no puede creer que una chiquilla como esa sea más poderosa que él. 

—¿Una chiquilla?

—Digamos que puede verse bastante bien, pero no intentaría coquetearle; tiene el corazón más frío que una piedra.

No entendí la referencia, pero dejé de preguntar al observar cómo nos íbamos acercando a las entradas de un bosque alejado de la comunidad. Este, como Amir había comentado, tenía cientos de años de haber nacido. Sus múltiples variedades de árboles y pinos estaban torcidos, y sus troncos, algunos más muertos que vivos, tenían estratos de vegetación superpuestos que cubrían su extraña pigmentación azul.

Algunos tenían presencias de aperturas en el dosel arbóreo debido a perturbaciones naturales tales como el viento, cosa que el pelirrojo soltó que tenían en ciertas temporadas del equinoccio invernal.

—Tú has llegado a finales del equinoccio de verano —me explicó—, así que no te preocupes por las heladas por ahora. 

No puse mucha atención en lo que decía, ya que, para mí, ver un lugar tan antiguamente majestuoso me superaba con demasía. Los arboles parecían alegres de verme, se movían de lado a lado con una ventisca sutil y fina que, iluminada por un camino de luciérnagas implantadas eternamente en ese bosque, asemejaban a una cálida bienvenida.

—¿Cómo es que se llama este lugar?

—Ah, los centinelas le llaman el bosque azul; sin embargo, yo le llamo el camino al infierno.

—¿El camino al infierno? —Traté de reírme de lo que decía mientras le perseguía por la vereda que lentamente se hacía rocosa y difícil de transitar—. Pero si es bastante calmante.

—Eso dices ahora —chilló, mientras me recordaba a dónde íbamos y a quién conocería—. Cuando pongas pie en ese lugar, pensarás igual que yo. Este es el camino del mal.

Pensé que exageraba. ¡Era solo una chica! Sí, podía ser que esa tal Anette era bastante dura y, a por cómo hablaba, muy exigente, pero no sentía que ese hermoso camino hacia, quién sabe dónde, fuese tan traumático. Si por mi fuera, me hubiera perdido en aquel lugar que anhelaba mi estadía completa.

—Trata de caminar un poco más rápido —soltó un par de minutos después, justo cuando nos acercábamos a un domo de madera por encima de una colina pequeña, en donde luces y gritos indicaban que gente aún residía en el lugar. 

Miré hacia donde nos dirigíamos con cierta incertidumbre. Hasta ahora aceptaba que era curioso y sí, ya quería conocer a esa tal mujer de la que tanto Amir me había querido meter miedo durante todo el camino.

—Te advierto, novato, no la mires a los ojos cuando esté enojada si quieres vivir —dijo incluso antes de llegar—, Anette tiende a ser algo agresiva a veces y...

—¿Y... y qué más?

La firme pero dulce voz de la mujer que nos había seguido, sin notarlo, durante todo el camino, hizo que Amir se pusiera pálido sobre la entrada de madera. Podía jurar que había visto del pelirrojo gotas gruesas de sudor cayéndole por la frente. ¿Tan dura era? Escuché, como nervioso, pasaba saliva y se mordía los labios.

—¿Y qué más, Amir? ¿Qué más no debe de hacer el chico nuevo?

El pelirrojo guardó silencio mientras bajaba la cabeza.

—¿Qué más Amir? —Preguntó ante el silencio, esta vez más fuerte y ciertamente enojada—. ¿Qué más se supone que, maldita sea, no debes hacer?

—Bajar la guardia.

—¿Y qué hiciste todo el maldito camino?

—Yo... no puse atención a...

—Y si hubieras estado en alguna brecha, ya hubieras muerto por eso. ¿No te enseñé lo suficientemente bien? —Se hizo un largo silencio—. ¡Largo a entrenar!

Amir no dudo, no se despidió; simplemente corrió dentro del domo en donde pude observar que mucha gente gritaba algunas cosas que no podía entender y alzaba su mano sin ningún tipo de éxito.

—Maldito pelirrojo. —Respiró fuertemente antes de guardar silencio en mi espalda derecha y algo tensada—. Bien, ¿cómo se llamará el bueno para nada que me hizo esperar toda la mañana, ah? 

—Johan —murmuré sin estar muy seguro de si debía contestar—. Ese es el nombre que bueno.... que me han puesto aquí.

Escuché como se acercaba con pesadas y grandes zancadas, e inclusive pude ver su figura delgada pasar por mi costado para ponerse en frente. Lo que pude ver, justo después de tenerla en frente, fue a una mujer enojada que descansaba sobre su fina cintura, unas delicadas manos pequeñas. El cabello que largo, ondulado y castaño se acomodaba perfectamente a su pecho, parecían como serpientes vivas y hambrientas; pero sus ojos... esos ojos almendrados me hicieron pasar saliva. Aquellos ojos estaban quemándome vivo.

—Bueno, pues de ahora en adelante te llamaré inútil hasta que me demuestres lo contrario; pero créeme, inútil, que nadie nunca me ha hecho retractarme de mis sobrenombres.

Observé con algo de frustración como me daba la espalda y, escuchando aún mi amoroso sobrenombre, oí atento como me explicaba malhumorada quién era y qué era yo para ella.

Según sus palabras, ella era quién me enseñaría a ser alguien en esta vida, pero si no lograba superarme, terminaría siendo un insignificante centinela como aquellos que lloraban en el domo. Para ellos, el reloj yacía en su contra porque si para el final del año no lograban abrir aunque fuese una simple brecha, su destino era regresar por donde habían llegado; osease, la muerte.

Miré detenidamente cómo algunos lloraban de frustración al balbucear aquellas cosas extrañas que los demás repetían una y otra vez.

—¿Estás listo para aprender, inútil? —Bramó algo prepotente la mujer.

—¿Podrías dejar de llamarme inútil? Tengo un nombre, ¿sabías?

—¿Estás enojado, inútil? ¿No te gusta que te llamen así? ¡Entonces demuéstrame que no eres un bueno para nada! Llegaste aquí más tarde que los demás, es más, eres el que más se ha tardado en llegar a Rem. ¿Qué puedo esperar de alguien tan flojo? ¡Anda, balbucea aquello que por dentro grita Rem y abre una brecha de una buena vez!

—¿De qué estás...?

—Cierra los ojos y escúchala.

La miré como si estuviese loca, pero al ver cómo se preparaba para darme un buen castigo por tratar de desobedecerla, simplemente cerré mis ojos como si mi vida dependiese de ello.

Y entonces lo escuché.

No sé si fue Rem, si fueron mis memorias o si alguien había puesto esa canción en el fondo, pero una música sonó lejana y profunda... como si estuviese debajo del agua. ¿Era una batería? ¿Quizá una flauta? Algo hizo clic dentro de mí. No supe qué instrumento era, pero en la oscuridad pude ver una imagen. ¿Era un coche? Parecía que era de noche, y además nevaba. ¿Qué era esto? ¿Eran mis memorias? Traté de entender qué pasaba. ¿Era yo el que estaba ahí o era alguien más? No pude saberlo, pero estaba sonriendo. ¿Estaba solo? Traté de mirar más allá; pero lo único que pude ver fueron los brazos delgados de alguien más. Parecía que tenían una grata conversación. ¿Quién era esa otra persona? Volví a ver el coche, a ver cómo el mundo parecía envidioso de no poder escuchar; así como yo, que lo único que pude percibir fue la música que salía alta desde el estéreo. ¿Qué canción era...? ¿Por qué me sonaba tan familiar?

—¡Johan! —gritaron—. ¡Abre los ojos, Johan!

La música se esfumó y con ello, la imagen, la nostalgia.

Abrí los ojos y fue entonces cuando un agujero, un poco más grande que mi mano, se cerró lentamente frente a mí. Se hizo un silencio abrumador por un largo minuto que, para mí, en lo particular, me pareció una eternidad. Cuando el hoyo en la dimensión desapareció, miré hacía mi costado asustado.

Amir, perplejo como todos los demás, corrió hacía mi emocionado.

—¡Lo hiciste viejo, lo hiciste!

—¿Qué... qué hice? —Miré a mi alrededor. Los demás centinelas aplaudieron.

—¡Abriste una brecha, hermano! —Celebró el pelirrojo—. ¡No puedo creer que lo hicieras en tu primer día y sin decir una sola palabra! Solo la abriste y ya. ¿Cómo lo has hecho?

—¡Había una canción y vi una imagen! —Expliqué aún sin entender qué había pasado—. Estaba... era como un coche y creo que vi a una pareja platicando. Yo solo escuchaba y miraba, lo juro, ni siquiera yo sé cómo hice eso.

Miré esperando una respuesta de aquella mujer que me había dado el consejo de cerrar los ojos, pero ella, como si hubiese visto a un fantasma, estaba pálida a unos cuantos pasos de la multitud que celebraba la llegada de un gran centinela, cómo vitoreaba un Amir orgulloso.

—Es... ¡Esto no es de celebrarse! —Gritó de pronto. La multitud volvió a quedarse callada—. Tú ... ¿cuál dijiste que era tu nombre?

—Johan —respondí—. Así es como me han puesto.

—Ven conmigo —soltó—.Los demás, a entrenar.



____________

¡Hola! Volvemos de nuevo con esto, ya que recuerden, tengo muy poco tiempo para terminar esta novela. Posiblemente, hoy mismo, suba la tercera parte cuando la termine. Muchas gracias por las criticas, ya se han hecho las modificaciones correspondientes.

PD. Siento que este es el único capitulo corto que tengo, intenté alargarlo, pero no pude más. ¿Qué opinan?

-Nancy A. Cantú

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro