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Infierno en el bosque de las arañas.

El bosque de los arácnidos era una zona prohibida por así decirlo, su oscura vegetación y aura tensa espantaba a más de uno. Pero lo más peligroso era la especie de insectos que reinaba en sus interiores, las arañas de las pesadillas.

Antaño, las criaturas podían dejar ir a uno que otro transeúnte sin penas ni glorias siempre que no interfiriera en el ecosistema, no obstante, desde que la matriarca araña Ariel decidió "irse de vacaciones" y embarcarse en un viaje para conocer el mundo, el bosque cambió a un tono sombrío y hostil.

La matriarca Ariel, reconocida por sus hijas como una madre amable, pero con carácter de hierro, antes de su ausencia dejó el liderazgo de su madriguera a la mayor y más talentosas de sus nietas, la araña albina, Blanca, conocida como la doncella de blanco por los extranjeros.

La Aracne con forma humanoide más poderosa que ha nacido en generaciones, pero cuya personalidad era un tanto peculiar, perezosa y por demás irresponsable.

Su liderazgo solitario empezó con la orden de que ningún intruso entrara al bosque, la excusa era "protegernos de los extraños" cuando todo el clan conocía muy bien su nula tolerancia al contacto social, pero aún así las arañas acataron a su palabra atacando a cualquiera que pisara el territorio oscuro, con el tiempo esta zona se volvió prohibida para los extranjeros.

La nueva matriarca Blanca puede no ser la líder perfecta que ellas quisieran, pero aún así gracias a su gran poderío hacía sentir segura a sus hermanas, el resto de arañas.

Bajo su mando, no habría peligro alguno contra nada ni nadie ¿Cierto?

Era un día normal y corriente, si así se podría llamar a que la matriarca estuviera tejiendo una cantidad inmensa de metros y metros de tela.

¿La razón? Nada solo... ¡Crear la cama más excelente y mullida que ha existido en la faz!

¿Por qué demonios se le ha pegado esta idea tan de repente? Bueno, una de sus queridas niñas había regresado de uno de sus viajes y le habló de esta increíble invención en donde descansaban los humanos, mullidas y suaves como la más tierna nube.

La tela blanca tapa el suelo verde, un espacio claro del bosque, el territorio donde se hospedaba y era bien conocido que era sus aposentos privados.

Las arañas bien sabían que no debían molestarla cuando estaba metida en uno de sus caprichos, ya que sus rabietas podrían ser un tanto peligrosas, queriendo evitar que otra vez medio bosque termine destruido por una tontería solo la dejaban estar, y Blanca lo disfrutaba a fondo.

Conocida por ser la araña más excéntrica, no había cosa que disfrutara más que la soledad, donde podía dar rienda suelta a sus ideas locas y aprovechar al máximo sus capacidades.

Se divertía cada vez que la dejaban a su bola, haciendo y deshaciendo como mejor le pareciera sin importar lo demás, incluso estaba a punto de hacer la pelota de tela de araña más grande de la historia, hasta que su fastidiosa abuela la puso al mando.

—No todo se trata de ti, pequeña Blanca...

La aparente joven suspiró ante el recuerdo, su abuela seguía con la molesta idea de que ella era la mejor al trono, y la puso al mando para escaquearse un rato de las responsabilidades.

La cosa es que ella no quiere una responsabilidad tan molesta como el mandato del clan de arácnidos, así que iba aplicar la vieja confiable de "Ahorita vengo, iré por cigarrillos" y solo huir de allí.

Pero Ariel la conocía mejor que ella misma, y la encerró en una crisálida de telaraña en donde le sonrió de esa forma tan tétrica digna de un emperatriz del mal.

—Sé que puedes hacerlo, cuento contigo Blanca—Dijo en su momento, pero realmente lo que escuchó fue "Si no encuentro el bosque como lo deje, ni le reces al de arriba porque soy yo".

Blanca solo asintió sudando frío.

¡Pero! Viéndolo de forma positiva, tenía el bosque para ella solita, claro estaban las otras arañas, pero siendo la manda más nadie objetará a cualquiera de sus tonterías. Su primera y efectiva orden fue "No dejen pasar extraños", y se libró de los molestos problemas que pueden venir del exterior.

Desde entonces, el resto de sus familiares solo suspiran en rendición mientras la ven holgazanear o juguetear con sus tontería ¿Acaso no es el sueño hecho realidad?

Divirtiéndose de esta forma la ausencia de su abuela pasará en un periquete.

—¡Listo!—Anunció admirando su creación.

La tela cubría dos árboles unidos, su grosor tapaba las hojas y daba una sensación mullida, debías trepar el tronco para poder acostarte en el paraíso.

Honestamente no estaba segura de si en verdad era eso una cama, pero a Blanca no le importa mientras ayude a que su siesta sea aún más encantadora.

Se había recostado con los brazos tras su cabeza, lentamente pestañeó para empezar a dormitar, pero entonces el ruidoso graznido de los pájaros despertó sus instintos.

Blanca no puede evitar abrir los ojos rápidamente y mirar al cielo con desconfianza, observando como la bandada volaba ruidosamente por encima de su espacio.

—Estad atentas siempre al llamado de las aves, ellas huyen en aviso de que algo se acerca...

Fue una de las primeras lecciones que Ariel impartía en todas sus hijas.

Blanca quiso ignorarlo, pero entonces como la manifestación de un mal presagio un grupo de tres arañas aterrizaron a su alrededor.

Oscuras y de tamaño medio la rodeaban abriendo y cerrando sus bocas en movimientos nerviosos. Eran muy jóvenes para poder hablar adecuadamente, por lo que se comunicaban por medio de vibraciones, que en este momento eran nerviosas, como si le transmitieran el miedo puro directo a su ser.

Blanca entonces se levantó de golpe con el ceño fruncido, decidida a averiguar que estaba sucediendo.

Las arañas despegaron con sus telarañas y Blanca las seguía de cerca balanceándose entre los hilos, su flexible cuerpo se movía con agilidad entre las ramas de los árboles y avanzaba con velocidad en el territorio, no tardó mucho en percibir que algo malo estaba pasando.

—(Huele a quemado...)—Pensó abrumándose por la preocupación, finalmente salió de la arboleda planeando por los aires.

Blanca contempló pasmada el mar de llamas que se extendía a sus pies, un fuego azul intenso quemaba las madrigueras de sus hermanas mientras la arañas luchaba por sacar a las más jóvenes del peligro.

¿Cómo pasó esto? El clan de arañas estaba protegido con hilos finos que emitían vibraciones de peligro cuando fuerza hostil se aproximaba, las arañas de combate Taratec debieron acabar con el enemigo antes de que avanzara a este punto.

Sus pies aterrizaron en medio de un fuego.

Sin recuperarse del todo de la impresión, Blanca chasquea los dedos e invoca su arma emblemática, la guadaña maldita mientras corre adentrándose entre las llamas.

El fuego es enemigo de las arañas, no solo porque quemaba sus telarañas sino que, al igual que cualquier insecto, eran vulnerables ante él. Pero desde que alcanzó su forma definitiva Aracne, había conseguido un físico con gran resistencia igual a la de su abuela Ariel, por lo que pudo avanzar entre las llamas.

—(¡Mierda, Mierda, Mierda!)—Blanca corría sin detenerse con la mente hecha un caos, el bosque estaba siendo más que destruido a un ritmo alarmante y solo podía pensar en una cosa—(¡Ella me matará si ve todo esto! ¡No! ¡Aún soy muy joven para morir!)—su corazón bombeaba como loco.

En poco tiempo pudo llegar al punto de origen en donde se concentraba más el calor, el centro de la madriguera, Blanca pasó por debajo de un árbol caído contra una roca para llegar.

Allí vio lo peor...

Sus hermanas caídas en el suelo, quemadas a muerte, con sus cuerpos partidos a la mitad, incluso las taractec, las más fuertes soldados entrenadas por Ariel, con sus cuerpo resistentes de marionetas flexibles, sucumbieron a la bestia que yacía solemne sobre las llamas.

Con un cuerpo humanoide en la parte superior, y en la parte inferior una forma bestial de caballo que rasguñaba el piso dejando su marca.

Un centaleón, una criatura mítica que se supone se había extinguido hace un siglo en la juventud de su abuela. Ariel le había contado lo temible de estas criaturas y cómo estás le habían causado cicatrices en su cuerpo.

No solo eran terribles adversarios, sino que eran conquistadores de tierra salvajes, marcaban con sus emblemas los territorios enemigos que serían tomados.

Era la marca de una "x" radiante en rojo, misma que se extendía por todo su hogar.

Su musculosa figura era mucho más grande que ella y su aliento exhalaba fuego, la melena roja que se hallaba en su rostro se ondeaba como las llamas y de esta sobresalían dos filosos cuernos.

Blanca estuvo en un estado de shock, en su mente solo creyó que el bosque estaba siendo atacado, más no que sus guardianes, sus queridas hermanas habían sido aniquiladas y asesinadas de forma violenta contra el fuego.

La ira se acumuló en su interior y explotó cuando vio a esa bestia pisotear a una araña moribunda a sus pies.

Se abalanzó contra la bestia sosteniendo con fuerza su guadaña, en su mente recitó un hechizo de ataque que hizo brillar su filo.

Sin embargo rugió ante su presencia, y recibió su ataque con el brazo, observó consternada como el filo apenas y logró hacer una herida superficial en el brazo del monstruo.

Blanca nunca había tenido un rival a su altura, quitando a su abuela, nadie logró jamás vencerla en combate o siquiera igualarse en habilidades, la diferencia de poder era abismal y eso la llenaba de orgullo.

Pero ante ella se alzaba un ser que solo escuchó en historias, más poderoso y letal de lo que podría imaginar. Se apartó de él con un salto mortal hacia atrás y aterrizó de piel, movió una mano para recitar un conjuro y a su alrededor empezó a invocar círculos de magia para lanzar lanzas de todos los tamaños hacia la bestia.

Ya que la pelea física podría ser desventajosa, optó por una opción más distante, pero el centaleon leyó sus intenciones.

A una velocidad abismal evadió todos los proyectiles y embistió con todas sus fuerzas el cuerpo de la Aracne.

De esta forma pudo avanzar en las madrigueras, los hilos habían dado el aviso segundos tardes porque la bestia era demasiado rápida para su tamaño.

Los cuernos le habían atravesado el abdomen y la empujó contra un árbol, Blanca pudo reincorporarse temblorosa.

La herida, aunque sangrante, no era seria, podía con ella, había tenido muchas peores, aún le quedaba mucha energía y ganas de pelear.

Pero aún así, el centaleón bufó con sorna, como si se estuviera burlando de ella por su debilidad lo que la hacía enfadar.

—(¡Cómo te atreves! ¡No has ganado aún! ¡No subestimes a una araña! ¡Te perseguirá hasta los confines del infierno!)

Maldijo con el ceño fruncido, su herida se había cerrado y estaba lista para el segundo asalto.

Pero como último acto de humillación, el monstruo la ignoró y pasó de ella por completa dándole la espalda.

—¡Tú...!

Blanca tenía una venita palpitante en su frente, la ira latente por la pérdida de sus hermanas y compañeras, más con esta humillación que ahora sufría, la hacían ver rojo.

Por lo que, sin pensarlo ni un momento, estiró sus dedos hacia él expulsando su telaraña blanca que se enredó en su espalda.

El centaleón salió corriendo con ella detrás derrapando en el suelo.

Las arañas sobrevivientes solo vieron como su matriarca se perdía a gran velocidad en le lejanía con esa infame bestia...

Continuará...

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