LA DETECTIVE SULLIVAN (1/3)🏳🌈
Cuando la detective llegó al lugar le costó un poco abrirse pasó ante el grupo de curiosos que se encontraban en los alrededores de dónde estaba el cuerpo sin vida del famoso abogado Marcos Peralta, tirado en medio de la acera sobre un gran charco de sangre. Y como si fuera una serie de televisión de los noventas, un hombre de piel morena con cara de pocos amigos estaba tomando fotos de la escena del crimen para después cargar el cuerpo en una camilla y montarlo en una ambulancia y llevárselo.
Luego la detective nos hizo seña para que la siguiéramos y Amaya y yo subimos detrás de ella hasta el 4to piso para quedamos paradas en el pasillo, frente a la puerta de la oficina con un cartelito que decía Marcos Peralta, abogado. La mujer de ojos pardos y personalidad firmé se colocó unos guantes negros y trató de abrir la puerta, pero al ver que estaba cerrada volteó a nosotras y preguntó: -¿Quién tiene la llave? - las manos de Amaya eran un mar de nervios, rebusco en su cartera intentando calmarse hasta dar con el llavero.
-Abre, por favor- ordenó la detective.
Entrando ella y su asistente. Fue cuando noté el porte distinguido, la forma de su caminar tan segura y desenvuelta, en la elegancia natural de esa mujer que no tendría más de 36 años. Vestía un pantalón negro pegado al cuerpo tipo tubo junto con una suéter del mismo color, mocasines y un bolso de cuero. Era blanca, de ojos pardos oscuros, nariz respingada y labios carnosos, en el bolsillo del pantalón tenía un carnet de identificación y su insignia de policía que completaban su vestimenta. Llevaba el cabello recogido con una cola.
Con una seña nos indicó que pasáramos, nos hizo sentar frente al escritorio de Amaya y nos tomó los datos. El asistente fue anotando en una libreta de tapa negra.
-¿Terminaste? - le preguntó al joven.
-Sí, señora- contestó.
-Ok. Ve a la casa de los familiares y trata de hablar con ellos. Nos vemos más tarde en la oficina.
-Él no tiene familia en Los Ángeles- intervino Amaya.
-¿Y entonces, con quién vivía? - preguntó la detective.
-Hace un año o año y medio vive solo, su ex esposa vive en Orlando con su única hija- respondió Amaya muy segura.
-Ok. ¿Y sus padres, hermanos?
-Todas en Houston.
La mujer se quedó pensando y después de la nada dijo: -Entonces para que nos entendamos chicas. Soy la teniente Marta Sullivan, detective de homicidios. He trabajado en 120 casos, 121 con este, y solo hay un caso que no está resuelto; es decir, este.
Amaya contuvo lo más que pudo su llanto hasta que no pudo más y lo soltó. La detective Sullivan la vio con una mirada un poco fría y le dijo. -A ver. Tranquila. Cuéntame jovencita. ¿Qué fue lo qué pasó?
-Yo..., yo..., lo llamé a su celular para avisarle que iba a llegar un poco tarde porque había perdido el transporte de las 7:00 AM, eso lo molestaba mucho, porque él era muy puntual para todo.
-Ok y entonces.
-Pero cuando me iba a contestar colgó bruscamente o por lo menos eso sentí... Y bueno al llegar cuando me bajé del autobús, vi a la gente amontonada y... usted sabe el resto.
-¿Fuiste tú la que llamó a la policía?
-No, no... yo no, fue el portero del edificio. Según él me dijo.
-¿Y cuál es tu trabajo aquí?
-Soy... o era su asistente.
En eso la detective terminó de escribir y se dirigió a mí -Y tú, ¿cómo dijiste que te llamabas? - preguntó al tiempo que me escudriñaba con la mirada.
-Fernanda Martínez. Yo hago el trabajo de calle, voy a los tribunales, a los bancos, pagó sus facturas, sus tarjetas y últimamente le hacía las compras en el supermercado.
-Es decir, tú no tienes horario de entrada, ¿verdad?
-Pues la verdad es que puedo llegar más tarde que ella, si a eso se refiere- respondí.
-¿Él tenía algún problema?, ¿Enemigos?, ¿Algo que lo molestara?
-No, que yo sepa- respondió Amaya.
-Estaba un poco... deprimido- dije -Y lo sé porque él me lo confesó en una de nuestras cortas interacciones.
Fue entonces cuando la detective Sullivan se levantó y entró al despacho del abogado, miró por la ventana abierta de par en par, y de su cartera sacó un anotador y un bolígrafo ordinario con el que rayó varias veces el papel hasta que consiguió escribir. Tanteó con los dedos un líquido que había sobre el alféizar y en el piso, algo que habría hecho estallar de ira al señor Peralta sin duda.
-Es agua- dijo para sí mientras frotaba los dedos pulgar, índice y medio.
Se inclinó hacia adelante y en ese momento vi el bello trasero de la detective, sin duda esta mujer le dedicaba mucho tiempo a mantenerse en forma, sus piernas eran perfectas, como si hubieran sido torneadas en marfil. Miró a ambos lados de la ventana y volvió a tomar notas. Sólo entonces pareció darse cuenta de que todavía estábamos ahí.
-¡Ah! Pueden irse, pero recuerden que no pueden salir de la ciudad. Llámenme a este número si recuerdan algo que pueda ser importante y vengan mañana a retirar sus cosas.
-Pero es que... yo tengo todo guardado en la computadora- dijo Amaya.
-Bien. No te preocupes, mañana podrás recuperar todo lo que tienes ahí.
En el momento en que salíamos del edificio llegaba la camioneta de un canal de televisión y dos periodistas se acercaron a nosotras, con micrófonos y cámaras para interrogarnos, pero ni Amaya ni yo quisimos dar ningún tipo de declaraciones me despedí de Amaya en la parada de autobús y me fui. Ya en mi casa, me tiré en la cama a pensar en lo increíble de toda la situación. Hacía dos años que trabajaba en la oficina de Marcos... era un malnacido avaro de bragueta abierta que se consideraba el metrosexual más atractivo del planeta, pero como el trabajo era relativamente cómodo, me daba tiempo para estudiar, y me permitía sobrevivir sola en un apartamento pequeño pero cómodo sin que mi madre y mi padrastro me molestaran demasiado, me mantuve ahí. Ahora mis planes, mi rutina, mi futuro inmediato, estaban totalmente sobre ascuas y más de lo que yo misma imaginaba.
Esa tarde, llamé a mi madre a su trabajo para comentarle lo que había sucedido. Me pidió que no me moviera del apartamento hasta que ella volviera, pero yo tenía que ir a la universidad, de manera que me preparé un sándwich y después tomé mi mochila, la imagen del cuerpo de Marcos destrozado por la caída, con los brazos y los pies en ángulos imposibles, se me dibujó con tanta nitidez en la memoria que una enorme angustia se apoderó de mi mente y de inmediato me puse a llorar, hasta llegué a sentirme culpable de haberlo odiado tanto en los últimos meses, ahora sentía piedad por él.
Finalmente, no fui a la universidad y cuando mi madre llegó de su trabajo apenas pude articular palabra para relatarle lo que ella ya había visto en la televisión. Esa noche dormí con calmantes, pero mis problemas apenas comenzaban.
**********
A la mañana siguiente se presentó la policía en mi apartamento y fui arrestada, me llevaron a la jefatura de policía. Como no tenía dinero para un abogado, me tuvieron encerrada en una pequeña celda hasta que la detective Sullivan apareció, con su asistente y un abogado estatal, un señor calvo, un poco gordo, usaba un traje que le quedaba un tanto grande. Tenía barba desde hace varios días y bostezó todo el tiempo mientras la detective me interrogaba.
-Señorita Martínez, ¿me puede explicar qué es esto? - dijo visiblemente molesta al tiempo que me mostraba una copia de un contrato de alquiler de un departamento, con mi firma, fotocopias de mi identificación. Negué con la cabeza. No entendía quién pudo haber hecho semejante zancadilla. Me asusté.
-¡Ah! Ok. Que oportuno de tú parte. ¿No piensas hablar? - preguntó la detective.
Tarde un poco en hablar, pero al final respondí. -No sé de qué me está hablando... yo... nunca podría alquilar un apartamento de ese nivel, mi poder adquisitivo no me lo permite.
-A ver- me acercó más el documento. -Mira bien, es tu firma, ¿no? - presentó insistentemente la detective.
-Se parece bastante, sí, pero...
-¿Y esto? - dijo mientras sacaba un juego de llaves, el llavero tenía una foto mía y mi número de matrícula de la universidad. Ya esto me estaba desestabilizando y nuevamente, volví a negar con la cabeza. Cada vez entendía menos.
-Perdón, detective, ¿cuál es su acusación en concreto? - preguntó el abogado.
-La considero sospechosa de asesinato- dijo tajantemente.
-No señora, esto no prueba nada, usted tiene que tener algo más para...
-No se preocupe abogado- no dejó que terminará la frase -Ya aparecerá, mientras tanto su defendida, permanecerá arrestada.
Me llevaron nuevamente a la celda. Me senté en un colchón y comencé a llorar amargamente. Jamás me había sentido tan desamparada, a medida que pasaban las horas mi angustia se hacía mayor. Pasó la noche y nadie se acercó a mi celda, me dejaron una bandeja con comida que ni siquiera probé y a la mañana siguiente me trajeron una taza de café, que bebí a grandes sorbos, pese a que me quemaba la garganta. A las nueve me sacaron de la celda y me llevaron de nuevo a la sala de interrogación. En la sala ya estaba la detective Sullivan que me volvió a preguntar por el contrato, y con la misma le negué, mantenía mi posición.
Un hombre de traje azul me hizo firmar una notificación judicial que decía que debía prestarme a una pericia caligráfica, escribí mi nombre, firme varias veces, escribí frases que él me dictaba y me regresaron a la celda. Era casi mediodía cuando la detective me mandó a llamar, esta vez no fui a la sala de interrogatorio sino directamente a su despacho me hizo sentar frente a su escritorio. Mi corazón latía a toda velocidad, estaba muerta de miedo y necesitaba con urgencia saber de mi madre, «¿Me consideraría una delincuente?, ¿Me echaría de la casa? ¿Se avergonzaría de mí?» -pensaba- Los ojos me dolían de tanto llorar.
-Escucha, necesito saber un par de cosas, nada más- dijo mientras sacaba su anotador. Esta vez no tenía esa mirada fría y acusadora conmigo, estaba más empática.
-¿Tu compañera y Marcos Peralta eran amantes? - preguntó.
-No lo sé- respondí sorprendida.
-¿Él era una persona mala, abusiva con ustedes?
-No... es decir, tenía mal carácter, sobre todo cuando pasaba mucho tiempo sin tener noticias de su ex esposa y de su hija, se ponía de mal humor. Pero por lo menos conmigo nunca hubo un mal tratado.
-Ok. Dime otra cosa- prosiguió mientras me tomaba una mano, tranquilízate, estás temblando, ¿tu compañera tiene novio?
-Están peleados... él es...
-Ya sé quién es, es basquetbolista. Se llama José y juega en un equipo estadal. ¿Tú lo conoces?
-No en persona, solo por los comentarios de ella.
-¿Y qué te comentaba ella?
-Una vez me llegó a decir que él era muy violento cuando se molestaba, y que, además era muy ambicioso y tenía gustos caros y aparte se drogaba de vez en cuando
-¿Nunca los viste juntos?
-Le estoy diciendo que no. Además, Amaya y yo nunca fuimos muy amigas, incluso en el trabajo nos veíamos poco, hablábamos cuando yo le entregaba las rendiciones de cheques y documentos de los bancos.
-¿Tú tienes novio?
-No- respondí fría.
-¿Y cómo? Eres muy bonita ¿lo sabías?
Que esa mujer tan hermosa y aplomada me dijera que soy bonita me sorprendió en ese momento, pese a lo tenso de la situación. Ella apretó un botón en su teléfono de su escritorio y al segundo apareció un agente alto, fornido.
- Por favor, tráigame todas las pertenencias de esta joven y llamé a la patrulla que esté más cerca para llevarla a su casa- dijo al hombre -Estás desocupada, podrían citarte como testigo, así que te recomiendo que no hables con la prensa. Cualquier cosa que necesites, no dudes en llamarme.
La noticia me dio un estremecimiento, sentí una mezcla extraña de gratitud, emoción y alivio, en ese momento la detective me pareció más hermosa que nunca. Cuando me devolvieron mi celular llamé a mi madre y la oí llorar. Después de una eternidad bajé del patrullero y me abracé a mi madre como si regresara de la guerra. Esa por obvias razones no fui a mi apartamento, sino que me quedé en casa de mi madre, en la noche vi en la tele los noticieros y la detective apareció brevemente solo para decir que no había novedades y que la investigación estaba a punto de concluir.
Al día siguiente retomé mis actividades, fui a la universidad, tuve que dar explicaciones y resignarme a ser el centro de atención de todo el mundo. Fui a la biblioteca y me enteré de que me habían puesto un memo por un retraso en la devolución de un libro. Eran casi las 8:00 PM cuando llegué al pasillo donde estaba mi casillero. El libro estaba ahí, pero también había un sobre de papel, que yo no recordaba haber puesto en ese lugar, estaba pegado con cinta adhesiva en un ángulo superior, lo descubrí al rozarlo, por pura casualidad, di un grito que retumbó en el vacío pasillo al ver su contenido. Eran muchos billetes de 100 dólares en varios bloques. Lo puse en mi mochila y salí corriendo, dejé el casillero abierto y, desde el hall de la biblioteca, llamé a la teniente Sullivan.
-¿Aló? - respondió casi de inmediato.
-Soy yo, Fernanda, escúcheme, en mi casillero de la universidad encontré un sobre con muchos billetes de dólares. No sé cuánto será, pero es mucho dinero. Estoy segura- dije con mucho miedo.
-¿Dónde estás? - me pregunto la detective.
-En... la biblioteca de la universidad... ya casi están por cerrar.
-¿Estás sola?
-Sí. Ayúdame por favor- dije con desesperación.
-Si. Pero cálmate. Sal de ahí con toda naturalidad y ve hacia la salida del estacionamiento de profesores. Espérame ahí, voy por ti ahora. Llámame dentro de diez minutos si no llegó.
Devolví el libro y caminé por el enorme patio que separa la biblioteca de la facultad de Medicina. Salí a la galería desierta de casi 50 metros hacia el estacionamiento de los profesores, apenas habían pasado tres minutos. Me arrimé a la caseta de los guardias privados y me senté a esperar. Una Toyota MERU blanca se detuvo frente a la caseta, la teniente Sullivan bajó el vidrio y me llamó. Salimos hacia el centro de la ciudad y fuimos finalmente a la delegación policial. Llamé a mi madre para comentarle lo sucedido para que no se preocupara.
-Ven, acompáñame-dijo y la seguí hacia una oficinita al fondo de un pasillo. Ya estando en la oficina me ofreció agua y me pregunto había comido. -¿Quieres un sándwich? Tienes que comer- insistía.
-No tengo hambre- dije desanimada. Nos sentamos ante un escritorio y se soltó el cabello. En ese momento me pareció verdaderamente hermosa y me sentí confundida, nunca una mujer me había impresionado de esa manera. Saqué el paquete de la mochila y se lo alcancé. Cuando su mano me tocó sentí un cosquilleo extraño, como si una corriente desconocida recorriera mi piel. Recordé en ese momento, que ella me había dicho que yo era muy bonita. La detective examinó los billetes al trasluz, los colocó en una máquina para contarlos y había 10 mil dólares, los guardó en un sobre de polietileno y les puso una etiqueta con varios números. Luego marcó un número en su celular.
-Apareció el dinero. Llámame si tienes novedades- colgó la llamada.
-Usted... ¿Me podría explicar qué está sucediendo, por favor?
-No. Perdón. Además, estás en peligro ahora que desbarataste el plan de los asesinos, mira, tendré que llevarte a un lugar seguro hasta que resolvamos este caso.
Continúa...
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