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EL RETRATO DE MI MADRE (1/5)

Nunca la relación con mi madre fue la mejor y cuando un día nos abandonó, se acabó lo poquito que quedaba con vida. Ella se fue a vivir a un apartamento que junto con mi padre tenían en la ciudad. Un día pasé por la Biblioteca de la casa aprovechando que no estaba, fui a recoger unos libros entonces revolviendo vi uno qué llamó mi atención, su diseño era diferentes a los demás. Resultó ser un diario, el diario de mamá, así que no pude resistir y comencé a leerlo.

Tenía una mezcla de sensaciones, «¿Mi madre tenía un diario?, ¿Qué contenían estás líneas de su puño y letra?», pensaba mientras hojeaba páginas al azar. Tenía curiosidad, pero también tenía miedo de lo que pudiera encontrar, «Quizás aquí está la respuesta a su abandonó». La primera página tenía su nombre, Alexandra McQueen, pasé a la segunda hoja y entre lo que había, un trecho muy interesante llamó mi atención.

Querido Diario...

(...) Me fui de la casa a raíz de que vi al servicio de mi casa montada sobre mi marido, todavía no puedo sacarme aquella imagen de mi cabeza. Después de estar casi toda mi vida con él, ¿Me hace esto? No lograba entenderlo, a mis 47 años me conservaba muy bien, tenía un cuerpo que perfectamente una mujer de 30 podría envidiar, mis pechos de 90 eran redondos y firmes, al igual que mi precioso trasero, siempre él me había mirado con deseo.

En la tarde sonó mi celular era mi amiga Sonia, que al parecer había regresado de vacaciones. Mi marido no podía verla, la consideraba una mujer de la vida alegre, aun que la cosa no iba por ahí, lo que realmente le molestaba era que siempre Sonia de me insinuaba quería llevarme a la cama, claro, siempre la rechazaba y no porque era fea, no, la verdad es que era un mujeron, la cuestión es que no me iban las mujeres, así de sencillo. Pues le conté con detalle todo lo qué pasó y enseguida me invitó a su casa, la verdad ni ganas tenía, pero fue tanta su insistencia que lo acepté, no me arregle mucho, sólo fui con un simple vestido, pero me hacía notar mis curvas.

Cuando llegué a la casa ella me abrió le puerta me recibió con la misma sonrisa de siempre, llevaba una bata de seda transparente que dejaba ver su cuerpo desnudo, a pesar de tener cinco años más que yo, su cuerpo era similar al mío, salvo que ella tenía unos pechos más grandes.

La acompañé por el pasillo hasta el salón, al entrar me quedé de sin moverme y muda, en medio había un hombre joven, cómo de unos 30 años, completamente desnudo. Tenía un cuerpo con una musculatura bien definida, pero fue su enorme miembro erecto fue lo que llamó mi atención. ¡Oh! Por Dios, no había visto algo semejante en mi vida. Sonia pasó por un lado y dejó caer su bata al suelo y se arrodilló delante de ese hombre, tomó el miembro del hombre y me lanzó una sonrisa pícara para después hacerle un sexo oral con frenesí y devoción.

Pues no sabía qué hacer, ni en sueños me imaginaba estar en una situación así y quizás por esa razón permanecí mirándoles sin moverme, al poco una sensación extraña invadió mi cuerpo, no podía creer que me estuviera excitando al ver a mi amiga en semejante forma, intenté no pensar en ello y apartar mi visita, pero me era imposible, mi cuerpo reaccionaba a otra cosa empecé a sentir un fuerte deseo de estar en el lugar de Sonia. Para mi asombro, ella me leyó el pensamiento y al instante se levantó y vino hacia mí, me miró con esos ojos verdes tan lujuriosos y apoyó sus manos en mis hombros, me dejé hacer; me quitó el vestido y el sostén dejando al descubierto mis senos. -Qué bellos- me dijo refiriéndose a mis pechos, noté como los admiraba, me sentí avergonzada con la excitación, mis pezones ya estaban duros.

Sonia me rodeó y deslizando las yemas de los dedos sobre mi piel, las llevó hasta mi cadera y con el mismo gesto hacia abajo me quitó las bragas, dejándome por primera vez desnuda ante un desconocido; se acercó a mi oído y susurró: -Disfrútalo, es todo para ti, querida.

Esa noche sin duda fue sorprendente para mí. Pues no dudé, avancé y me arrodillé ante aquél hombre desconocido. Nunca me había entregado a alguien más que no sea mi marido ya que nos casamos muy jóvenes, pero ahora era completamente diferente estaba deseosa por probar miembros desconocidos, estaba ansiosa, así que empecé a probar de a poco hasta subir la intensidad, parecía una niña emocionada comiéndose un helado.

Deslicé mi lengua por todo el tronco hasta llegar a sus testículos, aquello era simplemente delicioso. Empecé a mover la cabeza lentamente, solo fui capaz de meter poco más de la mitad, así que aproveché para acompañar la mamada con el movimiento de mi mano, el ritmo era más desenfrenado a medida que crecía mi excitación, comerme aquél pene era maravilloso.

Escuché un chasquido de dedos, me detuve bruscamente para averiguar que sucedía, entonces aquel hombre que parecía de piedra me tomó y me llevó hasta el sofá, sin perder el tiempo se abalanzó sobre mi, apretando con fuerza mis pechos sin dejar de moverlos de forma estupenda, al poco sus labios empezaron a jugar con mis pezones que se encontraban duros y firmes: los lamió, estiró, apretó y mordisqueó sin parar, aquello fueron continuas descargas de placer que me pusieron cada vez más caliente.

Bajó por mi vientre, abrí las piernas deseosas de que siguiera bajando, no se detuvo hasta llegar a mi intimidad que estaba húmeda; mi cuerpo explotó al sentir el tacto de su lengua en mi clítoris, no dejó de presionarlo de un lado a otro, no pude reprimirme más y comencé a gemir, antes de penetrarme vi como se puso el condón hasta que se acercó y se frotaba con toda la suavidad posible en mi vagina.

De nuevo otro chasquido, entonces comprendí que aquel hombre no era más que un autómata a las órdenes de mi amiga, se levantó y vi como dirigía su miembro hacia mi entrepierna, ahora iba a sentirla dentro de mí y poco a poco fui notando como me iba penetrando, como mi sexo se iba abriendo a su paso proporcionándome un goce extraordinario, comenzó en seguida con sus movimientos, lo hacía suavemente, con una sutileza que me ponía a mil, mi respiración se aceleró cuando la penetración fue más profunda, mis gemidos eran cada vez más notorios, estaba disfrutando al máximo con aquello en mi ser.

Cuando llegó el siguiente chasquido me colocó rápidamente a cuatro, sin darme un respiro volvió a meter su miembro en mi vagina que estaba totalmente lubricada. -Más fuerte- le supliqué. Dejando la sutileza a un lado y comenzó a embestirme de forma salvaje, agarraba mi cadera y la empujaba hacía si mismo hasta que me la clavaba hasta el fondo, creí que me destrozaba, mis nalgas chocaban brutalmente con su cuerpo, aquel hombre parecía fuera de control, gemí como si estuviera poseída, mi corazón estaba fuera de sí y creí que me desmayaba, nunca me habían tomado de esta manera era delicioso.

En un momento se detuvo en seco y pensé que se había corrido, pero al levantar la cabeza apareció mi amiga a mi lado, tenía un bote de lubricante en la mano, sin mediar palabra el hombre me agarró las nalgas y las abrió de par en par.

-Tú eliges, querida- me dijo Sonia.

Había comprendido pero mi cabeza se llenó de dudas, aquella era mi zona prohibida, ni siquiera le había dejado a mi marido darme por detrás y por más qué me había rogado nunca lo deje. En otra circunstancia le habría dicho que no, pero volvió a mi cabeza aquella maldita imagen, de esa mujer con mi marido en la cocina, el odio y la rabia hicieron que dijera que sí, aunque con cierto temor, acepté. Mientras una cantidad importante de lubricante cayó en la raya de mi trasero, el hombre se quitó el condón para colocarse otro y así fue como sentí su glande presionando con fuerza y pese a la resistencia inicial, logró entrar de a poco, sentí dolor, pero no quería abandonar la acción, su pene seguía penetrándome hasta entrar y no paró hasta que mis nalgas chocaron con su cuerpo, me parecía increíble que entrará completamente si no fuera porque podía sentirla dentro de mí. Comenzó despacio a mover sus caderas, deseé que acabara pronto, instintivamente lleve la mano a mi clítoris para no centrarme en el dolor.

La mezcla de sensaciones era increíble me relajé y quizás por ello su miembro empezó a deslizarse con mayor facilidad, él aprovechó para incrementar el ritmo y así fue como llegué a un clímax brutal, un calor inundó mi cuerpo, los espasmos hacían vibrar mi cuerpo.

Me sentí extasiada dispuesta a recompensar al desconocido por semejante orgasmo, comencé a masturbarle con rapidez apuntando hacia mi cuerpo, debía de estar ya muy excitado porque no tardó mucho en correrse, no dijo nada, pero su cuerpo temblaba. Al terminar me sentí una mujer nueva, aquel hombre se vistió y salió de la casa mientras me fui a duchar después cené con Sonia como se había quedado en un principio, hablamos toda la noche de un montón de cosas antes de irme a casa.

(...)

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