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MI JEFE ME CALIENTA

Desde hace tres años que trabajo como reportera en un magazine para un periódico local, tengo una vida un poco monótona, del trabajo a la casa y viceversa, con un novio que no se si peor o igual que el trabajo, aburrido; es más, tengo un par de semanas molesta con él y es qué por alguna razón sentía que no me deseaba tanto y la verdad soy bastante caliente y necesitaba calmar mis ansias, todo el día estaba pensando en sexo, ya estaba como obsesionada. Y la verdad que mi jefe no me ayudaba en esta calentura.

Mario, mi jefe, era un hombre no mayor de 45 años, con una masa muscular definida pero no exagerada, se le notaba que se preocupaba por su físico, con una voz grave que me derretía cada vez que pronunciaba una frase. ¡Que el hombre casi hacía que me viniera con solo hablar! Su rostro totalmente equilibrado, simétrico, a simple vista resulta más atractivo, ojos de color azul intenso como el mar que, hacia juego con su piel bronceada, cabello corto negro y barba bien cuidada.

Me enviaron junto a él y cinco colegas más a una Convención muy importante en el área de Periodismo que anualmente se celebra, pero desde que comencé a trabajar no había tenido la oportunidad de ir, esta vez tocaba en Isla de Margarita, estaba fascinada con esta oportunidad que me habían dado, por fin salida de ese hueco llamado redacción, gracias a mi jefe que me dio la oportunidad. El hotel donde nos alojamos era unos de los más lujosos de la Isla y era punto de encuentro de todos los medios de comunicación invitados al lugar, cada uno de los que asistimos teníamos tareas asignadas, a mi tocó andar con Mario, mi jefe y la realidad era una gran tortura estar todo el tiempo con él, hasta nuestras habitaciones estaban una al lado de otra.

Una noche en particular, la última de la Convención, estaba algo excitada y me puse a coquetear con Mario, la verdad es que me divertía mucho hacerlo, porque veía todas sus reacciones, este juego me humedecía mi vagina, estábamos sentados en una mesa cenando en el restaurante del hotel cuándo me levanté educadamente con miras a dirigirme al baño y tratar de bajar la calentura de mi cuerpo. <¡Dios mío! Parezco ninfóman> — pensé.

Llegue al baño y abrí el grifo, moje mis manos y las pase por mi cuello, pretendiendo aminorar la sensación de querer tener sexo con mi jefe. Fue entonces cuando decidí darle atención a mi cuerpo drenar tanto deseo, ¿Alguna vez han tenido tanta tensión sexual por una persona que se sienten hasta avergonzada de sentirla? ¡Pues yo sí! Y aquí estaba encerrada en un cubículo del baño ahogando mis gemidos masturbándome tratando de calmarme, me había quitado la pequeña tanga, comencé a tocarme, afortunadamente para mí, esa noche traía puesto un top y una falda, si bien no era demasiado corta tampoco era larga, pero si permitía verme algo sexy y atrevida, además, Mario no dejaba de verme y eso me encendía.

Cuando estaba dándome rico acariciando frenéticamente mi intimidad y encontrándome bastante excitada con mis pensamientos morbosos, todos y cada uno relacionados con mi jefe, alcance a escuchar que alguien entraba al baño por lo que pare, y me quedé inmóvil. —¿Rosana estás aquí? — escuché la voz de Mario muy cautelosa, no sabía si contestar o quedarme en silencio ya que estaba escandalosamente excitada. "Esto tenía que ser una broma" —dije en un susurro. Acto seguido decidí salir, me coloqué mi tanga rápidamente y justo cuándo iba saliendo y con toda la excitación que me caracterizaba, —Sr. Mario, ¿Qué hace usted aquí? — Él se volteó y tal como slow motion (Cámara lenta) logré verlo de arriba abajo con ojos de lujuria.

—Lo que pasa es que te vi salir y sentí que algo te pasaba y me atreví a entrar porque no había nadie más. ¿Estás bien? — preguntó.

Sin mediar una sola palabra y dejándome llevar por el erotismo, —No, no estoy bien Mario, pasa que me tienes caliente— lo tomé de su mano derecha y me la coloqué entre mi pierna, para que sintiera la humedad en mi zona. Él no se sorprendió por mi actitud tan osada, rápidamente bajo su mirada apretó su mano en mi vagina y me tomó de la cintura con fuerza hacia él, —Está jugando con fuego licenciada Uzcátegui, se puede quemar— me dijo en un susurró entrecortado. Me mordí la parte inferior de mi labio, me separé un poco y lo miré fijamente a esos ojos azules como el mar, —Es lo que estoy buscando Jefe, quemarme en tu cuer... — no me dejó terminar la palabra cuando me plantó un beso urgido por la pasión y el desenfreno.

Nos volvimos locos, sus manos tenían libre acceso por todo mi cuerpo, volvió a posar su mano en mi vagina y notó cuán húmeda la tenía, —¡Oh! Por Dios. Estás muy mojada, me encanta— Pronto un gemido salió ahogado de mí, el único sonido que se escuchaba en el baño eran nuestros besos profundos y salvajes.

—Vamos a la habitación— me dijo y rápidamente accedí. —Te veo en mi cuarto— me recalco. Salimos del baño cada uno por su lado, tratando de no levantar sospechas, me despedí de mis compañeros de la mesa alegando tener un fuerte dolor de cabeza. Tomé el elevador y me dirigí a mi habitación, tenía que cambiarme y arreglarme, no iba a ir así. Tomé un par de condones, ¡Siempre ando preparada! Un poco de perfume y retoque de maquillaje, salí de mi cuarto, él ya me estaba esperando en su habitación, toque la puerta la abrió y como un animal a su presa me tomó de las caderas empotrándome contra la pared, comenzando a besarme por el cuello, nos separamos y sin ninguna objeción se sentó en una silla a un lado de una mesa a observarme, yo me subí a una mesa central que tenía la suite y abrí mis piernas invitándolo para que me mamara mi vagina. Tomé su cabeza dirigiéndose directo a mi clítoris, me subí el top y mis senos fueron al descubierto, inmediatamente se prendió de ellas succionando mis pezones haciendo que se endurecieran, mi jefe me hacía gozar de una forma bastante morbosa.

Ese día sin querer, aunque no lo crean, fue la primera vez que engañe a mi querido novio, pero la verdad es que últimamente no sentía nada se satisfacción con él, me gusta vivir mi sexualidad a plenitud, recordar lo caliente y morbosa que puedo llegar a ser. Mi jefe con unas de sus manos, usando dos dedos, se deslizó entre mis labios vaginales, introduciéndolos, a la vez que, con la otra mano, y usando también dos dedos, presiono mis clítoris y comenzó a masturbarme frenéticamente, el movimiento de sus manos era intenso, llenándome de placer, la sensación era maravillosa.

Hasta que se paró, y me dijo con su respiración entrecortada, —Ven levántate— dándome la mano para ayudarme a levantar se puso frente a mí y nos dimos un par de besos, moviéndome para tomarme firme por la cintura, al mismo tiempo que me recostaba contra la mesa, Mario separaba mis piernas con las suyas y ubicaba la punta de su sexo en mi intimidad. Con suavidad comenzó abrirse camino dentro de mí, disfrutando la penetración, mojando todo su miembro con mis jugos. Las primeras penetraciones fueron delicadas, disfrutando con su pene, lentamente, moviéndose en círculo dentro, así tuvimos pocos minutos hasta que sintió como me venía, mojándome toda y mojándolo a él.

—¡Oh! Qué hermosa eres Roxana, tenía tantas ganas de estar contigo— me dijo en un susurro desesperado.

—Tú me calientas Jefe— me dio una leve sonrisa. Nos quitamos el resto de la ropa y me llevó hasta el sofá, se sentó y subí a horcajadas sobre él, introduciendo su verga dura y firme en mi vagina, tomando con sus manos mi trasero a la vez que yo imprimía el ritmo, moviendo mi pelvis de un lado a otro, atrás, adelante, continuamente, satisfaciéndome con su sexo, y satisfaciéndolo con el mío. Subía y bajaba una y otra vez, rápido, lento, rápido, mientras que sus manos disfrutaban de mi trasero, masajeándolo fuertemente, a la vez que saciaba su sed de excitación pegando sus labios a mis pechos, jugando con su lengua con mis pezones sin parar. Hasta que un cruce de miradas lascivias nos hizo unir nuestras bocas en un beso fogoso, que determino mi inmovilidad, sintiendo sus manos ahora firmes en mis piernas y empezando a sentir nuevamente sus embestidas. Esas penetraciones duras, intensas es lo que más quería y las disfrutaba como nunca.

Así como estábamos, me tomo por mi trasero con fuerza alzándome y llevándome hasta la cama. —Vamos a la cama, quiero que estés cómoda— me dijo, ese gesto detallista por su parte me hizo sentir cómoda, aptitud que no me sorprendió ya que en nuestro trabajo era así conmigo. Sin dejar de penetrarme, me acostó y me deje caer, rodeando con mis piernas su cintura, acoplando nuestros cuerpos, enterró más su pene dentro de mí. Se abalanzo sobre mi cuello, besándomelo, bajando hasta mis pechos que se los comía desenfrenadamente, balbuceándome, —Te quiero toda para mi... Te quiero sentir completa Rox— Volvió a enderezarse, parándose pegado a mi sexo y volviéndome a decir, —Mi Rox—

Mi jefe estaba descontrolado cogiéndome sin parar, su verga caliente se hundía en mi vagina húmeda, dilatada por el frenetismo de cada arremetida de su cuerpo contra el mío. —Rox, párate, daté la vuelta, por favor— mientras hacia lo que él me pedía, vi que se quitó el condón para colocarse otro.

Me quería de espalda, yo lo hacía explotar, por lo que rápidamente, me acomode y sin demorar mucho, volvió Mario a penetrarme, rudamente, lo cual me excitaba mucho su rudeza, cosa que, a esa altura, él ya lo sabía, tras tres embestidas donde su sexo se enterró todo en el mío sacándome más de un grito de placer, finalmente explotó alargando mi último gemido de placer, alivio y satisfacción.

Tras un instante de silencio, mientras nuestras respiraciones y pulsaciones se regulaban y tirados en la gran cama, él rompió la fina fibra de silencio, —¡Perdón! Roxana, me descontrole— voltee mi cuerpo y lo mire a sus ojos.

—Nada que perdonar, me hacía falta un momento así— les respondí con una sonrisa de satisfacción.

—Gracias por esta noche.

—A ti.

Tras ese breve diálogo, él se colocó su bóxer y una franela, yo me vestí o medio vestí ya que mi habitación estaba al lado. Me acompañó hasta la puerta y se despidió con un beso tierno en mi mejilla, terminando así mi fantasía hecha realidad con mi Jefe.


                                                              ***FIN DEL RELATO***

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