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EL SILLÓN ROJO

El próximo sábado se casaba unas de mis amigas de la infancia, ni modo, estábamos perdiendo una de nosotras, —Risas— pero el viernes en noche le íbamos a preparar su despedida de soltera en un local muy sonado de la ciudad. Teníamos varias semanas preparando y esperando un turno en el local ya que es unos de los más buscados para este tipo de celebraciones. Se hizo algo íntimo a pedido de la no novia, entonces al local solo fuimos sus cinco mejores amigas. Todas estaban ya casadas, pero sólo quedaba yo, la renuente al matrimonio o como yo lo llamaba, matricidio, estaba comprometida si, tenía a mi novio, pero no me voy a extender a explicar por qué no creo en matrimonio.

Nos dirigimos al local y era muy curioso e innovador, permanecimos en la puerta hasta que nos recibieron, parecía un local muy normal, coqueto y con esos tintes eróticos qué suelen tener este tipo de lugares. Era un local cómo una especie de disco-club y no había demasiada gente. En un lateral había una barra atendida por tres atractivas mujeres, en el centro una gran pista de baile y alrededor mesas por todas partes, atendidas por varios camareros impecablemente vestidos. La música estaba bastante alta sin ser estridente lo que permitía hablar sin tener que gritar, nos sentamos en una de las mesas y uno de los camareros tomó nota de nuestra orden pasaron escasos cinco minutos y llegaron las copas. Luego comenzamos a bromear con nuestra amiga sobre su futuro matrimonio y la pérdida de libertad.

Después de tener una conversación divertida cómo a los veinte minutos uno de los camareros se acercó hasta nuestra mesa y nos preguntó que si éramos las de la despedida de soltera. Cuando le dijimos que si, nos pidió por favor que lo acompañáramos. Entre risas nerviosas nos levantamos y seguimos al camarero, nos llevó hasta el fondo del local, dónde había tres puertas cerradas dos de ellas colgaban grandes carteles que indicaban los baños de dama y caballeros. De la otra colgaba un cartel que decía privado, el chico presionó disimuladamente un timbre que había al lado de esa puerta en pocos segundos la puerta se abrió y apareció otro caballero muy bien vestido, le calculaba cincuenta años haciendo una reverencia para enterar.

Una vez todas dentro el camarero se retiró y el otro hombre cerró la puerta, nos condujo por un estrecho pasillo hasta otro local era una habitación pequeña en la que había una pequeña barra de bar, una mesa con seis sillas en el centro, un diminuto escenario con gruesas cortinas rojas, una puerta que indicaba "Baño", y otra puerta, a la derecha del escenario sin ninguna indicación. Nos acomodamos en la única mesa que había de detrás de la barra, el hombre que nos había recibido nos sirvió nuevas copas y luego desapareció por una cortina que había tras la barra. De pronto las luces comenzaron a apagarse, quedando únicamente encendidas dos grandes focos de luz roja, y la música bajó su intensidad. La cortina del escenario se abrió y aparecieron tres hombres impresionantes que nos hicieron un strip-tease integral, solo para nosotras. Lo cierto es que por lo menos yo, lo estábamos pasando brutal.

Uno de los "boys", que era de raza negra, completamente desnudo, se acercó hasta nuestra mesa y preguntó quién era la chica que celebraba su despedida de soltera, como un resorte respondimos al unísono, señalamos a nuestra amiga y hombre negro se le acercó y la invitó a que le tocara su miembro, que dicho sea de paso era descomunal. "Madre mía, solo en películas porno he visto algo así", pensé. Ya entre risas nerviosas nuestra amiga comenzó a acariciar aquel tremendo pedazo de carné, pero el chico no se le paraba. Las risas fueron incrementándose hasta que la algarabía fue frenética, después de unos minutos nuestra amiga consiguió por fin que el miembro del negro se despertará el " amigo". Y aquel flácido paquete, tenía longitud y grosor. Fue entonces cuando el "boy" se levantó y desapareció entre las cortinas del escenario. Las luces volvieron a encenderse y la música subió su volumen.

Luego volvió a aparecer el camarero con una botella de whisky. Tras servirlos en los vasos nos dijo, —Señoritas, la función ha terminado, pero si la chica que celebraba la despedida quiere pasar un buen rato, abra la puerta de la derecha, al lado del escenario— dijo aquél hombre con tono varonil y sexy. Luego desapareció nuevamente tras las cortinas de la barra. Por supuesto que después de escuchar esa opción todas animamos a nuestra anfitriona para que se dirigiera a aquella puerta, pero ella se negaba continuamente entre risas histéricas, como me veía que no se decidía me lancé en su ayuda, la cogí de la mano y la llevé conmigo hasta la puerta en cuestión. Entonces giré la cerradura y entré, dentro no se veía nada la supuesta estancia estaba completamente a oscuras. Pero para animar a mi amiga la jale para que entrará ella seguía riendo sin parar tímidamente y tiraba de mi mano hacia fuera. —No, no quiero entrar— me decía entre susurros y así consiguió soltarse de mi mano Yo por la inercia al tirón, me caí sentada en el interior de aquella oscura habitación, mi perra amiga con el ánimo de seguir la broma cerró la puerta dejándome dentro en la más absoluta de las tinieblas. Acto seguido escuché un ruido seco en la cerradura de la puerta. Me incorporé e intenté abrirla, pero fue inútil, la puerta se encontraba bloqueada y por más intento que hacía no la podía abrir.

Mi ansiedad comenzó a apoderarse de mi sistema, la respiración se incrementó, estaba alerta ante cualquier tipo de manifestación. A los pocos segundos una luz verde parpadeó en unos de los laterales de la habitación. Me incorporé y me dirigí hasta allí. Se trataba de un monitor pequeño con dos botones a cada lago que se encontraba empotrado en la pared, muy similar a un cajero automático bancario. Bajo el monitor había una especie de tapa de aluminio, así mismo empotrada en la pared entonces en el monitor comenzaron a aparecer letras verdes muy luminosas sobre un fondo negro. En la pantalla decía: "Bienvenida a la habitación del orgasmo. Por favor, para comenzar su sesión pulse el botón rojo".

Y es que a pesar de estar realmente nerviosa e intranquila la curiosidad era más grande, así que pulsé el botón indicado. El aviso anterior desapareció, y en su lugar salió otro:

"Antes de comenzar es condición obligatoria que se desnude por completo y deposite su ropa en la bandeja de abajo. Una vez efectuado el requisito pulsé el botón verde". Al mismo tiempo sonó un zumbido suave y la bandeja de aluminio, situada bajo el monitor, se abrió dejando al descubierto un pequeño cajón.

Me sentía en un mundo surrealista, sensación que me causaba excitación y curiosidad, así que sin pensarlo mucho comencé a quitarme la ropa. A medida que me iba despojando de prendas las iba depositando en la bandeja, la blusa, el pantalón y los zapatos fue entonces apreté el botón verde. Otro mensaje apareció en la pantalla: " Por favor, debe depositar toda la ropa en la bandeja ". ¿Quién me estaría observando?, me pregunte, porque sentía que me seguían los pasos, había una cama oculta en la habitación, lo que me provocó una doble sensación de miedo y excitación. Tras unos segundos de pausa decidí continuar hasta el final. Me quité las medidas pantis el sujetador y las bragas, depositándolas en el cajón. Volví a presionar el botón verde. Esta vez no hubo más mensajes. El zumbido volvió a sonar, cerrándose la tapa de aluminio con mi ropa dentro.

Y allí me encontraba, en un lugar desconocido, sin saber lo que se me avecinaba y encerrada como Dios me trajo al mundo. Entonces una luz roja, procedente de varios focos ubicados en el techo, iluminó tenuemente la estancia. Era más bien pequeña, calculé unos cuatro metros de longitud por dos metros de anchura. Desde mi posición, en la pared de enfrente se encontraba el monitor anteriormente citado, y el ranura por donde había desaparecido toda mi ropa. Detrás tan solo había una puerta completamente lisa, sin picaportes ni cerraduras. A mi derecha se encontraba la puerta bloqueada por la que había accedido al lugar, y a la izquierda, un curioso sillón negro anatómico con multitud de accesorios, similar al de un odontologo. El suelo era acogedor todo de alfombra, que evidentemente estaba diseñada para estar descalza sin pasar frío.

Nuevamente el monitor volvió a mostrar una notificación: "Por favor, acomódese en el sillón". Debo reconocer que aquella situación me resultaba algo incómoda, pero, ¡Qué carajo!, había dado el paso de desnudarme y tenía curiosidad por saber el desenlace de toda aquella parafernalia. Me dirigí hasta el sillón rojo y procedí a sentarme. Inmediatamente después, la puerta lisa, que se encontraba ahora a mi derecha frente al monitor, se abrió. Mi respiración se aceleró y mis menos sudaban frío al ver una silueta de una mujer, vestida de negro y con una máscara en la cara, que, sin dirigirme la palabra comenzó a operar el sillón. Primero me colocó dos correas en las muñecas, las cuales fijó a cada uno de los apoyos laterales del sillón, inmovilizándome totalmente los brazos. Después hizo lo propio con mis tobillos, sujetándomelos a los laterales del sillón por medio de dos pequeños grilletes. Luego me colocó una correa más larga, a la altura de mi cintura, la cual abrochó por detrás del sillón, dejando mi cuerpo literalmente pegado al respaldo. Por último reguló el reposacabezas para situarlo a mi altura y desapareció, sin despedirse, por la misma puerta que había entrado.

Ya a los pocos segundos de irse la mujer una nueva silueta tomaría forma en el umbral de la misteriosa puerta. Esta vez se trataba de un hombre, que también portaba una máscara en su cara, a medida que se iba acercando hasta mí pude comprobar que estaba completamente desnudo, a excepción de su diminuta tanga que delataba su enorme miembros. Era un tipo alto, musculoso, de raza negra. Al llegar al sillón, accionó un mecanismo oculto y comenzó a oírse un zumbido mecánico. Primero el asiento del sillón parecía partirse en dos, separándome las piernas. Luego, la mitad del asiento se plegó hacia dentro, de tal forma que mi vagina quedaba totalmente abierta y suspendida en el aire, pese a todo, el sillón me seguía resultando cómodo. El hombre se arrodilló entre mis piernas y comenzó a acariciar mi intimidad con una de sus enormes y suaves manos, él frotaba mis labios vaginales y me pasaba con un dedo desde el clítoris hasta el mismísimo ano. Aquello comenzó a ponerme cachonda y a humedecer mi sexo. En un momento dado, uno de sus dedos fue profundizando entre mis labios vaginales hasta penetrarme. Entonces comenzó a meterlo y sacarlo al mismo tiempo que hundía su cabeza entre mis piernas y me lamía el clítoris. Pasados unos segundos, sin dejar de mover su lengua, su dedo se salía de mi vagina y comenzaba a inspeccionarme mi trasero. Tras un suave forcejeo hundió su dedo en mi interior hasta hacerlo desaparecer en el. Ahora su dedo entraba y salía de mi ano al mismo tiempo que me frotaba el clítoris con la punta de su lengua, y otro de sus dedos me penetraba nuevamente mi vagina, estaba empezando a perder la razón, esto era una sensación indescriptible. Fue entonces cuando experimenté un tremendo orgasmo que me hizo gemir de placer.

Después de estabilizar mi respiración, el hombre se incorporó del suelo y se quitó el tanga. Tenía el miembro espectacularmente erecto. Se apartó de mi y fue directo a una gaveta tomó un condón y se lo puso, masturbarse suavemente volvió a donde estaba y accionó otro mecanismo que hizo subir al sillón hasta que mi vagina se situó a la altura de su pene. Apuntó aquella tremenda herramienta entre mis labios vaginales y fue empujando lentamente hasta que su glande me penetró. Luego, ya sin la ayuda de sus manos, empezó a metérmela muy despacio hasta conseguir clavarla entera, a pesar de su tamaño no sentía molestia alguna, comenzó a cogerme despacio, poco a poco, hasta que la velocidad de sus caderas iba en aumento y mi sexo no paraba de abrirse y asomar flujos. Tarde menos de dos minutos en encadenar tres orgasmos consecutivos de una intensidad que no conocía hasta ese momento. ¡Increíble! Luego bajó de nuevo el ritmo y continuó cogiéndome muy lentamente.

De pronto apareció otro hombre negro en la habitación, del mismo estilo que el anterior e igualmente protegido con máscara. Se acercó hasta el sillón y, mientras el otro seguía embistiendome, este se colocó cerca me mi cara, bajo una cremallera situada en el centro de su tanga, se sacó el miembro, que también era de un tamaño considerable a pesar de encontrarse semi-erecta, la apuntó hacia mi cara y comenzó a mearse. Lo tomé con gran firmeza y lo metí en mi boca, la negra piel de su prepucio se fue retirando hacia atrás dejando al descubierto el capullo, el cual comencé a lamer con verdadera excitación y ansia. En ese momento, el bombeo de su amigo me produjo un nuevo orgasmo.

En mi vida había sentido tanto placer junto, después después de una larga cogida los dos tipos desaparecieron por la puerta interior.

De nuevo salió la mujer que me había atado al sillón. Se acercó hasta mí, y, antes de desatarme, empezó a lamer mis senos, después se agachó e hizo lo propio con mi vagina, nunca habia tenido intimidad con con una mujer pero aquello me dio tanto morbo que me corrí de gusto mientras me daba un exquisito sexo oral. Finalmente me liberó de mis ataduras y desapareció por la puerta.

Cuando me levanté del sillón, me temblaban las piernas, estaba sudada, además, era la primera vez que perdía la cuenta de cuantos orgasmos que había disfrutado en una sola sesión de sexo. El monitor volvía a parpadear: "Para finalizar pulse el botón amarillo. Para una nueva sesión pulse el botón azul".

¡Oh! Dios Por una parte no podía con mi alma, mi cuerpo estaba impregnado de sudor y semen, mis amigas me esperaban fuera, ya debía ser muy tarde, mi novio también me estaría esperando en casa, pero por otra parte nunca había sentido tanto placer, ni había disfrutado de aquella envergadura de penes.

Así que, ¿Cuál botón creen que pulsé?


                                                                               ***FIN DEL RELATO***

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