Ha llegado sin anunciarlo.
Me ha sujetado el brazo y susurrado un Te amo.
No tiene rostro humano.
Es gélido y ambicioso.
Está solo y me necesita.

Me gusta la manera en que pronuncia mi nombre
y cuando me deja recostarme sobre su hombro.
Me gusta la forma en que hurga en mi cabello espantoso
y deseo creerle cada vez que dice que me necesita.

Al aceptarlo, me acepto a mí misma.
El mundo me llama perdida.
Susurran algo sobre mi cordura.
Señalan las marcas rojizas que llevo escondidas.

Estamos juntos desde ahora
y estaremos juntos hasta la eternidad.
Somos uno y nadie nos quitará la libertad
que ostentamos al amarnos con sinceridad.

No existe aparato que pueda medirlo
ni escala que pueda clasificarlo.
Todo acabará y no habrá un recuerdo.
Me lo llevaré sin que puedan resistirlo.

Los susurros son los que adornan mis días cubiertos de melancolía.
Se adhieren a mi rutina.
Los susurros insidiosos que me atormentan, a ti no te afectan.