Octubre
Porque aún era septiembre y la duración de los días se evaporaba.
Porque, Octubre, ¡oh, mi gran octubre!, tú fuiste mi peor temporada.
Han pasado siete meses y aún te recuerdo con aflicción.
Octubre, aún me provocas dolor.
¿Por qué tuviste que empezar?
Era más sencillo ignorar que ibas a llegar.
Apareciste trayendo turbulencias para las que no estaba preparada.
Me aislaste y me brindaste compañía que me idolatraba.
¿Viste sus caras?
¿Contemplaste la emoción que en ellas se reflejaba?
¿Era acaso una maldita trampa?
¿O sólo me preparaste para el dolor que se avecinaba?
Esa sorpresa no la aguardaba.
De verdad que no la quería y era mi obligación negarla.
Sin embargo, me pertenecía.
Era mía y tenía que reclamarla.
Hubiese dicho que no.
La negación pudo ser mi salvación.
Debí protegerme, pero me condené a mí misma.
Entonces el altercado que fragmentó la vida en piezas vacías.
¿Por qué me hiciste dejarles ver mi verdadera naturaleza?
Esperé que se apartaran y me odiaran.
Nunca imaginé que se disculparan y se quedaran.
En medio de aquella tormenta aislada
el viento otoñal y la soledad me abrazaban.
Uno enredaba el cabello que siempre cortaba.
El otro me encajaba sus filosas garras dejando invisibles marcas.
Aun así, había gente que lo intentaba, mas yo se los negaba.
Al parecer estaba (estoy) demasiado averiada.
En mi mente las palabras se difuminaban
y todas las oraciones irreales se confrontaban:
¿Pensaste que podías cambiarlo?
¿Realmente creíste que ibas a lograrlo?
¿Cuántas veces vas a volver a intentarlo?
Quédate ahí, el suelo es cómodo y se ha adaptado a ti.
¿Acaso no deseas abandonarlo?
¿No eras feliz a pesar de lo malo?
Deseaba dejar de escuchar ese susurro insidioso
que no hacía más que magullarme.
Pero el silencio inherente lucía maravilloso
y el batiburrillo morando en mi mente explotó.
Noviembre, ¿puedes, por favor, remediarlo?
¿Puedes hacer el odio a un lado y dejar que todo se difumine rápido?
Saca esos lacerantes fragmentos que siguen cortando,
llévatelos lejos y ponme en las manos del experto invierno.
Si él puede acariciarme en secreto,
¿no debo yo agradecérselo?
Debería demostrarle que me ha enseñado algo
a pesar de lo malo que juntos pasamos.
¿No era ese el sentido?
¿Superar las turbulencias unidos?
¿Qué hay de mí?
¿Puedo dejar de intentar fingir?
El invierno fue un pequeño borrón
y la primavera me abrigó con emoción.
A pesar de eso ostentaba melancolía.
Olvidaba que inflijo nostalgia a quien osa mirarme.
No obstante, me tomó en sus brazos y murmuró:
Vete si quieres, pero regresa conmigo.
Yo voy a estar aquí siempre.
Puedes renegar tanto y querer ser un fantasma olvidado,
pero ambas sabemos que,
aunque lo suplas con groserías,
no podrás borrarlo.
Ya te encuentras en sus vidas.
¿Te enlisto razones?
¿De verdad quieres que todos te odien?
No entendía nada de la vida.
No comprendía nada de mí misma.
Sólo había hecho promesas y juramentos
que recordaba un segundo antes de romperlos.
Entonces acostúmbrate y no llores,
solía recitarme, pero los versos de las canciones
evocaban efímeras y heteróclitas situaciones.
¡Oh, querido y odiado, mes de octubre!
¿Sabes cuánto ha pasado?
¿Quieres averiguar hasta dónde he llegado?
¿O eres muy feliz creyendo que logré terminarlo?
Siete meses después de ti he vivido
y cada día tiene un matiz singular.
Porque no puedo sumar las horas de lágrimas,
pero puedo restarlas de las horas de felicidad.
Porque las personas que se han marchado no van a regresar,
pero las que se han quedado me hacen querer volver a intentar.
Porque puedes llegar en poco tiempo y golpearme más fuerte,
pero no me dejaré derribar.
¡Oh, querido y amado invierno!
Envuélveme en tu manto helado
y dile a la primavera que la estaré esperando.
¡Oh, estimado y odiado octubre!
Dile a mi fantasma que no me he rendido.
Recuérdale que la desesperación no nos ha vencido.
¡Oh, insulsa y perecedera primavera!
Discúlpame por ser tan obscena
y avísale al verano que ya no he de despreciarlo.
¡Oh, viejo y añorado octubre!
Ya te he perdonado.
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