¿Ardid?
Cediste ante mis necedades.
¿Lo hacías porque afecto por mí sentías?
¿O simplemente querías evadir la culpa?
Pensé que era parte de un ardid,
que intentabas manejarme
y, quizás, en el fondo manipularme.
Los susurros de mi mente crean calumnias insanas
a pesar de que me sonríes cada mañana.
¿Sabes?
No te veo a la cara,
pero no es soberbia,
tampoco miedo.
Simplemente creo que aún no es el momento.
El único ardid existente es el que crea mi mente.
Mientras tanto, te seguiré escuchando
porque tus compensaciones son agradables.
Me haces sentir importante,
me haces creer que puedo ser afable
y, sobre todo, me haces pensar que no soy tan canalla.
Eso no implica que deje de estar callada
y examinar tus actos en un intento de ser taimada.
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