No tengo sueño, es muy tarde y no logro conciliarlo.
Me siento como un gato negro, de esos que las personas consideran de mala suerte, encerrado en una habitación de múltiples recuerdos.
Me gustaría pasear por toda la casa antes de marcharme. Recordar y sentir por última vez todo lo que vivimos juntas pero quizás sea lo menos adecuado. Llorar y gritar no sirve de nada, es temporal y desgastante el hecho de destruirse lentamente con cada paso en retroceso.
Me siento encerrada, los baños de agua fría con hielos no sirven de nada, dormir en la regadera sólo me enferma día con día.
Cada anochecer es un martirio, pienso que es una larga pesadilla con voluntad propia de la cual el final es próximo.
Mi corazón se acelera rápidamente, lágrimas salen descontroladas de mis ojos, mis acciones se vuelven torpes y agresivas hacia mi desolado entorno que poco a poco se va haciendo gris.
Entonces todo muere. Todo cae, se levanta, nubla y renace. Todo estará bien, sólo es cuestión de que sanen tus heridas.