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Capítulo único

Terminó de limpiar las mesas, acomodar las sillas y fregar toda la vajilla acumulada. Al barrer la suciedad del suelo, una sensación de agotamiento se apoderó de él, agravada por el uniforme empapado en sudor y suciedad tras horas de arduo trabajo. Ese día su jefe y mejor amigo, Kim Namjoon, le había pedido de favor cerrar la cafetería, pues tenía una importante reunión con un posible inversor.

Se puso su ropa, acomodó su cabello castaño con sus manos, mirándose en el pequeño espejo que tenía pegado en la puerta del casillero, intentando aplacar un poco el nido de pájaros que tenía por peinado en ese momento. Al final decidió ponerse su abrigo con capucha, pues no hubo manera de hacer ceder su negro cabello.

Salió de la tienda, poniendo el cartelito de cerrado y el seguro a la puerta. Miró la hora en su teléfono, soltando un suspiro al constatar que casi era media noche.

—Hola, Jungkook.

Pegó un brinco llevando una mano a su pecho, girándose a ver al causante del aquel susto. Su ceño se frunció al ver a aquel hombre de cabello rosa, como algodón de azúcar, cuya presencia inesperada lo tenía desconcertado. Los ojos verdosos de Jimin, enmarcados por un sutil delineado marrón, le miraban con expresión ansiosa. Jungkook no pudo evitar notar lo excepcionalmente atractivo que lucía ese día, con su suéter amarillo pastel dos tallas más grande y sus botas Converse a juego.
Tenía parte de su cabello recogido hacia atrás con un pasador en forma de flor, que hacía contraste con los dos pequeños aretes que llevaba puestos ese día.

—¿Qué haces aquí, Jimin? —su tono salió aún más brusco de lo que pretendía, pero al recordar la última conversación que tuvieron su incomodidad solo hizo aumentar.

—Quería verte, Kookie —sonrió ladeando la cabeza, sus ojitos volviéndose una fina línea.

—Terminamos hace dos semanas, Jimin. Pensé que había quedado claro —le sorprendía lo descarado que podía ser para aparecerse allí bajo aquella excusa.

—Pero Kookie-

—Jimin, vete por favor —pidió con voz más amable, sintiéndose mal al verlo bajar la mirada con una mueca de angustia.

—Te extraño demasiado, Kookie —sus ojitos se cristalizaron, y pronto dos gruesas lágrimas corrían por sus mejillas abultadas. Se lanzó a su cuerpo, abrazándolo con fuerza mientras restregaba su rostro contra su pecho—. Regresa conmigo, te lo pido.

Verlo así de vulnerable removió aquella máscara de indiferencia que se había inventado. Si vio a sí mismo llevando una mano al cabello rosa para darle unas cuantas caricias, mientras la otra se acomodaba en la cintura fina del más bajo.

—No llores ¿sí? —pidió con voz dulce, y Jimin sonrió un poquito antes de mirarlo.

Jungkook siempre había sido débil ante sus lágrimas, y el hecho de que ahora lo estuviese consolando de tal forma quería decir que todavía tenía una oportunidad para volver a estar juntos.
Se puso de puntillas cruzando sus brazos detrás del cuello del pelinegro, queriendo besar esos labios finos y suaves que tanto había extrañado. La cercanía entre ambos reavivó sentimientos pasados, pero un empujón repentino detuvo cualquier gesto romántico. Jungkook se sintió impotente ante la tempestad de emociones que lo invadía, resistiéndose a la tentación de dejarse llevar por su historia con Jimin.

—No puedo ser bueno contigo, enseguida te aprovechas para enredarme en tu labia de nuevo —le reprochó cruzando sus brazos sobre su pecho.

—¿Por qué hablas así? Yo solo quiero que volvamos a como era antes.

—¡No, carajo! ¡Te dije que lo nuestro se había acabado definitivamente! —Jungkook se sentía tan impotente en ese instante, porque a pesar de la seguridad que había en sus palabras, su corazón solo le pedía abrazar al más bajo y llenarlo de besos.

—¡Es porque encontraste a otro ya! ¡¿No es así?! —exclamó con los puños cerrados y la mandíbula apretada.

—¿Ves? Por eso mismo decidí terminar contigo.

Las pocas personas que aún deambulaban por la calle pasaban rápido por su lado, no queriendo inmiscuirse en la discusión de ambos.
Jungkook soltó un largo suspiro pellizcando el puente de su nariz con los ojos cerrados.

—Eres tóxico, Jimin, tus celos son enfermizos.

—No digas eso, Kookie, yo-

—Me tiraste un jarrón a la cara la última vez que conversamos, de milagro pude esquivarlo —lo miró neutral, acomodando su mochila en sus hombros, manteniendo una distancia segura.

—Solo fue porque estaba enojado —justificó con el ceño fruncido—. Te prometo que voy a cambiar, cariño.

—Estoy cansado de la misma absurda promesa de siempre, vete a la mierda y déjame en paz de una maldita vez —espetó cansado ya de la conversación. Ya no sabía cómo hacerle entender al pelirrosa que no volviera a buscarlo sin ser grosero.

Se dio la vuelta ignorando los sollozos entrecortados que soltó el mayor, llamando su nombre un par de veces antes de callarse.
Jimin al ver que esta vez llorar no lo ayudaría, terminó optando por poner en práctica su plan B, que si bien había desechado en un inicio, ahora le parecía una muy buena opción. Caminó hasta su auto y abrió el maletero, sacando un bate de madera con una sonrisa escalofriante. Observó alrededor viendo las calles desiertas, acercándose a paso lento a su ex-novio.

—Lamento informarte que si no eres mío... —el pelinegro se volteó al escucharlo tan cerca, recibiendo un fuerte golpe en la frente que lo hizo caer al piso—, no serás de nadie más.

Lo último dicho por el contrario se escuchó lejano, sintiéndose extremadamente mareado y su vista tornándose negra hasta caer inconsciente.

[...]

Jungkook y Jimin se conocieron cuando este último llegó a su universidad presentándose como el nuevo psicólogo. Jungkook apenas estaba en su segundo semestre de Arquitectura, sintiéndose superado por los millones de evaluaciones y exposiciones que tenía a diario.

El estrés y la depresión comenzaron a merodear en su mente, por lo que su mejor amigo le había recomendado hacer una visita al psicólogo. Fue casi como amor a primera vista. En cuanto entró en aquella oficina se quedó maravillado por la belleza de, en ese entonces, rubio hombre. Park Jimin era encantador, tenía un gran sentido del humor, siempre tenía un buen tema de conversación y sus gustos eran bastante parecidos.

Solo pasaron pocas semanas para que ambos comenzaran una relación, aunque el menor se sentía un poco inseguro en cuanto a lo que tenían debido a que Jimin, aunque no era un profesor de igual forma representaba una autoridad en la institución, y podrían meterse en problemas si eran descubiertos. Además, había una diferencia de siete años de edad entre ambos, siendo Jungkook aún menor de edad, con solo diecinueve años.

Sin embargo, sus constantes miedos se vieron aplacados por las palabras tan convincentes y elocuentes de su pareja. Jimin tenía un poder de persuasión bastante increíble, suponía que gracias a su profesión.
Ahora, cuatro años después, había decidido poner fin a su relación por las constantes peleas que tenían. Era prácticamente un plato de cada día tener una discusión, casi siempre iniciada por el pelirrosa, que no soportaba que alguien que no fuera él se acercara demasiado a su persona.

El primer año de relación fue una completa maravilla. Todo era amor y corazones revoloteando sobre sus cabezas, salidas a varios lugares, viajes cortos al bosque para acampar, pasar sus vacaciones juntos en el apartamento del mayor y muchas otras actividades típicas de pareja.

El segundo año las cosas comenzaron a cambiar. Con la entrada de un chico nuevo a la universalidad que se había ganado rápidamente su amistad, el mayor comenzaba a celarle, sin embargo, más que enojarlo por la falta de confianza en su persona, esos celos le parecían demasiado adorables.

La cosa no fue así cuando en su tercer año de relación esos celos se habían vuelto insoportables. Él amaba mucho al mayor, pero ya habían llegado a un punto de no retorno donde su relación ya estaba completamente rota. Ni siquiera podía hablar a solas con Namjoon sin que luego Park estuviera encima de él cuestionándole que habían hablado.

Intentó dejarlo un par de veces, pero su corazón enamorado había cedido ante los ruegos y lágrimas de Park. Como había mencionado antes, Jimin tenía un gran poder de persuasión, rozando ya la manipulación.

La última gota que desbordó el vaso fue el día que expulsó a su mejor amigo entre empujones y gritos porque le había abrazado, cuando Nam solo estaba agradecido porque le echaría una mano con la cafetería que había adquirido hace un par de meses y que estaba falta de personal. Incluso lo había abofeteado y él no había dudado en devolver el golpe, lo cual terminó en él recogiendo todas las cosas que tenía en ese apartamento y marchándose a su hogar.

Jimin se había vuelto como loco cuando abrió la puerta, llegando cansado después de una larga jornada de trabajo, encontrando a su novio abrazado a ese hombre que siempre estaba detrás de él. Eso obviamente era solo un pensamiento de su posesiva mente, pues desde que habían iniciado su relación los encuentros del pelinegro con su mejor amigo habían disminuido hasta verse solo dos o tres veces al mes.

Después de eso el pelirrosa fue buscándolo a su casa pidiéndole perdón y prometiéndole que intentaría controlar esos absurdos celos que sentía. Como tonto enamorado que era aceptó sus disculpas, terminando ambos en su habitación, con Jimin a horcajadas sobre su regazo, montándolo mientras le repetía que lo amaba una y otra vez.

Después de la reconciliación las cosas no cambiaron mucho, pero al menos su novio se esforzaba en no armar un escándalo en lugares públicos o delante de sus amigos. Obviamente, la situación no duró más que unos meses, pues cuando el primo de Nam se mudó desde Gwangju a Busan la cosa fue a peor.

Jung Hoseok era una persona risueña y alegre en extremo, muy cariñoso, al punto de llegar a ser algo pegajoso. Eso claramente había molestado a Jimin, y lo entendía, pero no es como si Hoseok solo fuera así con él. Se comportaba de igual manera con todos, e incluso se inhibía un poco con él porque Namjoon le había advertido sobre cómo era su pareja.

La desición de dejarlo se había hecho definitiva el día que durante una de sus discusiones, el pelirrosa no había dudado en lanzarle uno de los jarrones decorativos de su sala de estar al rostro. Después de la acción Jimin se había mostrado arrepentido, pero a pesar de que lo amaba ya no estaba dispuesto a seguir aguantando esa situación. Esa vez no dudó ni un poco en marcharse de aquel apartamento.

Y así pasaron dos semanas en que no supo nada de él, hasta que su ex-novio fue a buscarle a su trabajo de medio tiempo, y las cosas ahora sí se habían salido completamente de control.

[...]

La punzada repetitiva en la región frontal de su cabeza no le permitía abrir del todo sus ojos. Tragó saliva sintiendo su boca reseca e intentado ubicar sus recuerdos. No entendía nada de lo que estaba sucediendo ni la razón por la que sus articulaciones se encontraban entumecidas. Intentó moverse, notando hasta ese momento la cuerda que retenía su cuerpo contra un sillón negro algo desgastado.

De pronto, los últimos minutos antes de quedar inconsciente llegaron como un tropel a su cabeza.

—¡Jimin! —gritó removiéndose con fuerza, rememorando el golpe que este le había proporcionado—¡Da la cara, hijo de puta!

—Veo que ya despertaste —mencionó con voz socarrona, sonriéndole mientras se acercaba a él con paso lento y esos orbes verdosos fijos en los suyos. Parecía un depredador esperando el momento oportuno para acorralar a su presa.

—¡Malditamente enloqueciste! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! —reclamó, furioso y confundido a partes iguales. Estaba bien que Jimin fuera algo —muy—, posesivo, pero no lo creyó nunca capaz de hacer algo así.

El pelirrosa no era un criminal, más bien parecía un tierno gatito que ronronearía con cualquier pequeño mimo. Jimin era la definición de adorable y tierno juntas, elevado al cuadrado y luego multiplicado por mil. ¿Cómo había sido capaz de hacerle algo como eso?

—Cálmate, Kookie, te lo explicaré todo —tomó un pequeño banco y se sentó justo frente a él.

El silenció duró unos pocos minutos, en los que el mayor se dedicó a observar el rostro de su ex-pareja fijamente, casi sin pestañear siquiera. Jungkook incómodo por tal mirada, desvió sus ojos analizando el lugar por primera vez.
Parecía ser una mansión en decadencia por lo grande que se veía la habitación. Las paredes se encontraban llenas de manchas y moho, el piso estaba bastante sucio y los muebles a su alrededor se veían viejos y desgastados. El lugar era bastante oscuro, una ínfima luz de luna entraba a través de las persianas rotas, no dejándole detallar bien todo, pero iluminando lo suficiente para poder observar a Jimin frente a él.

—Te quiero tanto que no soporto verte junto a alguien más, si pudieras comprender aunque sea aún poco mis sentimientos-

—No tengo que comprender nada, estas loco de remate —le interrumpió hablando de manera cortante.

—¡No vuelvas a decir que estoy loco! —el repentino grito de furia lo hizo sobresaltarse. No esperaba que con esas simples palabras el mayor reaccionara así. Se aclaró la garganta, acercándose aún más, irrespetando su espacio personal y no dudando en acariciar su mejilla—. Sé que he cometido errores, pero ¿realmente crees que merezco que me abandones? He estado trabajando en mejorar, pero siento que no valoras mis esfuerzos. Si me dejaras en verdad, sería devastador para mí. Creo que podríamos superar esto juntos si realmente te importara nuestra relación... pero ambos sabemos que no lo hace.

—No me jodas, Park, estuve contigo hasta que la mierda nos dio al cuello.

—¿Y por esa razón andabas besándote con ese imbécil? —masculló entre dientes, apretando la mandíbula y con las venas de su cuello marcándose por la rabia y el enojo. Rebuscó en su teléfono, mostrándole después una foto de él y Hoseok en una cafetería.

—¿Estuviste acosándome? Estás chalado —profirió aún anonadado por la nueva información.

—¡Qué no me llames así, carajo!

El sonido de la bofetada hizo eco por el lugar. Jungkook se quedó observándole sin decir absolutamente nada. Después de varios segundos en los que observó las manos del pelirrosa temblar y su rostro encogerse en una mueca tristona y arrepentida, fue que abrió su boca y las palabras que salieron de ellas casi  hicieron a Park arrodillarse y llorar suplicando perdón.

—No lo besé, se ve así por ángulo, pero solo conversábamos sobre el auge que está teniendo la cafetería de Nam —explicó en un murmullo, bajando la cabeza con lágrimas surcando sus mejillas—. Desde que era un chiquillo de diecinueve años estoy completamente enamorado de ti, Minnie, y que no confíes en ese amor que te tengo me duele tanto.

Jimin alzó ambas cejas sintiendo su corazón palpitar rápido en su pecho. Jungkook sonrió ligeramente aún manteniendo la cabeza baja. Vivir cuatro años al lado de un manipulador como él debía dar resultados ¿no?. Incluso ahora lo estaba haciendo sentir culpable por querer rehacer su vida después de que él mismo se la había jodido tanto.
Porque sí, ese día con Hoseok habían tenido una cita, y si bien no se habían besado en ese preciso momento en el que Jimin había tomado la foto, si lo hicieron en la puerta de su casa cuando se despidieron. Y a él le había encantado, a pesar de que su amor por el ojiverde seguía intacto, Hoseok le parecía una persona tan alegre, carismática y amable, que no se había resistido a besarlo.

—Suéltame y olvidemos esta locura, amor —pidió con voz suave, y Jimin asintió levemente acercándose a él.

Se subió sobre su cuerpo sin intenciones de desatarlo, tomando sus mejillas con ambas manos y pegando sus labios en un beso lento pero apasionado. No pudo negarse al contacto por más que quería, los labios cálidos y dulces de Jimin siempre serían su mayor perdición.
El pelirrosa pasó ambos brazos detrás de su cuello pegando sus pechos, deseando que ese roce fuera piel contra piel y no con esa molesta tela de por medio. Jungkook agradecía estar atado, así no sucumbía ante las acciones del mayor. Jimin era tan bonito, tan sensual, que se le hacía difícil resistirse a las millones de sensaciones que le causaba el simple roce de sus labios.

Park soltó una risita contra su cuello cuando sintió su miembro duro contra su trasero, burlándose de que su cuerpo hubiera reaccionado de esa forma ante un par de besos. Inició un lento vaivén con sus caderas que hizo al pelinegro morder su labio inferior mientras cerraba los ojos, su mente abandonando cualquier pensamiento racional y considerando ya rogarle al ojiverde que lo soltara para poder tocarlo a su gusto.

—Minnie, por favor —jadeó sintiendo los labios del contrario deslizarse por su cuello.

—¿Quieres tocarme, Kookie?

Estaba a punto de asentir cuando el sonido del motor de un auto lo sorprendió. ¿Alguien había ido a rescatarle? ¿Ya habían descubierto que Jimin lo tenía secuestrado en aquel lugar? Esperaba que sí, porque no quería que el pelirrosa lo envolviera de nuevo en su jueguito.

—Nuestro invitado sorpresa ya llegó —anunció el contrario con una sonrisa ladina abriéndose paso en su rostro.

Lo observó alejarse de él con la confusión nublando su mente. ¿A qué se refería con eso? No entendía que tanto había planeado el mayor. Lo vio acercarse, colocando una cinta en su boca para impedirle hablar, y a pesar de que forcejeó un poco, no pudo evitar que se la pusiera.
Se alejó, ocultándose en una de las esquinas de la enorme habitación, lugar donde la luz no alcanzaba y sería muy difícil notarlo.

Un minuto después un perdido Hoseok apareció pronunciando su nombre. Abrió los ojos en grande al notar las intenciones de su ex-pareja, haciendo ruidos y negando con la cabeza. Aquellos sonidos llamaron la atención del recién llegado, que se mostraba bastante asustado de la situación. Jung soltó un suspiro de alivio al verlo, corriendo hacia él para desatarle.

Comenzó a negar con su cabeza, pesando que el chico era un poco tonto, pues no sé había molestado en retirarle la cinta adhesiva de la boca.

—Estábamos tan preocupados por ti, desde ayer en la noche no dabas señales de vida ¿qué sucedió? —cuestionó, finalmente quitándole la cinta de la boca y procediendo a terminar de desatarlo.

—¡Vete de aquí, Hoseok!

—Que bonito reencuentro —Jimin salió de la oscuridad, con el bate de madera con el que lo había golpeado antes en la mano. La sonrisa macabra en su rostro les causó escalofríos a ambos.

—¿Tú eres el responsable de esto? Estás enfermo ¿cómo puedes hacerle algo así si tanto lo amas? —se puso delante del pelinegro queriendo protegerlo.

—No cuestiones mis sentimientos por él, Kookie es mi bebé, solo yo puedo tocarlo.

Se adelantó intentando golpearlo con el bate, pero los rápidos reflejos de Jung lo ayudaron a esquivarlo. Intentó tomar el bate, pero ambos terminaron forcejeando mientras Jungkook intentaba terminar de desatarse por su cuenta.

—Jungkook puede estar con quién le de la jodida gana, no eres su dueño —pronunció Hoseok arrebatándole el bate, pero pronto una punzada dolorosa en la parte alta de su abdomen lo hizo abrir los ojos exageradamente.

Observó hacia abajo, viendo la mano de Jimin sujetar una navaja, que poco a poco comenzaba a mancharse de su sangre. El pelirrosa no dudó en sacarla y enterrarla un par de veces más en el abdomen del contrario, todo bajo la atónita mirada del pelinegro, que ya había conseguido desatarse.

Hoseok cayó al suelo expulsando sangre por la boca. Jungkook observó todo con la boca abierta, sintiendo un nudo en su garganta que le impedía articular cualquier palabra. Jimin simplemente había enloquecido. Con la mente turbada observó al mayor tomar el bate y comenzar a golpear la cabeza de Jung una y otra vez con una gran sonrisa en el rostro. La sangre salpicaba por todos lados, manchando esos labios rosáceos que adoraba besar, esas mejillas abultaditas que tanto le gustaba pellizcar; y esas manos que tanto acariciaron su cuerpo en esas noches interminables de pasión.

Se puso de pie con el pulso disparado, un repentino miedo amenazando con dejarlo inmóvil en aquel lugar observando la espeluznante imagen. Se obligó a sí mismo a correr fuera de allí, tropezando un par de veces en las viejas escaleras que conducían al segundo piso de la vieja mansión.
En su camino de huída pudo observar varios cuadros en la pared con fotos de él trabajando en la cafetería, sentado en el jardín de su casa, conversando con Namjoon, entrando a la universidad, y en muchas otras situaciones de su vida cotidiana. Sin embargo, lo que lo asustó no fue el contante acoso de Park sobre su persona, sino que todas las fotos parecían haber sido rasgadas con una navaja y estaban manchadas de un líquido rojo que quería creer, era simplemente pintura.

—No te escondas, Kookie, no tienes manera de escapar de aquí —la voz cantarina del mayor lo estremeció.

Levantó la mirada hacia el segundo piso, viendo a al más bajo observarlo con una sonrisa inocente, teniendo en su mano izquierda un bidón grande de gasolina y en la otra la navaja con la que había apuñalado a Heosok. Esa sonrisa con su rostro lleno de sangre solo lo hacía ver más horripilante.

Corrió hacia la puerta escuchando una gran carcajada que le estremeció hasta las entrañas. Braceó¹ con el picaporte con sus manos temblorosas intentando escapar de aquel lugar, pero fue en vano. Intentó lo mismo con algunas ventanas mientras escuchaba los pasos lentos de Jimin y el sonido de algo líquido caer al suelo.

Se vio acorralado por su ex-novio, mirando hacia todos lados intentando idear un plan para poder escapar de toda esa locura.

—¿Por qué me tienes miedo? No sería capaz de hacerte daño a ti, mi Kookie bebé —ladeó la cabeza haciendo un puchero, su cabello rosa moviéndose también por la acción.

¿Quién diría que alguien tan bello y encantador podía llegar a ser tan psicótico?

Observó hacia los pies de su agresor, notando la vieja alfombra. Se agachó de manera rápida, halándolo y causado que Park trastabillara y cayera hacia atrás. Pasó corriendo por su lado intentando llegar al otro lado de la mansión para buscar alguna otra salida, pero el fuerte agarre en su tobillo lo hizo caer de cara al suelo.

—¡Ahhhg! —gritó cuando sintió la fría navaja enterrarse en la parte trasera de su muslo, realizando un gran corte cuando el contrario la deslizó hasta llegar a la articulación—. M-Minnie por favor

Las lágrimas caían una tras otra por sus mejillas mientras se sostenía la pierna afectada, arrastrándose hacia atrás con las pupilas dilatadas y el corazón palpitando a velocidad inhumana.

—Kookie, Kookie, Kookie... —se subió encima de él besando sus párpados—. Me traicionaste, te buscaste a alguien más para reemplazarme. ¿Dónde quedó el "tú eres yo, yo soy tú"? ¿Mmh? ¡Responde!

El mencionado cerró los ojos con fuerza por el grito repentino, sintiendo como Jimin dejaba un par de besos por su rostro y limpiaba sus lágrimas con su pulgar. Abrió los ojos en cuanto lo sintió alejarse un poco, observándolo un con un encendedor prendido en su mano.

—N-no lo hagas, voy a v-volver contigo, pero no l-lo hagas —rogó agarrando su brazo, pero eso no hizo que la desición del ojiverde cambiara.

—Estaremos juntos para siempre, Kookie, incluso hasta después de la muerte.

Lanzó el encendedor hacia atrás y al instante el fuego comenzó a rodearlos. Jungkook finalmente se dio por vencido soltando un sollozo entrecortado, acostándose por completo en el suelo.
Se maldijo a sí mismo por haberse fijado en Park Jimin aquel día, por haberse dejado engatusar por aquel bonito y adorable hombre que conoció en aquella oficina... pero aún así, a pesar de todo, ese pelirrosa seguía siendo el amor de su vida. Su más grande error, pero al mismo tiempo su mayor acierto.

El más bajo pegó sus frentes y rozó sus narices con mimo, sonriendo antes de dejar un pequeño besito sobre sus labios. Lo miró fijamente con sus ojos cristalinos, acariciando la mejilla embarrada de sangre.

—Te amo, Park Jimin.

—Yo también te amo, Kookie.

Pegaron sus labios en un lento vaivén mientras el fuego iba consumiendo poco a poco cada espacio de ese lugar. Horas después solo yacían los restos de esa vieja mansión, mientras los rostros de Jung Hoseok, Park Jimin y Jeon Jungkook se podían ver en cada poste de Busan con la frase en rojo "Desaparecidos".

Fin







Braceó¹: forcejear, esforzarse.

Esto no está corregido, así que si se me pasó algún error me dicen.
Es la primera vez que hago una historia de este tipo, y debo decir que me siento satisfecha con lo que escribí. Espero que a ustedes también les guste tanto como a mí.

Este Os está inspirado en la canción Sweet but psycho de Ava Max. No sé a ustedes, pero este Jimin loquito me puede XD.

No se olviden de presionar la estrellita y comentar si les gustó o no la historia. Besitos 😘

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