Capitulo 5- Intruso.
La vida a veces te puede hacer caer en una rutina tan aplastante que nunca crees que algo especial pueda suceder. El creía todo eso. Durante aquellos 5 años, se había limitado a pasear por esa arrasada ciudad, buscando provisiones para poder sobrevivir, sin ninguna pretensión de creer que algún día ocurriría algo sorprendente o especial. Todo eso cambió con la llegada de El Intruso. Fue el nombre con el que decidió bautizar al misterioso visitante que había perturbado su vida. Aunque había invadido su territorio y alterado su actividad diaria, muy pronto desarrolló una fascinación por esa persona que como el, había vivido durante años en soledad sin saber de la existencia de algún ser humano. Comenzó a fantasear sobre quien sería, que clase de solitaria vida llevaría, su aspecto. Su mente le llevó a pensar que tal vez seria una chica joven de su edad, bella y hermosa, con la cual igual tenía que repoblar el planeta. Imaginaba que quizás ellos eran la única esperanza de la humanidad. Solo eran fantasías, pero era humano y también tenia sueños. Estuvo solo durante un gran tiempo, sin contacto ninguno, sin hablar con alguien, sin compartir una caricia o ver aunque fuera una simple sonrisa. No detestaba aquella vida, pero la sensación de no poder comunicarse con otros le mataba por dentro. Lo soportó lo mejor que pudo, llevando una vida tranquila, sin pensar demasiado en ello. Pero nada volvió a ser lo mismo con la llegada del Intruso. Ahora, un sinfín de caminos y posibilidades se abrían en el horizonte.
Lo siguió durante días. Al principio no lo encontró, pero al cuarto día, lo vio en el cruce de una calle. El se ocultaba en una casa y desde la ventana del primer piso, lo observaba, vagando en su avance hacia la ciudad. No parecía nervioso y hacía su recorrido con la misma naturalidad que el. Esa había sido su nueva rutina. El tiempo pasaba y su seguimiento del Intruso le mostró que eran las mismas personas: solitarias, metódicas, observadoras y constantes. Como mirarse a un espejo. Eran dos reflejos de idéntico aspecto y eso, llevó a que su nivel de empatia hacia aquel espectro errante que aparecía al alba y se desvanecía junto con el Sol al atardece,r aumentasen.
Aquella mañana, despertó temprano. A las 7 y media, El Intruso cruzaba por las zonas residenciales y si quería verlo, tendría que adelantarse. El viento soplaba contra los edificios emitiendo un silbido estridente y la noche cubría todo con un manto de oscuridad impenetrable. Inició su solemne marcha a través de aquellas angostas calles que por la penumbra parecían deformarse y hacía que los edificios pareciesen gigantescas sombras de entes amorfos. Caminó hasta la zona residencial, calles enteras conformadas con hileras de casas con su habitual jardín, garaje y edificio de dos plantas.
Llegó a una de esas residencias cuya puerta abierta parecía una invitación para entrar. Ingresó dentro y avanzó por un pasillo que daba a la cocina. A su lado, había unas escaleras para subir al primer piso. Aquí, un estrecho pasillo conectaba con varias habitaciones que eran los dormitorios. Entró en uno. El lugar era un cuarto, con un armario empotrado, varias estanterías, un escritorio y una cama. Sobre ella, se hallaban los restos calcinados de dos personas abrazadas. No eran los primeros que veía, pero el modo en que los halló lo dejó muy impresionado. Los bautizoó como Los Amantes, porque sus esqueletos eran de hombre y mujer, y parecían de la misma edad. Se los imaginaba en ese fatídico día del Juicio Final, entrelazados, mirándose el uno al otro, amándose justo antes de que la lengua de fuego de la explosión nuclear los calcinara ambos. Los miró por un instante, y luego fue hacia la ventana, a esperar la llegada de El Intruso.
Pasó media hora, hasta que finalmente lo vio. Justo delante de el, en la distancia, vislumbró una espectral figura que caminaba de forma etérea. Un fantasma de capa negra, un alma errante condenada a vagar por el mundo en soledad, como el. A medida que se acercaba, su forma se perfiló de mejor manera, permitiendo ver como era su aspecto. Una máscara de color blanco con un filtro de respiración cubría su rostro. Sobre su cuerpo, llevaba un chubasquero color verde oscuro recubría desde la cabeza hasta los pies, dándole un aire espectral.
La figura continuaba su marcha de forma impasiva. El lo observaba, sin hacer ningún ruído. A través de su respirador, podía escuchar el aire saliendo de su boca de forma entrecortada. Estaba nervioso. Sin querer, dio un golpe a un objeto con su pie, cayendo al suelo, emitiendo un ruido, que aunque flojo, se escuchó. El Intruso giró bruscamente, mirando hacia el edificio donde el se encontraba. Con destreza, se agachó para evitar ser visto. Al asomarse un poco, vio que su amigo, volvía a girarse y proseguir su camino. Lo observó de forma intranquila. Notaba una inquietud por todo su cuerpo. Una idea absurda le rondaba por su cabeza. Lo hacía desde hace tiempo, pero hasta ahora, la había aplacado con decisión. Pero en esas circunstancias, ahora era tentadora. Como una fruta prohibida del Paraíso que deseaba coger, aquella idea era un riesgo peligroso, pero a la vez sus ansias le consumían. Bajó con rapidez a la calle, dispuesto a cometer aquella locura.
Lo iba a hacer. Iba a contactar con El Intruso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro